La corbeta Castor a la caza del corsario inglés

Por Juan García (Todo a Babor)

Corbeta Castor contra el corsario británico Henrique.
Corbeta Castor contra el corsario británico Henrique.

La semana pasada seguimos las andanzas de la corbeta Orue y la Castor, aunque esta última poco hizo porque se separó de la primera, regresando a Guayaquil donde permanecería haciendo incursiones por la zona, intentando escarmentar a los corsarios británicos que encontrara.

Al mando de la Castor estaba el teniente de navío don Francisco Gil de Taboada, que disponía de un buque más bien pequeño, con catorce cañones de 4 libras de calibre. Una artillería insuficiente como veremos más adelante para hacer frente incluso a corsarios poco artillados. Nuestro teniente de navío bien que lo sabía y tenía una estrategia para compensar aquella deficiencia.

Pero vayamos por partes.

La corbeta Castor pasó a Punta de Santa Elena y entró a su surgidero el 28 de septiembre 1801. Taboada había recibido noticias de una pequeña fragata enemiga que el día anterior había quemado y saqueado dos barcos salineros en el fondeadero y otro a la boca del mismo. Por eso las autoridades estaban esperando como agua de mayo a la fragata de S.M. Leocadia, que debía ir a Panamá con caudales y pasar luego al canal de Guayaquil para quemar cuantas embarcaciones corsarias encontrase. Como hemos visto, las unidades de la Armada eran pocas y las zonas a guarnecer eran muchas.

A todo esto, la fragata corsaria inglesa había capturado el día 26 de septiembre a la San Ramón, que se dirigía al Callao. Esta fragata mercante española había salido sin permiso del gobernador de Guayaquil. Su capitán, don Ramon Manzanal, digno de mejor suerte por su arrojo y valor, aunque imprudente por su salida aún sabiendo los riesgos que corría con el corsario inglés merodeando por la zona, se confió en su intrepidez y en los ocho cañones de su buque. Se hizo a la vela y apenas desembocó en el río, se encontró con la Henrique (sic) [¿Quizás Henry?] el corsario de catorce cañones de a 6 libras y 44 hombres con quien se batió hasta que muerto su capitán de un balazo y desarbolada la San Ramón de bauprés y trinquete, se entregó.

La corbeta Castor inicia la caza del corsario inglés

Así pues, Taboada se decidió entonces pasar al crucero de Guayaquil en su demanda para interceptar a dicho corsario, y dirigió su derrota para situarse entre la costa de Tumbes e isla del Amortajado.

Al amanecer del 2 de octubre se hallaba ya en la isla cuando a las 10 de la mañana divisaron dos velas, una mayor que la otra, a 4 o 5 leguas al ENE. Venían de vuelta encontrada, siguiendo la Castor la suya hasta las 11, virando por escasez de viento y con el fin de ganárselo a los enemigos.

A las 12 reconocieron que una de las embarcaciones era la San Ramón, tripulada por los corsarios y la mayor era la fragata que estaban buscando: la Henrique. Cuando las tenía a sotavento reviró la Castor sobre ellas para impedir que la inglesa le ganase el barlovento, como lo intentaba.

En cuanto Taboada creyó que estaba en la mejor situación y todo dispuesto para el combate, mandó arribar sobre la fragata enemiga. Al estar a medio tiro rompió el fuego, fijando su bandera. Lo mismo hicieron los ingleses con su bandera, aunque estuvieron un rato sin disparar, hasta que avivando el fuego la Castor con palanqueta, bala rasa y metralla, contestaron los ingleses con la batería alta y un cañón de la baja.

Continuaron el fuego ambas embarcaciones, mientras se iban aproximando, lo que aprovechó el comandante de la Castor para abordar a la Henrique.

Detalle del cuadro sobre este hecho de armas, de la corbeta Castor contra el corsario británico Henrique.
Detalle del cuadro sobre este hecho de armas, de la corbeta Castor contra el corsario británico Henrique.

Y esta era la estratagema de Taboada. Sabiendo que con igual número de cañones pero con menor calibre no iba a conseguir nada, lo único que podía hacer era un abordaje y jugárselo todo a esa carta o los cañones de 6 libras acabarían por inclinar la balanza a favor de los ingleses, que además, parecían tener mucha soltura en su manejo, así como en las maniobras.

Dicho y hecho. A bordo del corsario inglés entraron treinta hombres de mar y quince del regimiento de Lima, bajo la dirección de sus respectivos oficiales.

Esta temeraria acción dio sus frutos, ya que los ingleses se rindieron a los españoles al poco tiempo, dejando cinco muertos y dos heridos por parte inglesa y ninguna baja por la española. Ambos buques tenían averías en arboladura y velamen, pero no de consideración.

Dejando a una tripulación de presa a bordo, la corbeta Castor inició la persecución de la San Ramón, a la que dio caza rindiéndola sin oponer estos resistencia.

Con ambas presas (bueno, una presa y una represa), entraron en Guayaquil, donde quedó la Castor rehabilitándose para volver a salir en demanda de otro corsario que quedaba por la zona. El teniente de navío Taboada fue elogiado, al igual que los demás oficiales, tropa y marinería.

El mismo gobernador de Guayaquil quedó muy satisfecho con la bizarría de dicho oficial español, añadiendo que:

los beneficios de la presa y represa que iban a adquirir los enemigos, y aliento que cobraron los nuestros, retrayéndote los unos, y animándose los otros para continuar su comercio con seguridad.

Y así acaba otra de esas pequeñas batallas navales que nunca nadie oyó hablar y que eran lo normal en aquella época. Porque, no lo olvidemos, esos anónimos comandantes de pequeños buques, eran los que normalmente sustentaban el comercio y luchaban en precarias condiciones, en la mayoría de las ocasiones, contra los numerosos enemigos que asediaban nuestras costas.

  • Fuente: Gaceta de Madrid.

Compartir
Twittear
Pin