Corsarios españoles: el corso en España

Por José Roselló Riera y Pedro G. Somarriba

Este especial se compone de los siguientes artículos:
El corso en España | Ordenanza de 1801 | Apresados en Guerra Oreja de Jenkins  | Apresados primer año Guerra Oreja

Aclaración

Este artículo está dividido en dos partes, con dos aportaciones de sendos colaboradores. La primera, por Pedro G. Somarriba, nos explica el funcionamiento en general del corso en España, fundamentalmente su regularización mediante las Ordenanzas de principios del siglo XIX.

La segunda parte ilustra, como ejemplo de actuación, el modo en que un corsario ibicenco hacía uso de su Patente de Corso. Esta ha sido elaborada por José Roselló Riera.

¿Qué era un corsario?

Un corsario era aquella persona, o buque, que tenía en posesión una de las llamadas «patentes de corso», que eran unos documentos oficiales expedidos por una nación, que otorgaba a su portador la licencia de hacer el corso. O lo que es lo mismo: atacar y apresar los buques mercantes del enemigo, aunque también de guerra si podían. El corsario se llevaba entonces una parte del dinero obtenido por la venta del botín o del buque apresado, siendo otra parte el beneficio que se llevaba la Hacienda del país del corsario.

A continuación explicaremos más en profundidad en qué consistía ser corsario y los derechos y deberes a los que estaban sometidos sus actos.

La Regulación del Corso

El corso, en contra de lo que comúnmente se cree, que esta práctica era simplemente un pirateo encubierto por los Gobiernos, era una actividad legal muy regulada por las Autoridades españolas.

Con el fin de diferenciarlo principalmente de un acto de piratería sin más, se intentó, por medio de sucesivas Reales Ordenanzas, regular una actividad que hicieron muchos particulares su forma de vida, otros tantos amasaron fortunas y otros se labraron una carrera en la Real Armada que de otra forma hubiera sido más difícil.

En el siglo XVIII y principios del XIX el corso español jugó una baza muy importante en la política exterior española. Los corsarios, siempre bajo la «patente de corso» obligatoria para ejercerlo, hicieron la función de flota de guerra «paramilitar» al servicio de la Corona.

Y entre los vastos territorios españoles fueron imprescindibles como guardacostas, ya que era materialmente imposible contar con una escuadra de la Real Armada que pudiera proteger tantas millas marinas de costa y rutas marítimas.

Y así se beneficiaba el corsario, que obtenía una gran parte del botín, y se beneficiaba a su vez, la Corona de España, al incrementarse su flota de guerra sin gastar ningún dinero, obteniendo a su vez una parte del botín.

En el Caribe la falta de barcos de la Armada para proteger tanto territorio fue cubierta con éxito por los corsarios locales, que mantuvieron a raya a los ingleses y holandeses.

Para observar la importancia del corso como herramienta de los Gobiernos para sus fines decir que los corsarios norteamericanos en la guerra de la independencia de EE.UU contra Inglaterra capturaron cerca de 3.000 buques ingleses, lo que dificultó enormemente el envío de provisiones a las tropas inglesas en suelo norteamericano.

Un corsario inglés enfrentándose a un corsario francés. Pintura de Samuel Scott de mediados del siglo XVIII.
Un corsario inglés enfrentándose a un corsario francés. Pintura de Samuel Scott de mediados del siglo XVIII. National Maritime Museum, Greenwich, Londres, Caird Collection.

En esta lucha de corsarios también entraron en juego los franceses y los españoles. Un ejemplo de la efectividad: Don Baltasar Hidalgo de Cisneros en 1780 al mando de la balandra «Flecha» capturó dos corsarios británicos, el «Rodney» y el «Nimbre». Al año siguiente y al mando de la fragata «Santa Bárbara» capturó otros 4 corsarios de la misma nacionalidad.

Más ejemplos, el 14 de mayo del año 1800, el bergantín de guerra “San Antonio”, sorprendió ancladas junto a Cabo Blanco (Cuba) dos goletas corsarias, la “Aguila” con 70 hombres y 14 piezas, y la “Hoppe”, con 65 hombres, 10 obuses y 4 cañones.

Después de cinco horas de combate y de morir los dos Capitanes ingleses con muchos de sus tripulantes, se apoderó de las dos embarcaciones, conduciéndolas a remolque a La Habana.

En esta operación tuvieron una actuación muy destacada las fuerzas embarcadas de Infantería de Marina. Como se ve, la lucha contra el corso también daba sus frutos.

La primera Ordenanza regulando y fomentando la actividad corsaria fue promovida por el rey Felipe IV en 1621 debido a la incesante actividad corsaria y pirata de ingleses, holandeses, franceses, argelinos y turcos, que asolaban el comercio español, tanto en las Indias como en el Mediterráneo.

Así, los comerciantes que sufrían en sus carnes el saqueo y captura, en tiempo de guerra podían, gracias al consentimiento real, invertir el papel de presa por el de cazador.

Debido al éxito la ordenación de patentes de corso se reafirmaron en otras Ordenanzas que ampliaban los cometidos del corsario, normalmente cuando el país se encontraba en guerra.

Así siguieron con las ordenanzas de 1674; 1702; 1718 (que explícitamente decía «contra turcos, moros y otros enemigos de la Corona»); 1762; 1779; 1794 (contra intereses franceses principalmente, a causa de la Revolución llevada en este país y en la que se prohibía el corso con los aliados de España, Inglaterra se contaba como el principal y esta es de las pocas veces que los corsarios de ambas naciones tuvieron que respetarse).

Luego siguió la de 1796 esta vez en lucha contra los antiguos aliados ingleses y a favor de los franceses; la de 1801 que renovaba las hostilidades con los británicos.

Las patentes de corso dadas a particulares fueron muy útiles para el mantenimiento y limpieza de las rutas comerciales y los británicos siempre tuvieron dificultad para ejercer el contrabando.

Una de las principales causas de la «Guerra de la Oreja de Jenkins» (1739-1744) fue motivada por la captura continua de mercantes británicos por parte de guardacostas corsarios y de la Armada, que por medio del contrabando hacían comercio ilegal en aguas españolas de América y que debido a presiones de los comerciantes británicos llevaron al Gobierno británico a declarar la guerra a España.

Pero había no sólo Ordenanzas generales en tiempo de guerra, el 29 de julio de 1752 se otorga una patente de corso al Jefe de Escuadra don Pedro Mesía de la Cerda con la misión principal de limpiar las aguas caribeñas de corsarios holandeses que asolaban el comercio.

Para ello partió de Cartagena con una escuadra formada por el navío Septentrión de 60 cañones, la fragata Galga, el paquebote Marte y los jabeques Cazador, Volante, Galgo y Liebre.

Gracias a las ligeras unidades con que se dotó dicha escuadra se podía luchar más eficazmente en esta labor. En dicha patente se autorizaba también a capturar cuantas embarcaciones inglesas y francesas se encontraran practicando el comercio ilícito y se añadía que la venta de las presas y sus mercancías sería repartida entre todas las dotaciones de la escuadra.

¿Qué había que hacer para ser corsario?

El particular que quería dedicarse al corso debía, en primer lugar recurrir al Comandante Militar de Marina de la provincia donde tuviera origen.

Allí tendría que figurar en un registro donde se anotaría la embarcación que fuera destinada, su porte, armas y pertrechos, así como la dotación de la misma y las fianzas abonadas para el aseguramiento de la buena conducta según las Ordenanzas (la suma de la fianza podía llegar, según los casos, a sesenta mil reales de vellón), y para asegurarse de que no cometerían corso contra las embarcaciones de las naciones que no estaban en guerra con España.

¿Qué era una patente de corso?

La patente de corso era el documento que ambas partes firmaban y que le era entregado por el Capitán General del Departamento o por el Secretario del Despacho de Marina en nombre del Rey. Sin este documento no se podía practicar el corso, ya que de ser así se les consideraba piratas.

Una vez obtenida la obligatoria Patente de corso el Comandante militar de marina de la provincia facilitaba hombres y pertrechos en caso de necesitarse.

Armado del buque corsario

El barco corsario en caso de requerir más dotación o guarnición podía llevar una cuarta parte como máximo de marineros de la Real Armada matriculados (es decir los profesionales que no pertenecían a levas) siempre y cuando la propia Armada no los necesitara en ese momento, el resto serían aportados por el dueño de la patente y tenían que ser instruidos y hábiles en el manejo de las armas y navegación.

Si el armador o corsario no podía obtener por otros medios artillería, pólvora o armas los Arsenales de la Armada podían vendérselos a precio de costo, previo pago al contado o a los seis meses, siempre y cuando los barcos del Rey no lo necesitaran.

Como el personal militar de la Real Armada podía dedicarse al corso en un determinado momento en barcos privados, podían ascender como si estuviesen en un barco del Rey.

Si el capitán de un barco corsario privado pertenecía a la Armada el nombre del barco tenía de sobrenombre «Real», para diferenciarlo de los corsarios con capitán particular.

Los tripulantes corsarios gozaban del fuero de marina que les permitía el uso de armas y otros privilegios de la Armada mientras estuvieran en este servicio.

A su vez, en caso de muerte, las viudas podían acogerse a una pensión y si eran heridos podían ser tratados en las instalaciones de la Armada de cada departamento.

El bergantín HMS 'Scourge' capturando al corsario francés 'Sans Culotte', 13 de marzo de 1793.
El bergantín HMS ‘Scourge’ capturando al corsario francés ‘Sans Culotte’, 13 de marzo de 1793. El verdadero peligro para los corsarios eran los buques menores de las armadas, como ese bergantín británico. Thomas Yates. National Maritime Museum, Greenwich, Londres.

Navíos, fragatas, jabeques y demás buques de la Real Armada también podían dedicarse al corso, en solitario o en escuadras, sin perjuicio a la carrera militar de sus dotaciones.

Conocido fue el «Escuadrón Roquefort» francés compuesto por media docena de navíos de línea y fragatas, que en las guerras napoleónicas asolaron el comercio marítimo inglés en el Mediterráneo.

Este era un buen medio para los oficiales de labrarse una carrera. Antonio Barceló, uno de los más conocidos y temidos corsarios españoles del Mediterráneo, empezó en su juventud siendo un corsario a bordo de un pequeño jabeque particular mallorquín, y que gracias a las capturas y su valentía entró en la Real Armada como oficial y en la que llegó a ser Teniente General, después de una magnifica trayectoria jalonada con brillantes triunfos contra los argelinos principalmente.

Reparto del botín

Los corsarios, además de quedarse con lo que sacaran de la venta de un barco y la carga recibían bonificaciones de la Tesorería de Marina del Departamento respectivo por algunos pertrechos particulares del barco apresado: si se trataba de un bajel de guerra por cada cañón de más de 12 libras se recibía 1.200 reales de vellón, y si era de menos de 12 libras, 800 reales.

Por un prisionero 200 reales. Si el bajel era corsario recibían 900 reales por cada cañón de más de 12 libras, 600 si era de menos y 160 por prisionero.

Esto daba cuenta de que era más difícil capturar un barco de guerra que uno privado. A su vez el precio por cañón y prisionero en un mercante era sensiblemente inferior a las otras dos clases.

Además se daba más bonificación si el barco apresado era de guerra y había sido tomado al abordaje, que por un corsario o un mercante que había sido tomado sin lucha.

Los ingleses temían siempre el abordaje y confiaban más en su artillería, por lo que este era buscado. Esto, además, premiaba la búsqueda de los barcos de guerra, ya que si no el corsario podía decantarse por atacar solamente «plácidos» mercantes que aguerridos barcos de guerra.

De la venta de la presa una quinta parte tributaba al Rey (el quinto real). Del resto se hacían dos partes. Una de ellas se dividía en tres quintos que correspondían a la tripulación y guarnición.

Y la otra parte para la oficialidad. Si en el barco corsario se encontraban miembros de la Real Armada en calidad de pasajeros no les correspondía ninguna parte. Aunque si había tomado parte de la captura el capitán del corsario podía recompensarle.

Labores permitidas a los corsarios

Un barco corsario tenía permiso para identificar los barcos mercantes que se encontrara, examinando las patentes, pasaportes y otros documentos acreditativos, así como diario de navegación y listados de pasajes.

Esta identificación debía realizarse sin violencia, y en caso de negarse algún capitán a presentar los papeles, podía obligársele entonces por la fuerza. Pero estaba castigado con pena de muerte extorsionar o hacer cualquier tipo de daño a las tripulaciones y embarcaciones que fueran neutrales o aliados de España.

Si la embarcación fuera sospechosa de ser enemiga, bien por falta de traductor o confusión en los papeles se podía obligar ir a puerto hasta su completa identificación.

Tenían que dejar navegar a los barcos neutrales y aliados que presentaran los correspondientes papeles y aunque fueran a puertos enemigos con carga de propiedad neutral, siempre que no estuviera bloqueado dicho puerto.

Los corsarios que detuvieran y llevaran a otro puerto a una embarcación neutral o aliada sin motivo justificado, tenían que indemnizar a los agraviados.

Si el barco neutral llevaba tres cuartas partes de la tripulación de nacionalidad enemiga u oficiales de guerra podía ser apresado. Si un barco neutral llevaba pertrechos de guerra a un puerto enemigo era también capturado. Como pertrechos se entiende pólvora, armas, tiendas, caballos, uniformes…

A los barcos que cumplían con los requisitos para ser capturados eran llamados de «buena presa«. Como hemos comentado el apresar buques que no cumplían con los debidos requisitos para ser declarado de «buena presa» podía conllevar multas, retirada de la Patente de corso, hasta incluso la muerte, en los casos más graves.

Si alguna embarcación privada hacía labores de corso sin la debida Patente eran considerados piratas, con lo cual sus responsables eran colgados.

Esto se aplicaba tanto a barcos españoles como enemigos. Si, por ejemplo, se apresaba un barco inglés corsario con la respectiva patente de su país la tripulación capturada eran tratados como prisioneros de guerra, pero si no tenían el documento acreditativo de corsario serían juzgados como si de vulgares piratas se tratase, lo que podía dar lugar a la ejecución.

Los corsarios tampoco podían apresar barcos enemigos que se encontraran en aguas aliadas o amigas, hasta que dicha embarcación no estuviera más allá de un tiro de cañón de distancia de la costa.

Si se represaba una embarcación aliada o neutral, anteriormente capturada por el enemigo, se le abonaba una octava parte a los corsarios pertenecientes a la Real Armada y una sexta parte a los privados y se devolvía al país al que perteneciera. Si el barco represado era español y se había represado en menos de 24 horas, se le daba la mitad del valor, pasadas las 24 horas se quedaba con todo el valor.

No se permitía el saqueo de la carga de una presa. Esta se llevaba sin tocar a puerto donde un Auditor daba cuenta de lo apresado y del dinero que se obtenía por ello, so pena de ser juzgado o retirada la Patente.

Las Autoridades portuarias además interrogaban al capitán del barco apresado y del corsario para tener la certeza del «buen apresamiento» y que no hubiera irregularidades en la acción. También era delito maltratar a los prisioneros o dejarlos abandonados en islas o costas. Estos debían entregarse al Gobernador de la plaza en la que se encontraran o al Comandante de Marina.

El ejercicio del corso español se hizo sobre todo en aguas del mar Caribe, donde ingleses, franceses y holandeses tenían un provechoso contrabando y que hacía también labores de guardacostas.

Plano del corsario español "San Carlos".
Plano del corsario español «San Carlos». Este gran corsario con portas para 50 cañones fue apresado por los británicos el 12 de diciembre de 1779. No era normal esta clase de buques tan grandes para labores de corso. Tuvo en el enfrentamiento contra el navío de línea HMS Salisbury, también de 50 cañones, que le ocasionó al buque corsario 60 bajas entre muertos y heridos de una tripulación de 397 hombres. Aunque ambos buques tenían el mismo porte no eran para nada iguales, ya que el buque británico era de guerra, con tripulación más numerosa y entrenada, infantería de marina y con cañones de mayor calibre. Tras su acondicionamiento, sus nuevos dueños lo utilizaron como buque de pertrechos. National Maritime Museum, Greenwich, Londres.

A estos buques corsarios, que se dedicaban en tiempo de paz a esta labor solamente recibían el nombre oficial de guardacostas y no de corsario, esta era una manera de reconocer la gran labor que realizaban.

Destacada fue la actuación, por ejemplo, del bergantín corsario real Saeta, al mando del Alférez de Navío don Agustín de Matute, en aguas de Yucatán y Veracruz, que realizó multitud de presas de contrabandistas españoles y extranjeros.

Pero el corso en el Mediterráneo fue también muy provechoso, sobre todo tuvieron un lugar destacado los corsarios de las Islas Baleares que, a fuerza de capturas, se labraron una buena fama.

Y de estos fueron los ibicencos los que más practicaron el corso. Famosos fueron los corsarios Antoni Riquer Arabí, los hermanos Sala y Pere Bernat, Jaume Planells, Jaume Planells Ferrer «Sit», y tantos otros.

Como ejemplo de la actuación de los corsarios exponemos a continuación un conocido episodio en el que un corsario español captura otro inglés en los difíciles años de principios del siglo XIX.

Los corsarios ibicencos. La captura del Felicity

En Ibiza la actividad corsaria fue, durante los siglos XVIII y principios del XIX, fundamental en el siempre precario desarrollo económico insular y origen de no pocas fortunas. Además, por una vez la isla estaba preparada para satisfacer la demanda tecnológica del nuevo fenómeno: el corso. Buenas embarcaciones(el jabeque era la embarcación corsaria ibicenca por excelencia) y expertos marinos. El valor hay que suponerlo, como en todo aquel que tiene poco o nada que perder y algo que ganar.

Por primera vez en muchos años, barcos corsarios ibicencos con tripulaciones ibicencas apresarían embarcaciones de todo tipo y en sus incursiones, legalizadas por la institución corsaria, llegarán hasta las costas africanas, donde capturarán no pocos cautivos. Una devolución de visita que debió calar muy hondo en el subconsciente colectivo insular.

Quizás una de las capturas mas significativas y célebres fue la del bergantín británico Felicity, llevada a cabo por el mas popular de los corsarios ibicencos, el patrón Antonio Riquer, un día de junio de 1806.

Tras el combate, Riquer, con mas presas en su cuaderno de bitácora que el pirata de Espronceda, acabaría integrándose en las instituciones como oficial de la Marina de Guerra, a la vez que ascendía socialmente construyéndose un caserón en la parte alta de la Ciudad, abandonando su barrio natal de la Marina.

En 1806, el corsario Antoni Riquer, provisto de un débil falucho, apresó al poderoso navío Felicity, corso de Gibraltar con bandera inglesa a las órdenes de un famoso corsario, el capitán italiano Miguel Novelli (alias El Papa). Conmemorando el primer centenario de esta victoria se colocó la primera piedra del monumento proyectado en su honor. El 1º de Junio de 1806, fiesta de la Santísima Trinidad, se avistó un buque inglés en las proximidades del puerto, donde la embarcación inglesa era muy superior a la de Riquer. La noticia del avistaje se difundió rápidamente.

El jabeque ibicenco, San Antonio y Santa Isabel, con cincuenta y ocho tripulantes, más el capellán José Iturrit, y una multitud de marineros con entusiasmo y espíritu de combate, se hizo a la vela, regresando aquella misma noche, habiendo tomado prisionero al buque inglés.

El San Antonio y Santa Isabel contaba con dos cañones de a ocho, cuatro de a seis y dos de a cuatro. El buque inglés contaba con sesenta y cinco hombres, dos cañones de a dieciocho, cuatro de a doce, y dos obuses de cuarenta y ocho.

A las 4 de la tarde del 1º de Junio consiguieron acercarse al buque inglés, quien disparó sobre ellos toda su artillería, a la que Riquer respondió con sólo dos cañonazos. Aún conociendo la superioridad de la nave enemiga, se determinó con gran valentía a abordarlo, atacando con arpones, arrojando a la vez frascos de fuego, matando a muchos tripulantes y quemando gran parte de la embarcación.

El enemigo se defendió con granadas de mano y fusiles, matando a cinco hombres, entre ellos a su segundo capitán, e hiriendo a muchos marineros. Sin embargo, después de 20 minutos de acción los ingleses fueron doblegados.

En el periódico «El Isleño» de 1869, un superviviente del «San Antonio y Santa Isabel» (jabeque de Riquer) llamado Cardoneret describía así el abordaje al Felicity.

«Se habían aproximado los buques hasta tocarse, y favorecidos los ibicencos por la calma completa que reinaba, pudieron hacer uso de su habitual destreza, dejando caer una lluvia de frascos de fuego sobre el enemigo, en tanto que los mas denodados se lanzaban cuchillo en mano al abordaje.

«La popa del inglés convirtiose al poco en una inmensa hoguera, y, abrasados sus tripulantes huyen por todas partes despavoridos. Un valiente negro , que con ambas manos recibía los frascos apagados y rompíalos a sus pies, lanzando despreciativas y estrepitosas carcajadas, voló hecho pedazos al estallar el destructor combustible que el mismo, inconscientemente apilara a su alrededor. Entra el desorden y la confusión. Empeñase en proa el combate cuerpo a cuerpo. Un rubio y agigantado inglés dispara un pistoletazo a quemarropa contra el capitán Antonio Ferrer, pero felizmente no sale el tiro. Furioso el extranjero le arroja, en su despecho, la pistola a la cara, haciéndole en la cara profunda herida. El bizarro Ferrer, que se halla dotado de una fuerza hercúlea, coge a su agresor cual si fuera una pluma y lo arroja al mar.

«Desde aquel momento la derrota comienza a decidirse por los españoles, y 20 minutos después que el primer cañonazo hizo retumbar el abismo, a la par que resonaba en el corazón de los lejanos e interesados espectadores de tan sangrienta lucha, los marineros ibicencos era dueños del barco enemigo, quedando sus tripulantes como prisioneros de guerra, incluso su capitán, que fue hallado poco menos que desnudo, escondido en un armario.

«Era tal el entusiasmo de los vencedores que, terminado el combate, se preparaban para dirigirse hacia otra embarcación, corsaria también al parecer, que a lo lejos se distinguía, habiendo sido preciso para contenerlos las prudentes y acertadas reflexiones de los mas ancianos, quienes conocían la imposibilidad de sostener una nueva lucha.

«A las diez de la noche entraron vencedores y vencidos en el puerto de Ibiza, en medio de las aclamaciones y vítores de la multitud, que durante el día no había abandonado ni un momento las murallas y demás alturas de la población»

A continuación exponemos la Declaración del corsario Riquer y del capitán del Felicity ante el Comandante de Marina tras la captura:

– En la ciudad de Ibiza, a cuatro de Junio de 1806. El referido Señor Comandante (D. Antonio de Palacios), sabiendo que se habia admitido a libre plática a los corsarios mandó comparecer ante si al capitán del corsario español de esta matrícula, del cual recibió de juramento por Dios Nuestro Señor y a una señal de la Cruz en forma de derecho, por ante mí, el presente escribano, y habiéndolo hecho y prometido decir verdad, se le preguntó lo siguiente:

Cómo se llama y que ejercicio tiene.

     – Que Antonio Riquer, hijo de Francisco, y que es capitán del jabeque corsario nombrado  «San Antonio y Santa Isabel», que monta dos cañones de a ocho, cuatro de a seis y dos de cuatro.

    Con qué motivo ha conducido a este puerto una embarcación que dice ser corsario inglés.

    – Que al amanecer de dicho día primero, vio a dicho corsario que salía de la Mola en vuelta del L. pasando muy próximo a este puerto, manifestando al parecer que le llamaba a desafío, y que con este motivo aprestó su jabeque lo mas pronto que pudo, y dio a la vela como a las nueve de la mañana, haciendo todos los esfuerzos para alcanzarlo, y que a cosa de las cuatro de la tarde consiguió aproximarlo, quien le disparó cuatro descargas con toda su artillería, a que  respondió con solo dos cañonazos, y que conociendo la gran superioridad del buque, mayor calibre y cantidad de la artillería enemiga se consideraba perdido si no hacia un arrojo, con cuyo motivo consideró abordarlo y a este fin fue al enemigo con la mayor resolución, y consiguiendo atracarlo lo aseguró por medio de los arpones y seguidamente le arrojó dentro una gran cantidad de frascos de fuego, con que consiguió matar a muchos y quemar a la mayor parte, que tuvieron que arrojarse al agua. El enemigo le arrojó muchas granadas de mano y con su fusilería y trabucos le mató cinco hombres, incluso su segundo capitán y padre, hiriendo gravemente muchos marineros, pero por último lo rindió a los veinte minutos de la acción.

    Que pabellón o bandera llevaba el buque enemigo y si recogió todos los papeles que previene la ordenanza y en este caso que los ponga de manifiesto y entregue.

    – Que llevaba la bandera inglesa a popa, el gallardete en la mayor y en la del trinquete la bandera roja de sangre, y que los papeles los enseña y entrega.

   Que número de enemigos tenia el buque y cañones.

   – Que sesenta y cinco hombres, con dos cañones de a diez y ocho, cuatro de a veinte y cuatro, uno de a  cuatro, tres cajas con todas armas, cuarenta y ocho chuzos y seis cajones de granadas de mano.

[En el mismo día se constituyó el propio señor en el Real Hospital de esta Ciudad, y mandó comparecer ante sí al Capitán del corsario inglés, que se halla herido, del cual por ante mí, el presente escribano recibió de juramento por Dios Nuestro Señor y a una señal de la Cruz en forma de derecho, bajo cuyo cargo se le preguntó lo siguiente]: 

   Cómo se llama, de donde es natural y que ejercicio tiene.

   – Que Miguel Novelli alias Papa, natural de Ancona y domiciliado en Gibraltar cosa de trece años, y que era capitán del corsario inglés.

  Con qué motivos se halla en esta isla.

 – Por haberlo apresado un corsario ibicenco.

  Quien lo ha apresado, adonde y como se llama su Capitán.

  – Que lo ha apresado el Capitán Antonio Riquer a unas cinco leguas al sur de esta isla el día primero de este mes, a cosa de las cuatro de la tarde.

  Cuando lo apresaron, que bandera llevaba puesta y si se batió con quien lo tomó.

  – Que llevaba la bandera inglesa a popa, el gallardete a la pena de la mayor y a la del trinquete la bandera roja, y que se batió con el apresador.

 Que número de tripulación tenia cuando se inició el combate.

 – Que a su parecer eran sesenta y cinco, pero el escribano dará mejor razón por ser esto de su propio cargo.

  Si tiene comisión del Gobierno inglés para hacer guerra a España.
  

– Que tiene comisión del Gobierno inglés para hacer guerra a España, Francia y Holanda (sic).

  Que como se llama su embarcación.

  – Que la Felicidad.

  Si tiene algo que decir  o alegar sobre su apresamiento, si es bien o mal hecho.

  – Que no tiene nada que alegar sobre su apresamiento, por ser bien hecho. Y que es cuanto puede decir sobre lo que se le ha preguntado y bajo el cargo de juramento que prestado tiene, en que se afirmó y ratificó, y dijo ser de edad de veinte y siete años, y no firmó porque dijo no saber, y lo hizo el Señor Comandante y su auditor; de que doy fe.

monumento de "Ibiza a sus corsarios"
El monumento de «Ibiza a sus corsarios» fue erigido en 1915 y constituye un caso único en el mundo. Esto es debido a que muchos marinos de Ibiza (punto neurálgico de la actividad corsaria española), y buena parte de la economía de la isla, tuvo en el corso su forma de vida y cuyos corsarios más ilustres eran bien vistos por la sociedad.

Fuentes

  • Ordenanza del 20 de junio de 1801, por parte de la Corona española que regulaba la práctica del corso de particulares.
  • El régimen jurídico del corso marítimo: El mundo indiano y el México del siglo XIX. Óscar Cruz Barney.

Compartir
Twittear
Pin