Estos no eran corsarios, eran gentuza

Por Juan García (Todo a Babor)

Abuso a mujeres por parte de piratas

En Todo a babor ya hemos comentado muchas veces las canalladas, o despiadadas maneras de algunos corsarios, que actuaban más bien como piratas. 

El corso era una actividad legal, que como tal tenía una serie de normas, que incluían el trato humanitario a prisioneros y el respeto de sus efectos personales, bajo pena de muerte si se sobrepasaban injustificadamente. Pero eso no siempre se cumplía, claro.

A veces, como es el caso de la entrada de hoy, se cometían los desmanes más aberrantes, que a ojos de aquella época debían ser todavía peores.

En mayo de 1794, en plena guerra contra la Francia revolucionaria, iban a Lisboa a bordo de un mercante dinamarqués, cuatro religiosas salesas francesas, acompañadas por dos sacerdotes. 

En teoría navegar bajo la bandera danesa era hacerlo en un buque neutral y por lo tanto no podía ser apresado por ninguna de las partes beligerantes.

El clero, en esos tiempos revolucionarios, no gozaba de respeto ni simpatía por parte de muchos franceses, y a pesar de ser estas personas religiosas naturales de Francia temían que sus propios compatriotas les hicieran algún daño.

Apenas salieron de Liorna se encontraron con un corsario genovés que navegaba bajo bandera y patente de Francia. Haciendo caso omiso de la neutralidad del mercante hicieron traer a los religiosos a bordo. Allí las cuatro monjas suplicaron al capitán corsario que las dejaran en cualquier parte de la costa de Génova.

Pero aquel personaje, lejos de hacer caso a las quejas y ruegos de las religiosas, empezó a atropellar la inocencia de una de ellas allí mismo. Uno de los sacerdotes, escandalizado y horrorizado ante tal atrocidad, reprendió airadamente al capitán corsario y este ni corto ni perezoso le mató allí mismo de una puñalada. El tipo este se ganó el Cielo, seguro.

Después de entrar en Loano con la presa, que era su base de operaciones, dispararon al otro sacerdote para quitárselo de en medio y a las religiosas las condujeron a Niza, donde las llevaron al interior de Francia y donde seguramente corrieron igual suerte tal y como estaba la cosa.

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