Por Guillermo Nicieza Forcelledo
Autor del libro: «Leones del mar. La Real Armada española del siglo XVIII» y «Anclas y bayonetas»
Índice
Presencia británica en los mares de China
Aunque se asume como cierto que el comercio británico con las Indias Orientales no fue importante hasta mediados del siglo XIX hasta el establecimiento del Raj Británico, la realidad es que venía teniendo un peso importante en la economía de Inglaterra desde inicios del XVII y ya en el siglo XVIII era el principal interés comercial británico en ultramar, siendo sus ingresos vitales en el sostén de Reino Unido tras las pérdidas de sus colonias americanas.
Este lucrativo comercio con el subcontinente indio estaba controlado en la práctica por la Compañía de las Indias Orientales, una importante corporación mercantil británica que ejercía como grupo de presión sobre el gobierno de Londres de forma muy frecuente.
No era poco habitual, de hecho, que hicieran caer o alzaran gabinetes enteros, o bien consiguieran que Reino Unido declarara guerras o llevara a cabo operaciones militares en defensa de sus intereses comercial.
En sentido contrario, el propio gobierno de Londres utilizaba muchas veces a las flotas y hombres de la Compañía de las Indias Orientales como brazo armado de sus operaciones más dudosas e ilegítimas, desentendiéndose después si el resultado no era el esperado.
Cosa curiosa, por otro lado, es que muchos de los oficiales navales de la compañía eran al mismo tiempo, o habían sido, parte de la Royal Navy, incluyendo muchas veces los propios buques de su mando.
Sin embargo, según donde estuvieran sirviendo en el momento clave, podían pasar a ojos de los españoles de ser oficiales navales legítimos y por ello gozar de todas las garantías de los prisioneros de guerra como venía siendo convención o, por el contrario, ser considerados corsarios o piratas y ser ejecutados sumariamente en el momento de ser sorprendidos atacando intereses españoles.
Por su parte, la Compañía de las Indias Orientales, al tener el práctico monopolio sobre los productos exóticos de la India y sus territorios aledaños, tenía una gran flota de transporte compuesta en su mayoría por los east indiamen.
Si bien desde los puertos indios de Bombay, Calcuta y Madrás o desde la costa de Ceilán se realizaban envíos frecuentes hacia Reino Unido, los envíos desde China se agrupaban en un convoy anual que partía a inicios de cada año desde Macao.
A este convoy llamado la Flota de China, se unían muchas veces otros envíos desde la India, partiendo desde la isla de Whampoa, actualmente Pazhu, en la provincia china de Guangdong, para una travesía de cerca de seis meses a través de los océanos Índico y Atlántico hasta el litoral sur de Inglaterra.
Vista la dualidad mercantil privada e interés oficial de los intereses de la Compañía de las Indias Orientales, la Royal Navy proveía al convoy de transporte una escolta armada de buques de guerra pertenecientes a la escuadra del contraalmirante Peter Rainier.
La flota británica en las Indias Orientales tenía un número considerable de naves, pero también estaba muy dispersa debido a que tenía que proteger muchos convoyes y patrullar muchas millas náuticas de océano.
Además, como es lógica, los buques de guerra no se podían alejar excesivamente de los puertos estratégicos, ya que si no sería fácilmente bloqueados o incluso asaltados por Francia, Batavia o España.
Esto implicaba que una parte de las fuerzas británicas tuvieran que situarse en las aguas de influencia de Bombay, Calcula, Madrás, Ceilán y del mar Rojo.
Precisamente el mar Rojo era una zona de capital importancia, pues en 1798 Francia había comenzado una ambiciosa campaña sobre Egipto bajo el liderazgo de Napoleón Bonaparte, consiguiendo inicialmente importantes victorias sobre los otomanos y sus aliados británicos.
Así, desde dicho mar los británicos abastecían a sus tropas y a los mamelucos desde la India, además desde el mar Mediterráneo, que estaba siendo disputado.
Por otro lado, era importante tener bajo vigilancia a los franceses y sus salidas desde el puerto de Île de Francia, en islas Mauricio, a los holandeses de la República de Batavia desde Yakarta, y por supuesto a la gran escuadra española que anclaba en Manila y Cavite, en las islas Filipinas.
Si bien los franceses habían sido la mayor amenaza para los británicos por culpa del escuadrón del contraalmirante Pierre de Sercey, a partir de 1796 lo sería la división española del jefe de escuadra Ignacio María de Álava.
El 28 de enero de 1797, un escuadrón francés de seis fragatas del contraalmirante Sercey interceptó en el estrecho de Bali a un convoy de seis east indiamen de la Compañía de las Indias Orientales, que devino en una situación confusa en la que las fragatas del comodoro James Farquharson simularon ser navío de línea de la Royal Navy, llegando a formar en línea para el combate.
Al tener el contraalmirante francés orden de no arriesgar en vano su escuadrón, pues era el único que tenía Francia en el Índico, y siendo engañado por la treta1 de los británicos, ordenó la retirada.
Tras el fracaso de esta acción, el escuadrón francés se repartió en pequeñas divisiones de fragatas para patrullar más distancia y a causa de que resultaba demasiado costoso y muy poco eficiente mantener una fuerza semejante anclada en el mismo lugar.
Para finales de 1798, después de llevar a cabo una misión diplomática en el Reino de Mysore contra los intereses británicos, las fragatas Preneuse, de 40 cañones, y Brûle-Gueule, de 20, anclaban en aguas de la República de Batavia.
La situación estratégica francesa estaba por empeorar, ya que las tripulaciones habían estado a punto de amotinarse y muchos hombres se encontraban enfermos de las epidemias de la región.
De hecho, el capitán de navío Jean-Matthieu-Adrien L’Hermitte tuvo que ejecutar a cinco hombres.
Por otro lado, el gobernador de Île de France, Joseph Hippolyte de Maurès, había cancelado de la orden del contraalmirante Sercey de que las fragatas Forte y Prudente, de 44 y 32 cañones respectivamente, salieran a su encuentro, y estaban ahora comisionadas bajo mando del capitán de navío Hubert Le Loup de Beaulieu para labores de caza e intercepción en las rutas comerciales británicas.
La única posibilidad que tenía en este punto el contraalmirante Sercey era presentarse en Manila y solicitar apoyo a sus aliados españoles.
El 16 de octubre de 1798, la división francesa llegó a Filipinas, hallando en Cavite a la escuadra española en las gradas del puerto, terminando de repararse, a causa del tifón que la había dañado en abril del año anterior.
Muy pronto la noticia de la unión de ambos escuadrones llegaría al contraalmirante Rainier, justo cuando la Flota de China se encontraba reunida en Macao a la espera de partir.
En el puerto chino también se encontraban las fragatas HMS Fox, HMS Carysfort, de 32 y 28 cañones, y el navío de línea HMS Intrepid, de 64 cañones, y con mando del capitán de navío William Hargood.
Sin embargo, las dos fragatas serían comisionadas como escolta para un convoy local en noviembre de 1798, mientras que la mayor parte de la escuadra británica de las Indias Orientales se encontraba comprometida en el mar Rojo contra la invasión francesa de Egipto.
En este contexto, el contraalmirante británico ordenó al navío de línea HMS Arrogant, de 74 cañones, y a la fragata HMS Virginie, de 38, que cortaran el estrecho de Malaca y el mar del Sur de China y se presentaran en Macao, cosa que harían el 21 de enero 1799.
Casi al mismo tiempo, el 6 de enero de 1799, la flota combinada franco-española se encontró por la misma zona, cuyo mando ostentaba el jefe de escuadra Ignacio María de Álava.
Esta estaba compuesta por los navíos de línea Europa, siendo el buque insignia, y Montañés, ambos de 74 cañones, y las fragatas Santa María de la Cabeza y Santa Lucía, ambas de 34 cañones, además de las francesas Preneuse y Brûle-Gueule.
La acción del 27 de enero de 1799. Dos versiones de un mismo hecho
A mediados del mes de enero, el escuadrón aliado cruzó el mar del Sur de China y el día 27 de enero se presentó en el archipiélago de Washan, cerca de Macao, para o bien bloquear el puerto, hundir las naves británicas que hallara en él o capturar los convoyes de la Compañía de las Indias Orientales que iban o venían del puerto.
En este punto es importante mencionar que el jefe de escuadra Álava conocía la presencia del navío HMS Intrepid, y posiblemente alguna fragata, pero los comerciantes daneses que le habían informado no sabían de la llegada de los refuerzos británicos.
Por lo tanto, las fuerzas comprendían por la parte británica dos navíos de línea y una fragata, y dos navíos de línea y cinco fragatas por franco-española, es decir, una ventaja tanto en tamaño como en potencia de fuego por la parte aliada.
El capitán Hargood, dicen los británicos, salió del puerto inmediatamente al avistamiento del enemigo y trató de formar una línea de batalla con la fragata HMS Virginie en cabeza y los navíos en el centro y retaguardia.
Por su parte, el escuadrón aliado formó también línea de batalla para batirse con superioridad numérica y de fuego.
Lo que ocurrió a continuación es bastante controvertido ya que las versiones que dan ambos comandantes difieren mucho.
Ante la situación de línea, cuenta el capitán Hargood en su informe, el escuadrón aliado viró y se retiró al archipiélago de Wanshan, donde ancló durante la noche y al amanecer huyeron.
Cita textualmente el oficial inglés: “su temor a un conflicto que con toda probabilidad habría terminado en su desgracia (la de los españoles)”.
La versión que dio el jefe de escuadra Álava es desde luego muy distinta, y fue la que se publicó en la Gaceta de Manila y aparece en los informes de guerra españoles: al presentar la línea de batalla, el escuadrón británico se retiró, sin querer presentar combate, al archipiélago de Wanshan, siendo perseguido de cerca por el navío Europa.
El navío Montañés no habría podido unirse a la persecución debido a que todavía tenía daños en su aparejo. Aprovechando su menor porte, los británicos se habrían puesto en fuga sin poder ser interceptados.
Esta versión, desde luego, parece bastante más creíble, teniendo en cuenta que la escuadra aliada contaba con superioridad numérica y potencia de fuego y seguramente habría actuado buscando en un primer momento un combate reglado y al huir los británicos habrían iniciado la persecución.
Más tarde, al no haber podido alcanzar al enemigo en fuga, el jefe de escuadra Álava habría ordenado retirarse a Manila y las fragatas francesas abandonaron la formación para poner rumbo al puerto de Batavia y posteriormente a Île de France.
Cabe la duda razonable de por qué razón, ante la insistencia francesa, el jefe de escuadra español no atacó a la Flota de China anclada en el puerto de Macao, como se preguntan insistentemente los historiadores británicos.
Una de las razones, y parece realista y probable, es que no quisiera empeñar su flota en un combate incierto contra un convoy entero, recordemos que los indiamen eran fragatas armadas, con dos navíos de línea enemigos en su retaguardia, y además la duda de si llegaría un socorro británico por su popa.
La presencia inesperada del HMS Arrogant, desde luego, parece considerar razonable un repliegue en prevención de la llegada de un refuerzo de número desconocido.
Quizás haya historiadores británicos más ecuánimes y justos, como ha sido Cyril Northcote Parkinson, quien simplemente ha afirmado que “quizás sea justo concluir que ninguno de los escuadrones estaba buscando pelea”, lo que parece bastante razonable.
El 7 de febrero de 1799, la Flota de China zarpó de Macao con la escolta del capitán Hargood y navegó por el océano Índico, sin mayores problemas.
Más tarde, hacia mayo, el jefe de escuadra Álava comisión al navío Europa y a la fragata Fama, de advocación Santa Victoria, de vuelta a Macao para realizar una descubierta y matear las defensas del puerto.
Posteriormente, con el fracaso de la campaña francesa en Egipto y el repliegue al Mediterráneo, los franceses abandonaron la ambición de atacar la Flota de China, que además sería reforzada por el contraalmirante Rainier, y no habría más acciones antes de la firma de la paz con el Tratado de Amiens de 1802.
Mucho se ha hablado y debatido sobre las consecuencias que habría supuesto que el escuadrón aliado franco-español hubiera atacado a la Flota de China y tomado Macao como punta para fundar una base permanente en Indochina, cosa desde luego muy dudosa, no por el hecho de capturar el convoy, sino de marinarlo hasta Manila sin ser interceptados.
Además, a veces se parece olvidar en las conclusiones que los británicos todavía tenían a los navíos HMS Tremendous y HMS Victorius, de 74 cañones, HMS Trident, de 64 cañones, HMS Centurion y HMS Adamant, de 50 cañones, además de varias fragatas, en aquellas aguas.
Un ataque directo a Macao, incluso triunfando, en ningún caso hubiera permitido mantenerlo sin arriesgar Manila a una contraofensiva británica, especialmente si tenemos en cuenta la dificultad que hubiera supuesto enviar pertrechos y apoyo al escuadrón aliado de ser bloqueado en el puerto.
Con todo, cabe concluir que si bien es posible que ambos comandantes consideraran incierto el combate y por ello no se hubieran empeñado o insistieran en buscarlo, desde luego ambas retiradas tácticamente eran favorables y comprensibles frente al riesgo de perder sus flotillas.
Por ello, el incidente de Macao, como se ha bautizado, debe ser entendido como una acción dudosa e incierta.
Nota
- La mayoría de fragatas de guerra francesas eran de 40 cañones, con dos de inferior potencia, mientras que las británicas tenían entre 26 y 36 cañones, y eran mercantes armadas. El combate hubiera sido rápidamente ventajoso para los franceses, de ahí la treta de simular llevar en el convoy navíos de línea y fragatas superiores. Cosa que funcionó.
Bibliografía
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