Tropelías de corsarios británicos

Por Juan García (Todo a Babor)

Balandra española

La siguiente historia pone de manifiesto que sus malas maneras en la mar no eran una excepción.

El 28 de febrero de 1781 salió de Cádiz la balandra de S.M. Trucha, bajo el mando del teniente de navío don Luis Arguedas, en una comisión de carácter científico, ya que para el día 23 de abril estaba previsto que hubiera un eclipse de sol y el mejor lugar para observar este fenómeno era Santo Domingo.

Era tan importante este eclipse para la comunidad científica internacional que incluso la Corte de Londres expidió, sin pensarlo dos veces, un pasaporte que garantizaba la inmunidad a la Trucha y su tripulación, ya que el acontecimiento era «motivo de tanto interés para todas las naciones cultas».

Con este pasaporte hubiera podido realizar Arguedas su viaje sin problemas de ser capturado por corsarios o buques de guerra ingleses. Pero al parecer mientras que los segundos respetaban estos documentos, los primeros se los pasaban por la «quilla».

Así, el 9 de marzo a la altura de las Islas Canarias la balandra fue detenida por la fragata corsaria inglesa Matilde cuya tripulación descerrajó baúles, robando gran parte de su contenido, muchos víveres y casi todas las armas que llevaban de común consentimiento con el Gobierno de Londres, para el caso de dar en una costa brava u otro accidente imprevisto.

A pesar de ser una balandra de guerra no llevaba cañones ya que las condiciones del pasaporte lo estipulaba así. De ahí que no pudiera oponer resistencia a la detención de los corsarios.

Los corsarios ingleses (más bien piratas) echaron al agua el parapeto con los candeleros y maltrataron con palabras y golpes al contador y otros individuos de la dotación. Pero ahí no acabó la cosa.

Cuando los privateers se largaron con «viento fresco» y tras unas semanas más de viaje se encontraron el 1 de abril, a la altura de la Isla de San Martín, dos bergantines corsarios ingleses que le dieron caza en seguida.

Uno de los bergantines le detuvo y tras leer el pasaporte inglés les dejó libres, advirtiendo no obstante que el capitán del otro bergantín (que ya se acercaba) era «un hombre de malísima intención» y que, para evitar ser testigo de las tropelías que seguro iba a cometer, se largaba cuanto antes para no verse mezclado en el asunto.

Efectivamente, el otro buque corsario, llamado Venus, les abordó y pudieron comprobar que su capitán era un auténtico «hijo de la Gran Bretaña».

Este ejemplar se llamaba William Burton, quien envió un bote a las 6 de la tarde, obligando a pasar a su bordo a los principales oficiales españoles. Estos le enseñaron los documentos con los sellos de su país, pero Barton pasó de dichos papeles y declaró buena presa la balandra.

Al día siguiente avistaron dos embarcaciones e hicieron bajar a la bodega a los oficiales, clavando las escotillas y despreciando con mofa las reconvenciones que se le hacían. Entretanto pasó el bote varias veces a la balandra para robar cuanto quisieron.

El 9 de abril entró la supuesta presa con bandera de tal en la isla inglesa de la Tórtola para ser vendida, quedando en la mar el buque de Burton. Y habiéndose presentado Arguedas al gobernador de la isla con los pocos papeles que había podido conservar, pues los ingleses habían echado a la mar cuanto pudieron para que los españoles no pudieran justificarse, fue declarada la libertad de la Trucha y su dotación.

Arguedas vio el terrible saqueo que habían realizado en su balandra, ya que incluso el propio Barton se había disfrazado de marinero para asistir en persona a robar todo cuanto pudo. Así desaparecieron instrumentos, provisiones, utensilios,… dejando incluso a la tripulación sin ropa para saltar a tierra.

El gobernador inglés tomó nota de este atentado a instancias del comandante español, pero el corsario Venus hacía tiempo que había escurrido el bulto.

  • Fuente: Gaceta de Madrid

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