El accidentado regreso del navío Santísima Trinidad tras la batalla de San Vicente

Por Juan García (Todo a Babor)

Navío Pelayo salvando al navío Santísima Trinidad en la batalla del Cabo de San Vicente, 1797
Navío Pelayo salvando al navío Santísima Trinidad en la batalla del Cabo de San Vicente, 1797. Detalle de la pintura de Antonio Brugada. Museo Naval de Madrid. En esta batalla el buque insignia español recibió un castigo tan duro y brutal que hubiera hundido o rendido a cualquier otro buque; pero el Trinidad, pesado, enorme y mal velero, era, por contra, una fortaleza flotante y aguantó todo.

Introducción

Tras la funesta jornada para las armas españolas del 14 de febrero de 1797 (1), ocurrió un hecho singular, desconocido al ser eclipsado por las consecuencias de la misma batalla, que bien se merece dedicarle unas líneas. Se trata del accidentado regreso del navío Santísima Trinidad a Cádiz tras la Batalla de San Vicente.

El navío de línea español se encontraba en una situación muy delicada, ya que su estado era muy lamentable como consecuencia de haberse hayado en dicha batalla, durante más de cinco horas, bajo el implacable fuego de varios navíos británicos al mismo tiempo, y que dejó al Trinidad casi desmantelado, teniendo que transbordar el teniente general José de Córdova a la fragata Diana y ordenar a su comandante que pusiera el buque a salvo, en un peligroso viaje, con la única compañía de la fragata Mercedes, que intentaba remolcarlo con más pena que gloria.

El comandante del navío, el brigadier don Rafael Orozco, mandó el informe de estos sucesos a su superior don Juan de Lángara el 14 de marzo. En el intervalo de tiempo que transcurre entre la batalla de San Vicente y la llegada a Cádiz del navío, el 3 de marzo, ocurrieron los hechos que a continuación pasamos a relatar.

Seguimos, por tanto, el propio informe oficial, de cuyo contenido los historiadores británicos coinciden en su mayor parte, aunque hay un punto en el cual se difiere sustancialmente y que comentaremos más adelante. (2).

Orozco pasa revista al estado del navío Santísima Trinidad

Para que comprendamos mejor la precaria situación en la que se encontraba el Trinidad basta con repasar los daños que su comandante enumera al principio del informe.

Todos los palos estaban en tal mal estado que esperaban que se vinieran abajo en cualquier momento, de hecho el palo mayor tuvo que ser rendido obligatoriamente poco más tarde a consecuencia de ello.

El mastelero de gavia, vergas y velas colgando por el costado de estribor, al igual que en los otros palos ocurría lo mismo, en mayor o menor medida. El bauprés pasado a balazos y con la pérdida del botalón.

Enteramente cortada la maniobra, con sólo dos o tres obenques sosteniendo los palos. Sin que quedase braza, escota, amura, driza, ni cabo alguno que pudiese servir en ninguna parte del buque. Desecho el costado de estribor, por haber recibido en esa parte la mayoría de los fuegos del enemigo.

Hasta sesenta balazos a la lumbre del agua, desmontados muchos cañones y haciendo 37 pulgadas de agua a la hora. Con el sollado y primer puente lleno de cadáveres y heridos, y entre 400 y 500 hombres fuera de combate con la mayoría de los demás contusos, y sin poder contar con su segundo al mando, al encontrarse este herido gravemente.

Este era el estado tan poco esperanzador que presentaba el navío y que auguraba una dura travesía. Al transbordar el teniente general José de Córdova con su insignia a la fragata Diana, le mandó a Orozco una única orden verbal:

… de que procurase si era posible salvar el Navío del Rey.

No piensen que Córdova se acobardó y abandonó el buque antes que nadie. Él era teniente general, el mando (y visicitudes) del propio navío recaía en su comandante, que era Orozco. Los problemas del almirante español eran mucho más graves que esto. El pobre tenía otras cosas más importantes que hacer que ir en un crucero a Cádiz que se presumía movido.

Comienza la aventura del Trinidad en su regreso a Cádiz

Tras observar la situación de la escuadra de Jervis, navegando en vuelta del S y la española navegando al NO, Orozco manda habilitar de urgencia, y de modo provisional, las reliquias del trinquete y del velacho, poniéndose en vuelta al N con un viento galeno del OSO, con la intención de separarse al máximo de los británicos y que no se percataran de sus intenciones.

Aprovechando la noche, la tripulación del Trinidad trabajó a marchas forzadas para intentar hacer algo más navegable el tocado navío y despejar la cubierta de las ruinas de la arboladura. Para ello se lanzó al agua los numerosos escombros, como los masteleros rendidos, vergas, etc… asegurando al mismo tiempo los palos, y tapando balazos para disminuir en lo posible el agua que entraba.

Esa noche se le unió la fragata Mercedes, comisionada por Córdova para que asistiese y diera remolque al navío. Algo difícil de llevar a cabo, ya que esta era entre la clase de fragatas de las medianas, armada en un sólo puente con sólo 34 cañones de 12 libras, y el Santísima Trinidad ya era famoso por entonces al ser el más grande y pesado, y el único navío de línea del mundo con 4 puentes y 130 cañones. Aún así era bienvenida cualquier ayuda.

Tras seguir el rumbo, a las 9 de la noche se puso de vuelta al ENE el pequeño convoy, tras perder de vista las dos escuadras, y navegando a la vista del cabo de San Vicente. La Mercedes intentó remolcar al navío, pero como ya hemos visto anteriormente no debía ser cosa fácil ante la disparidad de tamaños, y fueron inútiles todos los intentos de llevar a cabo la maniobra, ya que el Trinidadhacía más de lastre que otra cosa y la pequeña fragata no avanzaba en absoluto y se quedaba prácticamente «clavada».

La fragata británica H.M.S. Terpsichore en combate contra la fragata española Mahonesa
La fragata británica H.M.S. Terpsichore en combate contra la fragata española Mahonesa el 13 de octubre de 1796 cerca de Cartagena. Pintura de Derek Gardner. El buque británico estaba mandado por el capitán Richard Bowen, quien como veremos más adelante demostró ser un hombre de gran arrojo y temeridad.

El día 15 amanecieron a 4 leguas de Punta de la Piedad. En cuanto aclaró se divisó una escuadra de 22 velas que demoraban al O. De estos buques se distinguieron 10 desarbolados, algunos de los palos y otros de masteleros. Se trataba de la escuadra británica, que remolcaba a los 4 navíos capturados y otros buques suyos averiados.

Dos navíos británicos incluso hicieron una tentativa de persecución, pero desistieron al poco tiempo. La escuadra española andaba cerca y Jervis no se podía permitir el lujo de destacar dos navíos en caza. De todas maneras, como veremos más adelante, los británicos no se olvidaron del Trinidad.

A las 10 de la mañana perdieron de vista definitivamente a los británicos. Orozco determinó entonces navegar siguiendo la costa, para poder ocultarse por la noche, y en caso de ser perseguido por fuerzas superiores hacer varar el navío antes de que pudiera ser apresado.

Mientras ocurría todo esto la tripulación seguía intentando remediar los daños en lo posible. Así se aseguraron aún más los palos, se envergaron otro trinquete y velacho, dejando este último sobre el tamborete, por lo maltratado del mastelero y cofa. Dando paso en estas condiciones a la noche y el amanecer sin divisar a nadie, ni tampoco por tierra debido a la calima. Se pasó todo el día 16 bordeando la costa.

Al amanecer del 17 se encontraban en las cercanías de Chipiona, bajo una fuerte lluvia y con una mar y atmósfera con un cariz bastante oscuro, se divisaron desde el Santísima Trinidad varios faluchos de pescadores españoles. Aunque se izó la bandera española y se disparó un cañonazo para que se acercaran, estos huyeron despavoridos.

Mientras, sigue su lenta progresión no sin dificultades, ya que tenía que ir ciñendo el viento y las bandolas aprestadas en el navío no daban de sí lo suficiente para ceñir correctamente. Por lo tanto viró en redondo al SO O a cuyo tiempo había rolado el viento al SSE bien fresco.

Debido a los anteriores cañonazos se acercaron dos místicos a investigar, que andaban en las proximidades, y que habían sido enviados por el general del Departamento de Cádiz para obtener noticias del combate del 14, del que habían tenido noticias el día 16 por uno de los cuatro mercantes británicos apresados por la escuadra de Córdova cuando debido a vientos contrarios intentaba ganar Cádiz, y que fueron enviados a la ciudad gaditana antes de producirse dicho combate.

La mar se estaba revolviendo peligrosamente y Orozco ordenó precipidadamente a su Ayudante don Juan de Osorno embarcar en uno de los místicos, para regresar a Cádiz e informar personalmente de los sucesos ocurridos a la escuadra en la batalla.

Encuentro con varios buques

La fragata Mercedes, viendo que a consecuencia del temporal, que se empeñaba en la costa, forzó de vela y se alejó tanto que a mediodía se la perdió de vista. A las tres de la tarde se descubrió una balandra de nacionalidad desconocida que se dirigía hacía el Trinidad.

En un principio el brigadier Orozco la tomó por española, ya que al igual que los místicos se figuraba que venía a ayudar, pero al largar el gallardete español y disparar un cañonazo de aviso la balandra se mantuvo alejada, huyendo a las seis de la tarde y alejándose definitivamente de allí.

Después se supo que esta balandra era efectivamente británica, y que había salido de Gibraltar para reunirse con la escuadra de Jervis y recabar información sobre la misma, al igual que espiar los movimientos de la escuadra española.

Al anochecer regresó la Mercedes y juntos se mantuvieron haciendo bordadas para no alejarse demasiado de la costa. El tremendo aguacero y oleaje que sufrían no facilitaba mucho las cosas, pero las dos embarcaciones capearon el temporal sin dificultades.

El día 18 amaneció con las mismas condiciones, aunque algo más claro. A medio día la Mercedes descubrió dos velas y se aproximó a reconocerlas. Eran dos fragatas norteamericanas, provenientes de New York y que se dirigían a Cádiz.

Comunicaron a los españoles que habían sido reconocidas anteriormente por tres fragatas británicas, y contaron que habían divisado la escuadra de Jervis anclada en Lagos, junto con los navíos españoles capturados. Por la tarde el «inválido» navío y la fragata se encontraban ya a unas 15 leguas de Cádiz.

En la tarde del 19 un falucho español se acercó para intentar transbordar al navío pliegos, cirujanos, dietas y medicinas, que eran muy necesarias a bordo por la cantidad de gente herida que había. Pero lo gruesa de la mar que había lo impidió verificar y el falucho se perdió de vista a las nueve de la noche.

Debido al temporal, y el temor a exponerse con una virada a perder algún palo con las peligrosas consecuencias que acarrearía eso, hizo que el Trinidad se alejara de su destino, encontrándose a mediodía del día 20 de febrero a unas 21 leguas de Cádiz.

El Santísima Trinidad enarbola la bandera británica. Un episodio controvertido

Llegamos al momento que anunciábamos en el preámbulo y que las versiones españolas y británicas discrepan tanto del mismo hecho que parecen dos historias completamente distintas. Seguimos de momento con la versión española del informe oficial del comandante del Trinidad, y luego añadiremos la versión dada por William James sobre este episodio.

Versión española

Según Orozco a las tres de la tarde del día 20 se descubrió por el O una división de dos navíos, cuatro fragatas y un bergantín, que venían de vuelta encontrada. Por la disposición de los aparejos se descubrió que eran británicos.

La Mercedes avistó algunos de los buques e izó la señal de dar a la vela y no convenir el combate, a lo que Orozco dio permiso a la fragata para salir de la zona, marchándose rauda hacia el S.

Debido a la superioridad de las fuerzas enemigas y el mal estado del navío para empeñarse con garantías con tantos buques se decidió, según lo planeado por el comandante, no largar la bandera española en solitario, sino añadir encima de la nacional la bandera de la Union Jack.

Esto significaba que el navío parecía que estaba siendo marinado por una dotación de presa británica, y que llevaban al buque a Gibraltar. Esta era la idea del brigadier, tras consultarlo con otros oficiales, el hacerse pasar por buque apresado y esperar que el truco surtiera efecto. Orozco se aferraba a la idea de que esa división no iba expresamente en busca del Trinidad, sino que llevaban otra comisión distinta.

Como después comprobé por el jefe de Esquadra Don Domingo de Navas, que me dijo que los había visto pasar para Levante.

Y, además, aseguró que con la oscuridad creciente evitaría que lo reconociese alguna embarcación.

Para no dar la sensación de ser esquivos, se mandó cargar la mayor, como queriendo esperar a la división y después arribó con la mar al Anca, para hacer que creyeran que no podía sostenerse de otro modo sin miedo a desarbolo.

En ese momento largaron la bandera británica y se pusieron a seguir el rumbo del navío español, pero sin forzar la vela. Con lo cual al anochecer los británicos se encontraban todavía algo alejados.

Para seguir con las apariencias se izó un farol en el cuatro puentes para señalar su posición en la oscuridad. Si no lo hubiera ejecutado así los británicos hubieran sospechado. Así, este gesto debió reafirmarlos en que el Trinidad era de verdad un buque marinado por los suyos.

A las 7 de la tarde, ya de noche, la división rodeaba al Trinidad, a tiro de cañón. Pero gracias a la gruesa mar y el viento que cargaba cada vez con más fuerza, evitó que se acercaran lo suficiente como para estar a la voz con alguno de los buques y que se descubriese el engaño.

A las 9 de la noche notaron en uno de los navíos británicos una cruz de faroles, con lo cual toda la división se puso a ceñir y alejarse del navío español. A las 10 ya no se les veía y el navío se encontraba fuera de peligro.

Versión británica

Según la versión británica el día 16 de febrero, la escuadra británica se encontraba anclada en Lagos (Portugal), y el almirante Jervis despachó a las 15:00 horas una división para el encuentro y captura del Trinidad, que habían avistado el día antes tratando de escabullirse y que consideraban como un buen trofeo al que merecía la pena apresar.

Dicha división estaba mandada por el comodoro Velterers Cornewall Berkeley, quien disponía bajo su mando de las fragatas de 38 cañones (de a 18 libras) Minerve y Emerald, esta última donde izaba su insignia; además de la fragata Niger de 32 cañones (de a 12 libras), y de las balandras de 18 cañones Bonne-Citoyenne y Raven. Hasta el día 20 no entrarían en contácto con los españoles.

Los británicos descubrieron el día 20, también a las tres de la tarde, a los españoles, además de un bergantín danés que los acompañaba. Tras el avistamiento se inició la persecución, observando cómo la Mercedes forzaba de vela, al igual que el bergantín, y se alejaban para ponerse a salvo.

A las 5 y media, y a tres millas de distancia de su objetivo, la Emerald izó la señal de prepararse para el combate. Pero poco después señaló que se quedase la división a la espera y fuera de la vista del enemigo, siendo sólo contestado por la Minerve, que de mala gana se dirigió al N.

El resto de los buques había desobedecido la orden de su superior y se dirigían al Trinidad, pero al final terminaron por acatar la orden, mientras el Santísima Trinidad ponía agua de por medio y escapaba de su vista definitivamente.

En ese momento a la división de Berkeley se le había unido también la fragata Terpsichore, de 32 cañones y mandada por el capitán Richard Bowen. El capitán de la Minerve, George Cockburn, y el de la Niger, James Foote, censuraron en privado al comodoro. Pero no hicieron ningún informe oficial sobre el que creían que era un comportamiento excesivamente prudente de su comandante en jefe, y el asunto quedó en nada.

Quizás porque sabían que Berkeley podría haber llevado a alguno de los comandantes de los buques de su división ante un consejo de guerra, y con razón, por haber desobedecido estos en un primer momento sus órdenes.

James termina esta parte de la historia mencionando el apresamiento, al día siguiente, del bergantín danés escapado, por parte de la fragata Minerve.

La controversia

Como se ha visto las dos versiones difieren sobremanera y las dos tienen puntos muy extraños. Por una parte, la versión de Orozco remite a sus oficiales, e incluso posteriormente a un Jefe de Escuadra en los hechos.

Es difícil de creer que un brigadier de la Real Armada, con todos sus oficiales y su tripulación como testigos, se inventara la historia del engaño de la bandera británica, y se atreviera a escribirlo en un informe oficial con el riesgo de ser luego descubierto.

Pero también es poco creíble que una división británica se retirase de la zona, tras estar a tiro de cañón, sin por lo menos seguir al navío. Es posible que con la oscuridad creciente se confundieran a dos fragatas con dos navíos, sin embargo descubren perfectamente por los aparejos que los buques que se aproximan son británicos.

La versión británica no menciona en ningún momento que el Trinidad tuviera izada la bandera británica, ya que de ser así lo lógico es que se hubieran acercado, ya que precisamente estaban buscando al navío español para apresarlo.

¿Por qué Berkeley rehuye el combate estando el Trinidad en unas condiciones tan precarias, cuando posteriormente una sóla fragata de 32 cañones se atrevió a ello, y se alejan del lugar de una manera tan extraña?

¿Es posible que los británicos contaran esta versión de lo ocurrido para ocultar que habían sido engañados?

¿Se inventaría Orozco todo esto, con o sin beneplácito de sus superiores, como parte de algún tipo de propaganda para mitigar en algo el desastre de San Vicente?

¿Por qué los británicos despachan posteriormente a la fragata Terpsichore para buscar al Trinidad, cuando ellos ya le habían encontrado antes?

Además, Orozco en su informe no dice en ningún momento que se les uniera un bergantín danés durante toda la travesía, cuando anteriormente citaba cualquier presencia de buques a la vista, por pequeños que estos fueran, como ocurrió con los faluchos de pescadores.

Obviar la presencia de un bergantín sería bastante raro. Lo único que está claro en todo este asunto es que una de las dos versiones es completamente falsa. Aunque no nos atrevemos a aventurar cual.

El encuentro con la fragata Terpsichore

Proseguimos con el informe de Orozco. Al amanecer, viendo que no se divisaba buque alguno, el Trinidad se dirigió al OSO para acercarse a la costa de África. Pero se encontró con muchos problemas para arribar a Zafir, y por una derrota oblicua se dirigió a Cádiz. Entre el día 21 y el 25 no ocurrió nada reseñable.

El día 28 por la mañana se avistó una fragata enemiga, que por la popa del navío seguía sus aguas. Era la Terpsichore, que según la versión británica se había separado de su división para encontrar de nuevo al Trinidad y vigilar sus movimientos.

Navío Santísima Trinidad atacado por la fragata británica HMS Terpsichore
Navío Santísima Trinidad atacado por la fragata británica HMS Terpsichore. Pintura de John Christian Schetky.

Su capitán, Richard Bowen, era un «discípulo» aventajado de Nelson, quien le tenía en muy alta estima, ya que era muy intrépido como demostraría al enfrentarse con sólo su fragata a un navío de primera clase, que estaba muy tocado, pero que seguía siendo un enemigo demasiado formidable para ellos.

Cansado el brigadier Orozco de tener a la fragata continuamente detrás ordenó virar sobre ella, pero fue en vano porque la Terpsichore navegaba con gran cuidado y al mínimo peligro viraba por avante, poniéndose fuera de la acción de los cañones de gran calibre. Aquí el brigadier añade que la fragata era de 44 cañones, pero es bien sabido que era de 32 (por tanto con batería de a 12 libras).

Los británicos navegaron por la aleta del Trinidad, midiendo la velocidad de este y quedando siempre fuera del alcance de los cuatro cañones guardatimones de a 36 y a 24 libras, que protegían la retaguardia del navío.

A las 10 de la noche se percataron desde el buque español de las intenciones de la fragata de acercarse a la aleta de babor en la distancia suficiente para ponerse a tiro y disparar a placer.

Orozco ordenó virar al momento, y cogiendo desprevenida a la fragata, se pudo hacer algo de fuego con los cañones de centro a popa de la banda de babor.

Y así estuvieron un tiempo, el navío maniobrando para que la Terpsichore no tomase la aleta y esta para evitarlo. En el fuego de ambos la fragata perdió el mastelero de gavia y se acercó más por la popa, que como hemos dicho estaba menos protegida.

Para evitarlo viró de nuevo, con mucho acierto de los guardatimones que obligó a callar los fuegos de la fragata. Pero la falta de viento obligó a tomar mucho tiempo en otra segunda virada y a las dos de la mañana la Terpsichore se alejó, con la ayuda de botes, hasta ponerse fuera de tiro.

El Accidentado regreso del navío Santísima Trinidad en su regreso a Cádiz tras la Batalla del Cabo de San Vicente
Pintura de Geoff Hunt que refleja el hostigamiento por la aleta de babor de la fragata Terpsichore. Como se aprecia el estado general del Santísima Trinidad, especialmente su arboladura y aparejo, era muy delicado.

Al amanecer se encontraba a legua y media de distancia y Orozco apreció:

Se le notó bastantes averías en su Arboladura, Jarcias y Vergas que ella remediaba trabajando, aunque se remediaban los daños con indecible actividad, y advertimos tenía casi guindado ya otro Mastelero de Gavia, y que daba trincas al Palo de Mesana y Verga mayor cuios dos penoles notamos caídos y por consequencia partida la verga se mantubo toda la mañana con una vela pasada por baxo de la quilla, entre el Palo mayor y Trinquete para remediar sin duda la grande avería que le hubo de hazer algún balazo en el costado próximo al agua, la que quitó a la tarde dejando puesto un encerado que le cogía como dos chatas y le notamos igualmente lastimada la Mesa de Guarnición maior de babor.

En esto coinciden con la versión británica, excepto en las bajas del personal de los españoles. La fragata no sufrió ninguna baja, pero James dice que luego se divulgó que los españoles habían tenido 9 muertos y dos heridos en el ataque.

Ese «luego se divulgó» es más que dudoso, por cuanto que está basado en ningún informe oficial. Sin embargo, Orozco sólo reconoce un soldado muerto y 5 heridos, uno de ellos gravemente, además de varios contusos. Otra vez la «guerra de cifras» que por otra parte era algo normal en aquella época. Ya lo vimos en la susodicha batalla de San Vicente.

En el ataque el Trinidad no había tenido daños de consideración. Algunas averías en jarcia y velamen y varios balazos en el costado, de donde se sacaron varios proyectiles de a 18 y a 32 libras. Orozco dice que pertenecen a obúses, pero en realidad se trataba de proyectiles de carronadas. Quizás el calibre de estos le hizo pensar que era una fragata de mayor porte.

Siguieron hasta el mediodía navegando hacia el E, con la fragata británica a barlovento, remediando las averías. El día 1 de marzo la Terpsichore seguía en conserva del Trinidad, aunque sin atreverse a atacar directamente, visto lo arriesgado de tal acción.

Estaban cerca de Cádiz y Orozco presentía que intentarían dar un último golpe esa noche, así que mando tener preparadas las baterías y apagados los faroles, para que los británicos creyeran que los iban a tomar desprevenidos.

Efectivamente, a la una de la noche se señaló por la proa a la fragata. Apenas se mandó levantar las portas del navío la Terpsichore arribó a la banda y se puso fuera de tiro de este. Al amanecer se encontraba a proa, pero a tres tiros de cañón.

Detalle del cuadro del Navío Santísima Trinidad atacado por la fragata británica HMS Terpsichore. Pintura de John Christian Schetky.
Detalle del cuadro del navío Santísima Trinidad atacado por la fragata británica HMS Terpsichore. Pintura de John Christian Schetky. Como se ve, el navío español estaba en muy malas condiciones pero logró endosarle a los británicos algunos tiros.

A las 9 de la mañana tomó rumbo del SSE, al avistar a la escuadra española en las cercanías, dejándo definitivamente la compañía del Trinidad. El capitán Bowen había dado muestras de un gran arrojo, como trató de demostrar en julio de ese mismo año en el fracasado intento de la toma de Tenerife, bajo el mando del contralmirante Nelson, donde moriría bajo el fuego de los españoles, truncándose así una carrera que su mentor le auguraba muy prometedora.

A las 4 de la tarde se acercó la fragata española Matilde, que mandó un bote con el teniente de navío don Esteban Echenique para que se le explicase de boca todo lo ocurrido. Al día siguiente, a la una y media de la tarde tomó fondeadero en Cádiz, frente a la Casería. Terminando en este punto el relato de los acontecimientos.

Notas:

  1. En esta fecha se libró el combate, en el cabo de San Vicente, entre la escuadra del teniente general don José de Córdova y la del vicealmirante británico Jervis, cuya escuadra apresó cuatro navíos a los españoles, dos de 112 cañones, uno de 80 y otro de 74. Cuyo resultado motivó un sumarísimo Consejo de Guerra a Córdova, a su segundo en el mando y a varios Comandantes y Oficiales de la escuadra.
  2. Al comentar la visión británica de los hechos seguimos la obra del historiador británico William James: «Naval history of Great Britain 1793-1827», obra publicada en 1837. En concreto el volúmen II.

Fuente:

Basado en el informe que el comandante del Santísima Trinidad remitió el 14 de marzo de 1797 a Lángara. Que está incluído íntegramente en el libro: «Venturas y desventuras de un marino utrerano: José de Córdoba Ramos», de Pedro Sánchez Nuñez.

En dicho libro se encuentra una rigurosa, y muy detallada información, sobre la vida del general José de Córdova, además de un amplio repaso a la batalla de San Vicente y el posterior Consejo de Guerra a los principales mandos españoles.

El informe original de Rafael Orozco, según indicación del libro, se encuentra en AME.: Secc. Expediciones a Europa, Leg. 192. Lleva por título: «Noticia de lo ocurrido en el Navío de S.M. el SSma. Trinidad de mi mando, desde las 7 de la noche del día 14 de febrero, en que transbordó el Thnte. General Don José de Córdova a la Fragata Diana, hasta el 3 de marzo en que dió fondo en la Bahía de Cádiz«.

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