Por Joan Comas
Índice
Introducción
El combate naval de Iquique es uno de los enfrentamientos más curiosos de la historia naval, pues coincidieron en un desigual enfrentamiento algunos de los elementos clásicos al lado de los más novedosos, sentando un precedente que influiría no solo en esta guerra, sino también en el desarrollo naval; lo que personalmente me gusta calificar como “batalla de transición”.
Fue aquí no solo donde coincidió el buque más poderoso del Perú contra el más débil de Chile, también el emplazamiento donde se fraguaron grandes leyendas que en la actualidad constituyen un orgullo para dichas patrias.
Lo nuevo contra lo viejo, la madera contra el hierro, la vela contra el vapor. Pero valor y arrojo por igual junto a las arengas y el comportamiento caballeroso que tanto se aprecian en los grandes marinos.
Aquí fue donde se forjaron los grandes héroes navales de sus respectivas patrias y por qué resuenan los nombres de Esmeralda, Prat, Grau y Huáscar entre otros.
Estalla una guerra
Como en la mayoría de conflictos armados a lo largo de la historia, lo que sería conocida como la “Guerra del Pacífico” empezó por el control de los recursos naturales. En general es imposible atribuir la culpa de un conflicto a un único factor; no obstante en este caso el detonante fue el salitre.
Al parecer existía un tratado entre Chile y Bolivia acerca de la extracción de este material. El problema vino cuando el gobierno de Bolivia creó un nuevo impuesto sobre la explotación en su territorio, cosa que contradecía el tratado vigente. Chile protestó pero lo único que consiguió fue que Bolivia embargara las empresas y confiscara sus bienes.
Como protesta, tropas chilenas invadieron la población bolivariana de Antofagasta, esto provocó que el Perú movilizara sus fuerzas armadas y emitiera una protesta. El Perú intentó actuar como mediador pidiendo que el ejército se retirara a sus respectivas fronteras. Además este país estaba aliado con Bolivia mediante una alianza militar que obligaba a auxiliar dicha nación en caso de agresión externa.
Pero al ver que los peruanos no podían garantizar el fin del embargo, los chilenos continuaron con su ocupación sin emitir una declaración formal de guerra a modo de protesta hasta que se llegara a un acuerdo satisfactorio.
El 1 de marzo de 1879 Bolivia declaró la guerra a Chile. Este, viendo que los peruanos no se mantendrían neutrales en el futuro conflicto les declaró la guerra a ambos el 5 de abril y finalmente el Perú quedando ligado por su aliado y por su nuevo enemigo realizó su declaración el 6 de abril. De este modo los tres países se vieron envueltos en guerra.
El bloqueo chileno
La escuadra chilena se encontraba bloqueando el puerto peruano de Iquique (en la actualidad pertenece a Chile). Su comandante, el contralmirante Williams quería atraer a la flota peruana desde su base en el Callao y presentar batalla. No obstante, el gobierno chileno quería que la flota atacase a la escuadra peruana en el Callao para así facilitar la invasión de la región de Tarapacá.
Williams se manifestó en contra del plan, pues lo veía como un objetivo más ambicioso ante la dificultad de abastecer adecuadamente a su escuadra con un objetivo tan lejano. Viendo que las opciones se le agotaban el contralmirante decidió bombardear la costa para atraer al enemigo. Este comportamiento encontró críticas incluso en Chile.
Finalmente el gobierno ganó la partida y Williams preparó una expedición al Callao. Como refuerzo llegaron la corbeta Abtao y la goleta Covadonga al mando del capitán de fragata Arturo Prat.
El contralmirante reorganizó sus fuerzas, dejando las dos unidades más débiles (las goletas Esmeralda y Covadonga) bloqueando el puerto mientras la flota partía al norte. Prat fue asignado a la Esmeralda y su amigo Carlos Condell al segundo buque junto al trasporte Lamar.
Tiempo atrás, la Esmeralda había sido el único y más poderoso buque que había tenido Chile, pero tras una larga carrera parecía que sus días de gloria estaban más que terminados, apodada “la macarrona” solo el inicio de las hostilidades había evitado que terminara sus días en el desguace.
Curiosamente Prat ya había comandado la Esmeralda en otras ocasiones, siendo la más destacada cuando una tormenta hizo colisionar con otro buque y todo parecía creer que se hundiría; pero Prat arrió un bote para intentar salvarla. El oleaje impidió el acercamiento por lo que se lanzó a las aguas embravecidas y nadó hasta llegar a la goleta y junto otros tripulantes lograron evitar su hundimiento. En pocas palabras el buque no podía tener mejor comandante.
La verdad es que Prat hubiera preferido ir con el resto de la escuadra, pero aceptó cumplir con su deber. El capitán había destacado por sus estudios en leyes e incluso fue uno de los oradores que hicieron un discurso en el funeral del vicealmirante Blanco Encalada.
Por sus detractores, Arturo era visto como como un hombre de letras y pocas armas, mientras que quienes le conocían sabían bien decían que era un erudito, pero eso sí, sin vanidad. Pronto tanto el buque como su capitán se pondrían aprueba en una de las famosas batallas de su tiempo.
Entre tanto Williams levó anclas rumbo norte y para evitar que las fuerzas terrestres enemigas delataran su posición navegó alejado de la costa, más allá de horizonte. Poco esperaba el antiguo héroe de la guerra hispano-sudamericana que los peruanos ya se habían hecho a la mar para liberar Iquique. El motivo que nunca se avistaran radicó en que el capitán peruano Miguel Grau decidió navegar cerca de la costa para estar mejor informado de los acontecimientos, de esta forma ambas flotas se cruzaron sin ni siquiera verse.
Al llegar a su objetivo descubrieron con horror que el enemigo no estaba y que este había partido mucho antes de lo esperado. Inmediatamente Williams quiso enviar sus mejores buques a proteger sus buques en Iquique, pero las faltas de suministros que tanto se había quejado impidieron dicha acción.
Primero debían recalar antes de partir, el capitán Prat y sus marinos estaban literalmente y sin saberlo, solos ante el peligro.
¡Humos al norte!
Cuando amaneció el miércoles 21 de mayo de 1879 parecía que sería un día más en la rutina del bloqueo. No obstante de repente el vigía gritó: “¡Humos al norte!” En un instante todos los catalejos apuntaron hacia esa misma dirección y vieron con horror que se trataba no solo del enemigo, sino los dos buques más poderosos que disponía el Perú: el monitor Huáscar y la fragata blindada Independencia, los cuales formaban la primera división de dicha flota.
¿Qué significaba aquello? ¿La flota chilena no había podido alcanzar el Callao? ¿Habría sido destruida por el enemigo? Cualquier escenario era malo para Prat. Independientemente del motivo de su presencia una cosa estaba clara: pronto habría una batalla naval y ambos bandos empezaron sus preparaciones.
El veterano capitán peruano Miguel Grau Seminario arengó a sus hombres en cubierta:
Tripulantes del Huáscar. Estamos a la vista de Iquique. Allí no solo están nuestros afligidos compatriotas de Tarapacá; también está el enemigo de la patria, todavía impune. Ha llegado la hora de castigarlo y espero que lo sabréis hacer, cosechando nuevos laureles y nuevas glorias dignas de brillar al lado de Junín, Ayacucho, Abtao y el 2 de mayo. ¡Viva el Perú!
Paralelamente Prat reunió a sus hombres y ordenó que almorzara como era debido, pues la jornada sería dura. Rápidamente se ordenó al trasporte Lamar que huyese, acto que realizó enarbolando el pabellón estadounidense; mientras megáfono en mano Prat habló a Condell: “¡Cada uno a cumplir con su deber!”.
Siguiendo las órdenes, la Covadonga se retiró siendo perseguida por la Independencia, de este modo las fuerzas enemigas quedaban divididas y quizás alguno de los dos buques chilenos tendría alguna oportunidad de sobrevivir. Para la Esmeralda, cuyo estado no le permitía navegar a gran velocidad no había posibilidad de escapatoria, era vencer o morir.
En aquella hora tan trágica y a la vez tan gloriosa el capitán Prat se dirigió a los marineros desde el alcázar:
Muchachos, la contienda es desigual, pero ánimo y valor. Nuestra bandera jamás se ha arriado ante el enemigo y espero que esta no sea la ocasión de hacerlo. Mientras yo esté vivo esta bandera flameará en su lugar y os aseguro que si muero, mis oficiales sabrán cumplir con su deber. ¡Viva Chile!
El Esmeralda llevaba la siguiente artillería:12 cañones Armstrong de avancarga de 40 libras, 4 Whitworth de avancarga de 32 libras y 2 Armstrong de retrocarga de 6 libras. (Avancarga: La carga del proyectil se realizaba por la parte delantera del cañón Retrocarga: La carga del proyectil se realizaba por la parte posterior del cañón), además desplazaba 800 toneladas y no tenía blindaje alguno.
El Huáscar portaba:2 cañones Armstrong de avancarga giratorios de 300 libras, 2 Armstrong de 40 libras, 1Armstrong de 12 libras y 1 ametralladora Gatling, calibre 44. Desplazaba 1.130 toneladas y tenía un blindaje de 114 mm.
Ambos tenían una tripulación de 200 hombres.
Mientras los chilenos se preparaban para el combate, el oficial peruano Juan Buendía arrió un bote desde tierra y subió a bordo del Huáscar. Desde allí advirtió a Grau de la posibilidad de que la Esmeralda estuviese protegida por torpedos.
Hay que aclarar que los que por entonces se entendía por torpedos (fijos) es lo que actualmente entendemos por minas submarinas. No confundir con los torpedos propulsados.
Grau vio el poco movimiento de los chilenos y creyó que dicha información era correcta. Como sus cañones eran más potentes decidió que abatiría al enemigo desde la distancia.
Mientras Prat se preguntaba por qué los peruanos no se acercaban. Su plan era simple: cortar distancias para que su artillería pudiese infligir algún daño y abordar el buque. De este modo todavía habría una posibilidad de victoria, ya que por muy blindado que estuviese una vez en la cubierta del Huáscar atacaría el puente e irían a por Grau, con el capitán fuera de juego la cadena de mando se rompería y la moral peruana se vendrá abajo. Aquello no era una lucha suicida, Prat quería vencer.
Al cabo de un tiempo dedujo el motivo y decidió acercarse más a la costa, de este modo Grau se daría cuenta de que los chilenos no estaban protegidos por minas y por miedo a que algún obús impactase contra la población civil intentaría efectuar tiros por elevación, mucho más difíciles de hacer blanco.
Al ver el movimiento de la Esmeralda Grau entendió que la información era incorrecta y se acercó más. De momento el plan funcionaba para los chilenos, pero las fuerzas terrestres peruanas montaron una batería en la playa y abrieron fuego; dicho ataque obligo a Prat a alejarse.
Los tiros de este último pasaban en su mayor parte por alto y varios fueron a herir a la población. Nuestra posición era pues, ventajosa; pero como se nos hiciera fuego de tierra con cañones de campaña, matándonos tres individuos e hiriéndonos otros tantos, el capitán Prat se vio obligado a ponerse fuera de su alcance.
Parte oficial del segundo Comandante de la Esmeralda Luis Uribe.
También recibió un impacto del Huáscar, que ocasiono un incendio que pudo ser extinguido. Además, por si todo esto no fuera poco, las viejas calderas estallaron, por lo que pasaron de moverse de 4 nudos a 2, en cambio los peruanos llegaron a 10,5 nudos en aquella jornada. Mientras, las bajas en la Esmeralda empezaban a aumentar.
Primer abordaje
Grau decidió acabar el combate con el espolón de su nave, mientras Prat ordenó preparar la artillería.
Observando a la vez que se dirigía hacia el norte saliendo de esa zona, cambie de propósito y goberné directamente sobre el centro de su casco, con un andar de ocho millas próximamente. A medio cumplido de distancia detuve la máquina y la Esmeralda, guiñando para evadir el golpe al costado, lo recibió por la aleta de babor en dirección muy oblicua, el espolón resbaló, su efecto fue de poca consideración y quedaron abordados ambos buques, hasta que el Huáscar empezó su movimiento para atrás
Parte oficial del capitán Miguel Grau sobre el combate de Iquique
En el último momento Prat ordenó maniobrar, de este modo evitó un impacto en el centro y abrió fuego.
Nuestro poco andar impidió a nuestro comandante Prat evitar el ataque del enemigo; su espolón vino a herir el costado de babor frente al palo de mesana y los cañones de su torre, disparados a toca penoles antes y después del choque, hicieron terribles estragos en la marinería
Parte oficial del teniente Uribe
Los peruanos impactaron cerca de la popa y a quemarropa dispararon sus potentes cañones, causando un terrible daño en los tripulantes chilenos. Pese a aquel duro golpe los buques estuvieron muy cerca uno del otro, era el momento oportuno, Prat desenvainó su sable y pistola en mano gritó: “¡Al abordaje muchachos!”.
Pero para pena del capitán chileno, el ruido de la artillería impidió que la tripulación le oyese. Únicamente le siguió el sargento Juan de Dios Aldea y el marinero Arsenio Canave, que cayó al agua cuando Grau ordenó marcha atrás para evitar que ambos buques quedasen enganchados.
El capitán y el sargento pese a estar solos en medio de la cubierta del buque enemigo no se doblegaron y cargaron. Prat consiguió abatir a un teniente peruano, pero el sargento Aldea recibió un tiro en el cuello. Ya solo el capitán siguió con su lucha hasta que una bala en la cabeza acabó con su vida.
El comandante de ese buque nos abordó a la vez que uno de sus oficiales y algunos de sus tripulantes por el castillo, y en la defensa de este abordaje perecieron víctima de su temerario arrojo
Parte oficial del capitán Grau
Pese al heroico final de Prat la batalla aún no había terminado. Grau quedó a una distancia prudencial y observó lo maltrecha que había quedado la Esmeralda, en un instante creyó que se rendían porque el pabellón había caído. Conmovido por su resistencia ofreció a los chilenos una rendición honorable.
Mientras en el alcázar de la Esmeralda los oficiales dedujeron lo que le había ocurrido a su comandante, todos estuvieron de acuerdo en rechazar la rendición. El teniente primero Luis Uribe Orrego tomó el mando y ordenó clavar bien el pabellón, pues no lo arriarían nunca.
Segundo abordaje
Viendo que toda negociación era inútil Grau se preparó para espolonear de nuevo a los chilenos, esta vez por el lado de estribor. En el momento justo del impacto el teniente primero Uribe maniobró como antes había hecho su capitán y consiguió evitar el golpe en el centro de la nave, aunque los peruanos abrieron fuego a corta distancia, aumentando más el número de fallecidos.
Antes de que el monitor peruano se retirara, el teniente segundo Ignacio Serrano Montaner se lanzó al abordaje junto a doce marineros; era todo o nada, si conseguían llegar al puente de mando de la embarcación enemiga todavía podrían ganar la batalla. Lamentablemente todos los integrantes fueron abatidos por la ametralladora del mástil. El teniente Serrano cayó justo al lado donde yacía el cuerpo del el sargento Aldea, pero el combato aún no había terminado.
El valeroso teniente Serrano y casi todos los que lo siguieron sucumbieron a los pocos pasos. Desde esta posición batíamos al enemigo; nuestros tiros, que al principio eran inciertos, fueron mejorando y varias granadas reventaron en la torre y casco del Huáscar sin causarle el más leve daño
Parte oficial del teniente Uribe
Serrano todavía con vida fue trasladado por los marineros peruanos a un camarote, donde intentó provocar un incendio, el cual fue extinguido. Más tarde el bravo teniente falleció por sus heridas.
Pese a que los chilenos todavía estaban a flote, el espolón había causado una vía de agua, la cual inundó la santabárbara. Con la inundación del pañol de munición los defensores de la Esmeralda se quedaron sin pólvora excepto para un par de disparos, además el timón ya no respondía.
Aún sin gobierno y con poca munición, los chilenos reusaban a rendirse. Finalmente Grau ordenó dar el golpe de gracia, en esta ocasión el espolón impactó en el centro del buque, la Esmeralda estaba tocada de muerte.
Pese a que el buque se estaba yendo irremediablemente hacia el reino de Neptuno, el bravo espíritu de sus tripulantes todavía perduraba. El guardiamarina Ernesto Riquelme, quien de niño había visto una maqueta de la Esmeralda en casa de unos amigos de sus padres y terminó tan enamorado de dicho buque que terminaron regalándole la maqueta. Ahora se encontraba en su momento final, mientras la fría agua empezaba a inundar su posición cargó el cañón y lo disparó gritando con todas sus fuerzas “¡Viva Chile!” terminando así junto a su amado buque.
Con el fin de la Esmeralda el capitán Grau temía que los supervivientes chilenos fuesen linchados por la población local al llegar a la playa, por lo que ordenó:
Finalmente, emprendí la tercera embestida con una velocidad de diez millas y logre tomarla por el centro. A este golpe se encabezó y desapareció completamente la Esmeralda, sumergiéndose y dejando a flote pequeños pedazos de su casco y algunos de sus tripulantes. Eran la 12:10 PM… Inmediatamente mandé todas las embarcaciones del buque a salvar a los náufragos y logre que fuesen recogidos sesenta y tres, los únicos que habían sobrevivido a tan obstinada resistencia… Regrese al puerto de Iquique y remití a tierra a los prisioneros a órdenes del señor general en jefe del ejército. A los heridos para su curación y los cadáveres para su sepultura
Parte del capitán Grau
Epilogo
Para Chile la derrota naval se vio convertida en un valioso elemento patriótico, de valor y tenacidad ante un enemigo superior hasta el amargo final.
El honor de la bandera ha quedado a salvo, pero desgraciadamente tenemos que lamentar la perdida de tres de sus más valientes defensores: el capitán Arturo Prat, el teniente Serrano y el guardiamarina Riquelme
Parte oficial del teniente Uribe
Prat junto a sus marinos se convirtió en el mártir de la armada chilena y uno de los héroes más grandes de la historia naval de dicho país, el cual ha dedicado grandes honores en su memoria. En la actualidad la Esmeralda todavía yace en el fondo del mar, siendo reconocible su lugar de reposo por una boya con los colores nacionales.
Además ocurrió otro hecho milagroso, lejos de Iquique cuando la fragata Independencia estaba a punto de asestar el golpe final a la goleta Covadonga, colisionó con una roca submarina la cual rompió todo el fondo de la fragata, escorándose y quedando semi-hundida sin posibilidad de repárala. En pocas palabras, si el Perú había podido hundir una vieja corbeta que de no ser por la guerra hubiese sido mandada al desguace; Chile había hundido un buque blindado el cual era considerado uno de los mejores de su flota, cosa que ponía la balanza del lado chileno.
Para el Perú la victoria en Iquique fue amargada por el desastre de la Independencia en Punta Gruesa, la cual sin la llegada del Huáscar (que puso pies en polvorosa a la Covadonga) hubiese sido peor. Grau se encargó de recoger a los supervivientes y ante la imposibilidad de repararla ordenó quemar sus restos.
Algunos concuerdan que si Grau no se hubiera entretenido con los náufragos chilenos quizás hubiera podido llegar a tiempo antes del desastre, pero esta forma de actuar no era del estilo del capitán; el cual por esta forma de tratar a los vencidos le hizo famoso y respetado incluso entre sus enemigos y le valió el sobrenombre de “el caballero de los mares”.
Miguel Grau fue más lejos y escribió una carta a Carmela Carbajal, la viuda de Prat, en la que lamentaba el fin de su esposo y le adjuntaba las pertenencias que habían podido rescatar del naufragio: cartas, alguna fotografía y en especial su sable de oficial. Estas fueron sus palabras exactas:
Monitor «Huáscar», Pisagua, Junio 2 de 1879
Dignísima señora:
Un sagrado deber me autoriza a dirigirme a usted y siento profundamente que esta carta, por las luchas que va a rememorar, contribuya a aumentar el dolor que hoy, justamente, debe dominarla. En el combate naval del 21 próximo pasado, que tuvo lugar en las aguas de Iquique, entre las naves peruanas y chilenas, su digno y valeroso esposo, el Capitán de Fragata don Arturo Prat, Comandante de la «Esmeralda», fue, como usted no lo ignorará ya, víctima de su temerario arrojo en defensa y gloria de la bandera de su patria. Deplorando sinceramente tan infausto acontecimiento y acompañándola en su duelo, cumplo con el penoso deber de enviarle las, para usted, inestimables prendas que se encontraron en su poder y que son las que figuran en la lista adjunta. Ellas le servirán indudablemente de algún pequeño consuelo en medio de su gran desgracia, y para eso me he anticipado a remitírselas.
Reiterándole mis sentimientos de condolencia, logro, señora, la oportunidad para ofrecerle mis servicios, consideraciones y respetos con que me suscribo de usted, señora, muy afectísimo seguro servidor.
Miguel Grau Seminario
La señora Carbajal quedó agradecida por el gesto del capitán peruano y le respondió una emotiva carta:
Valparaíso, 1° de Agosto de 1879
Señor don Miguel Grau,
Distinguido Señor:
Recibí su fina y estimada carta fechada a bordo del «Huáscar», en 2 de Junio del corriente año. En ella, con la hidalguía del caballero antiguo, se digna usted a acompañarme en mi dolor, deplorando sinceramente la muerte de mi esposo, y tiene la generosidad de enviarme las queridas prendas que se encontraron sobre la persona de mi Arturo, prendas para mí de un valor inestimable, por ser, o consagradas por su afecto, como los retratos de mi familia, o consagradas por su martirio, como la espada que lleva su adorado nombre.
Al proferir la palabra martirio, no crea usted, señor, que sea mi intento inculpar al jefe del «Huáscar» de la muerte de mi esposo. Por el contrario, tengo la conciencia de que el distinguido jefe que, arrostrando el furor de innobles pasiones, sobreexcitadas por la guerra, tiene hoy el valor, cuando aún palpitan los recuerdos de Iquique, de asociarse a mi duelo y de poner muy alto el nombre y la conducta de mi esposo en esa jornada, y que tiene aún el más raro valor de desprenderse de un valioso trofeo, poniendo en mis manos una espada que ha cobrado un precio extraordinario por el hecho mismo de no haber sido rendida; un jefe semejante, un corazón tan noble, se habría, estoy cierta, interpuesto, a haberlo podido, entre el matador y su víctima, y habría ahorrado un sacrificio tan estéril para su Patria como desastroso para mi corazón.
A este propósito, no puedo menos de expresar a usted que es altamente consolador, en medio de las calamidades que origina la guerra, presenciar el grandioso despliegue de sentimientos magnánimos y luchas inmortales que hacen revivir en esta América las escenas y los hombres de la epopeya antigua.
Profundamente reconocida por la caballerosidad de su procedimiento hacia mi persona, y por las nobles palabras con que se digna honrar la memoria de mi esposo, me ofrezco muy respetuosamente de usted atenta y afectísima, S.S.
Carmela Carvajal de Prat
Por su lado Grau empezaba quizás el periodo más brillante de su carrera, llevándolo con su fiel buque y con la corbeta Unión como su leal escudero a poner en jaque a toda la armada chilena en las demonizadas correrías del Huáscar; que llevarían a la dimisión del gabinete chileno.
Por sus victorias fue ascendido a contralmirante, pero lejos de subirle los éxitos a la cabeza, se negó a izar la insignia de su nuevo rango en el mástil, ya que según él mismo por muy contralmirante que fuese siempre seria el comandante del Huáscar.
Razón no le faltaba, pues al final también caería con honor al mando de su preciado navío, el cual tras un legendario combate en Angamos seria capturado. Finalmente Chile ganó la guerra, Bolivia perdió su única salida al mar y el Perú aparte de terminar con su armada destrozada y sus héroes muertos, también sufrió pérdidas territoriales que propiciaron una guerra civil.
En la actualidad el Huáscar todavía existe como buque museo tras un largo servicio bajo la bandera chilena y una gran restauración que le valió un premio en 1995. Y sí, hasta la fecha el Perú ambiciona recupéralo.
Anexo
Para cualquiera que preste atención a las operaciones navales de este conflicto se percatará de que solo se enfrentaron chilenos y peruanos, entonces es inevitable preguntarse qué diantres estaba haciendo Bolivia y por qué no hizo nada en el mar.
El motivo de su débil actuación fue propiciado porque los acontecimientos políticos fueron mucho más rápidos de lo esperado y no tuvieron tiempo de prepararse adecuadamente.
Antes que empezara la guerra la su armada solo contaba con cuatro buques: 1 vapor guardacostas, 1 bergantín, 1 cañonero y un mercante artillado; reliquias de la antigua guerra de la Confederación Perú-Boliviana y en general esta fuerza solo se dedicaba a la vigilancia de costas para prevenir el contrabando.
Pero al inicio de las hostilidades las fuerzas descritas habían sido desmanteladas por su mal estado y solo podían contar con seis mercantes armados provenientes de navieras privadas. Mientras Chile contaba con 2 blindados, 4 corbetas, 2 cañoneras, 2 torpederos y 5 transportes artillados.
Para solventar este problema el gobierno pensó en contratar a todo buque extranjero que quisiera colaborar a modo de corsario, pero únicamente un mercante peruano respondió a tal llamamiento, pero jamás combatió ya que el gobierno de su país era reacio a entrar en el conflicto y hasta la declaración formal de guerra, todavía eran neutrales.
Finalmente el plan cayó en saco roto y terminaron adquiriendo un buque menor que se dedicó a tareas de reconocimiento. Con la entrada del Perú en la guerra las fuerzas se equilibraron con sus 4 blindados, 1 corbeta, 2 cañoneras, 3 torpederos y 3 transportes artillados.