Por Joan Comas
La batalla del Cabo de Tres Forcas fue una breve escaramuza, producida de forma fortuita e inesperada. Sin embargo, para Alemania representó su primer combate naval en tierras lejanas; sin contar los combates en el Báltico contra Dinamarca y algunas escaramuzas contra Francia, no volverían a luchar fuera de sus aguas territoriales hasta la revuelta de los Bóxer en 1900.
Todo empezó durante la primavera de 1856, cuando una flota compuesta de cinco buques pertenecientes a la armada prusiana se hallaba en viaje de instrucción cerca de Francia; en respuesta a la invitación del emperador Napoleón III de visitar Cherburgo.
A la cabeza de dicha unidad se hallaba un comandante naval como pocos ha habido: el príncipe Aldabert de Prusia. Era el sobrino del rey Federico Guillermo III, por consiguiente perteneciente a la Casa Real de los Hohenzollern.
Al ser un personaje de gran relevancia para la historia naval germana, preferiría tratar su biografía en otro artículo. Brevemente comentaré que, desde joven, estuvo involucrado en el ejército, concretamente en la rama de artillería. Durante dieciséis años, estuvo viajando por el mundo para conocer mejor las otras naciones; a su regreso se convirtió en un firme defensor de la modernización, la industrialización y sobre todo el poder naval.
Durante la revolución alemana, la cual buscaba crear una nación unificada, fue nombrado jefe de la comisión técnica que debía crear una armada de guerra. Pese a sus esfuerzos, la revolución falló y frustrado regresó a la flota prusiana, la cual intentó modernizar para convertirla en una fuerza a tener en cuenta.
En estos términos, su mayor logro fue la negociación con otro príncipe germano para comprar un pedazo de tierra con salida al mar. Donde no había nada, Aldabert construyó la ciudad de Wilhelmshaven, uno de los puertos más importantes de Alemania. El 30 de marzo de 1854, fue nombrado almirante; siendo la primera y única persona en alcanzar dicho rango en la armada prusiana, por lo que muy acertadamente se ganó el apodo de “Príncipe-almirante”.
Entre tanto, el viaje fue como la seda, aunque de todos sus buques solo su insignia el SMS Danzig disponía de un motor a vapor, el resto de los buque sólo podían valerse de la tradicional propulsión a vela. Por consiguiente, en las situaciones de calma chicha o de vientos adversos, Aldabert se dedicó a remolcar uno por uno a sus buques.
Al llegar a Francia, se le notificó que, con motivo de las negociaciones del Tratado de Paris; el cual ponía fin a la Guerra de Crimea, se requería que un buque prusiano fuera desplegado en la desembocadura del Danubio en el Mar Negro.
El príncipe tomó su SMS Danzig y enfiló hacia el sur. Cruzó sin novedades por el Estrecho de Gibraltar, y al pasar por la costa rifeña, decidió ponerse a investigar: Cuatro años antes, el bergantín SMS Flora fue atacado por piratas rifeños; su capitán resultó herido y un marinero murió.
Al llegar a la zona de los sucesos, en el Cabo de Tres Forcas, Aldabert ordenó arriar los botes y personalmente dirigió a los 14 oficiales y 53 marineros que le siguieron. No obstante, sus maniobras no pasaron inadvertidas para los rifeños, los cuales no vacilaron en atacar a los prusianos.
Mientras que las fuerzas desembarcadas se desplegaban por la costa, y recibían los primeros ataques; el SMS Danzig se acercó hasta 600 metros y disparó sus piezas de 68 libras.
Con aquel fuego de cobertura, el príncipe cargó y los nativos pusieron pies en polvorosa. Habían vencido, aunque el precio fue de siete fallecidos y veintidós heridos, uno de ellos el mismo Aldabert, con un tiro en el muslo. Otro de los heridos ilustres, fue un joven guardiamarina de solo dieciséis años; el futuro almirante Eduard von Knorr.
No obstante, su pequeña expedición punitiva no gustó para nada en Berlín. Se consideró un fracaso y una temeridad, aparte de como miembro de la familia real se había expuesto a un peligro innecesario.
Pese a todo, para la armada prusiana y la futura armada imperial (tras la unificación) este enfrentamiento se convirtió en una leyenda de la que sus participantes siempre se sintieron muy orgullosos. En 1863 organizaron una colecta para erigir un monumento en Gibraltar en honor a los muertos en combate.
El SMS Danzig se ganó un lugar en la lista de nombres de barcos destacados alemanes, aunque sus andanzas al igual que las del príncipe todavía no habían terminado; pero esto lo contaremos en otra ocasión.