El combativo HMS Bellerophon

Por Juan García (Todo a Babor)

El HMS Bellerophon
Pintura de John James Chalon, The National Maritime Museum. Representa al HMS Bellerophon en Plymouth, cuando en 1815 Napoleón se rindió a su capitán.

El HMS Bellerophon es posiblemente el navío de línea británico que más combates soportó durante las guerras revolucionarias y napoleónicas. Aquí el amigo se encontró en tres grandes batallas navales: La del 1 de junio de 1794 (llamada pretenciosamente «Glorioso 1º de Junio» por los británicos), en la batalla del Nilo, o de Aboukir, y en la batalla de Trafalgar. Ahí es nada. Si bien en el primer fregado no sufrió demasiados daños en los dos siguientes fue machacado a base de bien.

El navío, como la mayoría de los buques de guerra, tenía un apodo por el que era conocido entre la marinería. Le solían llamar «Billy Ruffian», que pronunciado tenía cierta similitud con su verdadero nombre. Los ingleses tenían esa flema graciosa para estas cosas.

Otro ejemplo, los marineros de la escuadra británica del Mediterráneo bebían vino, en vez de cerveza como los de la flota del Canal, por su mejor disponibilidad y precio en aquella zona, pero ellos estaban encantados y sobre todo por el dulce y agradable sabor del vino Mistela español al que ellos llamaban, también por semejanza fonética, «Miss Taylor».

Bueno, sigamos con el «Billy el rufián». Este navío fue botado el 6 de octubre de 1786 en Frindsbury, cerca de Chatham. Y seguía los planos de la clase Arrogant, del afamado constructor inglés Thomas Slade.

Tenía 1.643 toneladas, 51 metros de eslora, 14,2 de manga y 6 metros de calado. Por tanto era un navío de línea más bien de reducidas dimensiones si lo comparamos con sus homólogos franceses o españoles. Tenía 74 cañones repartidos en su botadura de la siguiente manera: 28 cañones de 32 libras en la primera batería, 28 de 18 libras en la segunda y 18 de 9 libras en el alcázar y castillo.

Este armamento varió posteriormente siéndole añadidas unas cuantas carronadas, sustituyendo a algunos cañones de 9 libras. Solía tener una tripulación de algo más de medio millar de hombres. El HMS Bellerophon tenía fama de ser un buen velero.

Por cierto, Belerofonte era el guerrero griego que en la mitología helena montó a Pegaso y acabó con Quimera. En aquella época estaba de moda poner a los buques de guerra nombres referentes a las mitologías romana y griega. Incluso la Armada siguió esta costumbre en sus últimos navíos construídos en el siglo XVIII

El navío, como decíamos al principio, estuvo en la batalla del 1º de junio de 1794, contra una escuadra francesa a la que vencieron. En aquella ocasión estaba bajo el mando del capitán William Johnstone Hope y sufrió la pérdida de 4 muertos y 27 heridos. Su buena ración de hierro colado la recibió 4 años después, cuando estuvo encuadrado en la escuadra de Nelson , en el Mediterráneo y que combatió en Aboukir al mando del capitán Henry D’Esterre Darby.

Allí tuvo la mala fortuna de luchar casi a tocapenoles contra el insignia francés L’Orient, un gigantesco navío de tres puentes y 120 cañones.

Y claro, eso pasó su sangrienta factura. El pobre «Billy» quedó totalmente desarbolado de todos los palos y a la deriva con 49 muertos y 148 heridos a bordo. Una masacre que no impidió a su capitán mantener el buque sin rendirse hasta la llegada de sus compañeros.

El broche de oro lo puso en la Batalla de Trafalgar en 1805, cuando al mando del capitán John Cooke formaba parte de los primeros navíos de la línea que mandaba el almirante Collingwood y que fueron los buques británicos que más daño recibieron, alguno de ellos quedando francamente en un estado lamentable.

Aquí también recibió de lo lindo nuestro amigo, que además de 26 muertos y 123 heridos sufrió la pérdida de su comandante, que murió a consecuencia de dos disparos de mosquete que impactaron en su pecho.

Fue épico su combate contra el francés Aigle al que acabó rindiendo tras un combate despiadado. Su primer teniente, William Cumby, pudo llevarlo a Gibraltar. Aún así el navío parecía un colador.

Después de aquellas batallas aún le quedaba otro hecho sobresaliente a bordo de sus fogueadas cuadernas.

El 15 de julio de 1815 el mismísimo emperador Napoleón Bonaparte solicitó asilo político al capitán del «Billy», Frederick Maitland y subió a bordo del navío para ser trasladado a Inglaterra, donde fue transferido al HMS Northumberland el 7 de agosto, para partir rumbo a su nuevo hogar-prisión en Santa Elena.

Después de tanta gloria es cierto que tuvo un final poco digno. Los británicos han conservado buques con menos historia que han sobrevivido hasta la actualidad.

Pero el viejo «rufián» quedó relegado a la ingrata tarea de servir como sórdido navío para prisioneros en Sheerness, para sufrir un humillante cambio de nombre en 1824 renombrándolo como Captivity y acabar siendo vendido el 12 de enero de 1836 para su desguace.

Que final tan triste para todo un viejo guerrero, ¿verdad?

  • Fuente: «Historia naval de Gran Bretaña» de William James.

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