Por Joan Comas
Muy poco conocido en occidente, Qi Jiguang fue de gran importancia en el desarrollo de la ciencia militar. No fue el primero ni el único que se enfrentó a los piratas que asolaron las costas de China, pero si fue el más efectivo y cuya labor es toda una lección de cómo afrontar una campaña con fuerzas sin experiencia.
Índice
Orígenes e infancia de Qi Jiguang
Nuestro protagonista nació el 12 de noviembre de 1528 en la todopoderosa dinastía Ming de China.
Qi Jiguang provenía de una familia de larga tradición militar, su abuelo había servido y fallecido bajo el mando del primer emperador Ming, por lo que sus descendientes fueron recompensados con el cargo hereditario de una plaza fuerte en la norteña provincia de Shandong.
Dicha guarnición no solo había de velar por el orden, también tenía una zona de costa que podía ser proclive a recibir ataques por mar. Su juventud seguramente estuvo marcada por este ambiente marcial, entrenando duramente y estudiando los clásicos.
Con la muerte de su padre cuando contaba con la edad de 17 años tuvo que hacerse cargo del puesto militar.
Formación
En la China imperial toda persona que desease hacer carrera ya fuera en la administración civil como militar debía pasar por una serie de exámenes, primero a nivel de distrito, prefectura, provincia, capital y palacio; siendo este último el más importante pues el encargado de dirigir y corregir el examen era el mismo emperador.
La idea de estas pruebas era intentar crear un sistema meritocrático, es decir, premiar a quien se lo mereciera sin mirar el origen, por lo que todo varón podía presentarse a dichas pruebas. La idea era crear un cuerpo de oficiales competente y honrado, aunque a la práctica solo las familias adineradas podían dedicar el tiempo a estudiar y recopilar el material necesario; tampoco se pudieron evitar los favoritismos. No obstante este tipo de exámenes se siguieron realizando desde el 606 hasta 1905.
Nuestro protagonista, tras haber superado examen provincial, se presentó en Pekín. Normalmente la prueba militar era mucho menos exigente que la civil pues la mayoría de hombres de armas creía en la futilidad del valor intelectual aparte de ser mucho menos prestigioso. En el periodo imperial los académicos y funcionarios civiles disfrutaban de un prestigio mucho mayor que los hombres de armas.
En general, un candidato debía saber disparar con precisión tanto de pie como montando a caballo, el empleo de armas como la espada y la alabarda, lucha con las manos, lanzamiento de peso… Aunque evidentemente también habían pruebas escritas donde se valoraban las virtudes estratégicas y los libros de clásicos militares como “el arte de la guerra”.
Si bien aquel año el examen resultó fuera de lo común, ya que un grupo de mongoles habían roto las defensas del norte y se aproximaban a la capital. Por orden imperial todos los candidatos debían luchar junto al ejército regular y las milicias. El enemigo fue derrotado y Qi Jiguang recibió buenos informes donde lo calificaron como un combatiente de gran valor y astucia en la batalla.
Por su pericia fue nombrado comandante de una de las guarniciones que protegían a la capital. Posteriormente en 1553 Qi Jiguang recibió una comisión imperial: tenía que combatir la piratería en su provincia natal, sus órdenes decían claramente que: “castigue a los bandidos y proteja al pueblo” siendo ascendido a asistente del comisario militar regional.
En contra de lo que se pueda creer, por entonces las fuerzas chinas ya estaban uniformadas. Divididos por escalafones, los oficiales más bajos vestían de verde, los de rango medio azul y rojo para los superiores. Además lucían tanto en el pecho como en la espalda un parche cuadrado el cual según el animal bordado no solo indicaba si se trataba de un funcionario civil o militar, sino también el rango que ostentaba.
Para los civiles se empleaban aves (como faisanes o garzas) mientras que fieras (como el tigre o el leopardo) para los hombres de armas; por ejemplo un ministro luciría una grulla y un general un león. De su cinturón colgaba una tablilla de marfil con su identificación y cargo.
Este patrón fue tan bueno en su momento que no solo fue empleado por dinastías posteriores, sino que también fue adoptado por países como Corea, Vietnam y el reino de Ryukyu.
Los Wako
Por aquel entonces las costas de China y Corea estaban siendo asaltadas por un grupo de piratas denominado Wako, pero ¿Quién eran los wako? Esta ha sido una pregunta que ha estado en la mente de militares y académicos desde la mismísima dinastía Ming. Originalmente se determinó que eran piratas japoneses, de aquí su denominación wokou o wako, es decir “piratas o bandidos” “enanos” pues wa era la forma peyorativa en que los antiguos chinos se referían a los nipones.
Era posible que samuráis desempleados, pescadores o contrabandistas japoneses buscara una forma más fácil de ingresos en un periodo convulso de guerras civiles. También cabía la posibilidad de que piratas chinos se hicieran pasar por japoneses para ocultar sus fechorías o incluso que llegaran a colaborar con nipones.
Otra teoría opina que fueran una amalgama de distintas nacionalidades y que aparecieron a causa de problemas con el comercio. Cuando el creador de la dinastía Ming fundó su régimen, dejo claro que toda actividad comercial debía reducirse al “tributo”; es decir que si una nación quería comerciar primero era necesario presentar tributos en señal de vasallaje ante el soberano.
De este modo el imperio se garantizaba ingresos (generalmente plata), mantener un área de influencia que favorecería el comercio interior y “evitaría” tener que surcar el mar lleno de piratas. Era tal difícil el comercio que dos clanes japoneses entraron en guerra por el derecho de entregar tributos a China.
Este sistema creado por una mentalidad aislacionista era muy desigual para los comerciantes tanto extranjeros como nativos, por lo que no es de extrañar que buscasen otros modos de “llevar” y “obtener” sus productos mediante el contrabando. Lejos de solucionar el problema lo aumentó.
El mejor ejemplo fue Wang Zhi, el cual tenía su base entre las islas Goto y su participación como líder pirata fue muy importante no solo por los ataques a su patria, sino por haber guiado a mercaderes portugueses hacia Japón. Siendo el primer contacto entre el imperio del sol naciente y Europa; aparte de traer el arcabuz, cosa que revolucionó el arte de la guerra en dicho país.
Reformas militares
Su misión no era la primera que la dinastía intentaba para sofocar la piratería, habiendo obtenido importantes éxitos, pero terminando fracasando a causa de las intrigas y envidias entre los comandantes.
Seguramente, cuando el general Qi Jiguang llegó a su puesto de manto, tuvo una gran decepción, las instalaciones estaban en mal estado a causa de la dejadez y la corrupción que poco a poco haría socavar el régimen. Además solo contaba con 10.000 efectivos cuando los registros afirmaban que eran 30.000 y dichos soldados era ciudadanos reclutados a la fuerza, sin ninguna experiencia previa, motivación ni organización. Con esta fuerza difícilmente podría hacer frente a piratas curtidos en la lucha cuerpo a cuerpo, no es de extrañar que los primeros encuentros fueran grandes derrotas para el imperio.
Tras inspeccionar a sus tropas relevó a los reclutas que eran demasiado débiles o viejos para el servicio de armas. Puede parecer raro que ante un enemigo superior nuestro protagonista decidiera reducir aún más sus tropas, pero a diferencia de otros comandantes el general Qi creía que la cantidad nunca superaría a la calidad, por esto se dedicó a mejorar la docencia militar y así revertir su situación.
Junto a otros artistas marciales analizaron distintos estilos de lucha, Qi Jiguang seleccionó los 16 que consideró más útiles. Pero no estaba del todo satisfecho ya que cada estilo tenía demasiados movimientos, algunos ya desfasados, por lo que se encargó de refinarlos y quedar en 32 movimientos, más prácticos y más fáciles de aprender.
Sus experiencias en el campo de instrucción fueron su inspiración para su libro titulado “Nuevo tratado sobre la eficacia militar” donde aparte de analizar los estilos de lucha trata de otros temas como la organización, las señales, defensa costera, defensa de ciudades…Y como no las formaciones, es en este punto donde el general realizó otra de sus grandes aportaciones.
Para nuestro protagonista enseñar a los reclutas a valerse en un combate cuerpo a cuerpo no era suficiente, ya que a fin de cuentas eran un ejército y habían de combatir juntos ya sea en una fortaleza en tierra o en un abordaje en alta mar. Por esto puso especial atención en las formaciones y en particular en una de las que él mismo había inventado “la formación pato mandarín”:
No es conveniente subestimar esta táctica por ridículo que pueda parecer su nombre. Para su uso era necesario doce personas. Primero se situaban dos soldados armados con sable y escudo, los cuales se encargaban de abrir camino y proteger el flanco de los lanceros.
En segundo lugar dos hombres llevaban lanzas de bambú de puntas múltiples, las cuales eran unas armas que perecen difíciles de utilizar, pero eran increíblemente efectivas para desarmar a arqueros y a espadachines. Los tratados de Qi son de las primeras menciones que se tienen por lo que muchos historiadores le consideran su inventor.
En medio de los anteriormente descritos se situaba un cabo con una bandera, el cual se encargaba de dirigir la unidad en combate. Detrás del cabo se situaban cuatro lanceros cuyas armas en general median doce pies, aunque podían ser más largas.
Detrás de los lanceros se situaban dos hombres armados con tridentes para proteger la retaguardia y los flancos. Finalmente había el último integrante que era el cocinero-porteador que se encargaba de la intendencia, por lo que era el único que no combatía.
Contra los Wako
Con tácticas como está el general obtuvo un importante éxito en su primer destino, por lo que el gobierno le envió a otra provincia más al sur (provincia de Zhejiang) para que también hiciera lo mismo.
En esta ocasión Qi Jiguang tuvo más margen de decisión que en su último destino. Para seleccionar sus reclutas prefirió agricultores y mineros ya que según él mismo, eran gente honesta y diligente en el trabajo, cualidades que apreciaba tanto como la disciplina. Tampoco se limitó a la defensa en tierra, ordenó y supervisó personalmente la construcción y pertrechado de 44 buques de guerra.
También contó con dos grandes colaboradores, los generales Yu Dayou y Tan Lun. El primero era un artista marcial excelente que se había formado en el mismísimo monasterio de Shaolin, había sido miembro de honor de la guardia imperial y había publicado tratados sobre lucha y esgrima. El segundo fue un gran organizador y era conocido por sus brillantes habilidades estratégicas, por lo que no es de extrañar que años después fue nombrado ministro de guerra.
Cerca de un puerto la flota imperial sorprendió a los piratas y gracias al entrenamiento realizado pudieron derrotarlos. Los supervivientes huyeron despavoridos. Pero lejos de ser felicitado Qi Jiguang casi es degradado bajo el rumor de tener contactos entre los piratas. Al parecer su exitosa carrera empezaba a suscitar envidias entre otros funcionarios.
Su otro colaborador el general Yu Dayou como se negó a pagar sobornos a los funcionarios locales, fue destituido y encarcelado acusado de falsos cargos. Por suerte Qi Jiguang pudo interceder por su subalterno, el cual fue restaurado a su puesto; no obstante ambos militares quedaron sumamente decepcionados de lo corrupto que se estaba volviendo el sistema.
Poco a poco, batalla tras batalla los imperiales consiguieron expulsar a los piratas. Con esta victoriosa campaña el gobierno decidió mandarle más al sur, a la provincia de Fujian, lugar donde el azote de los piratas era tal que se contabilizaban aproximadamente 10.000 enemigos, los cuales habían construidos distintas fortalezas como bases para sus incursiones.
En 1562 el general llegó a la provincia con 6.000 efectivos. Con el tiempo récord de dos meses ya había tomado tres fortalezas y prácticamente limpiado la zona; no obstante sufrió importante pérdidas no solo por las batallas sino también por las enfermedades.
Qi regresó a Zhejiang para reponer a sus tropas, tiempo que los piratas aprovecharon para recuperar sus dominios. En 1563 el general regresó con 10.000 soldados y se dedicó a hostigar al enemigo durante un año hasta recuperar al cien por cien el control de la provincia. Finalmente fue en 1565 cuando cerca de Cantón se libró la más decisiva de las batallas que acabó con las oleadas de ataque de los wako.
En la capital
Con motivo de sus exitosas campañas Qi Jiguang fue llamado a la corte, donde recibió una de las más altas condecoraciones de la dinastía Ming: se le concedió el privilegio de bordar el emblema del dragón en su uniforme.
Este animal mitológico era el símbolo indiscutible del soberano y su uso estaba reservado únicamente a la realeza. Como gran honor se permitía otorgarlo solo a los oficiales civiles y militares de gran prestigio que habían realizado grandes méritos para el imperio. Vendría a ser como recibir el toisón de oro y el collar de la orden de Carlos III a la vez. A parte el emperador lo ascendió de rango y le nombró instructor del cuerpo de mosqueteros de la guardia imperial.
Otro éxito que permitió acabar con los piratas fue el levantamiento de las restricciones del comercio en parte del sur de China, es decir comerciar libremente sin haber de presentar tributos.
Un dato curioso radica en que inicialmente los mercaderes portugueses habían colaborado junto a los contrabandistas, pues tenían el mismo problema. Pero tras ser expulsados de sus concesiones por los imperiales y ante la demanda de armas de fuego, tanto por indefensos comerciantes como por el mismo gobierno imperial, llegaron a apoyar la causa Ming. Más tarde por haber ayudado a sofocar la piratería se concedió una concesión a Portugal en Macao, territorio que mantendrían hasta 1999.
Irónicamente gran parte de la artillería comprada jamás fue instalada en la costa, sino en la frontera norte, donde curiosamente seria el nuevo destino de nuestro protagonista.
En la frontera norte
Como buen caballero ilustrado Qi Jiguang no solo escribió libros militares si no también poemarios y en uno de estos dice:
“Durante trescientos sesenta días al año, tengo mi espada lista encima de mi caballo”.
Lejos de las diferencias poéticas con nuestro país, el general hacia una reflexión donde dice que siempre estuvo listo para el combate y razón no le faltaba porque fue mandado al norte donde a parte de sus habilidades marciales también tendría que utilizar la diplomacia.
Desde que los mongoles habían perdido el control de China habían estado divididos en dos facciones. La estrategia china fue aliarse con una en vez de combatir contra las dos. Qi consiguió tener una buena relación con el soberano mongol, quien prohibió a sus súbditos atacar a los chinos. Por este motivo el emperador le premió con un título nobiliario.
Menos suerte tuvo en intentar persuadir al líder de la otra facción, con quien entabló distintos enfrentamientos que terminaron en victoria china. Más tarde fue comisionado para encargarse de la reparación de la Gran Muralla, aprovechando para mejorar sus defensas y añadir más torres de vigilancia; en total se construyeron unas 1.000 en dos años.
Durante su estancia en el norte nunca olvidó la formación del ejército, realizando periódicamente ejercicios conjuntos. En el invierno de 1572 el ejercicio se efectuó con alrededor de 100.000 soldados.
De sus experiencias publicó el manual de “La formación de la verdadera disciplina”, “Libro de armamento” y “Registros de entrenamiento militar”.
Epílogo
No obstante, como ya se ha dicho, la brillante la dinastía Ming no era perfecta, su tercer emperador había llegado al poder mediante una rebelión contra el legítimo soberano. Esto lo enemistó profundamente con los intelectuales, los cuales siguiendo las teorías del sabio Confucio condenaban a cualquiera que usurpara el mando mediante un golpe de estado.
Por este motivo el nuevo emperador confió enormemente en la figura de los eunucos para las tareas de asesoramiento y gobierno, patrón que siguieron sus sucesores. Este grupo, que en su mayoría procedían de los estratos pobres de la sociedad, se volvían extremadamente ambiciosos cuando entraban en contacto con el poder, creando facciones políticas y gobernando de facto la nación cuando se encontraban con un soberano débil e influenciable.
Pese a que nuestro protagonista no tomó parte en la política, su meritoria carrera se vio empapada por el tóxico ambiente de la corte, un lugar donde las envidias y las conspiraciones estaban en el orden del día. En 1583 el general fue privado de su rango por las intrigas cortesanas y destinado a un puesto menor en el sur del país; un cargo que no le duró mucho ya que dimitió dos años después a causa de su mala salud. En 1588 pobre y enfermo Qi Jiguang murió en su ciudad natal a las vísperas del año nuevo.
Años más tarde otro emperador Ming, más agradecido con sus servidores y quizás menos pusilánime reconoció el historial de servicios del general y tras restaurar el estatus a sus descendientes, ordenó construir un templo en su memoria, para que nunca fuera olvidado junto a sus éxitos.
Sus tratados sobre docencia militar no solo influenciaron a nuevas generaciones de soldados en China, también llegaron a otros países donde fueron traducidos y llegaron a inspirar a otros generales y almirantes para que escribieran sus propios manuales.
En la actualidad es recordado como una de las grandes figuras de la dinastía Ming y un héroe nacional, del cual se han dedicado monumentos, calles y series de televisión. También en la armada de Taiwán (República China) tiene en servicio una fragata con su nombre.