Piratas rusos y griegos: sangrientos asesinos

Por Juan García (Todo a Babor)

Galeota española
Galeota española similar a la de los piratas rusos y griegos de esta historia. Grabado de Berlinguero. Museo Naval de Madrid.

Introducción

¿Piratas rusos y griegos? Pero qué me están contando los de Todo a babor. ¿Eso existió de verdad?

Pues sí. La piratería fue, y es, un fenómeno que se dio en todos los mares y en todas las épocas. Y si esta vez hablamos sobre un hecho poco conocido de piratería es porque quiero que vean la crueldad a la que podían llegar estos personajes idolatrados y engrandecidos sin merecimiento con un aura de romanticismo auspiciado últimamente por películas, series o novelas del género.

Los piratas fueron gente fuera de la ley y no conviene subirlos a ningún pedestal. Esta bien que jueguen los niños haciéndose pasar por filibusteros, pero poco más.

Seguimos entonces con este mini ciclo de marineros asesinos.

Piratas rusos y griegos

La presencia de los rusos en la zona de Grecia, Creta y Turquía no debería extrañarnos mucho, puesto que no muy lejos de allí, los rusos disponían en el siglo XVIII del Mar Negro como zona de influencia de su imperio, con constantes disputas territoriales con el vecino Imperio Otomano y no era raro que dirimieran sus diferencias con guerras cada cierto tiempo. Los rusos querían expandirse hacia el sur y los turcos no deseaban verlos ni en pintura. El episodio que les traigo hoy corresponde al posterior periodo de guerra entre otomanos y rusos que se dio de 1768 a 1774.

Los griegos por entonces sufrían la dominación otomana desde 1453, y antes de ellos habían sido parte del Imperio Bizantino, y antes del romano… Vamos, que Grecia no había conocido un periodo independiente desde la época clásica, y ya tenían ganas como atestiguaban las numerosas revueltas a lo largo de las épocas de las diferentes dominaciones extranjeras. Sin embargo, con los otomanos la cosa se fue saliendo de madre, ya que estos no perdían oportunidad de machacar a los griegos cuando podían. De ahí que, con la entrada en guerra de Rusia contra sus tiranos amos, los griegos se pusieran de parte de los primeros.

Gran número de marinos helenos se echaron al mar a ayudar, muchos embarcados en las escuadras rusas, pero tras la paz de Rusia con el Imperio Otomano en julio de 1774, los tripulantes griegos fueron despedidos y muchos optaron por piratear y sacar provecho de la situación. Y se mostraron igual de crueles que los otomanos habían sido con ellos.

Muchos rusos se les unieron y juntos infestaron el archipiélago griego en busca de presas. Para burlar a los buques de guerra otomanos, utilizaban galeotas provistas de remos que les daban una maniobrabilidad ideal para alejarse de los cañones y acercarse a los mercantes. El propio entorno griego, con numerosas islas donde resguardarse hizo el resto.

Batalla naval de Chesme
Batalla de Chesme. Pintura de Ivan Aivazovsky. Tras la guerra contra los otomanos muchos tripulantes griegos embarcados en los buques rusos fueron despedidos, lo que originó el problema de la piratería en la zona.

Masacre en una embarcación francesa

Día 15 de noviembre de 1774. Un buque mercante francés, a las ordenes del capitán Pedro Lorenzo Icard de la Ciotat (sic), había partido de Seida a principios de mes con el fin de cargar madera en Caramania, en Turquía, encontró al amanecer de este día a una de las galeotas ruso-griegas que infestaban aquellos mares.

Esta galeota les dio caza toda la mañana y la alcanzó a las diez. Desde la embarcación pirata les gritaron a los franceses que eran rusos y amigos de los franceses y que no debían temer nada, que sólo iban a ver si había algún turco a bordo.

Los franceses accedieron, ¡a ver qué iban a hacer! Los piratas, nada más poner pie en la cubierta del mercante, pidieron pan y aguardiente, registraron todo el buque, rompiendo cajones, arrebatando los efectos que en estos había: de valor de 14.000 pesos; se llevaron la jarcia y armas que les podrían servir y, después de haber registrado hasta las pertenencias personales de los marineros, resolvieron quitarles la vida.

Imagínense la escena. Qué terror sentirían aquellos pobres marineros cuando los piratas ataron al capitán y a un hijo suyo a un palo de la nave y los mataron a balazos, corriendo la misma suerte un marinero que se había echado al agua intentando librarse de aquella matanza.

A estocadas mataron a siete marineros, pero los otros siete que quedaban se escaparon y corrieron a ocultarse en lo más profundo del barco.

Cuando iban a seguirlos, los piratas se dieron cuenta de que, a lo lejos, se aproximaba un navío, lo que hizo que corrieran precipitadamente a su galeota, a donde habían llevado todo lo robado. Antes de huir hicieron una abertura a flor de agua de la embarcación francesa para que se hundiera.

Nada más alejarse, los marineros salieron de su escondite e intentaron taponar la brecha como pudieron, sacando el agua que les llegaba por la cintura, aguardando a la noche para arrojar al mar los cadáveres de sus compañeros asesinados.

Dejándose conducir por el viento y las olas llegaron al día siguiente al golfo de Fuente Amorosa, delante de Poly de Crisophon, donde se les recibió con benignidad.

El gobernador de la zona hizo llevar a Nicosia a uno de los marineros para que viera al cónsul de Francia para que prestara declaración de lo ocurrido y socorrer a los compañeros que se habían quedado en la costa.

Más correrías de los piratas ruso-griegos

No tardaron los mismos piratas que asesinaron a la tripulación del capitán Icard en hacer de las suyas.

Tras apoderarse de un barco que se dirigía a Alaya, en la misma playa de Comarchiti (sic), desembarcaron 50 hombres en busca de ganado. Robaron cuanto encontraron por aquella costa hasta que les atacó una partida de turcos, de cuyas resultas hubo algunos muertos y heridos en ambas partes.

Para intentar evitar las incursiones de los piratas greco-rusos, el gobernador de la zona envió a Nicosia a 40 levantinos, que reforzarían la tripulación de la galeota de Gulgulu Oglou, comandante de la Salephi, destinados a apresar a los piratas.

Esta galeota se unió a la de Alaya, que tenía 80 hombres y juntos examinaron hasta las cavernas que había en las cercanías y que eran utilizadas por los piratas como surgidero.

Sin embargo, aquello no bastó para evitar que los piratas apresaran un buque mercante veneciano que había partido de Salónica para Venecia. Tras llevarlos a una isla del archipiélago griego, robaron todo cuanto pudieron y mataron a toda la tripulación, excepto a cuatro marineros que dejaron el libertad junto con la nave.

Los franceses y otomanos enviaron buques de guerra a la zona, pero en aquel laberinto de islas los piratas jugaban con ventaja.

Fuente: Gaceta de Madrid.

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