Los barcos piratas no eran tan grandes

Por Juan García (Todo a Babor)

Barco pirata Royal Fortune, en 1722 junto a su capitán Roberts
Capitán Bartholomew Roberts (1682-1722) con dos buques, el ‘Royal Fortune’ y el ‘Ranger’ se hacen a la vela en Whydah Road en la costa de Guinea, 11 de enero de 1722, de ‘A General History of the Robberies and Murders of the most Notorious Pirates’ por el Capitán Charles Johnson, publicado en 1724 y fuente inagotable de errores que van pasando de historiador en historiador.

En la imaginación de mucha gente se tiende a ver los barcos piratas como los de Disney en los «Piratas del Caribe» o enormes moles de velas negras con varias baterías de cañones por banda que luchaban contra enormes navíos de guerra y salían vencedores.

Nada más lejos de la realidad.

A excepción de un par de buques todos los demás barcos piratas de la historia fueron de poco tonelaje y porte. Es decir, para un pirata era más importante pasar desapercibido en el mar y sobre todo tener un buque manejable y rápido, tanto para dar caza a sus presas, como para huir en caso de ser perseguidos por los buques de guerra.

Los piratas eran, ante todo, unos oportunistas, que se aprovechaban de cualquier botín que pudieran echar mano, incluso restos de un naufragio.

Además, cuanto más grande era un barco más dinero y tiempo costaba mantenerlo y más tripulantes necesitaba (con lo cual tocaba menos botín a repartir), algo que no se podían permitir los piratas y que hacía que la construcción de navíos de línea sólo pudiera estar al alcance de las armadas de los principales Gobiernos de entonces.

¿Cuales fueron los barcos piratas más grandes?

Sólo hubo dos buques que pueden ser considerados grandes barcos piratas, y aun así no fueron en absoluto impresionantes, sino más bien modestos. Uno de ellos era el Queen Anne’ Revenge, del sanguinario capitán Edward Teach, más conocido como «Barbanegra», quien capturó en 1717 un buque mercante de esclavos francés llamado Concorde.

Teach lo rearmó con 40 cañones de varios calibres y lo hizo su buque insignia. A pesar de ser el segundo buque pirata más grande de la historia, no llegaría al tamaño de una fragata de guerra de 6ª clase.

El “honor” de ser el buque más grande recae en el Royal Fortune, del capitán pirata Bartholomew Roberts, que en su origen fue un navío de guerra francés de tercera clase y que fue capturado por Roberts en 1722.

Ya ven, esa es otra, venga a novelar o hacer películas donde los temibles piratas capturan navíos de línea españoles de dos en dos y va y resulta que el único buque de guerra capturado por los piratas en el siglo XVIII era francés y no español. En fin.

Este navío al que nos referimos, tenía 42 cañones en dos baterías, pero aun así no podía hacer frente a un navío de guerra medianamente grande, como se comprobó años después cuando un navío inglés lo capturó. Por cierto, como cambió la política inglesa con respecto a combatir la piratería cuando se les tocó la fibra a principios del XVIII.

Porque estos dos piratas, por ejemplo, se ensañaron bastante con el comercio inglés y obligó a Inglaterra a convertirse en, paradojas de la historia, un azote contra la piratería.

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