Por Carlos Parrilla
A la venta el libro de Carlos Parrilla «La Real Armada del siglo XVIII» con sus mejores pinturas. Infórmate aquí.
Verano de 1747, el navío «San Ignacio de Loyola», alias «Glorioso», de 70 cañones parte de Veracruz con cuatro millones de pesos de plata. Su comandante, Don Pedro Mesía de la Cerda, tiene órdenes de evitar a toda costa que caigan en manos de los ingleses y llegar a España con la preciada carga.
El primer tramo de la travesía se realiza sin contratiempos, y el 25 de julio llega a la altura de las islas Azores, a doscientas millas al Norte de estas.
Sin embargo, por la tarde aparecen un gran número de velas, revelándose como un convoy de doce mercantes ingleses protegidos por el navío «Warwick» de 60 cañones, la fragata «Lark» de 40 cañones, y el bergantín «Montagu» de 20. Inmediatamente los ingleses se lanzan a la caza del navío español hasta que cae la noche.
En la madrugada del 26 comienza el cañoneo, el «Glorioso» primero se encarga del bergantín que pone en fuga tras unos cuantos cañonazos, seguidamente es la «Lark» con la que intercambia fuego dejándola fuera de combate en cinco minutos, después le toca el turno al «Warwick» al que, tras cinco horas de combate, deja sin mastelero de mayor y sin mastelero de juanete de proa.
El inglés se retira y Don Pedro decide no rematarlo, siguiendo las órdenes recibidas pone rumbo al Este y continúa hacia la península. Los daños sufridos pudieron ser reparados en la medida de lo posible en plena navegación.
El 14 de agosto aparece a la vista el cabo Finisterre, a la vez que otro destacamento inglés compuesto por el navío «Oxford» de 50 cañones, la fragata «Soreham» de 24 cañones y la balandra «Falcon» de 14.
El «Glorioso» toma la iniciativa, vira por redondo y navegando hacia ellos comienza el intercambio de disparos, de vuelta encontrada bate a las tres unidades enemigas por ambas bandas, ya que se habían separado, por un lado el navío y por el otro la fragata y la balandra, acto seguido vuelve a virar colocándose a sotavento del navío y le bate con toda su artillería de babor, el inglés abandona el combate y se retira ignominiosamente, nuevamente nuestro bravo navío hace que los ingleses prueben lo duro del hierro español.
El 16 de agosto entra en Corcubión y cumpliendo con su misión desembarca el tesoro. Allí se dejaron a los heridos más graves y se avitualló de víveres y pertrechos, saliendo otra vez a la mar con rumbo a Ferrol para terminar de reparar los daños sufridos en los dos combates y reponer la munición consumida. Sin embargo un fuerte viento en contra obliga al «Glorioso» a arrumbar al Sur, hacia Cádiz.
Para evitar a los barcos enemigos que pululan por la zona desde los puertos portugueses el «Glorioso» se aleja de la costa y navega hacia alta mar, describiendo un amplio arco.
El 17 de octubre, al llegar al Cabo de San Vicente, se topa con una escuadra de corsarios británicos apodada «The Royal Family» por los nombres de los barcos que la componen. Son cuatro fragatas que en total montan 92 cañones, la «King George», la «Prince Frederick», la «Prince George» y la «Duke», llevando en total 1000 hombres en sus dotaciones.
El «Glorioso» sostiene tres horas de combate dejando a la «King George» desmantelada y a la «Prince Frederick» con serios daños, no obstante se les une un navío de 50 cañones, el «Darmouth», que al poco de llegar salta por los aires por una deflagración fortuita en su polvorín, salvándose solo 14 hombres.
Pero un nuevo refuerzo para los ingleses aparece en escena, nada menos que un navío de línea de tres puentes y 92 cañones, el «Russell».
El «Glorioso» continúa valientemente el combate prolongándose hasta el amanecer del día siguiente. A estas alturas la munición está agotada, ha perdido el mastelero de mayor y su aparejo ha desaparecido casi por completo, por lo que la defensa ya no es posible.
Con 25 muertos, 105 heridos a bordo (otras fuentes apuntan a 33 muertos y 130 heridos) y la munición agotada, el comandante Don Pedro Mesía ordena arriar el pabellón real y rinde su barco.
Presumiblemente, de haber tenido toda su munición, ya que zarpó de Corcubión con el sesenta por ciento de la necesaria, el navío español bien pudiera haber salido victorioso también de este tercer combate pues después se supo que en el «Russell», tras casi siete horas de combate cerrado, y viendo que la voluntad combativa de los españoles no decaía, hubo un conato de motín que fue sofocado por los oficiales sables en mano.
Además, el navío inglés quedó también en tan mal estado que estuvo a punto de irse a pique si no llega a ser por los denodados esfuerzos de los carpinteros y calafates a la hora de tapar los balazos a flor de agua causados por el «Glorioso».
El trato que tuvieron los marinos españoles fue correcto, siendo elogiado su valor. El Comandante Don Pedro Mesía y la tripulación fueron llevados a Lisboa, siendo puestos bajo la protección del embajador español, regresando a España posteriormente.
En esta ocasión los ingleses no pudieron robar nada ya que el tesoro había quedado en Corcubión, solo el navío pudieron aprovechar, pues fue marinado hasta Portsmouth después de habérsele arbolado y aparejado por completo en Lisboa, aunque nunca entró a engrosar las filas de la Royal Navy y fue subastado unos años después.
El Rey premió y ascendió a Don Pedro Mesía de la Cerda a Jefe de Escuadra, así como a los supervivientes de la dotación, que por su valor y destreza se les proporcionó recompensas y ascensos.
Para hacerse con el «Glorioso» los ingleses sufrieron la pérdida de un navío, así como otros dos navíos seriamente dañados, tres fragatas desmanteladas, y otro navío, otra fragata y un bergantín con daños de consideración. No se tiene constancia del número exacto de bajas inglesas aunque solo en el último combate los muertos ascendieron a 340 (286 en el «Darmouth»), de los heridos no se tiene información fiable, así como de las bajas en los dos combates previos.
El cuadro representa el segundo se los combates que sostuvo en aguas de Finisterre el 14 de agosto de 1747, situado inteligentemente a sotavento del navío «Oxford», para poder emplear toda su artillería de babor.
Vemos al «Glorioso» envuelto por el humo de sus propias andanadas, haciendo que el inglés se retirara del combate habiendo recibido apenas dos descargas del navío español.
A la derecha de la imagen la balandra «Falcon» y la fragata «Shoreham» navegan alejándose del combate.