Por Juan García (Todo a Babor)
Antecedentes
A finales del siglo XVIII, España disponía en el área de operaciones al que nos vamos a referir en esta entrada, La Habana y el Golfo de México, de varias escuadras para su protección.
Estaba la Escuadra de La Habana, que era la que se mantenía siempre en su base cubana. Constaba de un navío de 64 cañones, dos fragatas de 40 y una de 36 cañones, cuatro bergantines de 16 a 18 cañones y dos goletas de 12 a 14 cañones, que dependía del comandante del departamento de marina de La Habana, el teniente general Juan de Araoz y Caro.
Luego estaba una escuadra venida desde España como refuerzo. Se trataba de la «Escuadra de Operaciones de América», que estaba bajo el mando del teniente general Gabriel Aristizábal y Espinosa. Constaba esta de un navío de 80 cañones, dos navíos de 74 y tres de 64 cañones; dos fragatas de 40 y tres de 34 cañones; una corbeta de 20 cañones, dos bergantines de 16 a 18 cañones y 1 goleta de 14 cañones.
Ambas escuadras, como hemos visto, estaban en el mismo puerto de La Habana y bajo el mando de generales distintos y aunque a veces participaron conjuntamente unidades de ambas agrupaciones en diferentes operaciones, lo cierto es que cada una tenía sus propios cometidos.
Y, además, la principal diferencia entre ambas escuadras era que, mientras la Escuadra de La Habana estaba carenada, armada y habilitada para el servicio, la del general Aristizábal prácticamente quedó inutilizada en puerto por falta de recursos y con una marinería desastrosa, como veremos más adelante.
Los británicos al acecho
Los británicos disponían de varias fragatas por la zona que esquilmaban el tráfico marítimo y estaban, como quien dice, esperando la oportunidad de dar con una presa de más enjundia que les llenara los bolsillos a sus oficiales y tripulantes.

No olvidemos que el reparto de los botines era un aliciente para cualquier marino de guerra, pero si eras británico tenías la oportunidad de hacerte rico si, por un casual, dabas con uno de esos buques que llevaban desde Veracruz los caudales para pagar los gastos de la Escuadra de Operaciones y fortificaciones de La Habana.
Al menos eso era lo que muchos imaginaban hacer cuando se les daba el mando de una fragata. Y aunque tuvieran que dar un buen pico al almirante en jefe de la zona, sobraría lo bastante como para salirles redondo el negocio.
Y si no era así, que era lo que le pasaba a la inmensa mayoría de capitanes británicos, bien podían mejorar la paga apresando inofensivos mercantes españoles, franceses y norteamericanos que pululaban en buen número por aquella zona. Además, una miríada de buques corsarios británicos se unían a aquellas depredaciones, haciendo que navegar fuera demasiado arriesgado.
Pero la mejor baza con que contaban estas fragatas oportunistas era, como siempre, llevar a bordo unas tripulaciones acostumbradas a navegar bajo cualquier condición y unos buques bien mantenidos y artillados.
A su favor, los británicos tenían el respaldo de las diferentes escuadras que tenían como base Jamaica, bajo el mando del vicealmirante Hyde Parker, o de otras unidades menores que siempre patrullaban por aquellas aguas cálidas y hermosas del Caribe occidental con vistas a apresar o entorpecer el comercio y movimientos de los buques españoles tanto mercantes como de guerra.
De hecho Parker disponía de 10 fragatas en aquella zona, además de varios navíos para darles fuerza en caso de dar con navíos enemigos dispuestos a atrapar a alguna de aquellas fragatas.
A por la fragata HMS Meleager
Aún así, los españoles lograban burlar estos cruceros muchas veces. Tanto el general Araoz como el general Aristizábal mandaron salir divisiones de fragatas de guerra de sus respectivas escuadras, con la misión de escoltar a los buques de los caudales o para espantar a las audaces embarcaciones británicas, tanto de guerra como corsarias, que se acercaban demasiado a La Habana.
Lograron apresar a varios de estos corsarios y hacer salidas muy dignas, que decían mucho del buen hacer tanto de sus mandos como tripulaciones dadas las condiciones en las que estaban y el gran número de enemigos navegando por aquellas aguas.
En una de esas ocasiones, en julio de 1799, salieron de La Habana las fragatas Anfitrite y Tetis junto con el bergantín Volador. La división estaba mandada por Martín Funes.
A los dos días descubrieron a la fragata de 22 cañones HMS Arab, que fue puesta en fuga y perseguida por los españoles, logrando una de las fragatas ponerse a su altura y atacarla, provocando la muerte de tres británicos y daños en la fragata.
Podían haberla apresado, pero la división española desistió al percatarse de otros buques británicos que había por la zona.
Desde La Habana salieron el 16 de julio el navío Asia, de 64 cañones, y la fragata Santa Brígida de 34 cañones.
Estos buques1 estaban al mando del brigadier Montes2, que quería reunirse con los buques de Funes de los que acabamos de comentar, y que se encontraban en Veracruz. El comandante de la Santa Brígida era el capitán de fragata Antonio Pilón y Espejo.
Se suponía que de todos esos buques, el virrey de Nueva España debía elegir las fragatas más convenientes para que transportaran los caudales a España.
La división de Montes, de camino a Veracruz, se topó el día 18 de julio al suroeste de Cabo Catoche, en la Sonda de Campeche, con una fragata de guerra británica, la HMS Maleager, comandada por el capitán Charles Ogle3.
Como ya hemos dicho, esta fragata era una de las numerosas embarcaciones de guerra y corsarias que los británicos tenían por la zona4, con la misión de hostigar y apresar a los buques españoles y franceses, mercantes o de guerra, que se encontraran.
Los británicos, todavía sin identificar a los españoles, realizaron tres cañonazos, lo que el Asia correspondió con la misma cifra al tiempo que mandaba por señal a la Santa Brígida que iniciara la caza.
Los de la Meleager, todavía confusos, dispararon otro cañonazo. Viendo cómo la situación se tornaba, se pusieron en fuga poco antes de las ocho de la mañana.
Dos horas más tarde, la Santa Brígida consiguió situarse a distancia de tiro con los cañones de caza, los de proa. La fragata española era rápida, incluso después de permitirse el lujo de arriar los sobrejuanetes para que el navío Asia, más lento, no se quedara demasiado atrás.
Este comportamiento de la Santa Brígida fue anotado por el capitán Ogle en su diario de navegación. El autor Rubén Vela y Cuadros lo señala de esta forma:
En este punto, uno se pregunta por qué el señor Pilón no entabló combate con el enemigo cuando estuvo a tiro de cañón, pues la Meleager era del porte de 32 cañones5 y de razón inferior a la Brígida; luego bien podría haberla entretenido hasta que llegase el navío Asia. Consideramos que, de haberse separado del navío demasiado, la fragata habría padecido seriamente por la dotación de leva, ignominiosa e inútil para el combate que llevaba a bordo.
El autor da con una de las claves de la marinería española de aquel periodo, donde había muchos buques armados e insuficientemente número de tripulantes de calidad para dotarlos, por lo que se recurrió a la siempre nefasta costumbre de sacar de los presidios a hombres para completar las tripulaciones.
Ya pasaba con la Escuadra de Operaciones de América del general Aristizábal, cuyos grumetes en su totalidad eran individuos de leva y sentenciados, sacados de presidios, cárceles y Arsenal de esta América. Estos tripulantes eran de mucha peor calidad que los venidos de España.
Por lo tanto, esperar la llegada del Asia era una buena opción para afrontar un combate con una fragata británica de guerra que, en el uno contra uno, llevaría todas las de ganar.
Viendo el capitán Ogle que los españoles se le aproximaban cada vez más, ordenó echar al agua sus tres embarcaciones menores y remolcar la fragata.
Además, se dispuso a aligerar la fragata todo lo que pudiera para librarse, sobre todo, del navío Asia, que ya estaba aproximándose.
Hasta el mediodía los buques españoles habían navegado más rápido que los británicos, pero a partir de ese momento, y aprovechando que el viento aumentaba algo más, la HMS Meleager comenzó a poner distancia de por medio, gracias también a todo lo que los británicos tiraron por la borda.
A saber:
Empezando por las tres embarcaciones menores, que eran pesadas y sólo con ello ya conseguían una considerable disminución de peso.
Seguidamente, una variopinta sucesión de objetos tales como: los pescantes de las mismas embarcaciones, gran cantidad de cordelería, calabrotes incluidos, velamen y mástiles de repuesto, anclotes, anclas de fondeo, boyas, mesas, remos, ganchos, abrazaderas y una buena cantidad de motonería.
Fueron al mar también la bitácora, útiles del contramaestre, del carpintero y la afiladora de armas blancas; cofres de pólvora y munición.
Y lo que más sintieron a bordo de la fragata británica: un barril de ron de más de quinientos litros, además de 180 botellas del mismo líquido. Si tiraron aquello nos podemos figurar el grado de urgencia que había en la Meleager.

El brigadier Montes, a bordo del Asia, especificaba un poco más el material echado por la borda:
Mr. Capel arrojó al mar 350 cajones de azogue de 1 ½ qq.l, 2 anclas con sus cables, toda la madera de respecto, 30 cañones y cuanto peso tenía sobre cubierta.
«Diario de la Navegación que ha emprendido el Brigadier de la Real Armada Don Francisco de Montes Comandante del Navío Asia, del Puerto de La Habana al de Veracruz y regreso de este a aquel por la Sonda de Campeche. Año de 1799». Rubén E. Vela y Cuadros.
Con respecto a la artillería, lo que más peso había en el interior de la fragata y que siempre era lo más indicado a la hora de zafarse de peso extra de la manera más rápida posible, el brigadier español Montes, como hemos visto, señala en su informe que los británicos sí llegaron a tirar hasta treinta piezas, indicando que estos se quedaron con sólo dos cañones de reserva.
Sin embargo, el capitán Ogle no menciona en su informe que se deshiciera de sus cañones y carronadas, lo cual parece ser cierto.
Es raro que este largara todos sus cañones y privarse así de una posible defensa en caso de que no hubieran podido alejarse de los españoles. Además, tirar toda esa cantidad de cañones habría desestabilizado la fragata hasta límites muy peligrosos.
El caso es que, ya más ligera que los españoles, la Meleager puso siete millas de distancia a las 16:15 horas, perdiéndose de vista de manera definitiva dos horas después.
Y así acabó la persecución. El brigadier Montes llegó a Veracruz el 23 de julio de 1799, donde el virrey escogió a la Santa Brígida y a la Tetis para llevar caudales a España6.
La fragata HMS Meleager, ya bajo el mando del capitán Thomas Bladen Capel no tuvo la suerte de su predecesor Ogle y al poco de tomar el mando de la misma, intentando seguir la fructífera campaña de apresamientos en la misma área del Golfo de México, la Meleager naufragó el 9 de junio de 1801 en la Sonda de Campeche, tras chocar con unos arrecifes. A pesar de todos los esfuerzos posibles por reflotarla, se perdió la fragata.
La dotación de la misma fue hecha prisionera en Veracruz7, siendo sus oficiales canjeados por oficiales españoles.
Notas
- El navío Asia llevaba 432 tripulantes y tenía 54 cañones disponibles (de 64). Suponemos que la exigua tripulación que llevaba obligó a desestimar algunas piezas. La Santa Brígida tenía 274 tripulantes y montaba 34 cañones y 10 obuses.
- El brigadier Francisco de Montes era el comandante del Asia y de la división.
- Sir Charles Ogle fue segundo Baronet y oficial de la Royal Navy. Nació en 1775 y alcanzó el rango de «Admiral of the Fleet» en 1857. Estuvo en las Guerras revolucionarias y napoleónicas en diversos mandos a bordo de todo tipo de buques de guerra. Murió en 1858.
- La Meleager tuvo una fructífera campaña en la zona del Golfo de México. Y es un buen ejemplo del daño que hicieron los buques de guerra y corsarios británicos al tráfico mercante español y francés. Sólo desde julio a octubre de 1799 la Meleager, en conjunción con la Greyhound, apresaron cinco mercantes españoles y uno holandés. Entre octubre de 1799 y febrero de 1800 la fragata británica apresó otros tres buques (uno francés, otro holandés y otro danés). Este número seguiría creciendo en los sucesivos meses, lo que da buena cuenta de la efectividad de las políticas depredatorias de la Royal Navy, además del buen hacer de su comandante Ogle y la fragata bajo su mando.
- La HMS Meleager disponía de 32 cañones nominales, repartidos de la siguiente forma: 26 cañones de 12 libras en su batería, cuatro cañones de 6 libras y cuatro carronadas de 18 libras en el alcázar, y dos cañones de 6 libras y dos carronadas de 18 libras en el castillo de proa. Este tipo de embarcaciones solía estar tripulada por unos 220 hombres. Fue botada en 1785 y pertenecía a la clase Amazon, de quinta categoría o rango.
- Ambas fragatas fueron apresadas por los británicos. La Brígida por tres fragatas británicas cerca de Muros, y la Tetis por una fragata pesada británica (HMS Ethalion). Al brigadier Montes se le echó en cara el por qué no cambió la tripulación de presos de aquella parte de América por marineros europeos en La Habana, sobre todo cuando la comisión de llevar caudales así lo aconsejaba por su importancia. Fue un mero rapapolvo sin más consecuencias, pues Montes quedó absuelto de cualquier responsabilidad.
- La gran cantidad de buques británicos de guerra por la zona, hizo que muchos acabaran naufragando debido a tempestades o mal conocimiento de accidentes geográficos, siendo muchas de sus dotaciones hechas prisioneras por los españoles. Estas fueron algunas de aquellos naufragios de esos años: entre otros, el bergantín HMS Amaranthe, en la costa de Florida (1799); la goleta HMS Fox, en el golfo de México (1799); el bergantín HMS Diligence, sobre la costa cubana (1800); la corbeta HMS La Legere, en Cartagena de Indias (1801), y las fragatas HMS Meleager y HMS Bonetta (esta en el archipiélago de los Jardines, en 1801). Todos estos buques naufragados perdieron, como decimos, a sus dotaciones a manos de los españoles, que siguiendo las normas establecidas procedieron a intercambiar los prisioneros. Basado en nota de «Divisiones de La Habana… «. Rubén E. Vela y Cuadros.
Fuente
- «Las divisiones de las escuadras de La Habana durante el conflicto anglo-español (1796-1801)». Revista de Historia Naval. Rubén E. Vela y Cuadros.