Por Carlos Parrilla
El navío San Telmo perdido entre los hielos de la Antártida, con la arboladura deshecha, las velas rifadas, sin gobierno y siendo remolcado por las lanchas hacia una desconocida tierra a proa.
El 11 de mayo de 1819 zarpa de Cádiz una división compuesta por las navíos de 74 cañones “San Telmo” (insignia y comandado por el Capitán de Navío Don Rosendo Porlier) y “Alejandro”, junto con la fragata “Prueba” de 34 cañones y la mercante “Mariana”. Su misión era reforzar a las tropas realistas contra los insurgentes en el Virreinato del Perú para intentar cortar las ansias de independencia en esas latitudes, aunque la cosa no iría bien.
Ya de camino el navío “Alejandro” tuvo que dar la vuelta y regresar para reparar, ya que debido a su lamentable estado corría peligro de irse a pique, este navío fue uno de los que se compró a Rusia un tiempo antes. Los tres barcos restantes continuaron hacia el Cabo de Hornos después de recalar en Río de Janeiro y Montevideo. Justo entonces la división es vapuleada por una tormenta tras otra haciendo que abata hacia el sur y siendo dispersada. El 2 de octubre la “Prueba” llega al Callao, y una semana después la “Mariana” tocaría puerto. El comandante de ésta informó que su último contacto con el “San Telmo” fue el 2 de septiembre, cuando lo vio sometido a un gran castigo por el temporal y empujado al sur sin gobierno. Esa fue la última noticia que se tuvo del navío y de sus desdichados 644 hombres a bordo.
Un año después, el británico William Smith a bordo del bergantín “Williams” informó del descubrimiento de los restos de un navío español de 74 cañones embarrancado en la isla de Rey Jorge, en las Sethland del Sur.
Si Don Rosendo Porlier y sus hombres hubiesen conseguido volver a puerto con su maltrecho navío habrían pasado a la Historia como los descubridores de la Antártida.
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