Por Carlos Parrilla
El navío Santa Ana siendo atoado por la fragata francesa “Thémis” rumbo a Cádiz después del combate de Trafalgar del 21 de octubre de 1805, desarbolado y su casco acribillado fue capturado por los ingleses después de su épico combate a tocapenoles contra el “Royal Sovereign” de Cuthbert Collingwood.
Su comandante Don José de Gardoqui, después de dos horas y media de constante cañoneo, tuvo que arriar su pabellón rodeado por varios navíos enemigos que le atacaban por todas partes, no sin antes haber dejado al navío de Collingwood en tan mal estado que el almirante inglés tuvo que transbordar su insignia a la fragata “Euryalus”. El propio Collingwood escribió que cuando se abarloó con el “Santa Ana” para combatirlo el navío español destacaba sobre su propio barco como un castillo, y es que los tres puentes españoles de la clase Romero de Landa eran auténticos gigantes.
El “Santa Ana” fue tomado por los ingleses pero al día siguiente la propia tripulación española se hizo con el control del navío reduciendo a la dotación de presa que intentaban marinarlo. Dos días después del combate y vapuleado por el temporal se le acercaron el navío Rayo y la fragata “Thémis”, que le tiró un cable dándole remolque hasta Cádiz. La propia tripulación del navío español montó unas bandolas como aparejo de fortuna para ayudar a la fragata en su pesada tarea.
Fue reparado en el arsenar de La Carraca quedando listo en diciembre del año siguiente. En 1808 no pudo participar en la captura de la flota francesa del almirante Rosilly en Cádiz por estar siendo carenado en firme. Viajó dos años después a La Habana en conserva del “Príncipe de Asturias” y el inglés “Implacable” donde permaneció hasta su hundimiento por falta de cuidados en 1816.
A la venta el libro de Carlos Parrilla «La Real Armada del siglo XVIII» con sus mejores pinturas. Infórmate aquí.