Por Yago Abilleira Crespo
Investigador naval
Carla Rahn Phillips, en su estupendo “El Tesoro del San José. Muerte en el mar durante la Guerra de Sucesión española” dice en la página 258 que el galeón San José llevaría, en monedas de oro y plata, casi 10 millones de pesos, “además de ciertos objetos de oro y plata y metal en bruto, perlas y piedras preciosas”.
Es muy complicado calcular el valor del resto, pero con los pesos es más fácil. Un peso es una moneda de plata de 27’44 gramos de plata de casi 931 milésimas, algo mayor y con más pureza que los duros de plata de nuestros abuelos.
Ojeando libros de numismática, vemos que un peso peruano (pues de allí venía el cargamento) de Felipe V en un buen estado de conservación vale 200 €. Como las monedas han estado sumergidas trescientos años se han deteriorado y han perdido parte de su peso, por la corrosión, lo que bajaría su valor.
Sin embargo, como seguramente se vendan con su certificado, estuchadas y con un bonito holograma 3D, podemos situar su precio en 300 € / moneda.
Obviamente las monedas de oro son mucho más valiosas y dispararían su precio por encima de los 1.800 €/moneda, aunque habrá pocas. También puede que alguna moneda de plata rara o escasa, que dispararía su valor.
Y aquí es donde los cazatesoros hacen las cuentas de la vieja, 10 millones de monedas, a 300 € la pieza son 3.000 millones de euros, como mínimo, pues habrá alguna moneda rara y de oro.
Pues no señores, pues no. Recordemos que Odyssey ya engañó con la valoración del cargamento de la Nuestra Señora de las Mercedes
En 1993 se encontró el bergantín El Cazador, naufragado en el Golfo de México en 1784 con un cargamento de 500.000 monedas de plata.
Pues bien, aún hoy es posible encontrar dineros de “El Cazador”. No han conseguido venderlas todas, pese a que fue en una época de bonanza económica. Se han gastado un dineral en Marketing para tratar de deshacerse de sus existencias y no lo han logrado.
Además, en aquel entonces los Museos acudían a las subastas de los cazatesoros, pero ya no (al menos tanto), y muchas de estas subastas han quedado desiertas (hay algún ejemplo). Es decir, que entre la crisis económica y que los Museos ya no compran piezas con esos orígenes, colocar en el mercado 10 millones de monedas es inviable.
Sigamos con las cuentas. Las monedas de plata precisan de una lenta (y cara) restauración, como bien saben en el ARQUA con el cargamento de la Nuestra Señora de las Mercedes.
Semejante proceso de restauración está fuera del alcance de cualquier empresa por lo que es muy probable que incluso vendan lotes de monedas sin restaurar, como ya se tiene hecho en otras ocasiones. Pero, lo más probable, es que sólo restauren unos pocos miles (los que crean que puedan vender).
¿Qué pasará con el resto? Lo más lógico sería aprovechar la plata que aún tienen, es decir, fundir casi todo en modernos lingotes. 10 millones de pesos son unas 255 toneladas de plata, a las que habrá que restar al menos un 10% perdido durante la corrosión, es decir, que habrá unas 230 toneladas de plata, que valdrán unos 162 millones de euros.
Ya no hablamos de los 3.000 millones si no del 5,4% de esa cuenta inicial. Aún así es dinero sí, pero hay que descontar lo que ya se ha gastado en buscar al San José, lo que habrá que gastar en juicios (SSA, posibles herederos y terceras partes), lo que costará extraer todo eso, así como su transporte (con escolta armada) refinamiento (para limpiar las impurezas y concreciones) y fundición… puede que aún quede algo de beneficio pero no parece que vaya a ser gran cosa…
Ya que hemos tratado el tema del cargamento principal, vayamos pues al secundario, los lingotes, las perlas y las piedras preciosas.
Sobre los lingotes de plata hay que ser muy cautos, pues ya no se trata de los grandes lingotes con bellas inscripciones como los del Atocha, expuestos en varios museos y orgullo de aquellas personas que tienen uno.
Sin embargo, buscando piezas contemporáneas, como las de la Flota hundida en Florida en 1715 o la destruida en Vigo en 1702, vemos que ahora los lingotes iban de contrabando ocultos en la mercancía y son pequeños y sin sellos ni marcas.
Se trata de algo así como de gruesos discos, similares a tartas redondas, o trozos de dichos discos (que recuerdan a trozos de tarta, o cuñas de queso) que nadie querría exponer. Su valor económico es muy bajo y parece lógico que, al igual que las monedas, usarlo para fundición.
En cuanto a la tan cacareada carga de esmeraldas que pudiera llevar el San José, hay que tener en cuenta que el buque explotó, por lo que posible que las haya dispersado por el fondo del mar, lo que implicaría remover toneladas de arena (a 300 metros de profundidad) buscando piezas del tamaño de guisantes o habichuelas.
Es un canto del cisne, hábilmente empleado por los cazatesoros. Los sucesores de Mel Fisher, por ejemplo, siguen asegurando que aún faltan miles de esmeraldas por recuperar del Atocha, y te ofrecen la posibilidad de buscarlas, pagando claro está, bien sea buceando o filtrando arena a bordo, no es broma.
A veces aparece alguna pieza, lo que los cazatesoros usan para reafirmar sus teorías y lograr a más buscadores (que pagan por buscar). Lo malo del San José es que reposa a demasiada profundidad como para llevar a ricos aventureros, por lo que la rentabilidad de las piedras preciosas queda muy en entredicho.
Con las perlas ocurre algo similar que con las esmeraldas, que son muy pequeñas y hay que buscarlas. Además, les afecta más la oxidación de las piezas de hierro con las pudiera contactar y su precio es mucho menor.
Un aspecto que nadie ha comentado es el valor de los cañones. Carla Rahn Phillips asegura que llevaba que llevaba 62 cañones de bronce y dos morteros del mismo metal. La artillería de bronce es muy valiosa, y los coleccionistas la pagan bien, pero hay que ser cautos.
El barco había zarpado de España en 1706, posiblemente el momento en el que peor estaba la Armada Española, por lo parece que estaría armado con piezas pequeñas, menos “interesantes” que las grandes. También llevaba 69 cañones de hierro en la bodega, a modo de lastre, seguramente piezas ya inútiles, siendo nulo su valor actual a semejante profundidad.
Así pues, parece razonable tasar la carga del San José en unos 170 millones de euros. Hay que tener muy en cuenta los enormes gastos que supone trabajar a gran profundidad y la lentitud del ritmo de tales trabajos, los pleitos que le van a caer a Colombia por realizar una actividad con ánimo de lucro sobre Patrimonio, y lo que ya se ha gastado del erario público en los pleitos anteriores, cambios legislativos y la prospección del buque militar ARC Malpelo que permitió identificar los restos del San José.
Resulta evidente que estamos ante una pésima iniciativa económica. La única opción posible es una excavación científica donde no haya ánimo de lucro.
Además, podría recuperarse la inversión por medio de la venta de libros, documentales y demás artículos (no antiguos) como réplicas de monedas o así y, por supuesto, por los Museos, ya no sólo por el precio de las entradas, si no por todo lo que implica un gran número de visitantes a su alrededor.
Tampoco habría que extraer todo el galeón, pues está en auge el tema de los submarinos turísticos, y habría que ver la posibilidad de ofrecer visitas submarinas al naufragio.
Si nos ceñimos a lo económico, vemos que resulta más rentable una excavación científica que una operación comercial.