Mil cuatrocientos noventa y dos (pintura)

Por Carlos Parrilla

Pintura mil cuatrocientos noventa y dos, de Carlos Parrilla

Impulsadas por los vientos alisios tres naves castellanas comandadas por Cristóbal Colón avanzan en medio del piélago con destino a los míticos imperios de Catay y Zipango, es decir China y Japón.

Después de haber hecho aguada, reponer víveres y hacer alguna reparación en Canarias la expedición colombina se adentró en la mar incógnita, el océano Atlántico, aguas en las que supuestamente esperaban monstruos inimaginables para engullir a quien osara violarlas.

Las carabelas Pinta y Niña y la nao Santa María navegaron hacia el Oeste con la esperanza de tocar tierra en el continente asiático en unas pocas semanas, los cálculos del almirante así lo aseveraban, pero se equivocaba, lo que se encontró fue un continente a mitad de camino, un camino mucho más largo de lo calculado, y que cambiaría la Historia de Occidente y del mundo.

Así sucedió según las crónicas o ¿tenía Cristóbal Colón alguna otra información que sus contemporáneos desconocían?

Zarparon de Palos de la Frontera el 3 de agosto de 1492 y después de dos meses y nueve días de singladura, el 12 de octubre tocaron tierra en la isla de Guanahani a la que Colón dio el nombre de San Salvador, en las islas Lucayas. 

Sucedía que el flujo de las especias y otras mercancías desde Asia se había visto interrumpido por la expansión del Imperio Otomano en Medio Oriente, para sortear este problema fueron primero los portugueses los que decidieron navegar hacia el Sur siguiendo las costas de África para dar la vuelta al continente negro y alcanzar así las islas Molucas, de manera que los españoles tuvieron que afrontar el único camino que otomanos y lusos les dejaron, adentrarse en un océano hasta aquel entonces desconocido.

En primer término vemos a la Santa María de Cristóbal Colón, a la derecha de la imagen la Pinta, comandada por Martín Alonso Pinzón, y a la izquierda más alejada y medio tapada por el oleaje la Niña de Vicente Yáñez Pinzón.

Este viaje junto con la vuelta al mundo de Juan Sebastián Elcano en su nao Victoria pueden considerarse los más importantes y transcendentales de la Historia de la navegación mundial, ambos protagonizados por España, no podía ser de otra manera.

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