Parte de campaña del navío San Ildefonso en la Batalla de Trafalgar

Por Juan García (Todo a Babor)

Este especial se compone de los siguientes artículos:
¿Cómo se llegó? | Antecedentes | Antes de la batalla | Escuadra británica | Escuadra combinada | Columna de Nelson | Columna de Collingwood | Tras la batalla | Epílogo | ¿Por qué se perdió la batalla?

Navío San Ildefonso. Parte de su Comandante don José de Vargas

Don José de Vargas y Varáez, Brigadier de la Real Armada y Comandante que fue del navío de Su Majestad nombrado «San Ildefonso», da parte al Excmo. Sr. D. Federico Gravina, Comandante General de las Fuerzas Navales del Océano, de lo ocurrido en mi buque en el combate de 21 de octubre contra la escuadra inglesa al mando del Almirante Nelson.

A las doce y tres cuartos de la mañana del citado día me atacó un navío inglés a tiro de fusil, que después se estrechó más, prolongándose desde el portalón para proa por la banda de babor, llevando la escuadra esta mura y siendo el viento al SSO.; después me atacó otro navío por la aleta de la misma banda, a tiro de pistola.

A las doce y media, hallándome batiendo con estos dos buques, fui herido de astillazo en el brazo izquierdo y contuso bajo la tetilla del mismo lado, lo que me obligó a retirarme del puesto, dejando el mando al Segundo Comandante D. Anselmo Comendio.

El navío HMS Defence remolcando al navío español San Ildefonso, apresado durante la batalla de Trafalgar.
El navío HMS Defence remolcando al navío español San Ildefonso, apresado durante la batalla de Trafalgar. Imagen de «The Naval Chronicle».

Hallándome en la enfermería me avisó el Segundo Comandante que el primer navío enemigo que atacó se había separado del combate. Mi respuesta fué quedar enterado de ello y que siguiese en combate con ardor, y que si la suerte de él fuese desgraciada, no arriase la bandera hasta el último extremo.

= A las cuatro y cuarto de la tarde me avisó el Segundo Comandante de que el navío se hallaba desarbolado de todos sus palos excepto el trinquete, que estaba para sucederle lo mismo, con muchos muertos y heridos y muchos balazos a flor de agua, por cuyo motivo se hallaban armadas las cuatro bombas, las que apenas podrían achicar el agua que se introducía, y que si se seguía el combate era indispensable nos fuésemos a pique, a lo que les contesté que respecto a las circunstancias que me exponían y no tener gente para poder servir las baterías ni esperanzas de poder ser sostenido por ningún navío de la escuadra, arriase la bandera para evitar el sacrificio de una tripulación que había cumplido con su deber sosteniendo un combate de cuatro horas y tres cuartos contra dos navíos enemigos a una distancia tan corta como ya he expresado, y por último un tercero que entró de refresco, que fue el que me obligó a rendir, nombrado el Defensa, su capitán Jorge Hope, cuya rendición quedó verificada a las cuatro y media.

Después de concluido el combate y rendido el navío, mandé al Segundo Comandante me pasara un parte oficial de las ocurrencias y circunstancias que había habido durante él, el que me pasó como a continuación se expresa:

En cumplimiento de la orden de V. E. de participarle por escrito las ocurrencias del combate del 21 del presente, después que V. S. se vio en la dura precisión de retirarse a causa de su herida, debo decirle: Que los dos navíos que a su retirada batían a éste a tiro de pistola, conservaron su posición hasta la una y media de la tarde, a cuya hora fueron relevados por otros dos, los cuales me destruyeron considerablemente el aparejo e introdujeron muchas balas a lumbre del agua, obligándome a poner en su uso las bombas, y me metieron dentro muchos tacos encendidos, por los cuales se prendió fuego en el alcázar y toldilla, cuya extinción la conseguí con mucho trabajo. Desarbolé del palo de trinquete a uno de estos dos navíos que me causaron tantas averías, y se retiraron del combate; a las tres de la tarde, viendo que se dirigía para mí el navío Defensa, que aun no había combatido, situándose por mi aleta de estribor con un fuego muy vivo y sostenido, concluyó la obra que tanto avanzaron los cuatro anteriores, acabando de desarbolarme, matándome e hiriéndome mucha gente, incluso al Comandante de la primera batería D. Agustín Monzón y el de Fragata D. José Roso, y herido el Teniente de Fragata D. Domingo Monteverde, Comandante de la segunda batería, y el Alférez de la misma clase D. Gabriel de Pasos, destinado en el castillo; en esta situación di a V. S. aviso por mi Ayudante D. Benito Garisoaín a las cuatro y cuarto de la tarde, quien me trajo la respuesta que V. S. se hallaba muy cerciorado del modo de conducirme, y que hiciese lo que me pareciese más conveniente sobre arriar o no la bandera, pero que siempre se tratara de sostener hasta el último extremo el honor de la bandera.

Últimamente, introduciéndome en el codaste de este navío y costados tantos balazos a la lumbre del agua, en términos que las, cuatro bombas no eran suficientes para extraer la que hacía el navío, volví a dar aviso a. V. S. con el citado Ayudante, a las cuatro y cuarto de la tarde, de la situación en que me hallaba y de que ya no quedaba otra defensa contra el enemigo si no es la de dejarme ir a pique, a fin de que éste no se aprovechase del buque, pues que el situado a mi mura de estribor no me permitía dirigirle tiro alguno, por estar hecho una boya. Volvió el Ayudante con la respuesta de V. S. previniéndome arriase la bandera, lo que ejecuté a las cuatro y media de la tarde en punto.

Arrojé al mar los pliegos reservados, y sin la menor dilación me condujeron al navío Defensa, cuyo Capitán me hizo volver a bordo de mi navío antes de medio hora, diciéndome que éste hacia demasiada agua y que era preciso que yo hiciese trabajar a mi gente si queríamos salvar nuestras vidas. = A mi regreso del Defensa pasé a la enfermería a informar a V. S. verbalmente de lo que llevo expresado, y sólo me resta exponer a V. S. los individuos que más se han distinguido en el combate, así por su serenidad como por su actividad en las maniobras y en los varios incidentes que han ocurrido: Teniente de Navío y Comandante de la primera batería D. Agustín Monzón, herido mortalmente a las tres y media de la tarde; ídem Comandante del castillo D. Juan José Murrieta, observé su mucha actividad y serenidad en las maniobras; ídem de Fragata y Comandante de la segunda batería D. Domingo Monteverde, herido a las tres y tres cuartos de la tarde, tuve que mandar personalmente a ese Oficial a se retirase a la enfermería, pues que sus deseos de sacrificarse no le permitían abandonar la batería aun con la justa causa de hallarse herido; ídem Segundo de la primera batería D. José Roso, muerto en el acto a las tres y media de la tarde; Alférez de Navío Comandante de la batería de la alcázar D. Miguel Merlos e ídem Oficial de señales y maniobras D. Benito Garisoaín, estos dos Oficiales se distinguieron particularmente así en extinguir el fuego de toldillo y alcázar como en las varias comisiones que en el curso del combate puse a su cargo; Alférez de Fragata destinado en el castillo D. Gabriel Pasos, herido a las tres de la tarde, después de haberse sostenido hasta aquella hora con la debida y natural serenidad; Guardia Marina destinado en la Banda D. Juan Vigoder, este joven dio pruebas de valor natural y afección nacional por el sentimiento que causó en él la orden de arriar la bandera; Sargento primero de Marina destinado a la bandera Carlos Calafat, Sargento segundo de Marina destinado en el castillo Pablo Morillo, otro ídem ídem Domingo González, Segundo Contramaestre patrón de lancha Manuel Pardo, estos cuatro individuos contrajeron un particular mérito y son acreedores a cualquier gracia; Primer Contramaestre Antonio Sánchez, herido en medio del combate.

A bordo del navío Ildefonso, 25 de octubre de 1805. Anselmo de Gomendio.

Sr. D. José de Vargas Varáez.

NOTA. — Cuando en el principio de mi parte digo que el navío inglés el Defensa fue el tercero que entró a batirse, he padecido equivocación, pues antes de él entraron otros dos, como expresa el parte del Segundo Comandante, D. Anselmo de Comendio, cuyo Oficial, por sus conocimientos, valor y serenidad en los mayores apuros lo considero acreedor a las gracias que Su Majestad se digne concederle, a quien espero lo recomiende V. E. como se merece.

Cádiz, 4 de noviembre de 1805.

José de Vargas y Varáez.

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