Epílogo y anexos de la batalla de Trafalgar

Por Juan García (Todo a Babor)

Este especial se compone de los siguientes artículos:
¿Cómo se llegó? | Antecedentes | Antes de la batalla | Escuadra británica | Escuadra combinada | Columna de Nelson | Columna de Collingwood | Tras la batalla | Epílogo | ¿Por qué se perdió la batalla?

Los días posteriores a la Batalla de Trafalgar

Tras la batalla, los barcos apresados vagaban en un mar que se revolvía peligrosamente.

Cuando el Algésiras se separó del Tonnant, debido a la imposibilidad de este de remolcarlo con tal adversidad meteorológica, la situación del Teniente Bennett, el oficial británico que formaba parte de la tripulación de presa británica y su pequeño destacamento, estaba en una situación en extremo crítica.

El navío había perdido todos sus mástiles y su casco había sido muy castigado por los disparos. Pero, hasta ahora por suerte, ningún agujero estaba por debajo de la línea de flotación.

De sus anclas sólo dos permanecían en su sitio: una de estas fue destrozada en su caña, y la otra desapareció debido a un cañonazo. A bordo del Algésiras en ese momento, incluyendo 40 o 50 heridos, había un total de aproximadamente 600 franceses controlados por 50 británicos.

Los prisioneros fueron recluidos en las cubiertas inferiores y las escotillas fueron aseguradas. Entonces, los británicos se dieron cuenta de que era imposible tener hombres vigilando las escotillas, otros maniobrando el buque e intentar gobernarlo.

Tampoco había ninguna posibilidad de ponerse a remolque de algún otro navío británico, ya que los pocos que estaban cerca tenían el mismo aspecto de penuria que el barco capturado en el que iban.

Navío hundido en la batalla de Trafalgar
Destrucción por fuego del navío de 74 cañones ‘Achille’ al final de la Batalla de Trafalgar. Pintura de Richard Brydges Beechey (1808–1895). The Box, Plymouth. El hundimiento de este navío francés marcó el final de la batalla y el presagio de que no sería el último en acabar bajo las aguas gaditanas.

En este estado pasaron la ventosa noche del 21; y la mañana del 22 el Algésiras se encontraba ya muy separado de la flota británica, e iba a la deriva hacia la rocosa orilla, al norte de Cabo Trafalgar.

Sobre la tarde de aquel día, a sólo tres millas del punto donde el Fougueux se estrellaba a pedazos, el Teniente Bennett ordenó abrir las escotillas, y permitir a la tripulación francesa tener la oportunidad de salvar las vidas de las 650 almas de cuya existencia estaban ahora en juego.

La tripulación francesa se precipitó sobre la cubierta, y después de echar a un lado al Teniente Bennett y su destacamento, comenzaron a improvisar un aparejo de emergencia. Con la ayuda de este aparejo, el Algésiras viró hacia el norte, y con rumbo a la ciudad de Cádiz, que se divisaba a lo lejos. El navío, sin embargo, todavía continuaba en un estado inmanejable, debido a la fuerza del viento.

Pero al final el Algésiras alcanzó Cádiz; y permitieron al Teniente Bennett y a sus 49 compañeros volver con sus compatriotas en una de las dos fragatas francesas que, con el permiso del Vicealmirante Collingwood, transportaron al gobernador de Andalucía, Marqués de Solano, que con una bandera de tregua fue a recibir sobre las condiciones habituales, a los españoles heridos encontrados a bordo de los barcos apresados.

A cambio de esta cortesía, el gobernador español ofreció el empleo de los hospitales de Cádiz para los británicos heridos, y prometió por el honor de España que serían asistidos como si de españoles se tratase.

El Bucentaure, otro casco desarbolado, teniendo a bordo al Teniente Richard Spear y un destacamento de hombres del Conqueror, quienes ante la severidad del viento fuerte, hicieron una vana tentativa para tomarlo a remolque, fueron a la deriva hacia la orilla, y obligatoriamente anclaron cerca del castillo de San Sebastián.

Mapa con la ubicación de los naufragios tras la batalla de Trafalgar.
Gráfico con las posiciones aproximadas de los navíos naufragados entre los días 22 y 27 de octubre a consecuencia del temporal y mal estado en que se encontraban dichos buques. Ilustración de Todo a babor.

Al día siguiente, el 22, el Bucentaure naufragó cerca de Puerques; pero su tripulación, o la mayor parte, fue salvada, incluyendo a los británicos.

Estos fueron salvados de la ruina por los botes de una de las fragatas francesas; y al contrario de lo que publicó el periódico «Crónica de Gibraltar», del 9 de noviembre de ese año, y que contiene un largo párrafo contando el abuso «de los cobardes franceses de la tripulación infame y cobarde de la fragata», por el presunto maltrato a los británicos salvados del Bucentaure, estos, según su propio reconocimiento, fueron tratados con humanidad y bondad.

Lamentablemente, los biógrafos de la Vida de Nelson, con una prisa imprudente y poco informados, habían copiado en sus páginas esta horrorosa falsedad y tuvieron que transcurrir muchos años hasta que salió a la luz la verdad.

El viento del noroeste, que sopló la mañana del 23, fue el acicate para dejar su anclaje en la bahía o la entrada del puerto externo de Cádiz, del Capitán Cosmao-Kerjulien, el oficial de mayor antigüedad en el puerto, de varios navíos aliados para intentar represar más navíos capturados, con el Pluton en un estado no muy halagüeño pero que podría soportar la nueva travesía, además del Indomptable, el NeptuneRayo, y San Francisco de Asís, las cinco fragatas, y los dos bergantines, pudieron salir de nuevo.

Es dudoso que los navíos estuvieran en condiciones para tal tarea, al igual que el Heros y Montañés que no pudieron salir tampoco, y también el Príncipe de Asturias y el San Leandro que habían tenido que desarbolar sus maltrechos palos, después del anclaje en la noche del 21, para evitar que se cayesen en cubierta, aunque en el caso del tres puentes no se pudo evitar esto.

Tampoco el General Gravina, como el Vicealmirante Collingwood había supuesto, pudo mandar la escuadrilla de rescate, ya que sufría los dolores de una herida mortal y se encontraba medio inconsciente.

Rápidamente se hicieron a la mar los cinco navíos de línea, cinco fragatas y dos bergantines mencionados, pero el viento había cambiado al sudoeste desde el oeste, y soplaba con una violencia extrema, levantando tales olas, que la mayor parte de las capturas británicas rompieron sus cables de remolque, y se encontraban a la deriva.

Ante la escuadrilla franco española que hacía su presencia al mediodía, los británicos formaron una línea de batalla a las 3 de la tarde con 10 navíos, entre ellos algunos barcos capturados.

Las probabilidades estaban esta vez a favor de los aliados, que contaban además con el barlovento; pero sus fragatas pronto efectuaron el objetivo principal de la misión: represaron al Santa Ana, cuya tripulación se había rebelado al ver que la escuadrilla se acercaba, y el Neptuno (el español), aunque sólo el Santa Ana llegaría a puerto ya que el Neptuno terminaría naufragando, aunque la tripulación fue salvada.

Pintura naval "De vuelta a casa", de Carlos Parrilla
«De vuelta a casa». Pintura de Carlos Parrilla sobre la represa del navío Santa Ana, en esta ocasión siendo remolcado por la fragata francesa Themis.

El recobro de las dos presas españolas no fue, sin embargo, cosa fácil. Sobre el 24 el navío francés de 80 cañones Indomptable naufragó cerca de la ciudad de Lista, situado sobre el punto noroeste de la bahía de Cádiz.

Lamentablemente, el Indomptable tenía a bordo, además de su propia tripulación, los supervivientes de la tripulación del Bucentaure, que ascendían a casi 500 hombres; y que hacían un total de 1.100 o 1.200 almas, de quien no más de 100 fueron salvados.

El San Francisco de Asis cortó sus cables, y se precipitó hacia la orilla en la bahía de Cádiz, cerca de la Fortaleza Santa Catalina. Su tripulación, excepto una veintena de hombres, fue salvada.

El Rayo de 100 cañones, un tres puentes de la escuadrilla de Cosmao, incapaz de entrar en la bahía de Cádiz, quedó varado cerca de San Lúcar, una ciudad en la boca del río Guadalquivir, al noroeste de Lista. Allí el Rayo pronto perdió sus mástiles, que antes habían sido tocados por los disparos.

El Leviathan, con permiso obtenido del comandante en jefe, se destacó para intentar recobrar los barcos apresados que andaban todavía a la deriva.

Sobre el 24, al amanecer, pasando cerca del Monarca, el Leviathan descubrió al Rayo, con las banderas españolas ondeando, todavía varado en los bajíos de San Lúcar y con los palos estorbando sus baterías. En ese momento el navío de 74 cañones Donegal, bajo el mando del Capitán Pulteney, que había salido de Gibraltar, pasaba cerca del sur, con una brisa moderada del noroeste por el norte, y se dirigía directo hacia el tres puentes español.

Aproximadamente a las 10 de la mañana el Monarca estaba a poco más de una milla del Rayo, quien se encontraba a una distancia igual del Donegal y el Leviathan, éste último disparó tiros de advertencia al Monarca, para obligarle echar el ancla.

El disparo cayó a medio camino entre el Monarca y el Rayo, y éste, creyendo probablemente que los disparos eran con él y sin ninguna posibilidad de responder al fuego dado su inerte posición, arrió la bandera, y fue tomado en posesión por el Donegal; quien ancló junto a él y transbordó a la tripulación.

Mientras tanto, el Leviathan siguió hacia el Monarca, y nada más abordarlo, encontró que estaba en tan mal estado que se estaba prácticamente yendo a pique. El capitán Bayntun, tan rápidamente como le fue posible, salvó a todos los británicos que iban a bordo y a los españoles.

Tras salvar a la tripulación se cortaron los cables de remolque y el Monarca se precipitó a la orilla. Un destino similar, un día o dos después, asistió al Rayo; y de los 107 británicos que se encontraban a bordo procedentes del Donegal, y que trataban de gobernarlo, 25 se ahogaron. El resto fueron hechos prisioneros por los españoles cuando se estrelló en la orilla.

Marineros españoles naufragados en la batalla de Trafalgar
Marineros españoles naufragados tras la Batalla de Trafalgar, 1805. 1862. Óleo de Francisco Sans Cabot (1834-1881). Palacio del Senado de Madrid. Parte de la tripulación del naufragio del navío español Neptuno refugiada en las rocas del Castillo de Santa Catalina. Aunque este navío fue capturado por los ingleses pudo ser represado, aunque las duras condiciones meteorológicas, unido al mal estado del buque hizo que naufragara. La mayor parte de la tripulación al menos pudo salvarse.

La suposición por parte de los británicos que la escuadrilla hispano francesa, que había salido de Cádiz el 22, consistía en 10 navíos de línea, en vez de cinco como eran en realidad, fue la razón de que los navíos británicos soltaran sus capturas y las dejaran a la deriva para poder formar una línea de batalla.

Al menos esta es la versión británica, es decir, unos marinos que se presuponían tan avezados habían confundido a las fragatas francesas con navíos. Algo realmente poco creíble. Es posible que Collingwood creyese innecesario hacer frente a los franco-españoles por intentar salvar unos pocos barcos apresados en mal estado y arriesgar en ello alguno de sus buques y estropear su actuación en la batalla, por ello sería mejor indicar al Almirantazgo británico que eran diez, y no cinco, los navíos enemigos que se aproximaban, para que no le culparan de huir ante fuerzas menores.

El Vicealmirante Collingwood se decidió entonces a destruir los barcos apresados que estuvieran en mal estado, y así evitar su posible represa.

En consecuencia el Santísima Trinidad fue desalojado, ya que se hundía irremediablemente, aunque los británicos hicieron todo lo posible por evitarlo ya que era una magnifica presa, y a pesar de que los botes del Neptune y del Prince, que hicieron todo lo posible por salvar a toda la dotación del barco español, al menos 28 heridos que se encontraban en la bodega no pudieron salvarse, aunque algunas fuentes hablan de cerca de 80.

El viento fuerte del sudoeste que aumentaba cada vez con más violencia, obligó a esperar varios días para recoger y anclar los barcos restantes para prepararlos para la destrucción. No obstante a pesar del esfuerzo por parte del Defiance, el Aigle se fue a la deriva en la bahía de Cádiz en la noche del 25, y quedó varado en del Puerto Santa María.

Navíos a la deriva tras la batalla de Trafalgar
La batalla de Trafalgar, 21 de octubre de 1805: final de la batalla. Thomas Buttersworth (1768–1842). National Maritime Museum, Londres.

Las pocas capturas restantes quedaron varadas entre Cádiz y aproximadamente seis leguas al oeste de San Lúcar; y el 28 la mayor parte de la flota británica se ponía al resguardo al noroeste de aquella localidad, el Royal Sovereing sin palos excepto el mayor y mesana, y el Mars también con los mismos palos, había perdido su trinquete en el temporal.

Entre el 28 y 30 el Intrépide fue quemado por el Britannia, y el San Agustín por el Leviathan y el Orion; y el Argonauta fue hundido por el Ayax.

Otro de los navíos desmantelados, el Berwick, después de haber varado, naufragó completamente en San Lúcar, debido al comportamiento frenético de una parte de los prisioneros quienes cortaron los cables creyéndose a salvo cerca de la costa.

El Donegal, que estaba cerca, cortó su cable y se dirigió hacia el Berwick, que iba a la deriva, enviaron sus botes para salvar a la gente. Este noble proceder del Capitán Pulteney fue en parte recompensado, ya que pudieron salvar al menos a 200 hombres.

A Gibraltar pudieron llegar sólamente tres navíos apresados. El Defence, acompañado por su captura, el San Ildefonso, anclaba por la tarde. El Swiftsure, que con la ayuda dada por el Donegal y el Phoebe, también fue salvado. Y el San Juan Nepomuceno, que mandara el malogrado Churruca, que llegó en un estado muy lamentable.

En muchas fuentes se da también como navío capturado que regresó a Gibraltar al Bahama, pero si bien es cierto que fue apresado en la batalla, debido a la tempestad la tripulación española recobró el control del buque, siendo posteriormente evacuado por el Dreadnought todos los tripulantes ingleses y españoles, excepto los heridos que no dio tiempo.

El Bahama continuó su errática singladura hasta el día 30, en el que embarrancó en la desembocadura del Guadalquivir, siendo socorridos los heridos que quedaban por pescadores de la zona, que intentaron a su vez quemar el buque. Pero una fragata inglesa apareció, y los pescadores sólo pudieron cortar el cable.

La fragata debió hacerse de nuevo con el navío y llevarlo a Gibraltar, aunque otras fuentes aseguran que el buque se fue a pique antes de llegar. Es posible que ante las pírricas capturas que pudieron llevar a Gibraltar a los ingleses les convenía añadirlo a la cuenta.

Primeros restos encontrados de los naufragios

En las playas de Chipiona a Rota hay y se está recolectando una gran porción de remos y pertrechos de artillería, la mayor parte en buen estado de servicio. = En la costa de Castilla, cuatro pedazos de un costado del navío Trinidad, pintados a fajas encarnadas y negras, desde el plan de la segunda batería hasta la cuarta, y en ellos de dieciocho a veinte cañones embragados; dichos pedazos, varados en tierra donde la mar no puede llevarlos. En la misma costa, entre la Torre de San Jacinto y Salabar, un palo de trinquete del navío francés el Redontable, con su verga y mastelero en muy mal estado. = En dicha costa existe mucha madera y pertrechos de artillería de útil aplicación. = Entre la Torre de Salabar y Carboneros se hallan el navío Berwick, totalmente a pique; el Rayo, varado y anegado; la gente salvada de él dice estar abierto, y tiene arbolado el palo de trinquete. Entre la de la Higuerita y el Espirillo, distante de seis a siete leguas de este puerto, está el navío Monarca casi totalmente tumbado sobre la banda de babor; a este buque se le han muerto a bordo la mayor parte de sus heridos de necesidad, por no habérseles podido dar auxilio hasta ayer, que fue cuando salieron las barcas de aquí y pudieron atracar a dicho buque. = Del navío Bahama al presente ignoro su situación; pero las barcas de este puerto han atracado ya a él, han echado doscientos hombres en tierra en la costa y cargadas de nuevo se han dirigido a Huelva, por no poder venir para acá, y estar allí más en disposición de seguir socorriendo al mismo navío.

Sanlúcar de Barrameda, 30 de octubre de 1805. = Atienza (rubricado).

Noticia del estado en que se hallan los buques de la escuadra combinada del mando del vicealmirante Villeneuve y del Teniente General D. Federico Gravina de resulta del combate último y del temporal que siguió

NAVÍOS ESPAÑOLES: Príncipe de Asturias. Está en puerto con sólo el palo de trinquete, que se le está cayendo, y todo el casco en malísimo estado. = Montañés. En puerto con sólo un cable y sin el palo de mesana; todo él en mal estado. = San Leandro. Idem con solo trinquete y mejor fondeado. = San Justo. Entró con algunas averías, pero con su arboladura; su inmediación a varar le obligó a picar los palos mayor y mesana el 26. = Santa Ana. Está sobre tres ayustes a la boca del Canal, sin palo alguno, en mal estado, con sus bandolas armadas para aprovechar la primera ocasión de entrar. Este buque fue marinado por los enemigos, pero aconchado en el saco y al abrigo de la división que salió el 22, lo abandonaron los apresores. = Neptuno. En el mismo caso y circunstancias que el anterior, pero haciendo mucha agua, y habiéndole faltado sus amarras, se estrelló la noche del 23 en la costa de Santa Catalina, salvándose su gente. = San Francisco de Asís. Entró el 21 con muchas averías, pero la noche del 23, por falta de amarras se estrelló más al O. del anterior y se ha salvado su gente. = Rayo. Entrado el 21 en la noche, salió la tarde del 23 entre los que se movieron para represar el Santa Ana y Neptuno, pero no alcanzó a fondear en la noche, y al amanecer del 24 se vio a cinco leguas con sólo el palo de trinquete, fondeado en el placer y en su inmediación dos enemigos, y desde el 26 no se ve. = Bahama, San Ildefonso y San Juan Nepomuceno. Se han reconocido remolcados por barcos ingleses. = Monarca. Perdido en arenas gordas. = Trinidad, Agustín y Argonauta. Parece se hallan apresados, aunque no se tiene noticia de ellos. = Por extraordinario recibido esta tarde del Comandante Militar de Sanlúcar, me da cuenta de hallarse varados y perdidos en la costa de Poniente, que llaman de Canilla, los navíos españoles Monarca y Rayo y el francés Berwick.

NAVÍOS FRANCESES: Pluton, Neptuno y Héroe. En puerto en estado de incapacidad para salir por ahora. = Argonauta. Con sólo el trinquete, en peligro sobre Rota, aunque confiado en buen cable. = Indomptable. Entró en la noche del 21 con muchas averías, incluso la del timón, y así se aguantaba en Canal hasta que en la noche del 25, falto de amarras y de gobierno, aunque se puso a la vela se abrió en el Diamante y Galera, y en el modo que llegó a la playa sólo se han salvado doscientos cincuenta y cuatro hombres. = Aguila. El 25 amaneció fondeado en la costa del S., sobre Torregorda, desarbolado y pidiendo socorro. El 25, aprovechando una turbonada del S., pasó en bandolas a la boca de la bahía; pero en la noche, por falta de su amarra, fue a varar al placer de las Arenas de la costa del N., de donde al calmar el viento puede salvarse; habiéndose por ahora abandonado por los franceses. = Algeciras. Todo desarbolado y en mal estado, se halla en puerto; fue marinado por los enemigos, pero empeñado la noche del 21 a la entrada, se levantó la gente, y después de capitular con los apresadores, se aseguraron. = Bucentaure. Llegó en mal estado y fondeó en tan mal punto en el bajo de la Nao, junto a la Caleta, que apenas dio lugar a salvar la gente y algunos equipajes, yéndose luego a pique; había sido marinado y represado como el anterior. = Aquiles. Incendiado la tarde del combate, voló a las seis. = Fogoso. Hay varios que aseguran haberse ido a pique en la acción. = Montblanc. Por diecisiete náufragos se sabe se estrelló en la costa del Santi Petri; su Comandante, M. Le Villegris, parece ser uno de los cadáveres que se han visto en la la playa. = Intrépido, Redoutable, Dugaitrourn, Formidable, Scipion, Berwick y Sewitf-Sure. No se tiene aún noticias de ellos. = NOTA. Las cinco fragatas y dos bergantines están salvos en puerto.

Cádiz, 29 de octubre de 1805.=Antonio de Escaño (rubricado).

La ayuda del pueblo de Cádiz

Las fuerzas sutiles del Departamento de Cádiz, y el propio pueblo, se desvivieron en el rescate de los supervivientes de las tres escuadras.

En cuanto se supo la magnitud del desastre se puso en marcha el operativo de rescate, utilizando cuanta embarcación hubiera disponible, preferentemente lanchas y balandras, que con el terrible tiempo y estado de la mar se arriesgaron, en algunos casos hasta el final, sus propias vidas.

Se estima que la cifra de desaparecidos entre estas fuerzas (militares principalmente) fue de doscientas personas, al zozobrar alguna de estas frágiles embarcaciones, debido a lo complicado del rescate en un mar tan embravecido.

El pueblo de Cádiz se volcó con los náufragos que iban llegando a la costa, algunos incluso a nado. Muchos de estos hombres eran británicos pertenecientes a las dotaciones de presa, que iban a bordo de los buques capturados de la combinada, y que se hundieron posteriormente y que fueron acogidos de manera admirable en sus humildes viviendas, sin mirar su procedencia, ya fueran ingleses, franceses o españoles.

Muchos documentos de la época recogen este hecho, y los ingleses se enteraron de este trato humano hacia sus hombres, que fue primeramente publicado por la Gaceta de Gibraltar a los pocos días del combate.

A los ingleses les impresionó cosas como que los propios soldados españoles cedieran sus camas a los prisioneros británicos y que el Marqués de Solano (Gobernador de Andalucía) ofreciera los hospitales de Cádiz a los ingleses para sus tropas y sus prisioneros ante el colapso de Gibraltar.

A su vez, los británicos habían socorrido desde el principio a las tripulaciones españolas y francesas de los buques capturados trasvasándolas a sus buques con el claro riesgo que suponía esto para ellos en alta mar y con el mar tan movido.

Digno de elogio el caso del navío inglés Donegal (que había salido de Gibraltar) intentando salvar a la tripulación del Berwick.

Todo esto pudo influir en la decisión de devolver a España a los pocos días la gran cantidad de prisioneros españoles que tenían, excepto un pequeño número de oficiales que fueron llevados a Inglaterra y puestos también en libertad al poco tiempo.

El comportamiento de las tripulaciones

Los franceses y españoles, en general, lucharon valientemente: algunos barcos individuales, en verdad, de ambas naciones se comportaron de la forma más heroica posible.

En el ensañamiento contra el Redoutable, el Santísima Trinidad o el San Juan Nepomuceno tienen unos de los mejores ejemplos, al ser atacados estos navíos por los ingleses con fuerzas dobles, triples, y en algún momento, como contra el San Juan, hasta por cinco enemigos a la vez para obligarlos a la rendición.

Tal capacidad de aguante debió sobrecoger bastante a los británicos, sobre todo cuando las tripulaciones de la flota combinada eran consideradas por estos tan inexpertas. Y si aguantaron tanto así, ¿Qué hubiera pasado si el nivel de estas tripulaciones hubiera sido similar al de los británicos?

Navíos tras el combate de Trafalgar.
Navíos tras el combate de Trafalgar. Pintura de William John Huggins (1781–1845). National Maritime Museum, Londres.

Hay que indicar que a parte de la escuadrilla de Dumanoir que se escapó sin prácticamente luchar, hubo navíos españoles y franceses de la vanguardia de la línea sobre todo, que debido a la mala posición que quedaron tras la virada inicial, u otros motivos menos honorables, no tuvieron una actuación lúcida y se marcharon a Cádiz prácticamente sin combatir.

También es verdad que algunos de estos buques, que habían quedado casi intactos por la batalla, salieron en pleno temporal a rescatar a sus compañeros apresados.

Según Wiliam James los escritores británicos que escribieron cuando España estaba en paz con Gran Bretaña y Francia todavía en guerra con esta, declaraban que: «los españoles, en todas partes de la batalla, mostraron más firmeza uniforme y espíritu que los franceses» demuestran que sus palabras fueron dichas a causa del momento político de entonces.

Elogiando la participación española a costa de la francesa, los mismos escritores deseaban que sus lectores dedujeran, que había una falta de unanimidad entre los barcos de las dos naciones en el momento de la batalla, y que casi iban por libre las dos flotas, haciendo creer que este era el pensamiento general de franceses y españoles, que los oficiales de ambas naciones se odiaban y que se dudaba de la cooperación de las dos naciones, llevándolos por esta causa a la derrota.

Pero es extraño que ningún periodista francés o español hicieran nunca referencia a esto, ya que los navíos franceses y españoles fueron y vinieron sin criterio alguno a la ayuda de unos y otros cuando fueron atacados; y esto, al igual que habían sido colocados en la línea de batalla, todos ellos se mezclaron también en el combate, sin ningún prejuicio nacional.

Por la correspondencia entre mandos franceses y españoles no se demuestra en ningún momento esta confrontación, en todo caso se ve un respeto bastante alto entre ellos.

El otro reconocido historiador naval británico, Clowes, también hace hincapié en la valentía demostrada por la flota combinada:

Es errónea creencia, que debemos corregir, la de que los ingleses fueron más valerosos que los franceses ó los españoles, y que ésta fue la causa de nuestra victoria. La verdad es que la bizarría con que se batieron en Trafalgar españoles y franceses no podía excederse; muchos de los navíos que rindieron habían perdido casi la mitad de su gente, y las circunstancias á que se sometieron hubieran acreditado a los más brillantes campeones de cualquier tiempo.

Como se ha comentado anteriormente, salvo la escuadrilla de Dumanoir, los franceses y españoles dieron lo mejor que tenían. Ante la imposibilidad de maniobrar adecuadamente se mostraron valientes y, sobre todo, aguantaron con estoicismo todo lo que les «cayó» encima.

Como muestra de ello una carta de un oficial preso, Pedro Abadía desde Inglaterra, elevó al general Castaños. De su lectura parece desprenderse que fue el combate del «Argonauta», uno de los navíos que más impresionó a los ingleses:

Carta del 4 de noviembre.

Excmo. Sr.: Las gacetas inglesas que remití a V. E. contribuyen de un modo especial con el tributo debido al mérito y dan bastante idea de cuanto ocurrió en el combate el 21 de octubre último, en tanto que se remitan completos detalles, me limito a decir a V. E. que cuando yo contaba encontrar a estas gentes llenas de orgullo e insoportables por su victoria, les he visto bien al contrario, rindiendo los mayores agasajos a nuestros Oficiales prisioneros, hablando de ellos con el mayor entusiasmo. Interiormente con harto dolor suyo, de que España tiene todavía marinos que presentará algún día con honor a sus enemigos. Los Coroneles de los Renimientos que se hallan aquí de guarnición me han convidado a porfía para que les lleve a los Oficiales marinos a cenar con ellos; los nombres privilegiados de Gravina, Escaño, Cisneros, Cagigal, Pareja, Uriarte, Valdés, etc.., son aquí conocidos y respetados.
Tan cierto es que aun los que por la guerra se llaman enemigos, pueden desconocer un mérito que creían empañado en nuestra Marina Nacional. El fuego tan vivo que hicieron los navíos «Trinidad», «Argonauta», «Príncipe», «S.ª Ana», «Ildefonso», «Bahama», «Nepomuceno», «Leandro», «Montañés» y «Monarca» , se recuerda con admiración, y hay Capitán de navío que ha dicho preferir él una defensa tan brillante a la parte que ha tenido en la victoria. Los Comandantes Durham, Harvey, Pedlon, Redmil de los navíos «Belle-Isle», «Temerarie», «Conqueror» y «Poliphemus» y otros en cuya compañía comí en casa del general Fox, se perdían en elogios en referir la firmeza y uniforme valor de nuestros buques hasta el final de la acción, y no pude por pequeña complacencia oir las alabanzas que daban a nuestro Comandante Pareje, del «Argonauta», este navío quedó tal, que empeñados los ingleses en conservarlo, por saber que era el favorito de Gravina, echaron toda la artillería al agua, más las cubiertas y entrepuentes se vinieron abajo, después se fue a pique. El Comandante Durham me ha dicho que observo la figura de Pareja cuando el sólo que quedó en pie sobre el Alcázar. El «Trinidad» puso al de Nelson de que no haber sido inmediatamente sistenido por el «Temerario» y otro, Nelson se hubiera visto en la mayor confusión. Pero la notable diferencia que tenían los ingleses en navíos de tres puentes y en el efecto de las carronadas de grueso calibre, ambas ventajas considerables, y a que atribuyen principalmente el que se decidiese la victoria a su favor, es a lo que debe más atenderse cuando se quiera formar un recto juicio de este combate, que hará época en la historia de nuestra Marina.
Los Comandantes Churruca y Galiano murierin héroes, y sus nombre son muy respetados entre estas gentes, también de ellos han muerto algunos Oficiales y Comandantes de mucho crédito.

Un relato inédito sobre el combate de Trafalgar

Fuente: Colección González-Aller. Archivo Museo Naval de Madrid. Publicada en la Revista de Historia Naval número 36 Año X 1992.

Es una carta original de un personaje anónimo que escribe desde Cádiz a un amigo suyo, también desconocido. La carta original debió escribirse hacia el 26 de octubre de 1805 y la información procede, evidentemente, tanto de los relatos recogidos entre los supervivientes del combate como de la observación personal.

Sin haber acabado de salir de este puerto, la escuadra combinada se encontró con la enemiga, compuesta de 28 navíos, obre el cabo de Trafalgar, que es a boca del estrecho; a las diez de la mañana se hallaban las dos, combinada e inglesa, a tiro de cañón. La nuestra y francesa, en una línea con muy poco intervalo de buque a buque, lo que llaman línea cerrada. Los ingleses, que tenían barlovento, formaron tres divisiones y en pelotones cayeron hasta cerca de los nuestros, donde cada decisión se formó para cortar nuestra línea en trozos. El almirante Collinwood, haciendo cabeza de su escuadrón, se dirigió a la popa del Santa Ana y recibió el fuego de nuestros navíos sin tirar un tiro, hasta que estuvo entre popa del Santa Ana y proa del Fogoso, en cuya posición tiro una descarga cerrada al Santa Ana, al que desguarnió mucho. Dicho almirante siguió a ponerse a estribor del Santa Ana y la popa ocupó el navío ingles que le seguía, otro se puso por babor y entre los tres, en pocos momentos, desarbolaron y derrotaron completamente al Santa Ana. El general Álava, con varias heridas, se mantuvo hasta que un astillazo en la frente lo derribó sin sentido y lo retiraron abajo para darle la extremaunción; al comandante de dicho navío(Gardoqui) le pasó el muslo una bala de metralla y también lo retiraron; después de tener sobre 400 hombres entre heridos y muertos se rindió el dicho navío. Al general Villeneuve le atacaron de la misma forma con otra división, dicen que al mando de Nelson, y le rindieron desarbolado, etc., igualmente; dicho general francés, sano, pasó prisionero al navío ingles Marte, que lo amarinó. Después atacaron al navío Trinidad y lo rindieron mocho como a los otros.

El general francés Magon murió en la acción, y el navío Algeciras, que mandaba, se rindió desarbolado y destruido enteramente habiendo perdido sobre 400 hombres. Del general francés Dumanoir nada sabemos positivo; dicen que escapo hacia el Mediterráneo con tres o cuatro navíos. El combate acabó a las tres de la tarde, a cuyo tiempo los ingleses tenían apresados (según dicen) 14 navíos, casi todos desarbolados de todos los palos. El general Gravina, al fin de la acción, estaba rodeado de tres o cuatro navíos ingleses y sin fuerza para resistir, herido él de un brazo, Escaño en un pie, etc., y fuera del combate la mitad de la tripulación. Un navío francés y el San Justo lo sacaron de aquel apuro y una fragata francesa lo remolcó. Después del día del combate (lunes<) han continuado los vientos por el SES y SSO y aún sigue el temporal. Los ingleses, con nuestras presas desmochadas y muchos de sus navíos desmantelados, cruzan y están fondeados a la vista de Cádiz por no poder salir del Saco y hemos visto y observado estos días.

Martes al amanecer, seis navíos españoles: Príncipe, Rayo, Asís, Leandro, Justo, Montañés; nueve franceses; Plutón, Héroe, y cinco fragatas y dos bergantines franceses fondeados enfrente de Rota; tres navíos sin palos hacia Torregorda pidiendo auxilio. Los ingleses, cerca, en número de 24 buques, muchos desmantelados.

Miércoles al amanecer, fondeados enfrente de Rota y canal los 18 buques de ayer entre San Sebastián y las Puercas; el Bucentauro, perdido y pidiendo socorro; se recogió la gente con trabajo, entre ellos 80 ingleses que lo habían marinado. El Aquiles se voló.

El Santa Ana y Neptuno, cerca de San Sebastián (castillo de esta plaza), sin palos y en bandolas, de vuelta de fuera hacia los ingleses que estaban a dos leguas remolcando los navíos San Juan y Bahama.

A las diez de la mañana se hicieron a la vela las fragatas francesas y varios navíos españoles y franceses, entre ellos el Rayo, y recogieron los navíos Santa Ana y Neptuno, que fondearon a la boca de Bahía; se retiraron todos menos el Rayo, que anocheció a dos leguas al Oeste.

Jueves al amanecer, se vieron en la costa entre Rota y el Puerto de Santa María varados y perdidos los navíos Asís y Neptuno y el Rayo desarbolado, en poder de los ingleses a distancia de cinco leguas al Oeste. Entraron en bahía, excepto el Santa Ana, otro navío español y un francés que están en la canal hacia las Puercas. Un navío Francés se mantiene fondeado hacia Torregorda pidiendo auxilio, que no se le puede dar por el temporal. Los ingleses, con sus presas, se divisaron en la tarde hasta número 37.

Viernes: amaneció el tiempo de temporal y agua. Al Rayo dicen lo han quemado los ingleses, y éstos se descubren entre el cerrajón. Sigue el temporal fuerte, de modo que los ingleses no pueden llevar sus presas, y el navío que ayer pedía auxilio (el Águila) acaba de entrar en bahía remolcado.

Por mucho que hayan padecido los ingleses en este combate, que sin duda ha sido el más tenaz y sangriento que han visto los mares, lo cierto es que Nelson ha conseguido destruir las nacientes escuadras combinadas de Francia y España.

Otro general Francés, que venía a tomar el mando de la escuadra, llegó ayer y se ha encontrado con estas noticias tan trágicas, que sólo puede escribirlas o quien sea tan cruel como los combatientes, o quien desee complacer de todos modos a sus ausentes amigos…

Yo y yo

Informe del Mayor General de la Armada, Antonio de Escaño, sobre la batalla

Antonio de Escaño realizó un informe sobre las deficiencias de la flota combinada y los errores que se cometieron. Un documento donde se ven los principales fallos que desembocaron en la derrota, además realizado por uno de los mejores y principales oficiales españoles que participaron en la batalla, y que en vez de hacer lamentaciones estériles hace una gran autocrítica sobre los estos problemas.

Cuando se medita, después de haber visto las malas consecuencias de una maniobra que antes de ejecutarse se consideró útil, es fácil conocer las faltas de previsión. La escuadra combinada debió esperar al enemigo en una línea bien formada, cerrada y un andar regular en proporción del viento, y prevenido el general que no fuese atacado de maniobrar sin retardo para doblar bien a los enemigos; pero el general en jefe dio importancia á que la línea fuese la natural y no la accidental, y en lugar de virar al amanecer la vuelta del Nornoroeste, para que se diese el combate más inmediato á la bahía de Cádiz y restablecer el orden en su línea de batalla de babor, no haciendo más alteraciones que la colocación de jefes en los puntos convenientes, se empleó mucho tiempo en colocar los navíos en unos puestos que aun no conocían, pues después de la salida del puerto no hubo lugar de notar el andar respectivo de cada buque, ni de hacer las enmiendas de estiva y de aparejo que conviene para que anden y gobiernen bien, circunstancias que, conocidas, hacen preferible el orden natural; tiempo que se necesitaba para formar bien la línea, para ponerla en andar regular, de modo que, teniendo movimiento de rotación, pudiese usar de sus fuegos, y no en facha, como se hallaron casi todos los navíos para no apelotonarse; lo que fue causa de que aquellos á quienes se dirigieron los enemigos para cortar la línea, no pudieron batirla hasta que estuvieron por los costados; tiempo necesario para poder hacer a los generales y capitanes las prevenciones parecieran oportunas para el buen éxito de la acción, pues ningunas se habían hecho, como parece regular, á la salida de la mar con conocimiento de la proximidad de los enemigos.

Cometido el primer yerro de no tomar la mura á babor y restablecer el orden luego que amaneció, cuando se viró debió restablecerse la línea, arribando todos los navíos, como está prevenido en los restablecimientos; alargándose el viento, las fragatas debieron señalar los pelotones para que los buques inmediatos maniobrasen para alinearlos, y en el acto del combate debían haber estado más próximas para facilitar remolques y comunicar órdenes y noticias.

Al fin el enemigo cae sobre esta línea mal formada, en facha y casi toda inmóvil, y ataca muy de cerca, atravesando por los parajes que se les proporciona, maniobrando los unos en sostén de los otros, con el mayor acierto y prontitud, manifestando su facilidad de maniobrar, en cuya clase de ataque debían tener la superioridad que les proporcionaba su ejercitada y práctica. marinería contra unos buques que no la tenían y mareada parte de la tripulación.

Nada es más marinero y militar que el que una escuadra que está muy de barlovento de otra, para cazar sobre ella forme columnas que desplieguen al tiro de los enemigos formando una línea que entre en el fuego haciendo tanto o más daño como pueden causarle aquéllos; pero el almirante Nelson no desplegó sus columnas al tiro de la línea; cayó sobre ella para batir á tiro de pistola y atravesando, para reducir la batalla á combates particulares. Esta maniobra creo que no tendrá muchos imitadores. En dos escuadras igualmente marineras, la que ataque en esta forma debe ser derrotada. Para que no haya sucedido así el día 21 de Octubre, ha sido preciso que la combinada estuviese mal formada y en facha, como queda dicho, y que en ella hubiese, además de lo referido otras faltas esenciales relativas el la maniobra y marinería.

Los oficiales de guerra, tanto de marina como de ejército, los oficiales mayores, toda la tropa de infantería y la de artillería se han portado con la mayor bizarría; las baterías han estado bien servidas; los fuegos se han hecho con orden; la cartuchería fue conducida con método. Sólo cabe servirse mejor la artillería cuando su montaje y útiles están en el estado de perfección en que la tienen los enemigos. Pero no podemos decir lo mismo de las maniobras ni de los marineros: la de combate, como brazas y otros cabos de mucha importancia en estos casos, es necesario que sea según los modelos que hay en los arsenales, y que aún no son de reglamento en los buques, y la marinería que sea más militar y ejercitada.

Esta se debe considerar dividida en tres clases: matriculados, voluntarios y gente de leva ó presidio. Los matriculados es gente honrada; pero la mayor parte de ellos son pescadores que no han navegado en buques de cruz. Entre los voluntarios hay buenos marinos; pero, en general, es gente que no conoce disciplina, sin hogar conocido, sin amor al servicio y sin el entusiasmo que tienen los cuerpos organizados.

La mayor parte de la gente de leva es perjudicial á bordo, por falta de sargentos y cabos; es difícil que. pueda disciplinarse como la tropa; se exime cuanto puede de todo trabajo, y particularmente el de por alto, que no puede hacer sin riesgo de caerse, y hace confundir con ella á los matriculados y á los buenos marinos; de modo que no se puede decir que han cumplido bien, pues, cuando menos, se puede asegurar que han maniobrado con mucho retardo, y que han reparado muy pocas averías, como es preciso en combate. La clase de contramaestres y guardianes también se debe considerar endeble; la falta de navegar y la repugnancia que tienen muchos buenos hombres de mar á entrar en aquel servicio, lo han hecho decaer de algunos años á esta parte, cuando es lo más necesario á bordo de los navíos. Sin embargo, la que estaba embarcada en la escuadra ha cumplido con la obligación de mantener sus puestos; pero sin la energía que dan la inteligencia y la práctica de haberse visto en otros combates y descalabros por temporales.

Los navíos no pueden ser mejores; tal vez un sistema de arboladuras más pequeñas los haría menos expuestos á averías en malos tiempos y en combates, y alguna más abertura en portas haría más útil el uso de la artillería; pero en lo que están muy mal es en bombas: los navíos Trinidad, Argonauta, San Agustín y otros franceses se han ido á pique por falta de tenerlas buenas. Yo estoy persuadido de que si los ingleses no hubieran adoptado en su armada las de doble émbolo, inventadas el año 1793, muchos de sus buques se hubieran ido á pique en el combate con el temporal que se siguió á él. El navío Santa Ana quedó, seguramente más destrozado que el Argonauta, y por llevar una bomba de las perfeccionadas en este arsenal, juzga el general Álava que no se fue á pique dicho navío, y lo mismo opina el jefe de escuadra D. Cayetano Valdés, porque tenía el Neptuno dos bombas de doble émbolo, que para prueba se las pusieron en el Ferrol.

17 Diciembre de 1805

Antonio de Escaño

Partes de batalla de los comandantes españoles

Los siguientes partes son los que redactaron los comandantes, o los oficiales que sustituían a los comandantes caídos o heridos, de la mayoría de los navíos españoles que participaron en la batalla, así como un extracto del informe de la Mayoría General redactado por don Antonio de Escaño.

Todos estos partes se pueden encontrar en varias publicaciones, entre ellas el Corpus de Trafalgar de González-Aller o en el libro de Eduardo Lon Romeo «Trafalgar, papeles de la campaña de 1805», que es de donde se han extraído.

Falta el partes de combate del navío Santa Ana. En el Corpus documental sólo viene una escueta nota de un oficial subalterno (por heridas del general Álava) en la que sólo informa del número de bajas.

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