Precisiones históricas del combate naval de San Nicolás

Por José Luis Alonso
Máster en Historia Militar

Antedecentes

La derrota del ejército de las Provincias Unidas del Río de la Plata en el Paraguay en enero de 1810 llevó a solicitar por parte de su jefe, el General Manuel Belgrano, el urgente envío de refuerzos de hombres y vituallas al gobierno que residía en Buenos Aires.

Allí, la llamada Junta Grande no pudo satisfacer la demanda del militar, por hallarse ocupada la región oriental de Entre Ríos por las fuerzas españolas leales al gobernador español de Montevideo, representado en la figura y en el cargo por el General Gaspar de Vigodet.

Acérrimo defensor de la causa realista en la Banda Oriental, quién desde el puerto de Montevideo y haciendo uso de la escuadra española, surta allí, haría peligrar la reciente libertad de la región. 

El gobierno de Buenos Aires, para conjurar el peligro de las naves españolas, se vio entonces en la necesidad de finalizar apresuradamente el armado de tres navíos que pasarían a constituir la primera fuerza naval de las Provincias Unidas.

Los protagonistas

Estos barcos, una goleta, un bergantín y una balandra recibieron los nombres de “Invencible”, “25 de Mayo” y “América” respectivamente y fueron puestos al mando del por entonces teniente coronel Juan Bautista Azopardo, el cual fijó su enseña en el primero de ellos, quedando los otros dos navíos al mando de Hipólito Bouchard y de Ángel Hubac.

El primero de los nombrados, Azopardo, había nacido en febrero de 1772 en la isla de Malta, en la ciudad de Senglea, estableciéndose luego en Toulon, donde intervino en la construcción de navíos en el gran arsenal naval de la ciudad.

A principios del siglo XIX se dirigió al Río de la Plata, donde obtuvo patente de corso contra la navegación de mercantes ingleses, revistando como segundo jefe a bordo del “Dromedario” que navegaba a las órdenes del legendario Mordeille.

Durante la primera invasión inglesa participó junto con su jefe en la Reconquista y luego del triunfo pasó a estar a cargo de la artillería de la ciudad virreinal. En los combates que tuvieron lugar durante la segunda invasión inglesa, Azopardo logrará retirar y salvar los cañones puestos a sus órdenes, luego de la derrota de las tropas comandadas por Liniers en Miserere, llevando los mismos hasta la Plaza Mayor de la ciudad.

En ella y en las calles adyacentes emplazó sus piezas batiendo exitosamente al enemigo en las gloriosas jornadas que dieron fin a las aspiraciones del gobierno británico en el Plata y mereció por su desempeño el cargo de teniente coronel graduado de las Milicias Urbanas de la ciudad que había defendido.

Años más tarde, por orden del Virrey Cisneros, cesó en su cargo. En las jornadas de mayo de 1810, el marino maltés, abrazó decididamente la causa de la revolución y el 27 de ese mes fue destinado con su antiguo grado en el cuerpo de Granaderos de Fernando VII.  

Las necesidades bélicas y sus antecedentes lo llevarían un año después a ser nombrado jefe de la escuadrilla naval del Gobierno de Buenos Aires.

Si bien Azopardo tenía un prestigio bien ganado como valiente hombre de mar, también era conocido por su orgullo y verborragia en la que se preciaba de despreciar a los marinos españoles y según algún cronista de la época “…habría abrazado la causa revolucionaria con bandera negra”, haciendo referencia que estaba dispuesto a realizar una guerra a muerte. 

El mando de otro de los barcos, que formaban la escuadrilla, el bergantín “25 de Mayo” recayó en el marsellés Hipólito Bouchard. 

Nacido en 1783, había servido a bordo de barcos mercantes de su país y que, según historias de la época, habría llegado a ser segundo de a bordo de un corsario francés durante el Primer Imperio napoleónico, llevando la guerra al comercio naval inglés.

En el año 1809 se hallaba en Buenos Aires y durante los sucesos de mayo de 1810 ofreció sus servicios al nuevo gobierno, que no dudó en aceptarlos otorgándole el mando de un barco en la novel escuadrilla. 

Don Ángel Hubac, también francés, había llegado al Río de la Plata a comienzos del Siglo XIX y el 24 de mayo de 1807, en calidad de Alférez Urbano, fue comisionado en la artillería de la plaza, participando en la defensa de la ciudad, siendo ascendido al grado de teniente Urbano al alcanzarse la victoria sobre los ingleses.

Con este grado revistió en las Milicias Urbanas de la ciudad que había defendido y en agosto de 1809 obtuvo el nombramiento de teniente del Cuerpo de Patriotas de la Unión.  Su adhesión a los ideales de mayo y su experiencia naval llevó a la Junta de Gobierno a designarlo para comandar la balandra “América”. 

El 10 de febrero de 1811 el diputado D. Francisco de Gurruchaga, se entrevistó con el teniente coronel Azopardo portando instrucciones secretas provenientes de la Junta.

La designación del diputado salteño Gurruchaga para tal misión no fue un hecho de azar, sino que se basó en actuaciones del mismo en años anteriores. Como era de práctica en las familias españolas de la época fue enviado al Colegio de Nobles de Madrid y continuó luego sus estudios en la Universidad de Granada.

Al estallar la guerra entre la Corona española e Inglaterra abandonó el cargo de Correo de Gabinete que desempeñaba y embarcó como oficial ayudante del por entonces capitán de Navío D. Baltasar Hidalgo de Cisneros, a bordo del navío “Santísima Trinidad”, combatiendo junto a aquel en la batalla de Trafalgar.

Tomado prisionero y luego de obtener su libertad, sobornando a un capitán inglés, logró llegar a Buenos Aires en enero de 1809, estableciéndose en su provincia. Desde Salta, Gurruchaga encabezará luego de 1810 el movimiento emancipador que era amenazado por la “realista” Córdoba.

Su ciudad natal lo nombró diputado a la Primera Junta, incorporándose a fines de ese año a la Junta Provisional del Gobierno del Río de la Plata. Su experiencia naval llevó a que le fuera confiada la difícil comisión de organizar la que sería la primera fuerza naval del gobierno. Una obra titánica dada la carencia absoluta de astilleros, enseres navales y tripulaciones experimentadas. 

A pesar de los obstáculos su tarea fue llevada a cabo y así en el mes de febrero de 1811, se dirigió a llevar las órdenes que antes hemos mencionado y que eran firmadas por Cornelio Saavedra, Domingo Matheu, J. Ignacio Gorriti, Hipólito Vieytes y Miguel de Azcuénaga. 

Movimientos previos insurgentes

Dichas instrucciones ordenaban estrictamente la necesidad de guardar el mayor secreto, obligando al receptor de las mismas a abrir el pliego que las contenía llegado a la altura de la isla Martín García y en presencia de los comandantes de la fuerza naval.

Las órdenes exigían el cumplimiento puntual y riguroso” de las mismas y detallaban que a su llegada a la ciudad de Santa Fe debían presentarse a su gobernador, para luego continuar el derrotero ordenado. 

Dado que los dos bandos en guerra lo hacían bajo las mismas banderas, la enseña naval española, se indicaba que:

…para que los pueblos que se hallan en la costa no duden ser buques de Buenos Aires, pondrán bandera inglesa al cabo trinquete y la española en el pico de la mayor y la balandra izará bandera española solamente.

Así y como una paradoja, los que habían desarrollado sus carreras navales en Europa y en el Río de la Plata, combatiendo a la marina inglesa, se vieron obligados a navegar bajo la enseña de los enemigos de ayer. 

Las instrucciones indicaban claramente que la escuadrilla debería hacer presa de todo buque procedente de Montevideo y llegados a la ciudad de Corrientes, deberían descargar la “galleta” que llevaban y que estaba destinada a las tropas de Belgrano.

Así también ponían en conocimiento de Azopardo, que habiéndose recibido en la Junta noticias que del Paraguay venían algunos barcos, debía elegir el lugar más conveniente para “irremisiblemente” asegurar su presa.

El gobierno también notificaba que tenía noticia cierta que el bergantín “Cisne” y “…otro más de guerra”, habían salido de Montevideo, llevando un convoy de lanchas cargadas de armas y municiones en auxilio de las fuerzas realistas del Paraguay, indicando al comandante Azopardo que “no debía atacarlos hasta que ellos hubiesen penetrado en el Río Paraná”, para evitar así que los mismos se pudiesen retirar al puerto de la Colonia u otros puertos de la costa.

El combate con los barcos enemigos se recomendaba, debería ser llevado hasta hacerlos presos y su carga desembarcada en la costa “…poniéndola a cargo de los alcaldes o Jueces” que se encontraren, recalcando que si los navíos enemigos no eran hallados donde se esperaba, deberían “…continuar su persecución, aunque sea hasta el mismo Paraguay”. 

Finalmente, las instrucciones recordaban la importancia que la captura de los mismos tenía para el gobierno de Buenos Aires y ordenaban que se debía proceder “procurando antes perecer que permitir que se les escapen o caer en sus manos prisioneros…”. 

Azopardo levó anclas del puerto de Buenos Aires en horas de la noche del 21 de febrero de 1811, para mantener en secreto la salida, y remontó el Paraná de las Palmas.

Dos días más tarde el jefe de la escuadrilla patriota tomó conocimiento de que era perseguido por una fuerza española, que se estimó en unos siete navíos, y no hallando condiciones meteorológicas favorables decidió defenderse en el puerto de San Nicolás.

El 27 de febrero se emplazó en tierra una batería, que Azopardo puso al mando del capitán Hubac, con piezas sacadas del “25 de Mayo” y de la “Invencible”, con una guarnición de marineros y unos cincuenta milicianos de San Nicolás. 

La decisión de Azopardo de adoptar una actitud defensiva fue objetada por Bouchard, quién propuso junto con Hubac atacar a los barcos españoles, basándose en la escasa calidad de sus tripulaciones y el temor de que la cercanía de la costa los llevase a desertar, como veremos que así ocurrió según lo relata el parte de Romarate al abordar sin lucha, por abandono de su tripulación, al “25 de Mayo”. 

Movimientos realistas

La escuadra española que navegaba en persecución de las fuerzas de las Provincias Unidas se hallaba al mando de Don Jacinto de Romarate, vizcaíno y de acreditada y larga experiencia marítima, que lo había llevado a tomar parte del asalto al puerto de Tolón en manos de la Francia revolucionaria de 1793.

En el año 1802 con el grado de Alférez de Navío realizó su primer viaje a América, a las Antillas y a su retorno a España fue enviado al Apostadero Naval de Montevideo, arribando en febrero de 1806.

Fue ascendido a teniente de Fragata recibiendo el mando de la cañonera “La Vizcaína” y a su bordo intervino en la reconquista de Buenos Aires, siendo herido y mereciendo el ascenso a teniente de navío, cargo con el cual participó en las jornadas de la defensa de la ciudad virreinal el 5 y 6 de julio de 1807.

Enfrentado a los sucesos de mayo de 1810, se opuso firmemente a los mismos, fiel a sus principios monárquicos por sospechar, no sin razón, que escondían fines emancipadores. En su calidad de jefe del Apostadero, navegaba en febrero de 1811 al encuentro de Azopardo. 

Combate de San Nicolás (1811)
Combate de San Nicolás (1811) Justo P. Lynch (óleo sobre tela) 1910. Museo Naval de la Nación, Tigre, Buenos Aires, Argentina.

La misión tan celosamente guardada de la flotilla naval patriota finalizaría con la derrota de la misma en el fondeadero de San Nicolás, siendo de interés el conocer el parte del combate que hizo llegar el Capitán Fragata de la Real Armada Jacinto Romarate, al mando de la “expedición del Paraná” al Virrey Francisco Javier de Elío finalizada la batalla. 

En el número extraordinario de la Gaceta de Montevideo el marino español informaba:  

…tengo el honor de cumplir mi palabra poniendo a las órdenes de V.E. la goleta “Invencible” del porte de doce cañones, ocho de ellos de a ocho y los restantes de a doce, el bergantín “25 de Mayo” con catorce carronadas de a doce, dos cañones de ídem a proa y dos de a ocho a popa y la balandra “Americana ( ó América?) con un cañón de a seis giratorio y dos de a tres en las bandas, que acabo de dar fondo en este puerto con los demás buques de mi División.

Romarate confeccionó un detallado informe dando cuenta que había avistado los navíos de la Junta al amanecer del 28 de abril y que “…se hallaban encadenados en el canal que forma la Isla de San Nicolás con sus barrancas”.

El marino español decidió llamar a consejo de guerra a los comandantes de su fuerza para decidir si era conveniente atacar a favor o en contra de la corriente, decidiéndose de común acuerdo que debería hacerse en contra de ella para poder emplear con mayor ventaja y durante más tiempo la artillería de sus dos bergantines el “Cisne” y el “Belén”. 

A las 8 horas dobló la isla de Tonelero con proa O.S. con dificultad por la falta de viento pese a lo cual cuatro horas más tarde amarró a la parte oeste de la isla a una “distancia de dos tiros de pistola” de los barcos adversarios. 

Luego de un disparo sin bala a modo de aviso envió al Alférez de Navío D. José Aldana en calidad de parlamentario con un oficio dirigido a Azopardo que le indicaba:

…incluyo a vmd. El adjunto manifiesto del Exmo. Señor Virrey de estas Provincias D. Xavier de Elío, por el cual son declarados traidores todos los que defienden la causa de la subversiva Junta de Buenos Aires. 

Si Vmd. quiere ser tratado como tal, solo le queda el medio de entregarme las fuerzas de su mando, antes que, con la superioridad de las mías, me ponga en posición de atacarlos. 

La humanidad y el pabellón que Vmd. arbola exigen de mi este paso, así como la contestación de vmd. que espero en el perentorio término de dos horas

El parlamentario no fue recibido por lo que a su regreso el marino español decidió el ataque y abordaje según se presentaran las condiciones meteorológicas. 

El combate naval de San Nicolás

Al amanecer del día siguiente, refiere Romarate “largaron los bajeles de la Junta una bandera roja al tope del trinquete, asegurándola con un cañonazo a toda bala, indicándonos no dar cuartel”. 

Croquis con la situación de los buques contendientes en la batalla de San Nicolás de 1811
Croquis con la situación de los buques contendientes en la batalla de San Nicolás de 1811. Escuadrilla de la Junta de Buenos Aires: 1.- Goleta «Invencible» 2.- Bergantín «25 de mayo» 3.- Balandra «América» 4.- Cuatro cañones de a 8 libras de los mismos buques 5.- Diez soldados y un sargento de la goleta «Invencible» 6.- Cincuenta milicianos armados; Buques de Montevideo: A: Bergantín «Belén» B: Bergantín «Cisne» C: Falucho «Fama» D: Falucho «San Martín» E: Lanchón de fuerzas F: Balandra armada G: Balandra mercante H: Goleta mercante.

Los navíos españoles permanecieron en su posición hasta las 8 horas de la mañana siguiente, inmovilizados por la falta de viento. A esa hora, con viento al sur, se dio orden a los comandantes españoles de batirse hasta llegar al abordaje.

Los vigías de las cofas advirtieron a Romarate que por tierra se aproximaba un numeroso grupo de caballería con dos cañones, por lo que se ordenó al “Belén” que con sus faluchos observase al nuevo enemigo, mientras los españoles se alejaban de las barrancas a una “distancia de cable y medio” mientras hacían fuego contra el adversario, recibiendo por su parte disparos efectuados por los barcos patriotas como de las piezas de artillería, emplazadas en las mencionadas barrancas. 

El primer disparo lo realizó el “América” comandado por Hubac, correspondiéndole el honor de haber disparado el primer cañonazo efectuado por una fuerza naval en la historia de la Patria.

Los virajes que efectuaban el “Cisne” y el “Belén” los acercaron peligrosamente a tierra y ambos vararon, durante tres horas, sufriendo el último de los nombrados cuatro impactos de a ocho, provenientes de las baterías de tierra.

Esta oportunidad llevó a Bouchard a acudir al barco de Azopardo proponiendo un ataque a los navíos españoles inmovilizados; el jefe de la escuadrilla rechazó los argumentos del marino francés. 

Luego de retirarse hasta la punta NE de la Isla, libres de su varadura, Romarate ordenó al comandante del “Belén” D. José M. Rubián, que diese un breve reposo a la tripulación, para luego dirigirse al abordaje de la goleta “Invencible”, mientras que el “Cisne” hacía lo mismo con el bergantín “25 de Mayo”, “sin caso de los fuegos de tierra y la balandra”. 

El ataque español comenzó a las 15 horas, efectuando desde ambos navíos un intenso fuego sobre los barcos y los cañones en tierra. La mayor velocidad de la goleta española la llevó a abordar el “Invencible”, antes que hiciese lo mismo el “Cisne” sobre el bergantín “25 de Mayo”.

El combate por esta nave fue breve por haber sido abandonado por su tripulación que se arrojó por la borda dirigiéndose a tierra, teniendo las fuerzas realistas solo cuatro heridos.  

La lucha por la goleta “Invencible” continuaba mientras tanto y se prolongó hasta que el comandante Rubián, al frente de sus hombres, completó su rendición. Azopardo, según relató sus memorias, intentó volar la santabárbara sin éxito, episodio que no se halla consignado en el exhaustivo relato del combate que hizo Romarate. 

El parte de guerra de Romarate enviado al Virrey de Elío firmado a bordo del “Cisne” el 10 de marzo solo refiere “…tengo al capitán D. J.B. Azopardo, prisionero de guerra en este buque y no lo están los demás por haberse tirado al agua en el acto de abordaje”. 

El 23 de marzo el marino español hace llegar a Montevideo un relato más extenso: “Rendido los tres buques mandé a tierra al Alférez de Mando D. José Aldana junto con otros oficiales para capturar los cuatro cañones” que desde la barranca les habían disparado. 

A la mañana siguiente al combate, fue enviado a tierra el teniente de Artillería de Milicias de Buenos Aires Sebastián Riera, quien desembarcó en la isla de San Pedro, donde habían buscado refugio los prófugos de la escuadrilla patriota.

Las órdenes de Riera expresaban que “…no debían tener (los prisioneros) ninguna clase de violencia o de mal trato”, y así lo confirma en su parte el comandante español al expresar: “…Y así se ha cumplido en todas sus partes a los 62 individuos que V.E. puede disponer”. 

La valerosa defensa de la goleta criolla produjo treinta y seis bajas entre muertos y heridos, mientras que los realistas contabilizaron once muertos y dieciséis con lesiones de diversa gravedad. 

Consecuencias tras la batalla

Finalizada la acción la flotilla española, con sus prisioneros, se dirigió y fondeó en el puerto de Colonia, donde Romarate el 13 de mayo dictó y firmó el parte de su victoria, haciéndolo llegar a Montevideo. 

El Virrey Javier de Elío dio a conocer una proclama congratulando a los habitantes de Montevideo por la victoria obtenida y entre otros conceptos laudatorios refirió: “Obrando como sois, no necesita Fernando de otros auxilios para limpiar sus dilatados dominios de gente infame…” 

Azopardo fue llevado prisionero a esa ciudad donde se le inició un sumario por traición. Durante el juicio se le pregunto “¿Por qué se había batido contra el pabellón español y con que licencia navegaba? A lo que respondió, justificándose:

Que se batió contra el pabellón porqué éstas eran las órdenes de la Junta de Buenos Aires; y que ésta misma decía que en dicha capital, solo se defendía la causa del Rey, y que Montevideo era del partido de Napoleón, y que el navegar era con licencia de la expresada Junta…

El piloto Estigarribia buscó excusarse vergonzosamente, diciendo que había sido llevado por la fuerza a bordo del “Invencible” y la declaración efectuada por el marinero Francisco José Belem fue más aún más ruin, pues no solo aseguró su enrolamiento por la fuerza si no que, además, refirió que había intentado arriar la bandera de guerra. 

Azopardo fue condenado por traición y el 9 de abril, en calidad de reo de Estado, fue enviado a España. Allí comenzó a purgar su condena en compañía de prisioneros franceses, en el Castillo de San Sebastián, en Cádiz, para ser trasladado ese mismo año a Ceuta. 

Mientras estos sucesos tenían lugar, la Junta en Buenos Aires tomo declaración a los sobrevivientes y la responsabilidad de la derrota recayó sobre el jefe de la escuadrilla, por entonces en cautiverio, y el 20 de mayo de 1811 el Consejo de Guerra presidido por Cornelio Saavedra lo condenó “a no poder ser empleado jamás en mando alguno”. 

Todos los demás encausados fueron exculpados. Hipólito Bouchard y Ángel Hubec fueron absueltos constituyéndoselos en sus cargos habiéndose probado “la declaración de haber desempeñado sus deberes con valor, celo y actividad, no habiendo dejado sus buques sino en los últimos momentos en que se vieron totalmente desamparados por su gente y para no caer con prisioneros”. 

Juan Bautista Azopardo tres veces fue sentenciado a muerte y tres veces le fue pospuesta la condena durante un cautiverio que se prolongó por nueve años, siendo finalmente liberado el 1 de abril de 1820, luego del triunfo de las fuerzas liberales en España.

Retornó a Buenos Aires donde le fue reconocido el grado de teniente coronel del Ejército y posteriormente fue designado Capitán del puerto de Buenos Aires. 

Al estallar la guerra con el Imperio del Brasil, Azopardo era comandante del bergantín “General Belgrano” y tomó parte de la flota que al mando de Brown luchó en la batalla de Los Pozos.

El comportamiento del marino maltés en esa oportunidad, como la de otros marinos de Buenos Aires, mereció una dura y lacónica censura por parte del Almirante Brown por haber permanecido los mismos alejados del combate aduciendo problemas con el viento.

Azopardo fue sumariado por un Consejo de Guerra presidido por Balcarce, y por fallas en el proceso no se dictó resolución alguna, pero el hecho lo llevó a pedir su retiro el 3 de febrero de 1827, falleciendo pobre y olvidado en el año 1848. 

Bouchard desarrollaría una larga y exitosa carrera militar bajo la bandera de su patria adoptiva. Con el grado de teniente del cuerpo de Granaderos a Caballo participó del combate de San Lorenzo donde capturó una bandera enemiga, por lo que recibió la ciudadanía y el cargo de capitán.

Al mando de la corbeta “Halcón” llevó una larga e intensa campaña corsaria contra los navíos y establecimientos de España por los mares del mundo. A años de su partida y llegado al puerto chileno de Valparaíso sus navíos y bienes fueron requisados y fue hecho prisionero por orden del Almirante Cochrane. 

La decidida acción del Gobierno de las Provincias Unidas obtuvo su liberación junto con sus naves retornando a Buenos Aires. El 20 de octubre se embarcó para la expedición al Perú en el navío “Consecuencia” transportando tropas de los Regimientos de Granaderos a Caballo y de Cazadores a Caballo, junto con sus jefes y oficiales e intervino en la campaña libertadora del Perú y en la de Guayaquil. Retirado a su hacienda peruana sería asesinado por un peón en el año 1843. 

Ángel Hubac continuó sirviendo bajo las órdenes de Brown y luchó en los combates de la Isla Martín García y del Arroyo de la China, siendo ascendido al grado de capitán, al servicio de la Marina, en 1814. En carácter de tal y al comando de la sumaca “Santísima Trinidad” junto con otros navíos condujo como escolta a la rendida escuadrilla de Romarate hasta llegar a las balizas exteriores el 22 e julio de 1814, así el derrotado de ayer custodió al vencido de hoy.

Durante el Directorio de Alvear, intervino en el bloqueo de Santa Fe y en 1829, ya como coronel graduado, tomó el mando de la Escuadrilla de Buenos Aires, durante el conflicto entre la ciudad y los gobiernos federales de López y de Ramírez, poniendo sitio a la capital santafesina.

Durante el mismo sus fuerzas fueron atacadas por la escuadra que al mando de Pedro Campbell, había sido enviada por Artigas en ayuda de Santa Fe.

Su nave “Ananzazer” fue abordada por fuerzas superiores, pero luego de duro combate logró rechazarlas, quedando Hubac con ambas piernas destrozadas. Llevado a Buenos Aires falleció de sus lesiones. 

El Dr. Francisco de Gurruchaga se apersonó el mismo día de conocerse la derrota de San Nicolás a la Junta diciendo “…vengo a ofrecer otra escuadra…” y en agosto de 1811, en un gesto hoy olvidado, hizo entrega al Gobierno de siete unidades adquiridas y equipadas por el mismo, armadas con 30 piezas de artillería de diferentes calibres.

Durante los años 1812 y 1813 manejó los intereses del ejército durante la campaña del Alto Perú. Sus celos y sus aportes generosos ayudaron a paliar en muchas ocasiones las necesidades económicas de la campaña.

En 1813 fue nombrado diputado a la Asamblea General Constituyente y de su fortuna personal se pagaron los gastos para uniformar las huestes de Güemes. Intervino continuamente en la política de la época de la guerra civil que había estallado en 1831, participando en la salvación de Salta de la agresión de las tropas de Facundo Quiroga.

Francisco de Gurruchaga, abatido por los infortunios y en la ruina económica, originada en sus gastos para sufragar los gastos de la libertad de las Provincias Unidas del Río de la Plata, falleció en Salta en noviembre de 1846. 

Don Jacinto Romarate, al retornar victorioso a Montevideo, fue ascendido a Capitán de Navío, recibiendo la Cruz Laureada de Marina. Durante el sitio de esa ciudad por el Ejército de las Provincias Unidas participó en su defensa, al mando de un Batallón de Marinos.

En el año 1813 se le dio el mando de un convoy que transportaba tropas veteranas del sitio y que tenía la misión de desembarcar en Entre Ríos. Esta flota de 19 barcos, de los cuales cuatro eran de guerra, no tuvo el éxito esperado. Luego de varios intentos frustrados de desembarco, finalmente ocuparon el puerto de Landa en Entre Ríos, pero las fuerzas locales lo rechazaron rápidamente.

Dejando una guarnición en la Isla de Martín García, Romarate retornó a puerto el 7 de febrero de 1814. y con el objetivo de atacar Buenos Aires zarpó con seis barcos de poco calado el 17 de ese mes, navegando hacia la fortificada isla. La fuerza española fue atacada por los navíos de Brown y el 10 de marzo Romarate se retiró del combate, no sin antes reembarcar la guarnición de Martín García.

El Capitán de Navío español dirigió las proas de sus barcos hacia el Río Uruguay siendo perseguido y alcanzado por los navíos de Buenos Aires enviados en su busca. El encuentro, favorable a las fuerzas españolas, permitió que las mismas regresasen a Montevideo.

La rendición de esta ciudad, el 23 de junio de 1814, marcará el fin de la carrera naval de Romarate en el Río de la Plata. Retornado a España al año siguiente fue promovido al rango de Brigadier de la Armada.

Larga será su carrera militar, permaneciendo siempre fiel a sus ideales monárquicos absolutistas. Fue comandante Naval de Santander y de Cádiz sucesivamente, llegando a ser comandante General y jefe político de esa provincia.

Alcanzó el nombramiento de Ministro de Marina de España en 1822, renunciando junto con Todo el gabinete por problemas políticos. En 1830 fue electos procurador a Cortes y promovido a jefe de escuadra, falleciendo en Madrid en agosto de ese mismo año. 

Bibliografía

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  • Azopardo, Mercedes. Lugar del 1er.combate naval argentino. Departamento Estudios Históricos Navales Buenos Aires. 1966 
  • Caillet- Bois, Teodoro. Historia Naval Argentina. Emece. Buenos Aires. 
  • Piccirilli, Ricardo. Lecciones de Historia naval argentina.  Secretaria de Marina. Buenos Aires.1967 
  • Yaben, Jacinto.  Biografías argentinas y sudamericanas Buenos Aires.1938 
  • Ratto, Hector  R.  Hombres de mar en la historia argentina.  Buenos Aires. 

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