Por Juan García (Todo a Babor)
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El servicio en los buques de guerra españoles de principios del siglo XIX
Índice
Los alojamientos a bordo
Había una norma primordial a la hora de tener en cuenta el alojamiento de oficiales, tropa y marinería a bordo de los buques de guerra de principios del siglo XIX: La batería alta de todo buque de guerra debía estar siempre en disposición de hacer uso de ella en zafarrancho de combate, estando prohibida su utilización como lugar de descanso de la tripulación.
Esto quería decir que en un navío de tres puentes las dos baterías de artillería inferiores estaban dedicadas para los alojamientos, cuando fuera menester su utilización como tales, dejándose libre la tercera batería.
En un navío sencillo, de dos puentes, toda la dotación descansaba en la primera batería, quedando la segunda zafa. Esto suponía que en puerto, cuando el número de hombres de guardia era muy corto, se concentraba la mayoría de la gente en un espacio muy reducido. En alta mar, al menos, la mitad de ellos se encontraba de guardia y había más comodidad, si es que puede utilizarse esa palabra en un buque de guerra.
Veamos donde se alojaba cada clase.
Oficiales
El general, o el comandante con mando particular, tenían a su disposición toda la cámara alta o del alcázar con su camarote, normalmente el de estribor en navíos de dos puentes.
En los de tres puentes podía escoger cualquiera de la cámara alta o la de en medio, quedando la que el general dejase de las dos para el capitán de bandera, si no había otro general subalterno embarcado. Si en un navío de tres puentes no había general, el comandante podía elegir la cámara que le gustase, sirviéndose de la otra para lo que quisiera disponer.
En el caso de ser un navío insignia con plana mayor y mayoría general estos ocuparían los camarotes del alcázar, toldilla y crujía de la cámara baja, cuidándose el comandante del buque que si sobraba algún camarote en el alcázar fuera ocupado por los tenientes de navío y fragata que cupiesen, para que estuvieran más a mano en las ocurrencias de la maniobra cuando no se hallaren de guardia.
En estos alojamientos tenían preferencia los oficiales de marina a los del Ejército, si había alguno embarcado.
Normalmente en el navío insignia había un número muy grande de oficiales que sobrepasaba con creces el número de alojamientos. Para acomodarlos estaba permitido colocar en la Santa Bárbara, o debajo del alcázar, unos alojamientos temporales consistentes en lonas clavadas y catres volantes, con el objeto de que en caso de zafarrancho pudiesen ser retirados prontamente.
Los guardiamarinas tenían que formar todos ellos un único rancho siendo los últimos, tras los oficiales de guerra y el contador, en poder elegir sitio. En el raro caso de que una vez alojados todos los oficiales y guardiamarinas quedara algún camarote libre el comandante podía adjudicárselo a Pilotos segundos y terceros, a cirujanos y maestres de víveres.
Una vez hecho este reparto de camarotes no se podía variar su composición, ni para desalojar a un oficial más moderno que otro, ni por goteras ni otras incomodidades. Además si había un intercambio de camarotes tenía que ser siempre con el visto bueno del comandante.
El primer piloto, siendo oficial vivo, podía elegir el alojamiento que le correspondiese por su grado y antigüedad con los demás oficiales, teniendo preferencia a ellos en los de la toldilla, ya que era el lugar más a propósito para sus tareas.
Los segundos pilotos se alojaban también en la toldilla, siempre y cuando no hubiera oficiales que hubieran tenido que escogerlos por no haber en otro lugar. Si fuera así se les pondría un lugar provisional en la Santa Bárbara.
Si fuera de transporte un general de la Armada en un buque no perteneciente a escuadra, que hubiese mandado o fuera a mandar otra, el comandante del buque le cedería su camarote y la mitad de su cámara. Si ese general no fuera a tener mando de una escuadra entonces sólo ocuparía el camarote.
En la Santa Bárbara se alojaban preferentemente los dos capellanes, sargento de artillería de cargo, el primer cirujano y el maestre de víveres.
Para tener lo más pronto posible las baterías listas en zafarrancho se prohibían los catres de firme, alacenas o cualquier otra cosa que embarazase los camarotes.
Sólo se permitían en los de la toldilla, que no estorbaban, en los cuales, como en los cajones de popa de las cámaras y jardines, se podían depositar los instrumentos náuticos de los oficiales, guardiamarinas y pilotos para su mejor custodia.
Para todos los demás alojamientos se proveían catres de lona colgados. Estos catres de lona eran los comúnmente llamados coys, que eran unas hamacas guarnecidas con barrotes de media vara de largo a la cabeza, con bolinas y dos ganchos.
A todo individuo de tropa, así como de dotación y transporte, se le daba uno a cuenta del Rey. Siendo el receptor del mismo el responsable de su cuidado, ya que la pérdida o deterioro por negligencia del mismo, corría a su cargo descontándoselo de la paga.
Del mismo modo todo oficial y hombre de mar, dependiente de provisión y criado de oficial de guerra debía tener su coy guarnecido, permitiendo catre solamente al primer contramaestre.
La extensión de cada alojamiento en los entrepuentes ha de entenderse desde la murada hasta la medianía, colgándose los coys en los ganchos que había para tal efecto y en disposición de no estorbar el paso de las rondas, dejando libres los alrededores de las escotillas mayor y despensa, prohibiéndose en los entrepuentes los alojamientos cubiertos más que de simple lona, clavada por alto y en disposición de arrollarse, en los ranchos de cirugía, pilotos terceros, oficiales de mar y sargentos.
Se prohibía, por cuestiones de espacio, que ningún hombre de tropa o de mar embarcara colchón o cajas. Sólo se les permitía a los oficiales de mar y a los sargentos. Teniendo que poner el colchón liado en el coy cuando se recogiera y las cajas colocadas en el sollado o el lugar donde hubiese mandado el comandante.
Así mismo se señalaba también un lugar en el sollado o pañoles de la despensa, para que los oficiales, guardiamarinas y demás de la Plana mayor depositaran sus baúles, no quedando en sus alojamientos más que los catres colgados y la ropa precisa para su uso en un baulito muy pequeño, o en una maleta que pudiera liarse con el colchón y poder ponerse cómodamente en los parapetos señalados.
En el navío insignia de un general había que habilitar un camarote de firme a la cara de proa o de popa de la rueda del timón, según la capacidad del buque, y que estaba destinado a la mayoría general.
Las reposterías, reducidas para el comandante y oficiales como para el general, se formaban con mamparos de lona en la crujía de los puentes, normalmente a la bajada de las escalas del alcázar.
Evidentemente, todo lo contado hasta ahora es relativo a la oficialidad de guerra y mayores de un navío, que contaban con algo de espacio e intimidad. Veamos ahora como se las apañaba el gran porcentaje de hombres a bordo.
Tropa y marinería
La tropa de infantería de marina y la marinería se colocaba según la capacidad del navío, bajo la regla de que tanto los marineros como los soldados guardasen el mismo espacio entre unos y otros si hubieran de estar estrechos, y más anchura al soldado si el navío diera más proporción.
Y todo bajo esta distribución:
La primera batería se destinará a la guarnición: para los artilleros de marina las chazas contiguas a la puerta de la Santa Bárbara de un costado. Una chaza era el espacio que había entre porta y porta de cañón.
Para la infantería de marina quedaba el resto de esa banda y toda la de la otra, exceptuando las dos chazas fronteras con la escotilla mayor, y las dos últimas de cada banda a proa. Los sargentos debían interpolarse entre la tropa para atender a la disciplina de los hombres.
Las chazas de escotilla de esa batería quedaban una para los segundos cirujanos, boticarios y sangradores, y otra para los dependientes de la Provisión; las chazas inmediatas a la tropa de aplicaban para guardianes, carpinteros y calafates, así como al armero, farolero, maestro de velas, buzo y cocinero, ya sean todos en un mismo rancho o a individuos sueltos pertenecientes a varios.
Las últimas chazas de una banda correspondían a los ranchos de los pajes y las de la otra banda a los criados de oficiales que cupiesen.
En la segunda batería de un tres puentes se disponía la chaza proel de estribor, al lado de las reposterías, para el práctico y terceros pilotos, la correspondiente de babor para los criados del general, comandante y mayor general, exceptuando los mayordomos que podían colgar su catre en las reposterías respectivas.
Todas las demás chazas, a una y a otra banda, hasta la segunda proel de cada una se aplicaba para la marinería, uniéndose por brigadas o guardias, las de popa a una banda y las de proa a otra, e interpolados los ranchos de guardias de estribor con las de babor, para que así las chazas correspondiesen a tantos de una como de otra, siguiendo esta regla con la tropa de la primera batería, ya que era necesario el uso alternado en cada sitio por dos personas para un propio coy y la buena alineación del navío.
Por tanto toda la dotación del navío dormía siempre en sus lugares acordados según a la guardia a la que correspondiese, no colgaban sin ton ni son sus hamacas. Aunque no lo pareciese, había un orden en la maraña de coys de las baterías. Para terminar las dos chazas proeles de estribor eran para el rancho de contramaestres y guardianes y las de babor para el de carpinteros y calafates.
La dotación (guarnición y tripulación) se acomodaba toda en la primera batería.
La segunda, como hemos comentado, quedaba libre. En esa atestada primera cubierta nos encontramos a los artilleros de marina en la primera chaza contigua a la puerta de la Santa Bárbara.
Supongo que se habrán dado cuenta de que, tanto en los de tres puentes como en los de dos, estos artilleros estaban alojados muy cerca del pañol de pólvora, para en caso de zafarrancho poder acceder allí rápidamente.
Sigamos, la chaza frente a la anterior era para los sargentos de infantería; los pajes en la de proa de estribor; los criados en la opuesta a estos; los contramaestres y guardianes en la segunda proel de estribor; los carpinteros y calafates en su opuesta; los segundos cirujanos, boticarios y sangradores en la de estribor de la escotilla mayor; los dependientes de provisión en su opuesta.
La infantería de marina desde una de estas hasta la de sus sargentos; y las proeles, desde la escotilla mayor, en las dos bandas, hasta la de contramaestres y maestranza, y las popeses hasta la de artilleros de marina estaban destinadas para la marinería, quedando una chaza intermedia para el práctico de costa y los pilotos terceros; al armero, farolero, maestro de velas, buzo y cocinero se les daba media o una chaza entera si fuese posible, y si no se tenían que repartir con el rancho de los dependientes de provisión.
Como hemos visto la marinería y la infantería nunca se mezclaban. Por seguridad lo tenían prohibido. Así disminuía el riesgo de que se pusieran de acuerdo en un motín y la infantería, siempre a popa, cerca de la zona sensible del navío para su posible protección.
Los patrones de falúa o lancha debían arrancharse juntos. En puerto, donde estaban más estrecha la gente en los entrepuentes, se les permitía a estos dormir debajo del alcázar para así estar más pronto al servicio de tener listas sus embarcaciones menores a las que estaban destinados.
También en esas ocasiones podían los pajes domir en aquel lugar, en la banda de babor y siempre a la vista del centinela de la cámara; los criados del comandante y oficiales harían lo propio en la parte opuesta, pero todos con la obligación de tender sólo el coy sin demás accesorios del mismo y recogerlo al toque de zafarrancho para pasarlo al lugar que tuviesen destinado.
En caso de duda o disputas referentes a los alojamientos el último que tenía la palabra en ello, como en todo, era el comandante, que podía disponer lo que creyera conveniente en cada caso.
Por último se menciona también el alojamiento en otros buques menores al navío de línea:
En las fragatas y otros buques menores se arreglarán los alojamientos, adaptando a su capacidad el orden de preferencia que queda establecido para todas clases; siempre bajo el principio de que ha de estar zafa y pronta su batería a toda hora, sin otro camarote que el del capitán cuando lo tuviere en la cámara del puente, por no haberla alta con chopeta o toldilla; en el cual caso para los fusiles de dotación a mano se dispondrá un armero debajo del alcázar fuera de la cámara de la batería, aumentando competentemente para las ocasiones de lluvia, en que los de la tropa de guardia en puerto no puedan tenerse en el de la carroza de la escala; y la policía de los alojamientos, aseo y propiedad general será proporcionalmente en todas sus partes, según se instituye y explica para los navíos
Relacionado: El descanso a bordo de los buques de la Real Armada.
Fuente:
- “Real Ordenanza Naval para el servicio de los baxeles de S.M.” de 1802