Por Juan García (Todo a Babor)
Introducción
Tras la derrota de 1588 de la Gran Armada, Felipe II reorganizó su flota con la intención de hacer frente a sus numerosos enemigos.
Por rareza, en verdad, se vio mayor actividad en nuestros puertos, tratando de reparar las pérdidas de la jornada de Inglaterra. Construíanse por extraordinario galeones en Santander; se carenaban en Ferrol los necesitados de reparo; se juntaban en la Coruña, Lisboa, Cádiz, Sevilla, Pasajes los expeditos, en diez escuadras, denominadas: de la Capitana general; de galeones de Castilla; de Guipúzcoa; de Vizcaya; de Sancho Pardo; de Bartolomé de Villavicencio; de filibotes de Pedro de Zubiaur; de filibotes de Garibay; de pataches y zabras de Avendaño, y de zabras, sumando 1oo naves con 48.200 toneladas y 981 piezas de artillería. De estas escuadras eran independientes las flotas y armadas de Indias, así como los barcos sueltos destinados al aviso, y las galeras, una de las cuales se envió á Bretaña, como se ha visto, y otra á las islas de Barlovento. [F. Duro]
Así que, en contra de lo que pudiera pensarse, lo ocurrido con la Armada de 1588, no supuso el fin de las fuerzas españolas. Y eso que España luchaba contra medio mundo. Antes al contrario. Todavía se seguía contando con una fuerza considerable de buenos barcos, excelentes soldados y, sobre todo, grandes mandos experimentados que seguían poniendo en aprietos a cuantos enemigos se les pusieran por delante.
Andaban en el ejercicio, destacados desde los puertos cantábricos, varios capitanes prácticos del Canal de la Mancha, entre los que se distinguieron por la osadía de los ataques y desembarcos, aun en la inmediación de los puertos principales, Marcial de Arriaga, Juan y Miguel Escalante, Juan de Mérida, Martín de Oleaga, Joanes de Villaviciosa, y más que todos, Pedro de Zubiaur, cabo ó jefe de la escuadra de pataches y zabras que mantenía las comunicaciones de Bretaña con la Península y conducía los socorros. Todos ellos utilizaban la situación intermedia de Blavet, y conducían allí las presas, que hicieron muchas, burlando la persecución de los buques mayores de guerra, al paso que destruían los de cabotaje. [F. Duro]
Antecedentes
Una de las bases españolas utilizadas como punto de partida para estas osadas incursiones fue la de Blavet, hoy en día llamada Port-Louis. Esta es una localidad francesa situada en Bretaña, con una excepcional situación natural que la hizo ser pieza codiciada por numerosos contendientes. Los españoles llevaban allí desde 1590, apoyando a los franceses católicos en su guerra civil contra los hugonotes y de allí partió la expedición que pasamos a relatar.
¿Por qué se eligió Cornualles como lugar de operaciones? Pues porque era una zona donde todavía se encontraban muchos católicos ingleses. Allí se inició una revuelta en 1549 llamada la Rebelión del Libro de Oraciones (Prayer Book Rebellion), donde fueron reprimidos por las tropas del rey Eduardo VI. Era una región inglesa perfecta para iniciar algún tipo de levantamiento. Más que cualquier otra, así que los españoles se decidieron por esta.
No obstante, los ingleses ya temían algún tipo de incursión española a Cornualles, ya que el 10 de julio de 1595 Godolphin (de quien hablaremos más adelante) le escribió a Lord Essex que se necesitarían más hombres para la defensa de las islas Scilly:
Soy de la misma opinión de que se necesita una guarnición más fuerte, porque la reunión de esos españoles parece más una nube a la que le gustaría caer pronto en alguna parte de los dominios de Su Majestad.
Y así fue, puesto que en los siguientes diez días se vieron galeras en varios lugares frente a la costa de Cornualles: en St Eval, y Padstow en el norte, donde el hijo de Grenville reunió apresuradamente una especie de milicia, lo que disuadió a los españoles de desembarcar. En St. Keverne, el 2 de agosto, se vio una serie de buques extranjeros navegando por la zona del arrecife de Manacles-Falmouth Bay.
La incursión por Cornualles
Primer día
En realidad, más que batalla debería llamarse como lo hacen los ingleses: Raid on Mount’s Bay, porque fue eso mismo: una incursión, un raid al estilo comando actual.
Se decidió organizar una expedición de castigo por la ayuda de los ingleses a Francia y el 26 de julio de 1595 zarparon de Blavet cuatro galeras con cuatrocientos soldados del tercio de don Juan de Águila (tres compañías) mandados por el capitán del mismo don Carlos de Amésquita (llamado Amézola por el historiador Fernández Duro).
Las galeras pertenecían a la escuadra de Pedro de Zubiaur. Estas fueron Nuestra Señora de Begoña, Salvador, Peregrina y Bazana. La escuadra pasó por Penmarch donde hundieron un buque francés tripulado por ingleses con un cargamento con destino a Inglaterra.
El 2 de agosto llegaron a Mousehole, la primera localidad de Cornualles que pisaron. Allí les guió un católico inglés llamado Richard Burley hacia una playa rocosa, a poca distancia del puerto. Un grupo de españoles bajo el mando de don León de Ezpeleta y el sargento mayor Juan de Arnica, ascendieron una colina para tener mejor vista de lo que había por la zona.
Mientras tanto, las galeras realizaron un bombardeo sobre Mousehole, que carecía de defensa y donde murieron tres personas, además de quemar casi todas las casas. La mayoría de la población había huido antes, refugiándose muchos de ellos en Penzance. El único edificio que quedó intacto fue una tarberna llamada Keigwin Arms, donde actualmente hay una placa recordando el hecho:
Squire Jenkyn Keigwin was killed here 23 July 1595 defending this house against the Spaniards. (El escudero Jenkyn Keigwin fue asesinado aquí el 23 de julio de 1595 defendiendo esta casa contra los españoles). [Las fechas no coinciden puesto que Inglaterra tenía un calendario distinto al español en aquel momento]
Un segundo grupo de españoles fue tierra adentro y llegó hasta la parroquia de Paul, como medio kilómetro de distancia. Fueron unos doscientos hombres, entre piqueros y arcabuceros. El pueblo, indefenso, fue saqueado y quemado. La iglesia de St Pol de Lion, descrita por Amézquita como una mezquita (valga la redundancia) fue también incendiada. En este ataque murieron cuatro vecinos y un número indeterminado de los mismos fueron hechos prisioneros y llevados a las galeras, donde reembarcaron con los soldados.
Segundo día
El 3 de agosto las galeras navegaron hasta Mounts Bay, con Penzance y Newlyn a la vista. Llegaron a esta última localidad y la incendiaron tras saquearla.
Hasta este momento los españoles no habían encontrado defensa alguna, pero esto iba a cambiar pronto ya que, cuando avanzaron hasta Penzance, se encontraron con las milicias inglesas anti-invasión de 500 hombres, que ya estaban alertadas y prestas a la defensa. Estos milicianos estaban guiados por Francis Godolphin, que era Deputy Lord Lieutenant, algo así como un teniente adjunto nombrado por el Rey, que servía para ayudar en cualquier tarea que se requiriese. Vamos, un responsable local de la Corona.
Los españoles desembarcaron en la amplia playa y es aquí cuando los ingleses se dieron cuenta de que lo que tenían delante no eran sino la mejor infantería del momento: los temibles tercios. O parte de ellos. Muchos menos de lo que sería un tercio, pero igualmente efectivos. Aún así, los milicianos (no se les puede negar la valentía) atacaron convencidos de su superioridad numérica, que no de calidad como decimos.
Con la profesionalidad y temple que les caracterizaba, los soldados españoles mantuvieron su formación, mientras que un destacamento cargaba contra una parte numerosa de la milicia que intentaba flanquearlos por sorpresa. Desde las galeras se dieron cuenta de que los milicianos podían arrollar al pequeño grupo de españoles que les hicieron frente y dispararon contra aquellos.
Sin embargo, los españoles se habían dado cuenta del problema y los mosqueteros se hicieron cargo atacando el flanco enemigo, lo que hizo que los milicianos huyeran despavoridos, arrojando sus armas y desapareciendo del lugar. Un centenar de ellos se refugiaron en la localidad de Marazion.
Godolphin debió palidecer ante aquello y solo él y una docena de hombres se fueron con la idea de ofrecer algún tipo de resistencia más adelante.
Tras aquello, le tocó el turno a la localidad de Penzance, que fue bombardeada por las galeras. Cuatrocientas casas fueron destruidas y tres buques mercantes fueron hundidos. Fernández Duro dice que en aquella plaza tomaron también un fuerte que había en la marina.
Francis Godolphin intentó reunir a los hombres, pero estos huyeron de nuevo, así que los españoles entraron en la ciudad sin resistencia alguna, lo que permitió saquearlo a placer. Solo la iglesia de St Mary se salvó de los incendios porque el guía Richard Burley le contó a Amésquita que en aquella iglesia se había celebrado misa una vez.
El sacerdote católico Fray Domingo Martínez, capellán principal de la escuadra española, celebró una misa al aire libre en Western Hill, a las afueras de Penzance. Amésquita no prometió construir allí una iglesia católica en un par de años cuando Inglaterra fuera conquistada, como he leído en muchos sitios.
El capitán español nos aclara el asunto en su informe oficial:
En esta ciudad quemamos más de cuatrocientas casas, algunas aldeas periféricas y tres buques que estaban cargados de vino y otros bienes. La mezquita donde se reúnen para sus conventículos no fue quemada porque el capitán Richard Burley, un caballero inglés de la Marina Real de su Majestad, dijo que se había celebrado la Misa en ella anteriormente. Fray Domingo Martínez, capellán principal de las galeras, escribió dos versículos en inglés en los que declaró la razón para no quemarla y su confianza en Dios de que la Misa se celebraría nuevamente dentro de dos años. Hecho esto, nuestros hombres se retiraron a otra ciudad llamada Newlyn, incendiándola así como todas las casas periféricas.
Tras aquello y cumplida la misión de castigo, y viendo que empezaban a llegar muchos más milicianos de refuerzo (Duro habla de 1.200 hombres), Amésquita ordenó el reembarque. Al día siguiente liberaron a los prisioneros en tierra y se fueron sin ser molestados. El que los españoles dejaran a los prisioneros vivos causó sorpresa, ya que por aquel entonces tanto ingleses como españoles tenían por costumbre, desde lo de la Gran Armada de 1588, masacrar a cuantos cogieran prisioneros.
Estos mismos prisioneros liberados contaron a Godolphin que los españoles tenían la intención de seguir con sus correrías y haber ido a St. Ives y Padstow, y de allí al canal de Bristol, pero temían encontrarse con la llegada de refuerzos navales de Drake y Hawkins que se encontraban en la localidad cercana de Plymouth y que por eso decidieron irse definitivamente.
Las consecuencias
Las fuerzas inglesas de socorro, bajo el mando de Sir Nicholas Clifford llegaron tarde para enfrentarse con los españoles. El mando inglés estaba enfurecido con el comportamiento deplorable de los milicianos que habían huido.
Para la ciudad de Penzance, si la gente hubiera estado con Sir Francis Godolphin, que se comprometió muy dignamente, se habría salvado; pero la milicia lo abandonó por completo, salvo cuatro o cinco caballeros.
Tenía poco sentido enfadarse con unos hombres que no eran profesionales de la guerra, a diferencia de los soldados españoles. Vistas las circunstancias fue lo mejor que podían haber hecho.
Hay que tener cuidado también con creerse todo lo que hizo Godolphin, ya que solo ha quedado su testimonio, por parte inglesa, de lo sucedido y, como se ha visto, él ha quedado bastante bien en esta historia, no así sus vecinos. No digo que este hombre no hiciera lo que hizo, pero hay que tomarlo con cautela.
Sin embargo, aquella incursión española a Cornualles sirvió para que una más que preocupada reina Isabel y Lord Burghley, primer consejero real, tomaran medidas para fortalecer las defensas y que aquello no volviera a ocurrir. Ya habían tenido bastante con Pero Niño y Fernando Sánchez de Tovar en sus expediciones de siglos anteriores, además de esta incursión, como para que cada cierto tiempo llegaran los españoles a hacer el vikingo.
La escuadra española se encontró el 5 de agosto con un convoy holandés de 46 buques. Amésquita ordenó el ataque y hundió dos de los buques enemigos, causando muchos daños a otros, a costa de veinte bajas mortales y algunos heridos. El resto de los buques holandeses huyeron renqueando, entre ellos la capitana que llevaba mucha avería en la arboladura.
Las galeras hicieron una parada en Penmarch para reparar y entraron en Blavet el 10 de agosto.
La incursión española a Cornualles, como hemos visto, no fue importante desde el punto de vista militar, ya que ese no fue su objetivo, pero consiguió que los ingleses tuvieran bien en cuenta que los españoles podían llegar hasta ellos si se lo proponían. Aquello sirvió, como hemos comentado, como acicate para estar preparados y que aquello no ocurriera más.
Fuente:
- Fernández Duro, Cesáreo. Armada Española desde la unión de los reinos de Castilla y Aragón.
- Rowse, AL Tudor Cornwall, portrait of a society. 1947