Por Santiago Gómez Cañas
Autor del libro: «Historiales de los navíos de línea españoles, 1700-1850»
Una de las flotas de Galeones, destinada a Cartagena de Indias y Portobelo, sale de Cádiz en 1730. Al igual que el resto de las flotas de Indias, no se sale de lo extraordinario las dificultades encontradas en su preparación, travesía, feria de comercio y los trabajos del alistamiento de los buques para su regreso.
Esta flota se distingue por las numerosas dificultades que encontraron en el tornaviaje. Azotada por las tormentas, los buques se separan, algunos naufragan, otros quedan desarbolados y sufren graves daños, arriban a varios puertos y tienen que ser reparados.
De hecho, la flota zarpa de la Habana en agosto de 1731 y varios de los buques llegan a Cádiz en el verano de 1732.
Índice
Preparación y salida de la flota
A comienzos de 1729 el rey designa al jefe de escuadra Manuel López Pintado como nuevo comandante de la flota que debe partir rumbo a Cartagena de Indias y Portobelo, y le ordena hacer los preparativos para su salida. José Patiño, secretario de Marina e Indias, comunica en carta a López Pintado, fechada el 23 de agosto de 1730, su ascenso al empleo de teniente general.
Debido al mal tiempo, el embarque de las mercancías en los buques se fue dilatando, por lo que la flota no se hizo a la vela hasta el 26 de junio de 1730. Llevan a bordo un total de 3.962,06 toneladas de mercancías. Llegan a Bocachica, en Cartagena de Indias, el 8 de agosto de 1730.
Los buques de la flota
Escolta
- Navío (capitana) San Luis. Maestre Gabriel Pintado. 1.045 toneladas. 64 cañones. 504 hombres. Maestre de plata José de Landa.
- Navío (almiranta) San Fernando. 64 cañones. Capitán de navío Juan José Navarro. Maestre José de Landa. 1.045 toneladas. 64 cañones. 509 hombres.
- Navío San Francisco de Asís. 52 cañones. Capitán de fragata José Alfonso Pizarro. Maestre José Vázquez y Llarena.
- Navío San Carlos. 64 cañones. Capitán de fragata Francisco Álvarez Cuevas.
- Fragata Nuestra Señora de Aránzazu. 30 cañones. Capitán de fragata Mateo de la Puente (Fuente). Maestre Francisco Antonio Álvarez. 125 hombres.
- Bergantín Nuestra Señora de la Esperanza. 12 cañones. 87 hombres. Teniente de navío Antonio de Souza.
Mercantes
- Navío San Rafael y Santo Domingo de la Calzada. Capitán José Fernando Romero. Maestre José del Río Herrero. 431 toneladas, 28 cañones, 80 hombres.
- Navío Nuestra Señora del Carmen, San Gil y las Ánimas. Capitán y maestre Martín Ruiz Colorado. 324 toneladas. 28 cañones. 80 hombres.
- Navío Espíritu Santo y Nuestra Señora del Rosario (en algunas fuentes aparece como Espíritu Santo y Nª Sª de la Soledad). Dueño y capitán José Ignacio de Armaolea. Maestre Manuel de Eguzquiza. 356 toneladas. 28 cañones. 80 hombres.
- Navío Nuestra Señora del Rosario y Santa Isabel. Capitán y maestre Pedro Santisteban. 253 toneladas. 25 cañones. 72 hombres. Según Margarita García se llamaba Santa Rosa y Santa Isabel.
- Navío Nuestra Señora de los Dolores, alias Rayo. Capitán y maestre José de la Justa. 373 toneladas. 26 cañones. 78 hombres.
- Navío Jesús Nazareno, alias Paz. Capitán y maestre Bernabé de San Ginés. 273 toneladas. 26 cañones. 78 hombres.
- Fragata Nuestra Señora del Rosario, San Francisco Javier y San Antonio de Padua. Capitán y maestre Luis Lozano. 205 toneladas. 26 cañones. 78 hombres. Naufragó en la ensenada del Mangle, costa del Bayamo (Mercurio histórico y político. Julio 1778. Tomo II, p. 293).
- Navío San Francisco Javier, San Miguel y las Ánimas. Capitán Antonio de Rada. Maestre Esteban de Irrutia. 227 toneladas. 22 cañones. 66 hombres.
- Navío Nuestra Señora del Rosario y San Gaetano. Maestre Andrés de Luzuriaga. 272 toneladas. 34 cañones. 64 hombres.
- Navío Santísima Trinidad, Nuestra Señora del Rosario y San José. Maestre don Miguel Lorenzo de Aguirre. 190 toneladas. 14 cañones. 46 hombres.
- Navío Nuestra Señora del Rosario y San Cristóbal. Capitán Gregorio de Requena. Maestre Francisco Nicolás. 232 toneladas. 18 cañones. 52 hombres. Según Margarita García el maestre era N. de Francia.
- Navío Nuestra Señora de Regla, San Francisco Javier y las Ánimas. Maestre Francisco José Sobrado. 105 toneladas. 14 cañones. 45 hombres.
- Navío Nuestra Señora de la Concepción y San Antonio Abad. Capitán Pedro Colarte. Maestre Adrián de Acosta. 309 toneladas. 26 cañones. 78 hombres.
- Navío San Antonio de Padua, alias Hércules. Maestre Pedro Sagardia. 174 toneladas. 16 cañones. 49 hombres.
- Navío Nuestra Señora de Loreto y San Francisco Javier. Capitán Agustín Fernández de Lara. Maestre Juan de Arizón. 212 toneladas. 18 cañones. 51 hombres.
- Nuestra Señora de la Soledad, alias Rayo. Iba en conserva de la Flota.
La feria
Llegada la flota a Cartagena, debía esperar la llegada a Panamá desde El Callao de los buques de la Armada del Mar del Sur. Pero su llegada se fue dilatando, motivada por el escaso interés de los comerciantes peruanos en la feria, debido a los precios altos de los productos, gravados con los impuestos.
A pesar de los esfuerzos del virrey del Perú en erradicar el contrabando, seguían llegando productos al virreinato a precios más baratos.

En la espera, descubre López Pintado una red de contrabando en las propias autoridades en Cartagena de Indias, entre ellas el gobernador Antonio de Salas y varios oficiales reales. También estaban involucrados los capitanes Justiniani y Medinueta, comandantes de los guardacostas.
Manuel López Pintado, ejerciendo su autoridad, consigue descubrir las redes de la trama ilegal e impone multas. También envía a sus buques a patrullar la costa y erradicar el contrabando.
Después de arduas negociaciones del virrey con los mercaderes peruanos, los buques de la Armada del Mar del Sur salen finalmente del puerto de Callao el 7 de enero de 1731. Llegan a Panamá el 16 de febrero.
Llevan menos dinero de lo esperado, solo catorce millones de pesos fuertes, producto de la recaudación de impuestos en el virreinato y el dinero de los mercaderes peruanos, unos nueve millones, para adquirir las mercancías de la flota.
Informado López Pintado de esta salida, los buques de la flota zarpan de Cartagena el 18 de enero de 1731 rumbo a Portobelo para celebrar la feria, llegando diez días después, el 28 de enero. Una sorprendente espera de más de cinco meses.
Otro problema al que se enfrentó la flota fueron las epidemias que diezmaron las tripulaciones. Para finales del mes de octubre habían fallecido 650 hombres, número que se fue incrementando con el paso de los meses.
Regreso a Cádiz
Finalizada la feria, reparados y cargados los buques, la flota zarpa de Portobelo rumbo a Cartagena de Indias a mediados de junio de 1731, el 14 de junio, y llegan a la Habana el 22 de julio. Salen de la Habana el 18 de agosto (19 de agosto según la Gaceta de México, nº 48). Posiblemente, los catorce buques salieron de puerto en esos dos días.
La flota estaba formada en esta ocasión por cuatro buques de guerra, el San Luis, capitana, el San Fernando, almiranta, el San Francisco de Asís, y el San Carlos. Los buques menores habían sido despachados desde Cartagena para servir de avisos o para realizar otras comisiones. Los mercantes eran solo diez:
- Nuestra Señora del Carmen y San Guillermo,
- Nuestra Señora de los Dolores, alias Rayo.
- Espíritu Santo.
- Jesús Nazareno, alias La Paz.
- Nuestra Señora del Rosario y San Cristóbal.
- Nuestra Señora del Rosario, alias La Veneciana.
- San Antonio de Padua, alias Hércules.
- Nuestra Señora de Regla.
- Nuestra Señora de la Concepción y San Antonio Abad.
- Nuestra Señora de Loreto y San Francisco Javier.
Se agregó a la flota una balandra que serviría de patache hasta dejar el Canal de Bahamas.
La salida de la Habana, los días 18 y 19 de agosto de 1731, se produce con excesivo retraso, lo que trajo graves consecuencias, pues a partir de mediados de agosto solía comenzar la época de huracanes en el Canal de las Bahamas. La travesía se realiza sin incidentes destacables hasta llegar al Canal.
La flota estaba unida, con la balandra guiando la formación, la capitana a la cabeza, seguida por los mercantes y cerrando la formación los otros tres buques de guerra, comandados por la nave almiranta.
Sobrepasado el Canal de Bahamas, comienza un huracán que sorprende a la flota la noche del 30 de agosto y dura hasta el mediodía del 31, momento en que amaina la tormenta, aunque seguían soplando fuertes vientos.
Al amanecer del 1º de septiembre, con el mar ya en calma, la flota estaba dispersa y destrozada. La capitana tenía sus tres palos muy dañados y el timón roto. Solo cinco de los buques pueden seguir la travesía hasta Cádiz, los tres buques de guerra restantes y dos de los mercantes, el Nuestra Señora de los Dolores, alias Rayo, y Nuestra Señora de Regla.
Llegan a Cádiz entre el 24 y el 30 de octubre de 1731. La almiranta San Fernando llega el día 29, con 273.690 pesos fuertes de la Real Hacienda y 4.157.227 pesos de particulares. Los capitanes informan a José Patiño de lo sucedido a la flota. Posteriormente le llegaron más noticias por las cartas del gobernador de Puerto Rico y del virrey de Nueva España marqués de Casafuerte.
Antes de salir de la Habana, Manuel López Pintado entrega a todos los capitanes las órdenes selladas que se debían abrir en caso de dispersión o incidentes graves, como el ocurrido.
Las órdenes eran dirigirse a la isla de Puerto Rico, misión harto complicada por el mal estado de los buques, aunque era el destino más factible, debido a las corrientes y vientos dominantes de la zona.
La capitana San Luis se reúne el 5 de septiembre con cuatro de los mercantes, el Jesús Nazareno, alias La Paz, el Nuestra Señora del Carmen y San Guillermo, el Nuestra Señora de la Concepción y Antonio de Abad, y el Nuestra Señora de Loreto y San Francisco Javier.
Más tarde se une a este grupo el Espíritu Santo. Uno de ellos, el Loreto, se separa del grupo y llega finalmente a Puerto Rico, quizás por encontrarse en mejores condiciones.
El resto de los mercantes, junto al San Luis, continúan a la deriva por casi dos meses. Su situación era desesperada, muy escasos de agua y alimentos. Por suerte encuentran el 25 de octubre, ya muy cerca de la isla de Santo Domingo, a una balandra que les suministra las provisiones necesarias hasta conseguir llegar a puerto.
Unos días después, la capitana y los cuatro mercantes consiguen entrar en Cap Francois (Guarico), en la parte francesa de la isla.
Pero faltaban tres de los mercantes. El llamado Nuestra Señora del Rosario y San Cristóbal, que se había hundido poco después de la tormenta. El San Antonio de Padua, alias El Hércules, también se había hundido en la banda norte de Puerto Príncipe, isla Santo Domingo.
Del último de los mercantes, el Nuestra Señora del Rosario, alias La Veneciana, no se tenían noticias de su paradero.
Una vez en puerto, López Pintado envía un buque a la Habana para informar de los sucedido y solicitar los pertrechos necesarios para poner los buques en estado de navegar. Pasados unos tres meses, para mediados de febrero de 1732, tenía los buques casi reparados, excepto las arboladuras, que son adquiridas en la propia isla de Santo Domingo.
Informada la Corona de lo sucedido a la flota, decide enviar a Santo Domingo varios buques con pertrechos y para embarcar los caudales de la flota. Para esta comisión son destinados los navíos de guerra Lanfranco e Incendio, puestos al mando de los capitanes de fragata Francisco Álvarez Cuevas y Francisco Celdrán.
Zarpan de Cádiz en febrero de 1732 rumbo a Guarico o Cabo Francés, en la isla de Santo Domingo. El Consulado de Comercio de Cádiz decide enviar en conserva de los dos buques de guerra a otros dos navíos con arboladura y pertrechos para reparar los mercantes fondeados en Puerto Rico y así poder regresar a España.
Para mediados de febrero ya había recibido López Pintado la mayor parte de los pertrechos solicitados a la Habana.
El esfuerzo de las tripulaciones para reparar los buques tuvo que ser titánico, al tener que llevar los palos de arbolar desde los bosques, a unas cuarenta leguas tierra adentro, hasta Fort Dauphin. Allí eran cargadas las arboladuras en barcos y llevados hasta Cap Francois.
El fuerte calor, la humedad sofocante y los mosquitos provocaron epidemias de fiebres. Debido a los numerosos enfermos y fallecidos, los trabajos de reparación de los buques sufrieron muchos retrasos.
El 9 de abril entran en Guarico los navíos de guerra Lanfranco e Incendio, enviados desde España, y el mercante La Paz. El primero llega con una importante vía de agua. Al ser reconocido, se descubre que le faltaba estopa en las juntas. También tuvo que reparar el palo trinquete y el bauprés.
Para esa fecha a la capitana solo faltaba por acabar de reparar el timón, los masteleros y vergas.
Llegada a Cádiz en 1732
La estancia de los buques en el puerto francés de Cap Francois se alargó hasta finales de abril de 1732. López Pintado tuvo que permitir la venta de cacao y otros productos para financiar la larga permanencia en puerto.
Efectivamente, el 28 de abril zarpan de Cap François la nave capitana San Luis y el navío Incendio, enviado desde España para auxiliar a los buques españoles. Zarpa con ellos un buque francés, precedidas de la balandra del práctico del puerto, para guiarlos en la salida, pues la rada estaba llena de peligrosos bajíos.
El resto de los mercantes que estaban en Guarico con López Pintado no se hicieron a la vela. Eran el Nª Sª del Carmen y San Guillermo y el Nª Sª de la Concepción y San Antonio Abad. Sus daños estructurales eran más graves y no estaban en condiciones de aguantar la travesía hasta Cádiz.
Los tres buques, los dos españoles y el francés, quedan fondeadas fuera del puerto, esperando al resto de buques, entre ellos el navío Lanfranco, que también había llegado de España para auxiliar a los buques de la flota. Tuvo la desgracia de romper sus orinques al levar anclas con ayuda de su lancha, teniendo que ser reparado por los buzos. Este navío y el mercante La Paz zarpan al día siguiente.
El mercante Espíritu Santo no tenía listo el aparejo, pero era un navío rápido, por lo que López Pintado decide no esperarle y parte rumbo a Cádiz. Se hizo a la vela sobre el 30 de abril, alcanzando al convoy en el Canal de Caycos y Mariguana sobre el 6 de mayo. El navío Incendio, en vez de seguir travesía a Cádiz, pone rumbo a la Habana. Posteriormente se dirige a Veracruz, donde se incorpora a la Armada de Barlovento.
El navío francés, cuando había superado la isla Mariguana, se separa del convoy por su mayor andar. El capitán del Espíritu Santo, que también era más veloz, y sin permiso de López Pintado, decide largar rizos y adelantarse, no volviéndolo a ver hasta que llegaron a Cádiz.
Su capitán había desobedecido deliberadamente las órdenes de mantenerse en conserva. Una vez en Cádiz, López Pintado pidió que fuera castigado.
Nuevamente las epidemias vuelven a cebarse en las dotaciones. Varios tripulantes fallecen a bordo del Lanfranco. En el San Luis llegan a enfermar más de un tercio de la tripulación y fallecen doce hombres en la travesía. Junto con el mercante La Paz llegan a Cádiz el 21 de junio de 1732.
Llevaban seis millones de pesos en total. La capitana trajo a bordo 292.113 pesos de la Real Hacienda y 4.460.867 pesos de particulares.
El rey Felipe V premia a Manuel López Pintado con el empleo de teniente general de la Real Armada, en agosto de 1730, y el título de marqués de Torre Blanca. La Corona, satisfecha con la actuación del general, le destina a liderar una nueva flota en septiembre de 1735, que sería la de Nueva España destinada a Veracruz.
Fuentes bibliográficas
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Fuentes documentales
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- AGI, Contratación, 2902B.
- AGI, Contratación, leg. 5102. López Pintado a Francisco de los Ríos, 27/07/1730.
- AGI, Contratación, leg. 5102. López Pintado a Francisco de Varas. Cartagena, 29/10/1730.
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