Por Santiago Gómez Cañas
Autor del libro: «Historiales de los navíos de línea españoles, 1700-1850»
Índice
Antecedentes
Durante la guerra de Asiento, 1739-1748, el territorio de Florida fue un escenario menor para Gran Bretaña, pues la principal causa para su entrada en la guerra era la libertad del comercio y la navegación, principalmente en el Caribe.
Para España era primordial mantener Florida en su poder, pues garantizada el control de Florida y del Canal de Bahama, vital para la llegada de las flotas a la metrópoli.
Las rivalidades territoriales entre las colonias inglesas y el territorio de Florida llevaban muchos años en litigio. Los ingleses se establecieron definitivamente en Charlestown en 1670, año en que las dos naciones firman un tratado de límites, donde los españoles reconocen el establecimiento inglés.
Los siguientes años, aprovechando la debilidad militar y la escasez de población española, los ingleses siguen expandiéndose hacia el sur, por lo que las misiones franciscanas tienen que ser abandonadas por la fuerte presión inglesa, mientras los ingleses construían fuertes en las misiones abandonadas para defender a los nuevos colonos.
Según el gobernador Pablo de Hita Salazar, los colonos ingleses no solo contravenían el tratado firmado en 1670, utilizaban a los jefes indios para su expansión, prometiéndoles o fingiendo compras y donaciones de nuevas tierras al sur.
James Moore, gobernador de Carolina, aprovechando la guerra de Sucesión española estallada en 1701, ataca San Agustín al año siguiente por tierra y mar, apoyado por indios hostiles a los españoles.
La ciudad se salvó con los refuerzos llegados de la Habana. Para evitar nuevos ataques se aumentó la milicia a 500 hombres y se abasteció al presidio de suficiente pólvora y armas.
En vista de ello, el gobernador Francisco de Córcoles y Martínez propuso en 1709 atacar la colonia inglesa de Carolina, ordenando la Corte que desde Cuba se le suministraran más tropas y armas, y al virrey de Nueva España prestar el apoyo necesario desde Veracruz.
Era prioritario expulsar a los ingleses de Carolina. Pero no hubo respuesta, ni de la Habana, ni de Cuba, y al firmarse la paz con Inglaterra en 1713 no se volvió a insistir en ataques a los ingleses.
Pasaron varias décadas hasta que el general británico James Edward Oglethorpe estableció la nueva colonia de Georgia en 1732, fundando al año siguiente, el 12 de febrero, la ciudad de Savannah.
Las protestas españolas ante Londres recibían como respuesta promesas que después no se cumplían. El gobernador español Francisco del Moral Sánchez construyó algunos fuertes en la frontera y solicitó en envío de tropas, pues contaba con solo 228 milicianos para hacer frente a la nueva colonia inglesa, y eran necesarias dos compañías de milicianos para defender los fuertes de madera de Pupo y Picolata, al oeste de San Agustín. De Cuba son enviados unos escasos 100 milicianos en 1736.
En septiembre de 1735 ordena José Patiño averiguar los verdaderos límites de la nueva colonia de Georgia y se toma desde entonces una actitud más beligerante ante los atropellos cometidos por los británicos.
Incluso se realizan planes ilusorios para atacar la colonia desde Florida, aunque se carecen de las tropas y armas suficientes para ello.
James Oglethorpe construye en 1736 el fuerte Frederica, en la isla San Simón, desde donde empuja los límites de Georgia hacia el sur, hasta el río San Juan, a escasos 35 millas (56 km) de San Agustín.
El gobernador de Florida Francisco del Moral comienza en septiembre de 1736 unas conversaciones con el gobernador Oglethorpe.
Como resultado de las mismas, se aprueba que los británicos se retiren del fuerte construido en la isla de San Juan, llamado St. George, y la frontera se establece en el río San Juan.
Ya se avecinaba una crisis entre las dos naciones por el control del comercio en América y desde Madrid, que se mostraba ahora más beligerante, desautoriza al gobernador.
Pero sobre el terreno, el gobernador Moral y su sucesor, el bilbaíno Manuel Joaquín de Montiano y Sopelana, sabían que una guerra en Florida estaba irremisiblemente perdida si no se recibían refuerzos, y mucho menos realizar un ataque a la colonia de Georgia.
Años después, se ordena al gobernador de la Habana preparar una expedición para atacar Georgia, pero Montiano recomienda suspender los preparativos del ataque y que se fortalezcan las defensas de San Agustín y su fortaleza de San Marcos de Apalache.
Planes británicos
Una manera de consolidar la nueva colonia de Georgia era atacar San Agustín de la Florida, aprovechando el estado de guerra entre España y Gran Bretaña.
Estos eran los planes del general James Oglethorpe, gobernador de Georgia, un ataque preventivo como muestra de fuerza ante las autoridades españolas de Florida, para evitar futuros intentos de agresión, además de hacer méritos ante la Corona británica.
Desde Savannah alistó a las milicias, recabó numerosos apoyos de las milicias de Carolina y de los indios aliados, a los que prometió tierras en la Florida, además de tropas regulares y buques de la Royal Navy.
El fin último era tomar la ciudad de San Agustín y expulsar a los españoles de Florida, pero tenía que destruir varios fuertes defendidos por pequeños destacamentos y algunas misiones franciscanas.
Las primeras noticias indirectas que obtiene el gobernador Montiano de la guerra fue el 2 de octubre de 1739, con la llegada a aguas de San Agustín de un navío de guerra y un paquebote.
Del puerto salió una lancha armada con un oficial para preguntar a los británicos el motivo de la arribada. Por respuesta recibieron un cañonazo y Montiano quedó convencido que la guerra había comenzado, enviando aviso a la Habana y a Veracruz.
Ataque británico a San Agustín
El general Oglethorpe consigue reunir una fuerza de 600 soldados regulares del 42º regimiento de infantería, 400 colonos armados y 1.200 indios alachuas u ocomíes, dirigidos por su jefe Ahaya.
El comandante del apostadero de Carolina del Sur, el comodoro Vincent Pearce (Pierce), debía acudir con su flotilla a San Agustín para evitar que llegaran refuerzos españoles por mar y apoyar en avance por tierra de las tropas.
Estaba formada por cinco fragatas, la Hector, de 44 cañones, capitán Yelverton Peyton, Tartar, 22 cañones, capitán George Townshend, Squirrell, 20 cañones, capitán Warren, Flamborough, 20, comodoro Vincent Pearce, Phoenix, 20, capitán Charles Fanshaw, y los bergantines Spence, 16 cañones, capitán William Laws, Hawk, 10, Wolf, 8, capitán William Danbridge, además de varios transportes.
El 22 de diciembre de 1739 llegan tropas británicas e indios a la frontera del río San Juan. Montiano refuerza el fuerte San Diego con más tropas al creer que era el objetivo del enemigo, pero atacan el fuerte Picolata, defendido por solo 7 hombres y un sargento.
Después de medio día de ataques consiguen rendirlo, quedando heridos un soldado y un artillero español, que murió poco después.
Con más tropas, 300 hombres, 6 cañones y 3 morteros, atacan el 28 de diciembre el fuerte de Pupo, situado a siete leguas de San Agustín. A pesar de disponer de solo un sargento y diez hombres para su defensa, aguantan dos días y medio de asedio.
Las operaciones de ataque a San Agustín debían de haber comenzado en enero de 1740, pero hasta el mes de abril no estuvo lista la flotilla del comodoro Pearce, siendo enviada la fragata Squirrel a San Agustín para recabar información.
Allí se encontró con seis pequeñas embarcaciones (piraguas), las cuales, aprovechando las calmas y los vientos flojos introducían géneros en la plaza, sin que la fragata, de mayor calado, pudiera hacer nada por evitarlo.
A primeros de mayo llega la goleta Wolf para apoyar a la fragata, la cual consigue capturar el 8 de mayo una balandra del presidio de San Agustín armada con ocho cañones y cargada con provisiones y seis mil pesos.
Durante ese mes de mayo llegaron a las aguas cercanas a San Agustín la fragata Hector y la goleta Spence, mientras que la fragata Flamborough, insignia de Pearce, apoyaba desde el mar la marcha del ejército británico hacia el sur.
El 22 de mayo toman los británicos el importante fuerte San Diego, situado cerca de la costa, con la ayuda de 50 indios. Al mes siguiente cayó la posición más importante, el fuerte Mosé, situado estratégicamente en la ruta a San Agustín, a dos millas al norte, algo más de tres kilómetros, defendido por milicianos negros, la mayoría esclavos huidos de las plantaciones británicas, mandados por el capitán Francisco Menéndez, un negro liberado con experiencia militar.
Del mismo modo, San Agustín disponía de un cuerpo de milicia formado por negros liberados y mulatos desde 1683. Una columna británica al mando del coronel John Palmer1, compuesta de 170 hombres, capturan el fuerte Mosé el 25 de junio. Alertado el gobernador de Florida, Manuel de Montiano, llamó a las armas a la guarnición y a la milicia, mientras la población civil se refugia en la fortaleza de San Marcos.
Pudo reunir para la defensa a unos mil hombres y contaba con solo seis piraguas. Consigue que llegue un aviso a la Habana, con una petición de tropas, pertrechos y víveres, pues tenía raciones para menos de un mes.
Las fuerzas terrestres británicas llegan ante San Agustín el 31 de mayo, poniendo sitio a la ciudad. El contingente principal llega por mar, el 13 de junio de 1.740, proporcionando a Oglethorpe mil tropas coloniales adicionales y 200 guerreros nativos americanos.
El comodoro Pearce, con unos 200 soldados y marineros, ocupan la isla de Anastasia, cercana a la plaza de San Agustín, apoyados por las goletas Wolf y Spence. Instalaron varios cañones en la isla, desde donde podía bombardear la ciudad y el fuerte San Marcos.
Los españoles tenían conocimientos de las fuerzas británicas desde el 11 de junio, proporcionadas por un desertor, que informó de su composición, 100 de tropas veteranas, 600 de la milicia de Carolina, 72 de la milicia de Georgia, 100 marineros, 200 indios, 10 caballos, cañones y morteros.
Dos días después se pudo ver desde el puerto a la escuadra británica, 7 fragatas, 3 paquebotes, 3 balandras, 9 o 10 goletas y hasta 22 lanchas, lanchones y piraguas.
Montiano no creyó demasiado en las palabras de desertor, pero le llamó la atención las exiguas tropas destinadas a ocupar San Agustín.
Decidido a recuperar el fuerte Mose, ordena el contraataque con las tropas al mando del capitán Antonio Salgado, 170 soldados, veinte de ellos a caballo, 80 negros e indios, y en la noche del 26 de junio de 1740, antes del amanecer, atacan por sorpresa y rinden a las tropas británicas y sus aliados, que perdieron más de cien hombres, 70 a 75 de ellos muertos en combate, entre ellos tres capitanes, tres tenientes y el coronel John Palmer, y 35 prisioneros.
Las pérdidas españolas fueron de doce muertos, entre ellos un alférez, y entre siete y veinte heridos, según las fuentes.
Fue un duro golpe para la moral del general Oglethorpe y sus hombres, que se mantuvieron en lo sucesivo bombardeando la plaza desde la isla ocupada de Anastasia, y manteniendo un bloqueo por mar y tierra, con la vana esperanza de rendirla por el hambre.
Durante más de un mes que duro el sitio, las tropas españolas recibieron refuerzos continuos, siendo la flotilla británica incapaz de cortar esos suministros.
Ante la imposibilidad de tomar San Agustín y haberse enterado Oglethorpe de la próxima llegada de una flotilla española desde la Habana, decide replegarse a Georgia para preparar la defensa ante el posible contraataque español. El 20 de julio los británicos realizan el último disparo contra San Agustín y abandonan el asedio.
Las tropas españolas los acosan en su retirada, consiguiendo capturar varios cañones de hierro de a 6 libras, granadas, dos barriles de pólvora, harina y muchos víveres, tan necesarios para los españoles, además de algunas lanchas, piraguas y balandras.
La citada flotilla española, cargada de pertrechos, suministros y tropas, sale de la Habana a finales de mayo de 1740, con las fragatas Bizarra, San Antonio y Diligente, mandadas por José Antonio de Herrera, de la Armada de Barlovento.
El 17 de julio preside el comandante Herrera una Junta de Guerra a bordo de la fragata de dos puentes Bizarra. Se tenían noticias de que el puerto de San Agustín estaba bloqueado por una escuadra británica de cinco fragatas, un paquebote y una balandra.
Otras informaciones daban como cierta la noticia de la llegada desde Nueva Inglaterra de otras tres fragatas y seis paquebotes para apoyar a las tropas de Oglethorpe.
Antes fuerzas tan superiores, se decide en la Junta no forzar el bloqueo hasta la llegada de refuerzos de la Habana. En la Habana, Lorenzo de Montalvo es informado por cartas procedentes de Florida de las fuerzas navales británicas, estimadas en siete fragatas de 30 a 45 cañones, dos paquebotes, dos balandras, varias goletas y lanchas.
Organiza Montalvo el envío de más buques, pero la falta de pertrechos retrasa la salida de los refuerzos, además de tener que esperar la llegada a la Habana desde Veracruz del navío San Juan Bautista, de la Armada de Barlovento, mientras es armada en guerra la fragata o pingüe San Nicolás.
Una vez que los británicos abandonan las aguas cercanas a San Agustín y la isla Anastasia, los buques españoles entran en San Agustín con los suministros. Posteriormente, los buques San Juan Bautista, Bizarra y San Nicolás regresan a Veracruz.
Fuerte Mosé
La toma por los británicos y la posterior recuperación de este fuerte español, dada las peculiaridades de sus defensores, merecen un paréntesis en esta guerra de frontera para conocer la historia de sus defensores.
En el fuerte Mosé se creó la primera población de esclavos libres de los actuales Estados Unidos, cuyo nombre completo era Gracia Real de Santa Teresa de Mosé, establecido por el gobernador Manuel de Montiano en 1738 para acoger a los esclavos huidos.
Adiestrados para la defensa, el control del fuerte recayó sobre los propios afroamericanos, que gozaban de gran autonomía, y se autoabastecían en los campos de cultivo situados en sus alrededores.
La historia se remonta a 1687, cuando los españoles empezaron a acoger en Florida a los esclavos huidos de las colonias norteamericanas.
En España y sus territorios existía también la esclavitud, pero con sus peculiaridades, que no eran otras que las leyes hispanas y las costumbres católicas, por la que recibían un trato infinitamente mejor que en las colonias inglesas, podían tener propiedades, mecanismos legales por los que podían denunciar los abusos y el mal trato de sus amos, mantener la unidad familiar, podían tener propiedades, comprar su libertad, etc.
Existía en los territorios españoles muchos esclavos libres, por lo que su huida a Florida era una puerta abierta a la libertad. La Corona española puso varias condiciones a los esclavos para obtener su libertad, convertirse a la fe católica y contribuir a la defensa del territorio.
La increíble historia del esclavo Francisco Menéndez
Uno de estos esclavos huidos destacó entre los demás. De ascendencia mandinga, nacido en la desembocadura del río Gambia, fue capturado en la Angola portuguesa y vendido en las colonias inglesas. A temprana edad consigue huir y criarse con los indios yamasee, que combatían a los ingleses.
En 1724 se le concede asilo en San Agustín y es bautizado con su nuevo nombre de Francisco Menéndez, aprendiendo a leer y escribir.
Se distinguió en la defensa de San Agustín durante el ataque inglés en 1727. Con la construcción de fuerte Mosé en 1738, fue nombrado capitán y comandante de las tropas.
Con el deseo de vengar sus penurias como esclavos y movidos por la gratitud a los españoles, estos milicianos se convirtieron en enemigos terribles de los ingleses.
En junio de 1738 Menéndez escribió una carta de agradecimiento al rey por haberle otorgado la libertad y le prometió «que siempre que se ofrezca seremos los más crueles enemigos de los ingleses».
Defendido por cien cimarrones, como se les llamaba a los esclavos huidos, entre los que había mujeres y niños, el fuerte es atacado el 25 de junio de 1740 por las tropas del coronel John Palmer, 170 hombres de la milicia colonial de Georgia, tropas escocesas, veteranas del 42º Regimiento de infantería y los nativos aliados.
Consiguen tomar el fuerte tras matar a varios defensores, pero la mayoría consiguen escapar y dar la alarma en San Agustín.
Las milicias negras y los nativos indios aliados, al mando de Menéndez, lucharon con bravura en la siguiente ofensiva del gobernador Montiano para recuperar el fuerte Mosé, que quedó destruido, por lo que los negros libres se asentaron en San Agustín con los mismos derechos que los ciudadanos españoles.
Menéndez y algunos de sus hombres embarcaron en un buque corsario con base en San Agustín. Después de haber realizado algunas presas, el corsario es capturado en julio de 1741 por un buque corsario británico llamado «Revenge».
Por desgracia, los británicos descubrieron quién era Menéndez, el líder de la milicia que atacó fuerte Mosé, le ataron a un cañón y le amenazaron con castrarle, pero no lo hicieron, en su lugar le dieron 200 latigazos, en cuyas heridas echaban sal, y le esclavizaron de nuevo en las islas Bahamas.
Consigue escapar de nuevo y regresar a San Agustín, donde se le nombra comandante del nuevo fuerte Mosé, reconstruido en 1752.
Siete años después, por el censo que se realizó, contaba con 22 hogares y una población de 67 negros, 37 hombres, 15 mujeres, 7 niños y 8 niñas, entre ellos Francisco Menéndez, su esposa Ana María Escobar, también huida de la Carolina británica, y, al menos, un hijo.
Cuando España pierde la guerra de los Siete Años con los británicos, en 1763 cede Florida a Gran Bretaña. Menéndez se traslada con su esposa y otros negros libres a Cuba, estableciéndose en Matanzas, donde funda una población, San Agustín de la Nueva Florida.
Por desgracia, aquí se pierde el rastro de Francisco Menéndez, aunque es probable que se estableciera después en la Habana. Cuando Florida vuelve a ser española en 1783 el fuerte Mosé estaba destruido y no se hizo nada por reconstruirlo.
Ofensiva española en Georgia
Con la mayoría de las tropas españolas ocupadas en otros frentes, la respuesta española no llegó hasta 1742. El gobernador Montiano tuvo que esperar la llegada de refuerzos de la Habana.
Los planes del gobernador eran bloquear el paso de tropas británicas desde la población de Savannah a Florida, tomando la isla de San Simón, defendida por varios fuertes británicos.
Desde Madrid se comunica a Montiano el 31 de octubre de 1741 la orden enviada por el ministro de Guerra a Juan Francisco de Güemes y Horcasitas, gobernador y capitán general de Cuba, de organizar una expedición destinada a Florida.
El 3 de febrero de 1742 escribe Horcasitas al gobernador Montiano de las dificultades que tenía para organizar la expedición.
A finales del mes anterior habían llegado a Jamaica 4.000 hombres y se preveía un ataque británico a la Habana u otros puntos del Caribe.
Desvanecidos estos temores2, tampoco podía enviar los 3.000 soldados solicitados desde Florida, juzgando que serían suficientes 1.000 tropas regulares y 800 milicianos, y, aunque dispusiera de más hombres, no los podía transportar, por falta de buques de guerra, destinados a otras importantes misiones, ni contaba con fragatas suficientes, aunque Rodrigo de Torres hizo un gran esfuerzo por aportar sus buques.
En la Junta de Guerra reunida en la Habana el 10 de mayo de 1742 se desecha la idea de enviar navíos de línea por la poca profundidad de las costas de la Florida, aunque Rodrigo de Torres, comandante de la escuadra de la Habana, había ofrecido parte de su escuadra, tres fragatas, la pequeña fragata San Ciriaco y Flecha y una balandra, ambas presas británicas. Se tuvo que recurrir a buques mercantes.
La escuadra queda formada por 33 embarcaciones menores, al mando del capitán de fragata Antonio Castañeda Jobe, con insignia en la fragata Santa Teresa3.
Composición de la escuadra
Fragatas
- Santa Teresa. 24 cañones, capitán Antonio Castañeda, 180 hombres.
- Prudente Sara. 8 cañones. Capitán Nicolás Landa, 128.
- Flecha4. 14 cañones. Antonio Urrutia, 104.
- San Mateo. Antonio Villena, 74.
Pingües
- Sacra Familia. Manuel de Viera, 138.
- San Antonio y las Ánimas. Cristóbal Pavón, 86.
- San José. Pablo Rodríguez, 69.
- San Lorenzo. 6 cañones. Francisco Vallecilla, 83. Buque hospital.
Paquebote
- Diligente. 20 cañones. Pedro Garaicoechea, 110.
Galera
- Santa Isabel. 3 cañones. Domingo de la Cruz, 100.
Balandras
- San José. 12 cañones. Pedro Trujillo, 80 hombres.
- Divina Pastora. Pedro Fondría, 62.
- San Judas Tadeo. Joaquín Pérez, 40.
- La Rosa. Pedro La Madrid, 32.
- San José y las Ánimas. Marcos Torres, 32.
- San José (a) Escalera. Francisco González, 72.
- Nª Sª de la Merced. Juan Francisco Oyarbide, 72.
- Jesús Nazareno. Diego de Moya, 52.
- El Canto. Pedro Lorenzo, 52.
- La Gran Bestia. Francisco Comejo, 62.
- La Rebeca. Pedro Romero, 38.
- La Soledad y la Rosa. Manuel Allende, 20.
Goletas
- Santísima Trinidad. Pedro de Ávila, 72.
- Nª Sª del Carmen. Fernando Antonio, 32.
- Stma. Trinidad y las Ánimas. Rafael Francisco, 31.
- Candelaria. Marcos Fernández, 17.
- Dolores. Ignacio Amaro, 31.
- Rafael. Francisco Gil, 31.
- San Antonio. Domingo Valau, 17.
- La Stma. Trinidad. Juan Palomares, 16.
- Nª Sª de los Dolores. Esteban Gómez, 67.
Lanchas
- La del Invencible. Manuel de Aranda, 8.
- La del Real Astillero. José de Aranda, 8.
La escuadra de Castañeda se hace a la vela de la Habana la mañana del 5 de junio de 1742.
Llevan a bordo numerosos pertrechos, 600 tropas regulares y 700 milicianos, los que se estimaron necesarios, pues debían unirse a los que ya disponía Montiano en San Agustín, 300 tropas regulares, las milicias, más las tropas enviadas anteriormente desde la Habana, 100 soldados al mando de Gregorio de Aldana y 100 milicianos pardos.
Las tropas iban al mando del teniente coronel Francisco Rubiani, comandante del regimiento de dragones de Itálica. Poco más de veinte buques llegan a San Agustín el 15 de junio, donde se reúnen con los que se habían separado durante la travesía, y llegaron a puerto unos días antes.
Desembarcaron provisiones para la plaza y comenzaron a cargar aguada. Estas operaciones de traslado a los buques, en botes y lanchas, de todo lo necesario para la campaña, se demoró muchos días por los fuertes vientos, por lo que la escuadra no estuvo lista hasta finales de junio.
El contingente español quedó formado por unos dos mil hombres, con un regimiento de dragones, dos batallones de infantería, en los que estaba incluido una compañía de infantería de Marina de la Armada de Barlovento, artillería, y las tropas de San Agustín, que eran seis compañías, dos batallones de milicianos y seis compañías independientes, entre las que se encontraban las tropas de negros libres y los indios yamasee.
Los 55 buques de la escuadra se hacen a la vela a las 7 de la mañana del 1º de julio. Se habían unido a ella los buques que ya estaban en San Agustín, seis galeotas, varios transportes y piraguas.
Con un mar embravecido, los buques menores, cuatro galeotas y varias piraguas, tuvieron que refugiarse en la costa, y otras dos piraguas tuvieron que ser remolcadas con el pingue San Lorenzo y la fragata Flecha.
La tarde del 9 de julio anclaron los primeros buques cerca del puerto de Gualquini, como denominaban los españoles el puerto de San Simón. La escuadra fondea la tarde del día 10 a dos leguas de la costa y tres al norte del puerto.
Con el tiempo despejado se ordena el desembarco al amanecer del 12 de julio, pero queda suspendido al comenzar un fuerte viento, que dura varios días.
La mañana del 16, se acercan los buques al puerto para forzar su entrada, y delante, sondeando la profundidad, la galera y dos galeotas, que son cañoneadas desde las posiciones británicas, pero sin daños.
Encalló un paquebote, que se liberó al subir la marea, pero había perdido un muerto y 3 heridos por el enemigo.
Esa tarde estaba dentro del puerto todo el convoy, perdiendo en total 4 muertos y 9 heridos. El desembarco de las tropas se efectuó la noche del 16 al 17 y duró hasta el amanecer. Abandonado el fuerte por el enemigo, es tomado la mañana del 17, donde se hacen con 6 cañones de a 6 libras, municiones y otros pertrechos.
El general Oglethorpe había concentrado sus tropas en la isla St. Simon, principalmente en el fuerte Frederica, mientras las otras dos fortalezas de la isla, fuertes Delegal y St. Simon, tenían cuatro compañías como guarnición.
Los británicos habían recibido refuerzos de la misma Inglaterra, una compañía de granaderos, voluntarios de otras colonias y un contingente de escoceses había llegado en enero de 1742.
Por tanto, en julio de 1742, contaba Oglethorpe con una fuerza de 650 hombres del 42º regimiento de infantería regular, el 42º Foot, tropas escocesas, milicianos y voluntarios e indios aliados creeks, chicasaws y cherokees.
Poco después del desembarco en San Simón, donde se establece la base de operaciones, ordena Montiano que una avanzadilla de unos cien hombres de dos compañías se adelante para inspeccionar las defensas del fuerte británico de Frederica, situado al oeste.
A solo dos millas del fuerte, un km y medio, la vanguardia española se encuentra con milicianos georgianos de los «Georgia Rangers», que se retiran a Frederica, tras un breve combate, para informar a Oglethorpe.
El general Oglethorpe ordena salir a una compañía del 42º regimiento, indios aliados y milicianos de los «Georgia Rangers» y combatir en los pantanos y bosques, donde tendrían más posibilidades de derrotar a las tropas españolas, más experimentadas en un asedio clásico.
Con la llegada al lugar de más tropas escocesas, inclinaron la balanza a su favor, obligando a los españoles a retirarse del combate, conocido como Gully Hole Creek (Bahía de Hoyo Barranco).
Mientras las bajas británicas fueron de un escocés muerto y varios heridos, los españoles pierden 12 muertos y heridos y 10 prisioneros. Un grupo de españoles regresa a San Simón, donde informan a Montiano de la derrota, mientras que otro grupo quedó aislado al sur tras las líneas enemigas.
La batalla de «Pantano Sangriento»
Esta batalla pasó a ser conocida con este nombre en inglés, «Bloody Marsh», aunque fueron más bien una serie de escaramuzas entre las tropas británicas y españolas en la isla de San Simón.
El general británico aposta a sus tropas, un regimiento de regulares británicos y otro de escoceses al mando del teniente McKay, a ambos lados del camino que va a Frederica para detener a los españoles.
Montiano envió a tres compañías de granaderos, unos 200 hombres, al mando del capitán Antonio Barba. El enemigo les esperaba apostado entre los árboles, mientras los españoles avanzaban en perfecta formación.
Tras un primer momento de confusión, el capitán Barba logra reunir a los granaderos y avanzar con firmeza.
Se desató el pánico entre las filas británicas, huyendo del combate los regulares británicos del capitán Demere, dejando solos a los indios, a los escoceses del capitán McKay y al pelotón del teniente Sutherland.
Oglethorpe, que acudía a caballo con su escolta al lugar del combate, encontró a las tropas que huían y les ordenó que regresaran, pero cuando llegaron, el combate había finalizado.
Después de dos horas de continuos disparos, las tropas españolas se quedaron sin municiones, pero rechazaron los ataques con la bayoneta y se retiraron en orden.
Había muerto siete españoles, entre ellos el capitán Barba, herido grave y fallecido posteriormente, mientras los británicos exageran esta cifra hasta los 50 muertos españoles, asegurando que el pantano se tiñó de sangre, de ahí viene el nombre que dieron al combate, «Bloody Marsh».
Tras el combate, Montiano estaba decidido a atacar de nuevo. Oglethorpe libera a los prisioneros españoles, tras hacer correr el bulo de que iban a llegar refuerzos desde Charlestown. Montiano es informado por los prisioneros y, tras avistar en la costa a cinco buques británicos, creyó que era la vanguardia de la escuadra enemiga, y cayó en la trampa, decide no realizar un nuevo ataque, destruye el fuerte de St. Simon y regresa a San Agustín de la Florida.
Consecuencias
Hoy en día se conmemora en el Estado de Georgia el día de la batalla como una gran victoria, que evitó que Georgia fuese española. Fueron más bien pequeñas escaramuzas sin demasiada importancia para el desarrollo de la guerra.
Los combates en la frontera siguieron durante toda la guerra del Asiento. El 11 de abril de 1743 zarpan varios buques de la Habana para llevar 300 hombres y pertrechos a San Agustín de la Florida. Parte de la tropa se pierde en el naufragio de una de las fragatas.
En enero de 1747 se tuvo noticia en Madrid del intento británico de apoderarse de San Agustín de la Florida con una expedición preparada en Cabo Bretón y La Carolina.
Se dieron órdenes a Andrés Regio, comandante de la escuadra de la Habana, de enviar fuerzas de mar y tierra para evitar la caída de la plaza.
El gobernador Manuel Montiano pidió que se le enviaran cañones, municiones y pertrechos. Las balandras Teresa y Susana escoltaron a varios mercantes desde la Habana con las provisiones, quedando después vigilando las vías de comunicación entre la Habana y Florida.
Montiano había conseguido que Florida siguiera en manos españolas y fue recompensado con el ascenso a mariscal de campo.
El general Oglethorpe y los colonos georgianos podían sentirse contentos y aliviados, habían salido del aprieto en la guerra de la frontera que ellos habían provocado, y en un momento de apuro económico para las Trece Colonias causado por las capturas de numerosos buques de los corsarios españoles.
La ofensiva británica había sido un fracaso y, mientras San Agustín seguía recibiendo suministros de la isla de Cuba, las líneas de abastecimiento británicas estaban casi cortadas por las capturas de los corsarios españoles.
Con la llegada de la paz entre Gran Bretaña y España, firmada en Aquisgrán en 1748, la cuestión de las fronteras volvió al punto en que estaban en 1739.
Notas
- Este coronel había supervisado el ataque a San Agustín en 1727.
- En agosto de 1741 el almirante Vernon y el general Wenworth desembarcan tropas en la bahía de Guantánamo y marchan hacia Santiago de Cuba, siendo derrotados, reembarcando las tropas en noviembre. Vernon ataca de nuevo Portobelo en abril de 1742 para marchar hacia Panamá.
- Esta fragata era de nacionalidad francesa, armada con 24 cañones, que se encontraba en la Habana, y es alistada para la expedición. En varias fuentes aparece nombrada como Santa Teresa (a) Penélope.
- Su nombre completo era San Ciriaco y la Flecha.
Bibliografía
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- Gaceta de Madrid, nº 39, 27 de septiembre de 1740, p. 311.
Fuentes documentales
- Archivo General de Simancas (AGS). Secretaría de Marina (SM). Leg. 396. 1-237-239-243. Lorenzo de Montalvo a Cenón de Somodevilla, 22 y 23 de julio de 1740.
- AGS. SM. Leg. 396. 1-266. Domingo Fornier, 17 de julio de 1740.
- AGS., SM. Leg. 396. 1-260.
- AGS, SM. Leg. 398. 3-981. Rodrigo de Torres. Habana. 28 de mayo de 1742.
- AGS. SM. Leg. 398. 3-984. 28 de mayo de 1842.
- AGS. SM. Leg. 399. 2-800. Andrés Regio a Cenón de Somodevilla. Habana, 3 de enero de 1747.
- AGS. SM. Leg. 400. 1-62. Regio a Cenón de Somodevilla, Habana, 9 de marzo de 1747.
- Archivo General de Indias (AGI). Santo Domingo, 836. Real Cédula, 27 de agosto de 1709.
- AGI. Santo Domingo, 2541. Índice de las representaciones que el gobernador de la Florida remite a Su Majestad, 20 de marzo de 1735.