Por Joan Comas
1853 y 1945 fueron dos años que en la memoria del pueblo japonés siempre estarán presentes. Irónicamente una fecha es la consecuencia indirecta de otra, aparte de que fueron protagonizados por parientes lejanos y con la misma enseña; esta es la historia de la bandera del comodoro Perry.
La misión de Perry
El 24 de noviembre de 1852, el comodoro estadounidense Matthew C. Perry partió con su escuadra del puerto de Norfolk (Virginia). Sus órdenes eran bien simples, el presidente Fillmore deseaba que Japón abriera sus puertas al comercio exterior y Perry sería el encargado de representar su nación en las futuras negociaciones y lograr un acuerdo; aunque fuera necesario utilizar la fuerza para lograr los objetivos.
Por aquel entonces, Japón había estado disfrutando de una era de paz y prosperidad tras una interminable guerra civil. Bajo la dictadura de los shogunes del clan Tokugawa, el país se recuperaba pero el comercio se había restringido para evitar que otros señores feudales adquirieran armas y desafiaran el régimen o que los misioneros jesuitas pudieran convertir a la población.
Este proceso culminó con el decreto que prohibía la entrada de extranjeros y cristianos (salvo una concesión holandesa en Nagasaki); además de impedir al pueblo japonés viajar fuera del territorio nacional. Esto fue devastador porque se perdieron las artes tradicionales de navegación y el conocimiento de generaciones de marineros.
Barcos negros
La travesía fue sin incidentes, haciendo escala en Madeira, Santa Helena, Ciudad del Cabo, Mauricio, Ceilán, Singapur, Macao, Hong Kong, Shanghái y se entrevistó con el rey de Ryukyu (Okinawa) con quien negoció un acuerdo comercial.
Finalmente, el 8 de julio de 1853 su escuadra fondeó en la bahía de Edo (actual Tokio). El impacto entre la población fue brutal, eran naves de un tamaño que hacía siglos que no se veían. Por el color de sus cascos y en caso de los buques de vapor, por el humo negro que salían por sus chimeneas fueron nombrados con pavor “barcos negros”.
Nunca un buque extranjero se había adentrando tan cerca de la capital sin permiso, aquello les pareció una violación de su soberanía. Rápidamente, las autoridades enviaron una delegación que exigió su retirada.
Buques de vapor de vapor Mississippi (insignia), Susquehanna, Powhatan y Allegheny, y las balandras de vela Macedonian, Plymouth y Saratoga, así como el navío Vermont.
En su segunda visita, incluyó también los buques Lexington, Macedonian, Powhatan, Vandalia, Southampton y Supply.
Perry hizo caso omiso de las demandas niponas. Es más, formó su escuadra en línea de batalla y tras ordenar que sus cañones apuntaran a la ciudad, amenazó de que si querían luchar les destruiría. Aquel macabro despliega tecnológico culminó con el disparo de 73 salvas al mar para conmemorar el día de la independencia.
El gobierno nipón estaba en una encrucijada. ¿Qué debían hacer? Sabían cómo la todopoderosa China imperial había sido pisoteada por los británicos con su poder militar. Por otra parte, la traducción del título de Shogun era “el generalísimo que somete a los barbaros”, no podía claudicar sin más y vender el país a los extranjeros.
Finalmente, acordonaron una prórroga y la flota estadounidense se retiró. No obstante, una vez expirado el pazo, regresó el 13 de febrero de 1854; esta vez con más tropas y más barcos para conseguir presionar más al Shogun.
El 31 de marzo del mismo año, se llegó a un acuerdo firmado en Kanagawa. Habiendo cumplido con su misión Perry regresó triunfante a Estados Unidos.
Para el pueblo japonés fue una humillación y los encuentros posteriores se saldaron con malentendidos, incidentes diplomáticos y muertos. Por su parte el shogunato contrató a expertos militares, en su mayoría franceses y adquirió buques de guerra al estilo “occidental”. Dicha modernización garantizó la existencia del régimen un tiempo más.
Pero si militar y comercialmente estaban mejorando, en el terreno político los Tokugawa estaban tocados de muerte. Esta forma de pensar caló sobre todo en los clanes que habían sido derrotados al inicio de régimen y por lo tanto imposibilitados para obtener algún puesto de relevancia. Pronto se inició un movimiento que postulaba “expulsad a los barbaros, reverenciad al Emperador”. Aparte de que entraron nuevas ideas como la de los filósofos de la ilustración y el código napoleónico, cosa que hizo cuestionarse el sistema feudal todavía imperante.
Finalmente, el sistema colapso tras una guerra civil y el emperador recuperó el poder. Curiosamente, continuó con las reformas para conseguir que Japón fuera una potencia de primer orden.
La figura del comodoro Perry es todavía objeto de debate, algunos lo consideran un militar más de una potencia que durante el periodo del imperialismo ejerció la política del cañoneo y obligó a una nación más débil a cumplir con sus deseos.
Para otros fue la primera piedra para la modernización y la creación del Japón moderno. De hecho presentó diversos regalos para mostrar los avances de occidente y como su país con este tratado se podía beneficiar, siendo los más destacados: un telégrafo, una cámara de fotos, licores, libros, armas y un tren de vapor de pequeño tamaño, el cual causó furor.
Los sorprendidos japoneses respondieron a los presentes con exquisitos muebles de madera lacada y oro, adornos de bronce, copas de la fina porcelana y tras escuchar la afición del comodoro por las conchas marinas, una colección de bellos ejemplares.
Perry regresó victorioso a EE.UU donde fue premiado con 20.000 dólares y el rango de contralmirante en la reserva.
La bandera del comodoro Perry en 1945
La bandera del buque de Perry (el USS Mississippi) fue considerada una reliquia de la historia estadounidense, siendo conservada en la Academia Naval hasta 1945, cuando tras tantos años en una vitrina volvería a servir a un pariente lejano del comodoro en su misión más importante; siendo testigo de uno de los acontecimientos más destacados del siglo XX.
Tras una brutal y sangrienta guerra mundial, el imperio del Japón estaba derrotado y el general Douglas MacArthur, comandante supremo de las fuerzas aliadas en el Pacífico junto a representantes de los demás países debían preparar la rendición.
MacArthur ordenó que la bandera de Perry fuese traída a bordo del USS Missouri donde se llevaría a cabo la ceremonia. Desde Annapolis se preparó un único vuelo para traer dicha insignia.
Como curiosidad, se puede apreciar que la colocación de la bandera no es correcta, ya que en caso de colgarla en una pared las estrellas han de quedar en la izquierda. El motivo de su curiosa colocación radica en su delicado estado en que se encontraba cuando era custodiada en la academia naval, al parecer el responsable viendo que peligraba su conservación decidió coser una tela para evitar que las fibras de degradaran más y estuviesen unidas. El problema fue que el conservador en ver de coserla por el reverso, lo hizo por el anverso.
Pese a este “detallito” y que uno de los presentes se equivocó en la línea donde debía al firmar; el futuro gobernador militar a cargo de la ocupación del Japón, escogió un buen símbolo el cual remató en su discurso con estas palabras:
…Nos encontramos hoy en Tokio, recordando nuestro paisano, el comodoro Perry, hace 92 años. Su propósito era traer a Japón una era de ilustración y progreso para levantar el velo del aislacionismo hacia la amistad, y el comercio con el mundo. Pero, por desgracia el conocimiento occidental adquirido fue forjado en un instrumento de opresión y esclavitud humana… La libertad de expresión, la libertad de acción e incluso la libertad de pensamiento se les fueron negados a través de la supresión de una educación liberal, apelando a la superstición y el uso de la fuerza. Estamos comprometidos por los principios de la Declaración de Potsdam a liberar el pueblo japonés de esta condición de esclavitud…
Con ello se simbolizó que si bien el comodoro Perry había “abierto” Japón del aislacionismo y de su atraso, dando lugar al brillante periodo industrial del emperador Meiji; ahora con su rendición tras la guerra el país volvía a ser abierto a la democracia y cultura occidental como contrapunto al racismo, el militarismo y la exaltación patriótica de las décadas anteriores.
De hecho algunos de los elementos “positivos” de la ocupación fueron la promulgación de una nueva constitución más liberal, reducción del poder imperial, la abolición de la nobleza, reforma educativa, financiera, el sufragio femenino, liberación de los opositores políticos que se habían manifestado en contra de la guerra… Aunque no olvidemos que se trataba de una invasión que tuvo también su lado negativo.