Por Juan García (Todo a Babor)
Hoy traemos a Todo a babor un combate naval muy desconocido y, por qué no decirlo, brillante. Se trata del combate del navío Montañés contra una escuadra francesa en 1795, cuando España estaba aliada con Gran Bretaña contra la Francia revolucionaria.
Del navío Montañés sabemos su historial, destacando su actuación en la Batalla de Trafalgar; incluso le tenemos diseccionado. Por eso no hace falta detenernos en detalles sobre este soberbio navío de línea de 74 cañones.
Índice
El combate del Montañés
En marzo de 1795 el navío Montañés formaba parte de la Escuadra del Océano de la Real Armada, que esta vez se encontraba en el Mediterráneo comandada por el teniente general Juan de Lángara.
El navío estaba en servicio desde hacía poco tiempo y esta era de sus primeras comisiones.
El buque estaba bajo el mando del capitán de navío José Jordán y Maltés cuando el 17 de marzo participó en el apresamiento de la fragata de guerra francesa Ifigenia, de 32 cañones (26 cañones de 12 libras y 6 de 6 libras).
No nos entretendremos tampoco en comentar con detalle este apresamiento porque eso lo dejaremos para otro artículo. Sólo lo mencionamos porque parte de los prisioneros pasaron a bordo del Montañés para su traslado y se encontraron en la batalla posterior.
Divisan a la escuadra francesa
El 30 de marzo, navegando en solitario, se encontraba el Montañés a cinco leguas al SE del cabo San Sebastián, con el viento al norte.
A bordo llevaba 300 gallinas, 100 carneros y 30 vacas para aprovisionar a la escuadra que se hallaba surta en el puerto de Mahón, además de los prisioneros franceses de la fragata apresada como decíamos.
A su sotavento a muy larga distancia descubrieron diez buques grandes. Los españoles pensaron que podían ser británicos, por lo que arribaron sobre ellos. Recordemos que en esta época ambas naciones eran aliadas, aunque a veces no lo pareciera.
El comandante español quería saber el resultado de un combate que habían tenido los británicos con la Escuadra de Tolón en las costas italianas. Pensaba que tales noticias serían importantes para informar a su superior Lángara.
Dicha batalla fue la llamada batalla de Génova (o del cabo Noli), que tuvo lugar el 14 de marzo de 1795 en el golfo de Génova y que se saldó con la victoria de los británicos, que en aquella ocasión iban aliados con algunos elementos napolitanos.
Desde el Montañés se utilizaron las señales de reconocimiento, pensando los españoles que la escuadra los habían correspondido. Pero no se podía afirmar debido a la gran distancia que les separaba.
Aunque parezca que los españoles iban ingenuamente al paso de una escuadra desconocida, esto no era así, ya que se acercaron hasta una legua de distancia, manteniendo siempre el barlovento. Además, según palabras de su propio comandante, contando con el sobresaliente andar de este navío, lo que les daba una cierta seguridad en caso de tener que escapar, como así sucedió.
En esas condiciones, se repitieron las señales de reconocimiento. Pero no fueron respondidos, por lo que se delataron como enemigos a pesar de que largaron la bandera española. Al poco la arriaron e izaron la tricolor de Francia.
Dicha escuadra francesa la componían diez buques: de estos ocho eran navíos de línea y dos fragatas. Esto según el parte del comandante español, que hasta añadió que uno de los navíos era de tres puentes, porque como veremos, esto no concuerda con las fuentes francesas.
La escuadra enemiga se puso a la caza del navío español a toda vela.
Esto ocurrió desde las 11 de la mañana del día 30 hasta las nueve de la mañana del día siguiente, en que el navío Montañés tomó la ensenada de la localidad gerundense de San Feliú de Guixols, donde fondeó con sobrada ventaja, lo que les dio tiempo para amarrarse para presentar batalla si la escuadra francesa iba a por ellos hasta allí.
Destacamos de nuevo el gran andar del Montañés, que no sólo aventajó a los navíos de línea, sino también a las fragatas. Ninguna de estas embarcaciones pudo acercarse en ningún momento. Esto, como hemos visto, le dio un tiempo precioso a su comandante.
Acoderados en San Feliú de Guixols
Es conveniente recordar que el calado de los navíos de línea no permitía acercarse demasiado a la costa, y menos si era en un entorno donde los franceses no tendrían demasiada información sobre la profundidad de aquella ensenada.
Ningún comandante de navío arriesgaría su buque para posicionarse con ventaja frente a otro enemigo, que estaba listo y preparado para enfrentarse a ellos en aquellas condiciones.
Intentar doblar al Montañés, para atacarlo por la otra banda, suponía arriesgarse a quedar varado o destrozado contra la costa.
El capitán de navío José Jordán estuvo acertado al elegir aquella ubicación donde hacer frente a fuerzas tan poderosas.
Lamentablente, no se hallaban en el lugar tres lanchas cañoneras que solían estar allí emplazadas para su defensa, debido a que se encontraban en Palamós por requerimiento del comandante de aquella plaza y que hubieran dado un valioso apoyo en caso de encontrarse en San Feliu de Guixols.
Sí que había una batería de tierra en el surgidero que abrió fuego contra los franceses y ayudó a repelerlos.
Aún así, el navío español estaba casi solo ante los franceses.
La escuadra francesa se dispuso a batir al navío español y siete de los navíos atacaron en sucesión y a distancia de tiro de cañón, haciendo un fuego muy vivo contra el Montañés.
El navío español lejos de amilanarse, sostuvo el enfrentamiento en todo momento, disparando hasta 1.100 cañonazos en las dos horas y media que duró la acción.
Tras el combate
Los franceses no reanudaron la refriega y siguieron la costa hasta Cabo Creus, perdiéndose de vista pasadas unas horas.
Para haber sido un combate cercano, con siete navíos disparando sucesivamente, el buque español salió sin excesivas averías ni bajas.
Tras aquello, el navío Montañés realizó algunas reparaciones y esperó a que los vientos fueron los propicios, prosiguiendo después su derrota a Menorca, donde llegaría el 14 de mayo sin más incidentes.
A las 28 horas de conocerse lo ocurrido, el teniente general Juan de Lángara salió con dieciséis navíos y ocho fragatas de Mahón, con vistas a ir a la zona en persecución de los franceses, aunque no logró dar con ellos.
El comandante José Jordán informó de veinte balazos en el costado, la verga de gavia de respeto destrozada y alguna cabullería. Daños asombrosamente nimios para haber tenido aquel encuentro con fuerzas tan superiores.
Es de reseñar el dato de la artillería, ya que el Montañés llevaba cañones de a 24 libras en su batería baja, mientras que los navíos franceses solían llevar de a 36 libras.
Las bajas personales también fueron anecdóticas. Hubo que lamentar sólo la muerte del condestable y dos marineros, con varios heridos entre la marinería e infantería de marina.
De los franceses lógicamente no se sabía nada de sus daños y bajas, pero el comandante español señalaba al respecto:
Creo que los enemigos han recibido bastantes daños en sus costados y velamen… habiéndose notado en uno de ellos una verga de velacho partida y otro con el botalón de foque.
En la Gaceta de Madrid se decía también:
Y por declaración del patrón de un falucho que cogieron (los franceses) y dieron después libertad, se ha sabido que una bala del navío español había atravesado uno y otro costado del (navío) francés donde él se hallaba, cuya tripulación era de ochocientos hombres, y tenía doscientos enfermos; que en otro de sus buques llegaban a cuatrocientos, y que se oyó llevaba esta escuadra 32 días de campaña desde Brest, de donde había dado la vela para unirse a la de Tolón.
Estos últimos datos nos dan una pista primero de la baja efectividad de los artilleros franceses, ya que los navíos llevarían una gran cantidad de enfermos lo que repercutiría en el combate.
¿Por qué se arriesgarían a un combate entonces? Seguramente vieron que combatir contra un navío solitario no les supondría demasiado esfuerzo y sería un buen trofeo que llevar a Toulon después de tan dificultoso viaje.
Al ver que el navío español era un hueso duro de roer, los franceses decidirían que no merecía la pena arriesgar alguno de sus valiosos buques en aquella trifulca.
La escuadra francesa
Aunque el comandante español ignoraba cualquier dato sobre la composición de la escuadra francesa, por las fechas y movimientos galos en la zona, que sí se conocen, se pueden sacar algunas conclusiones.
Tal y como afirma el historiador Agustín Ramón Rodríguez González, el mando de la escuadra francesa recayó en el contraalmirante Jean François Renaudin.
Renaudin salió de Brest en febrero de 1795 hacia Toulon (1), donde llegó el 3 de abril del mismo año tras una difícil travesía debido a los temporales y las enfermedades. Tenía previsto unirse a la escuadra del almirante Pierre Martin.
El combate con el Montañés fue el día 30 de marzo, por lo que se puede afirmar con total seguridad que se trataba de su división, que iba hacia su nueva base del Mediterráneo.
De hecho el propio Renaudin mencionaría el incidente, con excesivo aire triunfalista todo sea dicho y omitiendo el combate (2):
He cazado a un buque de línea español; la tranquilidad del mar, y el socorro de varias embarcaciones privaron a la República de este buque.
¿A qué buques se referiría el oficial francés? Ya dijimos que las cañoneras surtas en San Feliú de Guixols estaban en Palamós. Incógnitas, por otro lado normales cuando se tratan estos temas.
En octubre de 1794 Renaudin tenía izada su insignia en el navío Jemmapes, de 74 cañones en Brest y en esta ocasión también era su insignia.
El resto de la escuadra lo componían los siguientes elementos (3):
Navíos:
- Jemmapes, 74 cañones
- Montagnard, 74 cañones
- Tyrannicide, 74 cañones
- Trente-et-un Mai, 74 cañones
- Aquilon, 74 cañones
- Révolution, 74 cañones
Fragatas:
- Courageuse, 32 cañones
- Embuscade, 32 cañones
- Félicité, 32 cañones
- Unité, 32 cañones
Y así terminó este hecho de armas poco conocido, pero que demuestra el valor y arrojo del comandante del Montañés, así como de su tripulación.
Nota:
- El historiador francés Charles Rouvier en su obra: Histoire des Marins Français sous la république (de 1789 à 1803) – 1868, afirma que eran seis navíos y cuatro fragatas los componentes de la división de Renaudin, lo que nos dan el total de diez embarcaciones, como el número de buques que atacaron al Montañés. Si bien cuadran con el total de buques, no es así sobre su composición. Recordemos que en el informe español se dice que eran ocho navíos y dos fragatas.
- Información sobre esta cita y la composición de la escuadra francesa aportada por el profesor Olivier Aranda.
- Service Historique de la Défense/ Marine Vincennes, BB4 83 f°09.
Fuentes
- El Montañés y su tiempo. Un navío cántabro al servicio de Su Majestad (1794-1810) de Alfonso García Aranzábal. Informe oficial del comandante del navío Montañés.
- Dos combates afortunados en circunstancias desesperadas. Agustín Ramón Rodríguez González.