Por Juan García (Todo a Babor)
Este especial se compone de los siguientes artículos:
Antecedentes | Composición escuadra española | Orden de combate británico | La batalla | El Consejo de guerra | Daños y bajas | Curiosidades | Parte del combate
Índice
Las escuadras se acercan
El 14 de febrero de 1797 amaneció con niebla espesa y viento del oeste cuarta al sudeste. Los británicos navegaban en la formación de dos columnas cerradas que habían mantenido durante toda la noche, y que posteriormente se fundiría en una sola en busca de los españoles, mientras que la escuadra de Córdova estaba más pendiente del menor cambio de viento que los llevaran a Cádiz, en gran desorden y en grupos separados.
A las 6 y media de la mañana el navío británico Culloden avisó de la presencia de velas al sudeste, siendo confirmado por las fragatas Lively y Niger, agregando que la escuadra enemiga se encontraba a barlovento.
Se despachó al rápido «sloop» Bonne-Citoyenne para reconocer más de cerca a la escuadra española. A las 8 y cuarto de la mañana Jervis ordenó a su escuadra formar en línea de batalla y prepararse para la batalla. El Bonne-Citoyenne señaló a las 9:55 la presencia de varias fragatas batidoras españolas, con lo cual el grueso de la escuadra de Córdova estaba cerca.
Por parte de la escuadra española a las 7 de la mañana el navío Oriente, que se encontraba más cercano a los británicos, avistó velas sospechosas aunque sin poder concretar su número debido a la niebla. El navío San Isidro, que estaba entre el Oriente y el Trinidad repitió las señales del primero. Córdova, ordenó entonces formar en tres columnas y arribar al SE. Pero incomprensiblemente fue totalmente desobedecido.
A las 8 de la mañana se oyeron unos cañonazos por popa y el general comisionó a los navíos Pelayo y San Pablo al Sur, para que indagaran la novedad, al poco comisionaría también a la fragata Matilde, para que informara a estos navíos de que se mantuvieran a la vista de la escuadra y que se reunieran con esta antes del anochecer.
Como se ve la fuerza española se veía así más debilitada. ¿Porqué se mandó dos navíos de línea a una comisión que tenía que haber realizado una fragata? Vemos que Córdova o bien no quería desprenderse de ninguna de sus numerosas fragatas o no se fiaba de que pudieran realizar correctamente las misiones de reconocimiento. Este punto le fue muy criticado tras la batalla.
Córdova, al no saber todavía nada sobre el número definitivo de buques enemigos, ya que ni siquiera sabía si las velas sospechosas eran de guerra, creyó oportuno tomar esa decisión:
Las Circunstancias de estar los horizontes muy cerrados y las embarcaciones del convoy algo dispersas, me determinaron á disponer que los navíos San Pablo y Pelayo, con la fragata Matilde, se atrasasen prudentemente, con el objeto de proteger y reforzar los cazadores que navegaban á retaguardia.
A las 9 de la mañana, y en vista de que la escuadra estaba todavía muy dispersa Córdova insistió en las señales para formar en columnas. Mientras, se comunicó el avistamiento de otra vela sospechosa. Esta vez a sotavento del cuerpo principal, donde se encontraban las urcas y varios navíos muy dispersos.
De nuevo, el general español manda un navío a investigar, siendo el tres puentes Príncipe de Asturias el comisionado: «se mandó dar caza al Príncipe, que era el navío más proporcionado».
Con el envío del insignia de Moreno se quería reunir, en torno a este, a los buques sotaventados que allí se encontraban, para posteriormente reunirse con la escuadra principal. Además, Córdova quería un general en aquella zona, que pudiera mandar los buques en contra del enemigo de la forma que creyera conveniente.
La mala disposición de algunos de los navíos hacía que esto fuera inefectivo, ya que salvo el Príncipe y el Conde de Regla, los demás quedarían dando bordadas durante el combate sin entrar al fuego en ningún momento.
A las 10 de la mañana se disipó la niebla y Córdova pudo ver por fin la escuadra británica acercándose. Y se dio cuenta de que en vez de una decena de navíos, como había creído hasta ahora que era la composición de la escuadra británica de la zona, se le echaban encima 15 navíos de línea y media docena de fragatas.

El general español debió llevarse una gran sorpresa ante esta visión, pero lo que de verdad le angustió no fue ver aparecer más navíos de los esperados, sino tener su escuadra en tal lamentable estado de formación para recibirlos.
Jervis, ya en una sólida línea, aunque con varios navíos barloventeados y la retaguardia algo más atrasada, se había percatado de la situación. Tenía a barlovento el grueso de la escuadra española: 16 navíos de línea, y a sotavento de esta otro grupo disperso de 6 navíos.
El almirante británico se decidió por pasar entre medias de ambos grupos, para evitar que estos se unieran, y atacar al mayor de ellos. Una táctica arriesgada, ya que el grupo de Córdova, aún siendo parejos en número, tenía el barlovento a su favor. Pero el desorden de la formación española debió convencer a Jervis de que podía tener suerte en un golpe audaz.
Posibles tácticas
Se ha conjeturado muchas veces con las tácticas que Córdova podía haber adoptado para enfrentarse a los británicos. La más aceptada era que tenía que haber aprovechado la ventaja del barlovento y formar la línea de combate según un orden natural mura a babor, tal y como mostramos en el esquema (b) donde los navíos, muy maniobrables y veleros, no deberían haber tenido excesivos problemas para colocarse en buen orden, al igual que los generales que hubieran podido colocarse en sus puestos.
Córdova sin embargo optó por la opción (a)
Mandé formar una pronta línea de combate, sin sujeción á puestos, hacer zafarrancho y ceñir el viento por babor, á cuya última resolución me determiné para mantener el barlovento sobre el enemigo, y la consideración de estar dispuestos los buques de mi mando más ventajosamente para formar la línea de batalla sobre esta mura que sobre la contraria.
Ya que se optaba por la opción (a) Córdova debería haber forzado de vela, orzando sobre estribor, desde el rumbo en que navegaba, para ir recomponiendo la línea en su transcurso, y aprovechar así la mejor navegabilidad de los navíos españoles, que sin duda eran mejores ceñidores que los británicos y no podrían seguirlos, para luego caer sobre la escuadra enemiga con el barlovento a favor o simplemente quedar a la espera, tal y como se indica en el gráfico (c).
Córdova se justificaría en el consejo de guerra argumentando que difícilmente hubiera podido ordenar hacer maniobras tan complicadas cuando ni las más sencillas fueron obedecidas. Así que se mandó formar la línea de combate como se indicó anteriormente, empleando hora y media de agotadoras maniobras para ello.
De todas maneras, si Jervis hubiera visto una formación de combate unida y adecuada de los españoles, aún con las malas tripulaciones, seguramente no se hubiera arriesgado a un combate.
Comienza batalla del Cabo de San Vicente
Situación a las 10:45 de la mañana. Posiciones iniciales
La primera fase de la maniobra de Jervis salió a la perfección. Al llegar a la aleta de la división de Moreno, el navío de cabeza, el Culloden, ciñó el viento, y al llegar al Principe, los demás hicieron lo mismo. Dejando cortados a Moreno y a Córdova, que se hallaba a barlovento e imposibilitando al primero poder unirse con su general.

De todas maneras, el teniente general Moreno atacó a la vanguardia enemiga, intentando seguir las aguas de la escuadra principal, y además querían incomodar la maniobra de Jervis, con el afán de incluso llegar a doblarlos, lo que si bien no consiguió si sirvió para dar algo de tiempo para que Córdova se recolocase en algo.
El Oriente no había podido virar, así que en solitario corrió por sotavento toda la línea enemiga, intercambiando algún fuego con los navíos británicos, aunque de lejos. También lo haría con varias fragatas, entre ellas la Lively, pero sin mayores consecuencias. Este navío se reuniría por la tarde con la escuadra de Córdova sin más novedad.
El Príncipe de Asturias y el Conde de Regla eran dos poderosos navíos de 112 cañones, así que pudieron soportar batirse a intervalos con todos los navíos británicos que iban pasando en sucesión, intercambiando andanadas.
La escuadra británica atacaba también de lejos a los primeros navíos de la «línea» de Córdova, entre ellos el Atlante.
A barlovento y retaguardia del cuerpo fuerte, ciñendo el viento a unas 9 millas en la comisión mandada unas horas antes, se hallaban el Pelayo de Cayetano Valdés y el San Pablo de Baltasar Hidalgo de Cisneros, que nada más oír los primeros cañonazos de la lucha, viraron y con todo el trapo imaginable se dispusieron a unirse a la batalla. No lo conseguirían hasta casi el final de la misma, pero como veremos más adelante fue providencial su llegada.
Situación entre las 11:30 y 11:45
A las 12 y 8 minutos, Jervis ordena virar en dirección a la escuadra de Córdova. Lo cual ejecutó prontamente el primer navío de la línea británica, el Culloden. El segundo de la línea, el Blenheim, hizo lo propio en el mismo punto a los seis minutos.
Pasaron también el Prince George y el Orion, pero cuando le tocaba el turno al Colossus los navíos españoles Príncipe de Asturias y Conde de Regla intentaron de nuevo incomodar la maniobra de Jervis.
Para ello atacaron al navío británico y le provocaron graves daños en la arboladura superior, lo cual hizo que este no pudiera virar y quedarse en un serio aprieto.
El Orion, mandado por James Saumarez dándose cuenta del infortunio de su matalote de popa, vira de nuevo y junto al siguiente buque británico, el Irresistible, acuden en ayuda del Colossus, al igual que el Victory de Jervis, que descerrajan varias andanadas en hilera a los navíos españoles que se ven obligados a desistir en su empeño.
Moreno cedió momentáneamente sus intenciones de cortar a los británicos tomando la dirección del Nordeste, tratando constantemente de unirse a Córdova. Al menos habían conseguido que el Colossus, con los daños producidos, se viera imposibilitado para hacer la maniobra mandada por Jervis y se quedaría sin tomar parte de la batalla.

El Purísima Concepción, insignia de Morales, que en ese momento se encontraba al final del pelotón principal de Córdova, intercambiaba los únicos disparos que hizo durante la batalla, contra las lejanas unidades británicas de vanguardia.
En el parte se dice al respecto: «… por cuya popa [del Trinidad] formó y se batió, aunque poco, por la mañana, el Concepción,…». Luego maniobraría para seguir hacia adelante, desapareciendo de la batalla definitivamente.
Situación a las 12:10
En ese momento Córdova ordenó la señal 268, ordenando que toda la escuadra arribase a un tiempo con el objeto de estrechar la distancia de los enemigos, para meter en la acción algunos navíos mas del centro y vanguardia que estaban demasiado a barlovento.
Al ver que no se obedecía esta señal se ordenaron varias más como la 67 y la 207 para arribar toda la escuadra a un tiempo. Además de querer cortar la retaguardia enemiga al pasar a sotavento, que andaba muy atrasada, se salvaría a los buques de Moreno, de los cuales no se sabía si estaban a salvo, y se podía coger a los británicos entre dos fuegos.
Pero no todos obedecieron estas últimas señales tampoco, como señala Córdova en el parte de la batalla.
…Tales, entre otras muchas, fueron las razones de conveniencia que indujeron á mandar tomasen los navíos de la cabeza la propia vuelta de los enemigos y los doblasen por retaguardia; pero no habiéndose verificado ésta, porque los navíos á quienes se dirigía la señal debieron no entenderla (considerada la situación de ambas escuadras), miré como casi irremediable la pérdida del Príncipe, Regla y toda nuestra retaguardia.
El Atlante, que había sido el primer navío español atacado, en vez de virar según las ordenes, forzó de vela para seguir avanzando.
A pesar de que en el consejo de guerra el alférez de navío del Atlante, Mariano Ortiz declaró que:
Acabada de pasar la línea enemiga de vuelta encontrada, dijo el comandante – Ortiz vamos a virar- y llamando al Teniente de Navío don Feliz Texeiro en consecuencia le previno se cambiase con toda su gente a la banda de babor….
Pero luego no realizó tal viraje. Quizás al ver que los navíos de la retaguardia el San Genaro, Santo Domingo, Conquistador, Concepción y Firme pasaban a vanguardia alejándose del fuego hizo al comandante del Atlante cambiar de opinión y seguirlos.
La maniobra de Nelson
El general español ordenó a varios navíos que estaban situados a barlovento y fuera del fuego que acortaran vela y formaran por su popa, lo cual obedecieron prontamente los San Isidro, San Nicolás, Salvador del Mundo, San José y Soberano. A las 2 de la tarde se uniría el Mejicano, que quedaría a proa del Trinidad. Todos estos navíos llevarían la mayor parte del combate.
Los pocos navíos españoles que obedecieron las señales de Córdova habían empezado la maniobra de pasar a sotavento y cortar así la línea británica. Pero no pudo ser porque hubo un marino británico que se dio cuenta de lo que tramaba el general español.
Era Nelson, que a bordo del Captain navegaba muy retrasado en su línea, pero que en esa posición tenía mejor vista que el propio almirante Jervis. Era el antepenúltimo navío, seguido solamente por el Diadem y el Excellent de Colingwood.
Estos navíos todavía no habían virado como la vanguardia británica y si esperaban su turno para hacerlo no podrían evitar que los navíos españoles, que empezaban a virar en su dirección, les cortasen su propia línea.
La decisión de Nelson era importante a todo punto de vista: así como Comodoro, estaba sujeto a las órdenes del comandante en jefe, el Almirante Jervis. Emprendiendo su acción, violaba deliberadamente la orden de su superior, con todo lo que esto podría acarrearle en su carrera tras un seguro consejo de guerra.
No tenía tiempo de avisar por señales al almirante y prefirió arriesgar su incipiente carrera en beneficio de toda su escuadra a quedarse a la espera como hicieron otros navíos británicos para no «meterse en líos». Fue un modo de actuar que se llamó posteriormente «desobediencia creativa» y que tuvo igual número de defensores que de críticos.
Nelson, con este gesto, puso en marcha un nuevo modelo de combatir, ya no de forma esporádica sino una forma de combatir más imaginativa, que supliera el antiguo modo de luchar entre las líneas de combate.
Suponemos que el comandante del navío Captain, el capitán Ralph Willett Miller, se sorprendería de la orden que le dio su comodoro, pero este obedeció al punto y mando salir a su buque de la formación, viró viento en popa y pasó entre los navíos Diadem y Excellent, que presuponemos quedarían también más que sorprendidos ante tal giro de los acontecimientos. Pero estos prefirieron no seguir la «desobediencia creativa» de Nelson y siguieron su rumbo inicial.
El osado viaje del Captain tuvo su recompensa al desbaratar los planes de Córdova, ya que Nelson frenó el avance interponiéndose entre los navíos españoles.
Este estuvo 45 minutos combatiendo en solitario contra el Trinidad, Salvador, San José y San Nicolás. Lo que causó bastantes daños en el navío británico. Pero eso no importaba a Nelson, puesto que ya sabía lo que le esperaba cuando se metió de lleno en la batalla. Además, confiaba en los socorros de su almirante que, por supuesto, no tardarían en llegar.
Situación a las 13:00 horas de la tarde
Jervis, que había ordenado a las 13h 05, «tomar las disposiciones para un apoyo mutuo y combatan al enemigo en sucesión», supo del viaje por libre de su comodoro, y como buen almirante que era vio el lado positivo de aquel desobediente gesto y ordenó al Excellent y demás buques que siguieran al Captain y le proporcionaran apoyo.
Como decimos la maniobra de Nelson tuvo defensores, como el propio Jervis que nunca le reprochó nada, y críticos. El capitán Calder, comandante del Victory, hizo una velada crítica a Nelson, que fue oportunamente callada por Jervis:
Ya lo he visto Calder, y esté usted seguro de que también le perdonaré a Usted si alguna vez es capaz de cometer una falta semejante.
Sobran las palabras ante tal corte.
Así pues, a las 2 de la tarde acudían al auxilio del Captain el Culloden, Excellent y Blenheim. Luego el resto de buques empezó a «escalar» posiciones de la retaguardia española de manera muy peligrosa.
Esto provocó un gran desorden y confusión en los navíos españoles, que intentaban maniobrar para no estorbarse mutuamente, llegando incluso a dispararse entre ellos al interponerse unos con otros en la línea de fuego.
Los momentos más cruentos de la batalla
Situación a las 15:30 horas
Tras la inobediencia del viraje de muchos de los navíos españoles de la vanguardia, se trató por medio de otras señales hacer que estos entraran en combate, llegando a señalar el Trinidad, de forma ya casi desesperada, la señal 252 “cada uno empeñe el combate cuando pueda”.
Aquella señal quería decir que cada navío buscase un oponente lo más rápido posible con independencia de los demás navíos.
Esta señal fue desobedecida por la decena de navíos que iban en vanguardia, la mandada por el Conde Morales de los Ríos. La justificación de estos a no obedecer esta señal fue que no la pudieron ver, pero varios tripulantes del San Juan Nepomuceno, uno de los navíos de vanguardia, declararon sí haberlas visto.
También quedó registrado en la bitácora del navío. Si estos vieron la señal los demás navíos debieron verla también, y el San Juan debió haberla repetido como estaba establecido. Pero no lo hizo, al igual que los demás navíos que se alejaban del combate.
Una lástima de que en la parte española no hubiera habido un poco de «desobediencia creativa» de Nelson, sino simplemente desobediencia.
Morales de los Ríos, como teniente general podía haber tomado la iniciativa y haber virado en auxilio de la retaguardia, aunque hubiera sido simplemente por no ver a los compañeros batirse en solitario. Aquí pesaba más el miedo a tomar responsabilidades, aunque pudiera ser que la mala relación que comentábamos anteriormente llevara al extremo de llevar las rencillas particulares al campo de batalla.
Este punto me recuerda mucho a la batalla de Tolón en 1744, aunque en este caso las rencillas eran de los principales mandos británicos lo que benefició a los españoles, aunque para los británicos el resultado final no fue tan grave como en este caso para los españoles, sí que pone de manifiesto que por disputas personales se puede dar al traste una batalla.
Moreno se percató de los planes de Jervis e intentó cortar la línea enemiga, junto con el Regla, pero el paso del Victory, Egmont y Goliat, los frenó de nuevo. Así que a las dos de la tarde el Príncipe había concluido el combate de su división. Por lo que se intentó arreglar el aparejo todo lo posible para seguir en apoyo de Córdova. Dando caza, junto con el Regla a la retaguardia británica.
El comportamiento de esta división fue proverbial para salvar a la retaguardia española, y el Príncipe tuvo un comportamiento más que admirable. Su comandante don Antonio de Escaño dijo posteriormente sobre la actuación de su navío:
Es conocido, sin que hablemos de ello, el estado interior del navío Príncipe de Asturias, y la disciplina que se observaba en él; y esto no pudo haber evitado la suerte de los sacrificados. Si no hubiera tenido el uso de todos sus fuegos antes de cinco minutos, diez tiros por cañón sobre cubierta y el servicio de cartuchería corriente, hubiera sido atacado de otra forma; y debe observarse que los navíos Paula y San Fermín no podrían auxiliarlo por estar muy sotaventeados. Puedo decir sin orgullo, reflexionando sobre todos los hechos referidos, se deducirá sin violencia, que en el estado de sorpresa y desorden en que estuvo el cuerpo fuerte de la escuadra, hubiera sido destruido si el navío Príncipe no hubiese batido a la mitad de la escuadra enemiga, haciéndole retardar a los que batían a la nuestra.
La preparación del navío Príncipe de Asturias no era casual, puesto que Escaño fue uno de los artífices de las ordenanzas navales de 1793, por lo tanto sabía perfectamente que la disciplina y saber cumplir con dichas ordenanzas era equivalente a una buena actuación en combate.
Lamentablemente no todos los comandantes de navío eran tan escrupulosos con estas ordenanzas.
Así pues, con la vanguardia española alejándose del combate, los navíos británicos aislaron al grupo de 7 navíos españoles doblándolos y atacándolos con fuerzas múltiples. A tocapenoles y conociendo la superioridad artillera de los británicos, los navíos españoles se hallaban en serios aprietos.
El Mejicano pudo formar por nuestra proa á las dos, y emprendió la acción con el navío más adelantado de la línea enemiga, toda la cual se empleó en el discurso de la tarde contra los navíos Trinidad, Mejicano, Salvador, San José, San Nicolás, San Isidro y Soberano, cuyos únicos buques sostuvieron lo principal y más ardiente del combate contra la escuadra enemiga, esto es, contra fuerzas cuadruplicadas, si se atiende, además del número, á la superioridad de sus fuegos sobre los nuestros.
Jervis no quería ir más allá del Mejicano, así que toda su escuadra se despachó a gusto con los siete navíos españoles atrapados en la «bolsa».
El San Isidro fue el primero en rendirse tras haber sido vapuleado por una sucesión de navíos enemigos, el primero de los cuales, el Excellent, a punto estuvo de colisionar con él.
El buque español se encontró atrapado por el ataque de hasta 5 navíos, y fue tal el fuego tan horroroso que se le hizo que los hombres abandonaron sus puestos, dejando de disparar, aunque los oficiales mataron a tres de estos desdichados e hirieron a otros conminándolos a seguir en la defensa del buque, este se rendiría a las 4h 30 minutos.
Tras combatir con el Excellent, que pasaba más adelante, el Irresistible y el Diadem la tomaron con el Salvador del Mundo. El Victory se acercaba también a rematar la faena.
Cuando este llegó a la posición, tras descerrajar una tremenda andanada por la popa, era tal el empeño de los dos navíos británicos contra el gigante español que Jervis tuvo que repetir la señal de cese el fuego por tres veces tras la rendición del Salvador, sobre las 5 de la tarde.
Mientras, Nelson recibía la inestimable ayuda de otros navíos británicos.

¿Cómo pudo un sólo navío de 74 cañones apresar a otro de 80 y otro aún más grande de 112 cañones?
Sin quitarle mérito al osado Nelson, esto no hubiera sido posible sin la intervención de otros navíos británicos. A continuación explicamos gráficamente este episodio que Nelson en una de sus cartas llamó, quizás de manera un tanto presuntuosa, «puente patentado para abordaje de navíos de primera clase».
¿Cómo fue el abordaje de Nelson?


Como se ve los dos navíos españoles estaban ya muy tocados cuando la tripulación del Captain los abordó. Tiene mucho mérito y muchas altas dosis de valor lo que hizo Nelson, y ya les hubiera gustado a más de un mando español tener la misma iniciativa, pero también hay que ser realistas y reconocer que, sin el castigo previo de los navíos británicos que los atacaron en sucesión, el Captain no hubiera podido realizar nunca tal hazaña.
Se suele obviar esto y se quiere recordar que Nelson apresó dos navíos el solo.

Nelson abordó con un nutrido trozo de abordaje de miembros del ejército británico del regimiento nº 69 al navío San Nicolás. Los británicos se encontraron con una férrea resistencia de los supervivientes españoles.
Conocido es el caso del célebre infante de marina Martín Alvarez, que defendió la bandera de manera más que admirable. El brigadier don Tomás Geraldino moría tras una valiente actuación y poco después se rendía el navío.
Según Nelson murieron en el abordaje de este navío siete ingleses y resultaron otros diez heridos, mientras que los españoles sufrieron 30 muertos en lo que el marino británico llamó “una loca resistencia”.

Pero no había acabado la acción de Nelson. Desde el San José se efectuaron algunas descargas de fusilería. Así que Nelson ordenó traer más gente del Captain, quedando a bordo del navío británico una reducidísima tripulación, y se preparó para abordar al tres puentes español utilizando al San Nicolás como «puente».
Si bien el San Nicolás ofreció resistencia al abordaje de Nelson el San José fue un paseo para los británicos. Tanto que no hubo una sola baja entre los españoles y británicos, ya que el navío se rindió al poco tiempo.
Aunque posteriormente el episodio del San José cayó un poco en el olvido, ya que había cosas más importantes que juzgar, es cierto que hubo algo muy raro durante el abordaje de Nelson y sus hombres. Tanto que, según el libro de Pedro Sanchez Nuñez, uno de los fiscales del consejo de guerra, don Manuel Nuñez Ganoa, dirigió un escrito al mayor general de la Armada con fecha del 16 de enero de 1798 en el que decía al respecto:
Examinando la conducta marinera y militar del comandante del navío San José como esta mandado por S.M. las circunstancias singulares de su rendición nos condujeron forzosamente al descubrimiento de un crecido número de Reos de suerte que apenas hay un oficial que no aparezca más o menos culpado y resultan varios indicios de haber abandonado sus puestos durante el combate, como toda o la mayor parte de la tropa y marinería destinadas en la toldilla, alcázar, castillo y tercera batería, y habiendo sido de estos puestos los más de los Testigos que han podido declarar sobre los hechos su interpretación natural para ofuscarlos, ha producido toda la confusión de contradicciones y falsedades que es consiguiente: por lo cual son necesarios mucho tiempo y diligencias muy exquisitas para despejar los perjuros y probar los sucesos con claridad…
Así pues sólo unos poco héroes del San José trataron de hacer frente a los británicos mientras el resto se hallaba en la relativa seguridad de las baterías inferiores. Tal y como había ocurrido con el San Isidro se repetía la misma historia, algo por otra parte comprensible con unas tripulaciones formadas en su mayoría por levas y presidiarios embarcados unos días antes de zarpar. Los oficiales tampoco hicieron un buen papel en aquel combate.

Cuatro meses antes de la batalla había ocurrido un hecho parecido, cuando la fragata Terpsichore capturó la fragata española Mahonesa. En dicho episodio el capitán de la fragata española, Tomás Ayalde, dijo en el consejo de guerra que a pesar de sus esfuerzos y de los oficiales no pudieron evitar que los hombres abandonaran sus puestos de combate.
Como hemos comentado, muchos de estos problemas de insubordinación se debían al embarque de gente de leva de forma masiva. William James dice sobre esto:
Un hecho es seguro, las tripulaciones de los navíos españoles eran de las peores que puedan ser concebidas: estaban compuestas por campesinos de tierra adentro, presos, y soldados novatos enrolados unos días antes, con cerca de 60, u 80 a lo sumo, de verdaderos marineros en cada buque.
Según el autor inglés, en vez de armar y tripular tantos navíos se debió dejar en Cartagena al menos 8 navíos y distribuir los marineros válidos en el resto de la escuadra, haciendo que los demás fueran algo mejor tripulados, logrando así una mejor maniobra de los navíos que hubiera evitado quizás el enfrentamiento, pues Jervis no se hubiera atrevido a atacar a una escuadra bien formada y todavía más numerosa que la suya. Pero aquí entramos en el terreno de las conjeturas.
El Jefe de escuadra don Francisco Javier Winthuysen, que tenía su insignia en dicho navío, había luchado hasta el final, pero fue muerto en los cañonazos anteriores al abordaje, debido a la sucesión de navíos que habían machacado sin piedad al buque español, además del Captain fueron el Culloden, Blenheim, y el Prince George, este último en particular le había causado graves daños.
Todo esto también explicaría la facilidad con la que Nelson tomó el navío. Winthuysen murió de forma honorable y causó tanta admiración a Nelson, por la valentía mostrada, que entregó a la familia del marino español su sable y Jervis ordenó disparar posteriormente unas salvas en su honor.
Se dice que en Norfolk, la ciudad natal de Nelson, está la espada de Winthuysen como así viene explicado en el grabado de su hoja, pero dicha arma no corresponde al modelo de la Armada de entonces y tiene otros grabados que hacen pensar que fue una espada francesa obtenida en la batalla de Aboukir y no en San Vicente.
El San José se rindió a las 4h 40 minutos. A los británicos les costó mucho separar a los tres buques tal era el estado en el que estaban abordados.

La rendición y la captura de ambos buques españoles marcaron el fin de la batalla principal. Tras horas de lucha el Trinidad se encontraba en un estado lamentable y sin apenas haber causado daños a los enemigos, ya que los defectos de construcción del navío le pasaron factura como explicó Córdova en su informe:
Por último, no puedo pasar de este lugar sin decir con dolor que casi todos los fuegos del Trinidad fueron inútiles y sin provecho durante la mayor parte de la acción; sin embargo de la poca vela con que navegaba el navío, es tanto lo que rinde, y escoraba tan alto, que sólo pudieron manejarse los cañones de las cabezas de la primera batería, y tanto en ésta como en las otras era tanta la inclinación de las cubiertas, que, sacadas las cuñas de los cañones hasta tocar los batiportes altos, veíamos, no obstante, caer casi todas las municiones al agua.
Aunque hay que decir a su favor que pocos buques tenían su resistencia.
El Blenheim, el Irresistible y Orion se batían con denodado esfuerzo contra él, tratando de forzar su rendición. Córdova haría hincapié en lo mucho que se empeñaron contra su buque:
El navío Trinidad fue batido toda la tarde por un navío de tres puentes, que le dio el costado, y tres de 74, que le cañoneaban á metralla y palanqueta, por aletas y muras, á tiro de pistola.
Como no había forma de salir de allí sin ser hundido se decidió rendir el navío, pero en el consejo de guerra algunos oficiales declararon no haberse hallado presentes en el consejo que debía decidir la rendición o no de este. Sin embargo Córdova explicaría:
En esta situación de cosas convoqué al comandante y oficiales, y todos fueron unánimemente de dictamen que el navío no podía sostener más tiempo la acción, siendo de este propio sentir mi Mayor general y ayudantes. Convencido yo de lo mismo, no hubiera de todos modos podido menos de adherirme al dictamen de unos oficiales inteligentes que acababan de manifestar á mi vista todo el ardor de la gloria y aquel entusiasmo sereno y tranquilo que caracteriza un verdadero valor. En consecuencia de todo, mandé suspender el fuego de los pocos cañones que podían hacerle, y di otras disposiciones para indicar á los enemigos mi resolución.
Si bien el general no dice explícitamente que se rindiera debió izar alguna bandera británica para hacer saber al enemigo sus intenciones. William James dice al respecto: «Según una entrada en el log del Orion, el navío [el Trinidad] izó en un momento dado la bandera británica». Aún así, se debió arriar al poco tiempo porque los británicos seguían disparando al no comprender el porqué de izar la enseña británica.
Recordemos que cuando un buque se rendía, debía arriar su pabellón. Esto me hace pensar que quien izó la bandera fue alguien ajeno a la oficialidad, quizá algún marinero o soldado que pensaba que así terminaría con el castigo.
Cuando todo parecía perdido para el navío insignia de la escuadra española apareció el Pelayo del capitán de navío Cayetano Valdés, que nada más llegar se colocó en facha por la proa del Trinidad y viendo que este cesaba su fuego a causa de habérsele desplomado el mastelero de gavia y de quedar tapadas con su vela todas las baterías de estribor, intentó su comandante darle un remolque y sacarlo del empeño.
Pero creyó después más oportuno, como en efecto lo era arribar en redondo sobre su proa e interponerse entre el Trinidad y los enemigos batiendo a estos mura a estribor. Así lo hizo y practicando lo mismo por sus aguas llegaron el San Pablo, Regla y Príncipe de Asturias. En esta acción sufrió el Pelayo las únicas bajas de la batalla con la pérdida de 4 muertos y 4 heridos.
A continuación explicamos los pasos dados de manera gráfica:

Al mismo tiempo de la llegada de los navíos de Moreno, por fin la vanguardia de Morales de los Ríos se decidió a virar. Pero ¡por avante!, en vez de por redondo. Si lo hubiera efectuado por redondo podrían haber cortado la retirada de los británicos, pero nuevamente optó por una medida llamémoslo muy conservadora y poco imaginativa.
Córdova, al ser salvado dio instrucciones a la voz al teniente general Moreno:
Quedando el Trinidad hecho absolutamente una boya, y no teniendo ni banderas ni faroles, ni dónde izarlas, previne á la voz al teniente general D. Juan Joaquín Moreno pusiese la señal de formar y restablecer la línea de combate mura á babor, por si los enemigos volvían á la carga antes de ser buscados.
En la última frase también da a entender que estaba dispuesto a la revancha tras formar a la escuadra.
Situación entre las 16:00 y 16:30. Final del combate
Jervis, evaluó la situación y prefirió no arriesgarse más. Al llegar los españoles, el almirante británico ordenó cesar el combate, virar de bordo y ceñir el viento por estribor cubriendo las presas y los navíos Captain, Colossus y otros que tenían muy dañados.


Córdova debía abandonar su navío al hallarse en un estado tan malo, ordenando al comandante del mismo, el brigadier Orozco, a que partiera hacia Cádiz en solitario, para intentar salvar el navío y así no obstaculizar la maniobra del resto de la escuadra. Esto dio lugar a una aventura que ya comentamos en otro artículo:
A consecuencia de todo, transbordé con mi Mayor general y ayudante á la fragata Diana, comisionando la Matilde, Paz, Ceres y Perla á comunicar esta noticia á lo largo de la línea, previniendo á todos se conservasen en el orden mandado, remediando con actividad sus averías, para volver al combate la mañana inmediata. Permaneció la escuadra toda la noche formada en batalla y en facha por babor con viento del O. al ONO., hasta las seis de la mañana del 15, que mandé virar por redondo y formar sobre la misma línea de bolina.
Reanudar el ataque o no
Pero lo más vergonzoso para la escuadra de Córdova estaba por venir. A la desobediencia de Morales, al no virar en su momento, se unía el no reanudar el combate tras agruparse la escuadra.
Con todavía una fuerza superior a la de Jervis y sabiendo que estos tenían navíos sin casi pólvora y munición, ya que dada la intensidad de su fuego debían estar escasos de pólvora y balas, como así era en efecto. Como ejemplo del derroche que hicieron los británicos baste con señalar que el Captain gastó 146 barriles de pólvora, el Culloden, 170, el Blenheim, 180, y el Prince George, 197.
O lo que es lo mismo, era imposible que la escuadra británica hubiera podido defenderse de manera efectiva de un segundo ataque.

Por tanto Córdova podía haber contado todavía con una fuerza superior, por lo menos para conseguir que los británicos dejaran las presas y capturar si acaso alguno enemigo.
Pero a Córdova le volvió a faltar iniciativa y a preocuparse en exceso del peso de la responsabilidad, aunque tampoco se fiaría mucho de que sus subordinados le obedecieran en un hipotético contra ataque, cuando antes no lo habían hecho en el propio ataque.
Quizás, queriendo obtener una justificación ante sus superiores de la no reanudación del combate, el general español pasó a preguntar por medio de señales si convenía o no un segundo encuentro:
Dado este paso, fue mi primera diligencia preguntar la situación de los navíos para batirse; lo hice por señal, y respondieron que no se hallaban en estado de segundo ataque los navíos Concepción, Mejicano y Soberano, y que podían batirse los nombrados Oriente, San Pablo, Pelayo y San Antonio; de todos los demás no pude percibir la contestación. No obstante, continué en la noche la vuelta de fuera, haciendo próximamente el rumbo á que me demoraban los enemigos, que, en número de: 20 buques, se habían visto desde las ocho al SSO.
Córdova quedó aún así indeciso. Así que volvió a solicitar la opinión particular de cada navío.
Quedando indecisa mi opinión sobre el estado de los navíos de la escuadra, pregunté, por la tarde, si convenía atacar al enemigo. Respondieron no los navíos Concepción, Mejicano, San Pablo, Soberano, Santo Domingo, San Ildefonso, Nepomuceno, Atlante y Firme; que convenía retardar la función, el Glorioso, Paula, Regla y San Fermín; y solamente el Príncipe, Conquistador y Pelayo contestaron afirmativamente que era conveniente el ataque.
Halló por fin la justificación que buscaba y desechó la opción del ataque de manera definitiva:
En esta diversidad de opiniones, debiendo mirar la respuesta de cada comandante como la expresión justa del estado particular de su buque, no hallé por conveniente forzar de vela sobre los enemigos, particularmente habiéndome participado á la voz averías de gran consideración los navíos Mejicano, Santo Domingo y Soberano, y falta de gente el Atlante, siendo la circunstancia de este último buque común á todos los navíos.
A las tres de la tarde demoraban los enemigos al ESE., y mandé gobernar al SE., cuyo rumbo se enmendó á las cinco al SE.’/,S. para poder montar el cabo de San Vicente
Es decir, el Concepción, navío que prácticamente no se había batido negó todas las veces que le fue preguntado reanudar el combate, siendo el comandante del Pelayo don Cayetano Valdés el más dispuesto a un nuevo encuentro.
Desde luego viendo la intervención de Valdés y Cisneros al final de la batalla más le hubiera servido a Córdova mandar a Morales a la comisión que tuvieron que hacer estos por la mañana, alejándose del combate, y haber contado con ellos en lo peor de la lucha.
Córdova reflejó la actuación de cada buque en el parte, lo que pone de manifiesto el malestar ante la actuación de la vanguardia.
Navíos de la Escuadra que se han batido en sus puestos con esfuerzo y decisión: (7 buques)
Trinidad, San José (no se sabía todavía los incidentes comentados en el abordaje), Salvador del Mundo, San Isidro, San Nicolás, Soberano y Mejicano.
Navíos comisionados y que se han batido en las ocasiones que les fueron oportunas, verificando sus maniobras con acierto y mostrando intrepidez y arrojo: (5 buques)
Príncipe de Asturias, Pelayo, San Pablo, Conde de Regla y Oriente.
Navíos que de bordadas contrarias sólo correspondieron a las descargas de los enemigos, que mostraron tibieza, y que muchos no obedecieron las señales: (11 buques)
Concepción, Conquistador, Nepomuceno, San Genaro, San Ildefonso, San Fermín, Firme, San Antonio, Glorioso, Paula y Atlante.
Como se ve en la suma de los navíos falta uno. El Santo Domingo, que al no tener fuerza en la línea no había contado con él. El parte de Córdova trata de justificarse, quizás pensando ya en el Consejo de guerra que sabía tendría que pasar, cuando añade:
De aquí es que, apenas vimos á los enemigos, cuando estaban ya en orden de batalla, y su gran inmediación nos obligó a formar una pronta línea sin sujeción á puestos, de lo cual debió resultar mala distribución en las fuerzas y en los jefes. Agréguese á esto que los navíos Pelayo y San Pablo estaban separados desde la mañana con comisiones particulares. El San Fermín y el Oriente quedaron por necesidad á sotavento de ambas líneas; el Príncipe de Asturias y el Conde de Regla, no obstante la actividad é inteligencia de sus maniobras, no pudieron ganar la línea de formación hasta la tarde; sacaron de la situación todo el partido de que era capaz, pero no les fue dable sostener á los navíos empeñados hasta el fin del combate; tampoco pudo empeñarlo y sostenerlo el Firme, que se hallaba sin mastelero de velacho.
Por manera que sólo 17 navíos españoles (incluso el Santo Domingo, cargado de azogue, y de poca fuerza) fueron los proporcionados á formar en batalla; de estos 17 navíos, algunos se batieron á intervalos, y muchos no llegaron á romper el fuego; resultando de todo que la línea enemiga se empleó únicamente contra seis navíos españoles, cuya resistencia obstinada y sangrienta vale tanto como la propia victoria, y es más digna de elogio por cuanto todos ellos carecían de la gente necesaria para manejarse, debiéndose saber que cuando la escuadra de mi mando dio la vela del puerto de Cartagena, faltaban á los buques de ella de 3 á 4.000 hombres para el completo de sus dotaciones, según reglamento de guerra, falta tanto más esencial, en cuanto son malas las que tripulan los buques, estando reemplazados en ellas los marineros con soldados, de los cuales embarcaron en Cartagena cerca de 1.000 hombres pertenecientes al ejército, que no era posible tuviesen á los quince días de navegar, aquel fondo de instrucción necesaria para el nuevo orden de servicio que se les destinaba.
A la mañana siguiente la escuadra española siguió el mismo rumbo que la británica, pero sin decidirse a atacar. En el transcurso de la noche la escuadra española formó y se intentaron arreglar los daños en la arboladura y maniobra de los buques dañados.
El navío Firme que antes del combate había perdido el mastelero de velacho lo pudo reponer esa noche, quedando apto para un nuevo enfrentamiento.
La escuadra británica, en el trayecto a Lagos, estuvo a punto de perder al San José debido a los fuertes vientos contrarios, y también el insignia de Jervis, el Victory, que al fallarle un ancla al entrar en el fondeadero portugués a punto estuvo de estrellarse contra las rocas, salvándose in extremis ante la sorprendida y asustada mirada de todos los miembros de la escuadra.
Es interesante el dato de la tercera negación de Morales a atacar cuando los británicos entraron en Lagos para reponerse del combate y desembarcar prisioneros y heridos.
Córdova preguntó a la voz directamente a Morales si creía conveniente entrar y atacar a los británicos en aquel fondeadero. ¿Buscaba así Córdova esta vez la responsabilidad del segundo general de la escuadra de manera más explícita?
Y si era esto lo que buscaba, lo encontró. Ya que esto fue lo que le respondió el Conde:
(El conde le contestó que) …tenía dicho por tres ocasiones, que lo que convenía era no empeñarse en segundo ataque, y sí seguir la navegación a la bahía de Cádiz, que las razones que para ello tenía se las diría al General silla a silla.
Al llegar a Cádiz no tuvieron tiempo los generales de sentarse a hablar sobre el particular, ya que fueron requeridos inmediatamente para explicar lo sucedido.
Córdova despachó la fragata Brígida para reconocer el estado de los buques enemigos en Lagos. La fragata se acercó bastante e hizo un buen reconocimiento y tras avistar a la escuadra británica sin ánimos de salir a enfrentarse con la española, le informó a Córdova de que estos no iban a buscar un segundo encuentro.
Jervis sólo disponía en el mejor de los casos de 13 navíos aptos para enfrentarse a Córdova de nuevo, y se hallaba muy falto de pólvora y municiones como hemos comentado, por lo que hubiera sido una temeridad salir del abrigo de Lagos.
El general español se dio satisfecho con esto y mandó, ya de manera definitiva, el regreso a Cádiz. Lo cual se ejecutó sin ninguna otra novedad.
La escuadra mareó en tanto para aproximarse al fondeadero, y cuando estuvo tanto avante con él, facheó en vista de tierra, con las amuras á estribor, permaneciendo de este modo toda la tarde y parte de la noche, hasta la vuelta de la Brígida, cuyo comandante me comunicó haber contado en Lagos los cuatro navíos españoles apresados y hasta 15 enemigos, de los cuales, dos estaban sin masteleros, y los otros no hicieron ningún movimiento que indicara resolución de salir; visto todo lo cual, y habiéndose llamado el viento al SE, lo ceñí por babor con poca vela.
El General en jefe español no se impuso en ningún momento a sus subordinados para atacar a los británicos y todo el «paseo» hacia Lagos, el envío de la fragata a reconocer la fuerza y pedir a la voz a Morales opinión de lo que se debía hacer, parece más una maniobra para salvar su honor y poder justificarse ante el Rey que una real tentativa de proceder a un segundo encuentro.