Combates en Paita, 4, 7 de octubre de 1805 de la fragata Astrea

Por Santiago Gómez Cañas
Autor del libro: «Historiales de los navíos de línea españoles, 1700-1850»

En la primera semana de octubre de 1805, dos buques balleneros británicos, armados como corsarios, la fragata Port-au-Prince y la corbeta Lucy, intentan saquear el puerto de Paita, enfrentándose en dos combates a la fragata española Astrea, el primero en alta mar y el segundo en la ensenada de Paita.

Antecedentes. Balleneros, corsarios y contrabandistas

El primer buque ballenero británico que se dedicó a la caza de los cetáceos en el océano Pacífico fue el Emelia, que inició su viaje en 1788. Con su regreso triunfal a Londres, en marzo de 1790, con toneladas de aceite de ballena y pieles de lobos marinos, los comerciantes británicos, ávidos de ganancias, mandaron sus flotillas pesqueras al Pacífico.  

Los armadores no desaprovecharon las oportunidades comerciales de vender mercancías en las poblaciones costeras españolas para maximizar sus ganancias. Al no tener ninguna garantía jurídica, los buques y sus tripulantes podían ser apresados por las autoridades virreinales.

Todo cambia con el incidente de Nutka con los británicos y la posterior convención anglo-española firmada en San Lorenzo del Escorial el 28 de octubre de 1790, entre el conde de Floridablanca y Alleyne Fitz-Herbert.

Este incidente es utilizado por el gobierno británico para cuestionar los derechos españoles en el Pacífico. Con graves problemas económicos, y abandonada militarmente por Francia, España tuvo que ceder a los intereses británicos. Dicho de otra manera, se legalizó la presencia de buques extranjeros en aguas españolas, renunciando España al monopolio del comercio en el Pacífico. 

Según el artículo 3º del convenio firmado en 1790, los buques británicos podían utilizar las costas no ocupadas de forma efectiva por los españoles para desembarcar y abastecerse1.

No podían acercarse a menos de diez leguas de una población, y el gobierno británico se comprometía a impedir el contrabando, según se cita en el artículo 4º del convenio2

Estos tratados fueron ampliamente incumplidos por los buques británicos, que tomaron por costumbre recalar en los puertos españoles para comerciar, alegando la falta de agua y víveres o alguna enfermedad. 

El gobierno español adopta una política de apaciguamiento para evitar incidentes como el de Nutka. Se podía auxiliar a los buques británicos en los puertos con la condición de que pagasen en efectivo la compra de víveres.

Estas y otras medidas dejaban sin efecto el artículo 4º y beneficiaban la práctica del contrabando. Los virreyes, el consulado de comercio y otras autoridades intentaron por todos los medios erradicar el contrabando, pero fracasaron por la corrupción de algunos funcionarios y los comerciantes locales.

La capacidad de control de los corsarios era muy limitada por el escaso número de buques de guerra españoles para patrullar aquella inmensa costa.  

La presencia de buques extranjeros, sobre todo británicos y norteamericanos, llegó a ser muy considerable. Durante el largo periodo de guerra, iniciado en 1796 y que se prolongó hasta 1808, a excepción de la breve Paz de Amiens, los balleneros, convertidos en corsarios, fueron una verdadera amenaza para los intereses españoles en el Pacífico.

Muchos de estos corsarios eran de mayor porte y potencia de fuego que los buques de guerra españoles en la zona.

Los balleneros y corsarios británicos

Antes de relatar el combate que nos ocupa en ese artículo, vamos a conocer las correrías del corsario Port-au-Prince, desde que llegó a las costas del Pacífico hasta el combate en Paita con la fragata Astrea, siguiendo el relato del William Charles Mariner3.

La fragata Port-au-Prince es construida en Francia en 1790 como Le General Dumourier. Sirve como buque corsario, siendo capturado por la escuadra británica del almirante John Gell el 11 de abril de 1793 en Port-au-Prince, Haití, lugar del que tomaron su nuevo nombre. 

Sus nuevos propietarios la destinan al comercio de esclavos, realizando en este cometido cuatro travesías, entre octubre de 1796 y agosto de 1804.

En 1805 se pone al mando del capitán Isaac Duck, y su propietario Robert Bennett (o Bent), de Londres, destina a la fragata a la captura de buques y tesoros españoles en la costa del Pacífico, luego es fuertemente armado y tripulado como corsario.

Un buque corsario británico frente a Liverpool.
Un buque corsario británico de 24 cañones frente a Liverpool. Robert Salmon (1809). National Maritime Museum, Greenwich, London, Caird Collection.

Para esa fecha, España y Gran Bretaña estaban de nuevo en estado de guerra. Si no tenía éxito, debía emplearse en la pesca de ballenas y la caza de lobos.

Al mando del capitán Duck, la fragata, de unas 466 toneladas, es tripulada con 96 hombres y armada con 24 cañones de a 12 y 9 libras y 8 carronadas de a 12 libras4. Zarpa de Gravesend el 12 de febrero de 1805 y cruza el cabo de Hornos en el mes de junio.  

El miércoles 3 de julio se encuentra con el ballenero británico Earl St. Vincent, ya de regreso a Inglaterra. Su capitán Pinkum informa a Duck que dos balleneros británicos estaban detenidos en la bahía de Concepción.

Pensando obtener una jugosa ganancia por liberarlos, Duck pasa por la isla Mocha el 12 de julio y, bordeando la costa, pone rumbo norte. Estando frente a la isla Santa María, envía dos botes a tierra en busca de víveres frescos. El 20 de julio Duck arriba a la isla Quiriquina, cercana a la bahía de Concepción.

Esa misma noche envía Duck a 4 botes con gente armada, mandados por el primer teniente Parker, el segundo teniente Brown y el oficial de marina Williams. Al habla con los habitantes de la zona, les dicen que pertenecen a un buque norteamericano. Les confirmaron que había en la bahía dos balleneros detenidos, como había informado el capitán Pinkum.

Esperaron a que oscureciera, pasaron de la isla a Concepción y en un rápido reconocimiento confirmaron que no había cañones montados para la defensa. Al faltar el viento, la fragata no pudo entrar en la bahía para apoyar a los botes, que en la oscuridad logran abordar uno de los balleneros, el Albion, reducir a los centinelas, cortan los cables y remolcarlo.

No habían avanzado una milla, cuando una pistola se dispara accidentalmente en uno de los botes, alertando a los centinelas españoles en la costa, comenzando a disparan contra ellos desde dos baterías, que sí que existían, a pesar de los que creían los británicos. Los disparos de las baterías destrozan al ballenero de tal manera, que fue abandonado. 

Con una ligera brisa, el lunes 22 de julio entra el corsario en la bahía de Concepción, se acerca a una batería de siete cañones e intercambia algunos disparos.

Convencido Duck que era impracticable el rescate de los balleneros, abandona la bahía. Una semana más tarde, el 29 de julio, envía dos botes al interior del puerto a las diez de la noche, pero los oficiales a cargo de ellos optaron por retornar a su fragata, pues los balleneros habían sido movidos más cerca de la batería y la plaza se encontraba en estado de alarma. 

Sobre las cinco de la tarde del 31 de julio la fragata Port-au-Prince llega a Coquimbo mostrando bandera norteamericana. Tres horas después, tres comerciantes locales se presentan a bordo en busca de mercancías de contrabando, desconociendo que era un buque corsario.

Mostrándoles algunas telas, los comerciantes prometen regresar la noche siguiente con dinero para concretar las compras, algo que era bastante habitual entre los buques norteamericanos y los pobladores locales. En la espera, Duck envía una carta al gobernador solicitando permiso para comprar víveres y otros géneros necesarios.

La respuesta era la obvia, tenía órdenes del virrey de no abastecer a los buques extranjeros.

La noche siguiente regresan los comerciantes acompañados con otros tres. Los seis comerciantes suben a bordo de la fragata y son hechos prisioneros de guerra. Al día siguiente, 2 de agosto, llegan a bordo otros dos españoles más. En total, los corsarios se habían apoderado de 400.000 pesos que habían llevado los comerciantes.

Ese mismo día Duck envía a tierra cuatro botes con gente armada para saquear los almacenes, que estaban como a milla y media de la población. Se apoderan de cueros y vino. Los seis primeros comerciantes son liberados esa noche, y los otros dos a la mañana siguiente, luego de pagar 300 pesos por su rescate.

Los corsarios deciden no atacar la población al considerarlo demasiado arriesgado, defendida por tropas y 22 piezas de artillería. Envían tres botes a tierra y regresan cuatro horas después con treinta cabras vivas. 

El lunes 5 de agosto se hace a la vela el corsario y pone rumbo norte. Llega a la bahía de Caldera el día 9. Allí convence a un pescador local para que avise en la población de Copiacó, a unas quince leguas en el interior, de que un buque norteamericano tenía mercancías para vender.

La noche siguiente consiguen desembarcar once desertores del buque corsario. El capitán Duck escribe al gobernador para pedirle que aprese a los amotinados. Estos se dirigen a Copiacó  e informan en el camino a cinco comerciantes locales de las verdaderas intenciones del Port-au-Prince.

Sin estar convencidos de ello, los cinco españoles llegan a bordo del buque, aunque, por precaución, habían devuelto la mayor parte del dinero. Como había ocurrido en Coquimbo, fueron retenidos a bordo y se les despojó de todo el dinero que llevaban.

Duck escribe de nuevo al gobernador y le propone el intercambio de los cinco prisioneros por los desertores. Sin haber concretado nada, son liberados el 17 de agosto, zarpando al día siguiente rumbo al norte.  

Hasta el 22 de agosto capturan tres bergantines, uno de ellos el llamado Begoña, otro es abandonado después de descargar el trigo que llevaba, y una barcaza cargada de estiércol, donde embarcan a los prisioneros, con instrucciones de dirigirse a Pisagua.

El lunes 2 de septiembre avista frente a Arica a un bergantín fondeado. Esa tarde, al observar sus pocas defensas, comienza el corsario a bombardear la plaza, mientras espera la llegada de las presas. A la mañana siguiente envía una carta al gobernador exigiendo su rendición, que se niega a ello, habiendo instalado en la noche una fortificación de arena con catorce cañones.

La fragata se acerca al puerto y bombardea de nuevo, entre las ocho de la mañana y el mediodía. A las dos de la tarde reanuda el cañoneo, llegando después las presas, con las que podía realizar un desembarco y abordar al bergantín fondeado, pero el fuerte oleaje se lo impide, por lo que sigue el cañoneo hasta las cinco de la tarde, momento en que los tripulantes del bergantín queman la nave.

Duck decide no atacar Arica y abandona el lugar a las seis de la tarde, con intenciones de atacar Ilo. 

El ataque a Ilo se inicia a las diez de la mañana del 4 de septiembre, al acercarse el bergantín Begoña, al que se le habían instalado dos cañones de a seis libras, para cubrir el desembarco, pues la fragata no podía acercarse tanto a la costa.

Desembarcan en la costa a 45 corsarios, doblegan la resistencia de los débiles milicianos y se apoderan de la población. Instalan dos cañones en la iglesia, esperando la llegada de milicianos o tropas desde el interior, mientras saquean las casas, llevándose todo lo que era de valor.

 A las ocho de la mañana del día siguiente, al no realizar los españoles ningún intento de expulsarlos, el capitán Duck ordena quemar la ciudad y regresar a los buques con el botín. Durante la noche, se suelta un ancla del Begoña y encalla en la costa, siendo abandonado y quemado.

Ese sábado, día 7, envía Duck un oficial a tierra para obtener un rescate por un militar y un fraile que tenía presos. Los británicos se hacen a la vela y fondean al sur, en Punta Coles, a la espera del rescate. Como parte del rescate envían un buey, e informaron a los corsarios pero no podían enviar más en diez días, por lo que Duck libera a los presos.

El Port-au-Prince permanece cinco días en Punta Coles, donde hunde a los dos bergantines presos antes de continuar hacia el norte. 

El 14 de septiembre captura al bergantín guanero Nuestra Señora del Carmen. Esa mañana se acerca un bote al costado del corsario con seis hombres. Pertenecían al ballenero Minerva, de Londres. Su dotación se había amotinado, disparado al capitán Cottle y abandonando en dos botes a diez hombres.

Después de diez días, uno de los botes, con cuatro hombres, habían desembarcado en tierra. El 19 de septiembre, antes de seguir hacia el norte, liberan al guanero Carmen

Tres días después el Port-au-Prince encuentra al ballenero londinense Lucy, que había salido de Inglaterra en enero de 1805 e ingresado al Pacífico en julio o agosto de 1805

Este corsario, también protagonista de los combates de octubre de 1805 en Paita, pertenecía también a Robert Bennett, era de 345 toneladas, estaba tripulado por 60 hombres y armado con 18 piezas de ocho libras y seis carronadas. Su capitán Alexander Ferguson recibe la patente de corso el 10 de enero de 1805. 

Ambos buques fondean el 23 de septiembre frente a Chincha, donde 40 hombres de cada buque saquean la población, antes de dirigirse al Callao, donde el Port-au-Prince intenta tomar la tarde del día 27 una nave que arribaba al puerto, pero desiste de hacerlo al ver que venían a su encuentro las cañoneras, el bote de la capitanía y la falúa de rentas.  

Las fragatas británicas continuaron hacia el norte y el 4 de octubre arriban a Paita con la intención de saquear la población, pero se encontraba fondeada allí la fragata española Astrea, que se enfrenta a los dos corsarios.  

Combate del 4 de octubre

Al mando del capitán de navío Pedro Bernardo de Esquibel, la fragata Astrea había salido de Panamá rumbo al Callao. Entra en el puerto de Paita el 1º de octubre de 1805 para embarcar los víveres necesarios para seguir la navegación. Estaba armada con 26 cañones de a 12 libras y 8 de a 6 libras, con una bisoña tripulación, la mayoría de leva. 

Fragata Astrea
Fragata Astrea con el velamen desplegado. Museo Naval de Madrid, dibujo de Berenguer. «Fragatas de vela de la Armada española 1600-1850», Enrique García-Torralba Pérez.

El 3 de octubre avista el vigía del puerto a las dos fragatas. Son avistadas de nuevo a las diez de la mañana del 4 de octubre con rumbo al puerto, y media hora después a una goleta ciñendo el viento5 y siguiéndola una corbeta con bandera francesa disparando con bala para detenerla, siendo capturada.

Poco después aparece una fragata fingiendo ser captura francesa al enarbolar la bandera inglesa bajo otra francesa. Aquellos buques se unen para conferenciar.

El capitán Esquivel, al tener noticias del ataque a Callao de dos corsarios el 27 de septiembre anterior, pensó que eran los mismos buques. Al ser el único buque de guerra español de fuerza suficiente para enfrentarse a ellos, no duda en hacerse a la vela a las once y media, con las primeras brisas, a la caza del enemigo con toda fuerza de vela. Al ver la salida de la fragata española, el enemigo maniobra para salir de puerto rumbo OSO.  

Tampoco dudaron los vecinos paiteños, al presentarse al costado de la fragata, antes de hacerse a la vela, unos botes con 25 de ellos, siendo destinados a servir en las baterías. Pero quedaron otros cien en los muelles, deseosos de combatir, pero no tenían botes o lanchas con las que acercarse a la fragata.

Los vecinos consiguen habilitar un pequeño buque de cabotaje, con el que salen 80 hombres media hora después, pero tienen que regresar a puerto a las dos leguas al tener poco lastre y con el viento fresco corrían peligro de zozobrar. 

La corbeta británica6, más atrasada y que navega a proa de la Astrea, vira de bordo para pasar por barlovento, mientras la fragata, por la mura de sotavento, realiza la misma maniobra para atacar a la fragata española por la otra banda, momento en que arriaron sus insignias falsas e izaron la bandera británica. La fragata española queda en medio de las dos enemigas. 

Comienza el combate a las doce y media del 4 de octubre al romper el fuego la corbeta y después la fragata. La Astrea pierde muchos cabos de labor, imposibilitando que maniobre de manera adecuada.

Acercándose a la fragata que estaba a sotavento, la fragata corsaria, más velera, maniobra para batir a la fragata española por las muras y aletas. A pesar de ello, la española realiza continuas descargas de artillería.

Esquivel ordena hasta en tres ocasiones acercarse a la fragata enemiga para intentar el abordaje, momento en que se alejaba el enemigo por su mayor andar. 

A pesar de la ventaja del enemigo, la Astrea, con muchos daños en el aparejo, consigue dañar la arboladura, sobre todo de la fragata corsaria, que solo podía disponer de la mayor y el velacho, por lo que fue cayendo más a sotavento. 

Cesó el fuego sobre las cuatro y cuarenta y cinco minutos de la tarde, quedando el enemigo a proa, como a dos millas, la corbeta delante de la fragata. La goleta capturada, con dotación de presa, se había mantenido alejada del combate.

La Astrea continua la caza durante una hora, mientras repara algunas averías esenciales para poder maniobrar, pero los daños en la arboladura y en el casco eran demasiado graves, entrando 14 pulgadas de agua a la hora. Ante la imposibilidad de alcanzarlos, pues el enemigo también se había reparado bastante y aumentaba su vela, Esquivel decide regresar a puerto, virando a las seis de la tarde, con el enemigo a más de cinco millas de distancia. 

 Durante esa noche intentan remediar las averías más graves, haciendo funcionar la bomba de achique continuamente. Consigue fondear en Paita a las cuatro de la tarde del 5 de octubre.

Mientras tanto, la Lucy transfiere municiones al Port-au-Prince, y los dos buques se abastecen con los víveres de la goleta capturada, los que estaban destinados a la Astrea.  Con una pequeña dotación de presa, la envían a la isla James, en las Galápagos. 

En el combate fallece el tercer piloto José de Maura, un soldado y dos marineros, y heridos el mismo capitán Esquivel en la cara y mano derecha, el alférez de navío Pedro Landázuri en un pie y 18 soldados y marineros, tres de ellos de gravedad.

Según el relato del William Mariner, en la fragata Port-au-Prince, hubo un muerto y tres heridos leves. En la Lucy hubo un fallecido y cuatro heridos. Según otro relato, el de Louis Becke, en la página 251, en la fragata Astrea hubo 40 muertos y 120 heridos, bastante alejado de la realidad. Para este autor, el comandante de la fragata española era un francés, Monsieur de Vaudrieul. 

Combate del 7 de octubre

Al anochecer del día 5 termina la fragata de fondear y amararse, comenzando a pasar los cañones de babor a estribor para dejar a la vista los balazos, que eran cinco a flor de agua. Es en ese momento cuando llega a la fragata una canoa de tierra con el aviso de haberse descubierto a una fragata que se acercaba a puerto.

Rápidamente se taparon los balazos con planchas de plomo y se pasó la artillería a su lugar. A las ocho de la mañana del día 6 estaba lista para el combate, pero no fue necesario, pues la fragata avistada había desaparecido. 

La tarde del 7 de octubre avista el vigía del puerto a dos fragatas enemigas. Una de ellas entra en el puerto a las cuatro y media, reconocida por el capitán Esquibel por ser la de mayores dimensiones y artillado con la que se había batido el día 4.

Localización de Paitia (Perú). Google Maps.

En la bordada que realiza se acerca a la Astrea, virando fuera de tiro. En la siguiente bordada se fue acercando al costado de la fragata española. A las seis de la tarde aparece la corbeta, navegando más cercana a tierra. Al virar la fragata, se acercan los dos buques enemigos hasta el fondo de la ensenada, donde estaba fondeada la Astrea.  

Esquivel la tenía acoderada cercana a la costa con un cabo por la popa para presentar el costado al enemigo. Pero tuvieron la desgracia de faltar el cabo por estar muy fresca la brisa, con el gran peligro de presentar la popa al enemigo. La fragata recibe las primeras descargas por la aleta de estribor, pero Esquibel no responde al fuego. 

Consiguen desde la fragata lanzar un cabo a tierra y presentar al enemigo la banda de estribor, por la que realiza una descarga general y le sigue un fuego vivo contra el enemigo, que se vio sorprendido o recibió muchos daños, puesto que sus disparos fueron decayendo en intensidad y cesaron una hora y media después de haber comenzado, hasta alejarse de la fragata española.  

Con el enemigo fuera del alcance de la artillería española, Esquibel ordena cesar el fuego sobre las siete y media de la tarde. Los dos buques enemigos se mantuvieron a la vista, sin duda reparando sus averías, esperando desde la fragata española un nuevo ataque, pero se alejan y se pierden de vista a las once y media de la noche. 

En esta ocasión hubo un fallecido y dos carronadas desmontadas en la fragata corsaria, y ninguna baja en la fragata española, pero recibe nuevos balazos en el casco, uno de ellos a flor de agua, otros en el payo mayor y palo de mesana, aunque no eran graves, además de cortar varios cabos de labor. 

Al día siguiente, 8 de octubre, sobre las diez de la mañana, avista el vigía que se acerca a puerto una fragata, mientras que otra se había ocultado, o eso intentaba. Media hora después se acerca la fragata a puerto para reconocerlo, hizo una virada, disparó un cañonazo y se alejó rumbo OSO, perdiéndose de vista a las cinco de la tarde.

Esta fragata, con bandera británica, no era ninguna con las que se había batido los días anteriores, era de mayores dimensiones y estaba mejor artillada. 

Días posteriores al combate

El capitán Esquibel y sus oficiales estaban convencidos que el enemigo intentaría un nuevo ataque, y al disponer de tres fragatas, las posibilidades de victoria de la Astrea eran casi nulas. 

El mal estado de la fragata, por sus muchas averías, y su imposible reemplazo en el puerto de Paita, sobre todo en municiones de guerra, hacía imposible su salida y regreso al apostadero de Callao. 

La fragata fondea lo más cerca de tierra que le permite el fondo. Para las seis de la tarde del 9 de octubre se habían instalado dos baterías en tierra, una con cuatro cañones de a 12 libras de la banda de babor para defender la popa, y otra con 2 cañones de a 12 para cubrir la proa.

Como defensa adicional se decide armar la lancha de la fragata con otro cañón de la 12 libras, una flotante con gente de la plaza al que se le ha colocado otro cañón del mismo calibre, y otros aprestos para la defensa de los flancos, a popa y proa, al menos que no tenga fácil el enemigo capturar la fragata. Estas medidas de defensa debían estar listas para el 12 o 13 de octubre. 

El capitán Esquibel escribe al virrey solicitando socorros para su habilitación. También le solicita en envío a Paita de fuerzas navales suficientes para igualar a las del enemigo, que, según este capitán, podrían ser la fragata armada en corso Nuestra Señora de la Paz, de la Real Compañía de Filipinas, la corbeta Castor y el bergantín Peruano, en cuyos buques se podría conducir los pertrechos navales y víveres necesarios para alistar la fragata, quedando en disposición de combatir o regresar a Callao para completar las reparaciones. 

La suerte del corsario

Los dos corsarios británicos pusieron rumbo a las islas Galápagos para efectuar reparaciones en la arboladura y en el casco, donde fondearon el jueves 17 de octubre. Tras repartirse el botín, y esperar en vano al buque que habían capturado en Paita, el San Juan Bautista, y del que nunca más supieron, el domingo 3 de noviembre ambos buques se separan. 

Al poco de separarse, la fragata Port-au-Prince sigue a tres buques avistados. Eran los británicos British Tar y Britannia, de Londres, y el norteamericano Neutrality, capitán Foulger, que había estado en Paita después del combate e informa a Duck que la fragata española estaba al mando de un francés, que sus bajas habían sido de 40 muertos y 120 heridos, y tenía muchos daños en el casco. 

Los dos meses siguientes se dedica a cazar ballenas, con tan poca suerte que Duck decide acercarse a la costa para reanudar sus actividades corsarias.

El 4 de febrero de 1806, cerca de la isla La Plata, frente a la costa de Manabí, captura al bergantín San Pedro, que se dirige a Punta Santa Elena en lastre para cargar sal, y dos días después al bergantín Santa Rosa del Carmen, cargado de sal, harina y sebo.

Despojado de su carga, es liberado el 7 de febrero llevando a bordo a los tripulantes del San Pedro. El 14 de febrero captura al bergantín Tránsito, que se dirigía de Tumaco a Paita cargado con cacao, y el día 15 fondean en Atacames, donde se reaprovisionan de víveres frescos.  

Después de realizar algunas reparaciones en la isla Cocos, el Port-au-Prince regresa a las actividades pesqueras, hasta que el 30 de marzo captura, a la altura de Acapulco, al bergantín San Isidro cargado con cacao desde Guayaquil.

Ese día consigue desertar del corsario el cirujano Farlane. El capitán Joseph Evenzega y los diez tripulantes del bergantín son liberados al día siguiente en el bote.

El bergantín, puesto al mando de John Parker, es enviado a Port Jackson el 1º de abril con diez hombres y cuatro meses de víveres. Pero no llega al destino, es capturado en el Chocó al acercarse a la costa faltos de víveres, por lo que es de suponer que los que llevaba se habían estropeado.  

La Port-au-Prince sigue cazando ballenas hasta el 3 de junio, que se acerca a la costa a la altura de San Blas, y el día 19 captura a la corbeta guayaquileña Santa Ana, que al mando de Francisco Puertas regresaba a Guayaquil con maderas de cedro, brea y alquitrán. La presa es enviada a Port Jackson el 22 de junio, al mando de Charles MacLaren, 12 británicos y un español, arribando a su destino tres meses después.  

Para principios de agosto la Port-au-Prince se hallaba en las islas San Benito, donde cazó a 15 ballenas y más de ocho mil focas, pero el capitán Duck fallece en dicho lugar el 11 de agosto.

Al mando del maestro ballenero William Brown deciden dirigirse a Port Jackson para reparar la fragata. Ponen rumbo a las islas Sandwich, pasando posteriormente a Tonga, a donde arribó a fines de noviembre de 1806.

En dicho lugar desertan 19 tripulantes, y el 1º de diciembre el buque es capturado por unos 300 nativos, que matan a buena parte de los tripulantes, unos 36 hombres, despojan al buque de todo lo que les fuera útil y lo queman. 

Notas

  1. «Artículo 3º. Y a fin de estrechar los vínculos de amistad, y de conservar en lo venidero una perfecta armonía y buena inteligencia entre las dos partes contratantes, se ha convenido que los súbditos respectivos no serán perturbados ni molestados, ya sea navegando o pescando en el océano Pacífico o en los mares del Sur; ya sea desembarcando en las costas que circundan estos mares, en parajes no ocupados ya, a fin de comerciar con los naturales del país, o para formar establecimientos, aunque todo ha de ser con sujeción a las restricciones y providencias que se especificaran en los tres artículos siguientes.» 
  2. «Artículo 4º. Su majestad británica se obliga a emplear los medios más eficaces para que la navegación y la pesca de sus súbditos en el océano Pacífico o en los mares del Sur no sirvan de pretexto a un comercio ilícito con los establecimientos españoles; y con esta mira se ha estipulado además expresamente, que los súbditos británicos no navegarán ni pescarán en los dichos mares a distancia de diez leguas marítimas de ninguna parte de las costas ya ocupadas por España.» 
  3. William Mariner, nacido en 1791 en Londres, embarcó de marinero en el «Port-au-Prince», con el que navegó en el Pacífico. Regresó a Londres y relató su historia a John Martin. John Murray lanzó una primera edición en 1817. 
  4. Según lo relatado por el capitán Esquibel el 16 de octubre a Grandallana, la fragata más grande estaba armada con 24 cañones de a 10 ½ y 12 libras y 8 carronadas de a 18 libras, y la menor con 18 cañones de a 8 libras y 6 carronadas, ambas de superior andar que la fragata española. 
  5. Esta goleta, llamada «San Juan Bautista», había salido de Callao con víveres para la fragata «Astrea», carne de cerdo, pan, vinagre y aceite. 
  6. En las relaciones del combate se dice que eran dos fragatas, una mayor que la otra, aunque la más pequeña podía ser clasificada como una corbeta. 

Bibliografía y fuentes

  • BECKE, Louis.: Rodman the Boatsteerer; and other stories. Editorial T. Fisher Unwin. Londres, 1898. 
  • CANTILLO, Alejandro del.: Tratados, convenios y declaraciones de paz y de comercio: que han hecho con las potencias extranjeras los monarcas españoles de la casa de Borbon: desde el año de 1700 hasta el día. Imprenta de Alegría y Charlain. Madrid, 1843, p. 624. 
  • DENING, Greg (editor).: The Marquesan Journal of Edward Robarts  1797-1824. Australian National University Press. Camberra, 1974, pp. 157-171. 
  • MARTIN, John.: An Account of the Natives of the Tonga Island, in the South Pacific Ocean, Compiled and Arranged from the Extensive Communications of Mr. William Mariner, Several Years Resident in Those Istands. Boston: Charles Ewer, 1820. 
  • ORTIZ SOTELO, Jorge.: La Real Armada en el Pacífico Sur. El Apostadero Naval de Callao, 1746-1824. Universidad Nacional Autónoma de México (UNAM). Instituto Investigaciones Históricas. Bonilla Artigas Editores. México, 2015. 
  • Archivo General de Marina Álvaro de Bazán (AGMAB), Expediciones a Indias (EI), leg. 37, doc. 50. José Pascual de Vivero, comandante de Marina de Callao, a Domingo Pérez de Grandallana, Secretario de Estado y del Despacho Universal de Marina. Callao 25/10/1805. 
  • AGMAB. EI, leg. 40, doc. 47. Pedro Bernardo de Esquibel a José Pascual de Vivero. Paita, 07/10/1805; Esquibel al virrey del Perú. Paita, 09/10/1805; Esquibel a Grandallana. Paita, 16/10/1805; Vivero a Grandallana. Callao, 25/10/1805. 

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